Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

lunes, 30 de junio de 2014

El martes primero de julio, a partir de las 08:16 de la mañana, hora venezolana (12:46 GMT), Mercurio vuelve a avanzar en el zodíaco, luego de estar unas tres semanas retrocediendo; ha sido un ciclo de reacomodo en nuestros procesos mentales, que a su vez ha llevado a una reestructuración en nuestro modo de pensar y de comunicarnos, lo que se refleja en una nueva etapa en nuestras relaciones personales.

DOMINGO, 29 DE JUNIO DE 2014


Mercurio avanza a una nueva forma de pensar

El martes primero de julio, a partir de las 08:16 de la mañana, hora venezolana (12:46 GMT), Mercurio vuelve a avanzar en el zodíaco, luego de estar unas tres semanas retrocediendo; ha sido un ciclo de reacomodo en nuestros procesos mentales, que a su vez ha llevado a una reestructuración en nuestro modo de pensar y de comunicarnos, lo que se refleja en una nueva etapa en nuestras relaciones personales.

La energía de Mercurio al volver a avanzar en Géminis, nos lleva  a una transición que nos llevará a ser más abiertos a los cambios y a relacionarnos con las demás personas a través de una comunicación efectiva. Estaremos viviendo un proceso de adaptabilidad a nuevas situaciones, de flexibilización de posturas y formas de pensar.

Mercurio avanzando en Géminis moverá hacia lo externo los procesos del pensamiento, luego de una etapa de mayor introspección, y empezará a manifestarse la alquimia creadora de nuestra subconsciencia y nuestra autoconsciencia.

Como hemos dicho, lo que nuestra mente consciente piensa, el subconsciente lo graba y lo reproduce; con Mercurio retrógrado se acentúa el proceso de “grabación” y con Mercurio directo viene con más fuerza el ciclo de “reproducción”.

Mercurio avanzando en Géminis despierta el universo de la mente que trata de relacionarse con el mundo de la forma. La mente ha de funcionar a través de la forma, pues todas las cosas han sido creadas en el plano mental para ir después al plano de lo concreto, esta es la primera ley de la creación, porque como dice El Kybalión: Todo es Mente, el universo es mental…

Coincide el avance de Mercurio en Géminis con la presencia de Venus, el astro del amor y de las relaciones humanas, en el mismo signo, lo que favorece ampliamente los procesos de comunicación, impregnándolos de un tono conciliador, flexible, adaptable, favoreciendo las relaciones humanas.

Con Venus recorriendo Géminis, el momento es ideal para encontrar una pareja con la que podamos compartir inquietudes intelectuales o comunicarnos muy bien. Incluso, debido a su dualidad, es posible experimentar con dos conquistas a la vez para ver cuál nos resulta mejor.

Asimismo, Venus en Géminis ayuda a incrementar la capacidad de llegar a los sentimientos del otro a través de la palabra; es bueno para declaraciones de amor, para la creación literaria y para la seducción en general.

domingo, 29 de junio de 2014

Durante su discurso de incorporación como miembro de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras, el jurista y escritor venezolano desarrolló las múltiples vertientes de lo que llamó El problema de Venezuela

Notitarde 28/06/2014 
Dr. Asdrúbal Aguiar, desde el Consejo de Regencia en Cádiz

Los venezolanos hemos sido colonizados por los mitos revolucionarios

Violeta Villar Liste
Durante su discurso de incorporación como miembro de la Real  Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras, el jurista y escritor venezolano desarrolló las múltiples vertientes de lo que llamó El problema de Venezuela.
El 18 de junio de 2014, mientras en Madrid el rey Juan Carlos cumplía el acto formal de abdicación y la medianoche saludaba a Felipe VI como el nuevo rey de España, el madrileño diario El País, lapidario, titulaba: España fue el Titanic, para ilustrar el paso de la nación, con mucha pena y poca gloria, por la cita mundialista de Brasil.
En Venezuela, el hasta hace unos días vicepresidente de Planificación Jorge Giordani, sacaba sorpresas a un país que ya poco se sorprende, revelando en carta pública las contradicciones y debilidades del Gobierno de Maduro, noticia (la de las contradicciones, debilidades y desaciertos), que no sorprende desde hace rato a los estudiosos del drama nacional. A hombres como el jurista, catedrático y pensador venezolano Asdrúbal Aguiar, quien, entre una y otra realidad recibía, justo ese miércoles 18 de junio, su medalla de incorporación como miembro de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras, en la muy española y muy latinoamericana ciudad de Cádiz (Andalucía).
El acto solemne, celebrado en la Sala del Trono de la que fuera sede del Consejo de Regencia en 1812, hoy sede de la Diputación Provincial, se realizó con la presencia de los académicos de Número, encabezados por la directora de la Real Academia, Carmen Cozar Navarro, en representación del abdicado rey Juan Carlos, quien ejerce la presidencia de la casi bicentenaria corporación.
El académico y catedrático de historia, Manuel Bustos, mientras ocupaban el presidium el vicealmirante Antonio Querol, comandante del Arsenal de La Carraca, donde fallece el precursor Francisco de Miranda, y el académico secretario, Fernando Sánchez García, leyó las palabras de recepción del nuevo académico Asdrúbal Aguiar, destacando particulares de su obra escrita -integrada por 19 libros- y crónicas periodísticas. Y al referirse a su trayectoria docente y desempeño público nacional e internacional desde cargos de Estado y elevada responsabilidad, subrayó la defensa que de la democracia y la libertad de expresión en las Américas ha realizado desde distintas tribunas. E hizo énfasis en los aportes que Aguiar realizara desde el 2000 hasta 2012, ejerciendo la presidencia de Unión Latina, con sede en París, para fomentar el estudio histórico y jurídico de La Pepa, la célebre Constitución Política de la Monarquía Española, pionera del liberalismo en Occidente, aprobada por las Cortes Generales y Extraordinarias reunidas en Cádiz en 1812, durante la invasión napoleónica.
Su discurso de incorporación no podía llevar título distinto: El problema de Venezuela. Y es así, porque la nación constituye su gran desvelo.
Inició sus palabras agradecido.
Conmovido:
"La valoro (la incorporación) como privilegio inestimable. Es de suyo un sello de compromiso, un anillo de fidelidad, por ser esta Real Academia y su sede histórica, Cádiz, los faros del auténtico constitucionalismo liberal hispanoamericano". La "ofrendo a Venezuela en tránsito adolorido y a sus estudiantes, víctimas actuales de la intolerancia oficial".
Recordó, en su amplio y denso discurso,  "a otros compatriotas que me preceden con méritos más que superiores, incorporados a esta egregia corporación hasta 1933".
Nombres como los de don Lisandro Alvarado, "verdadero erudito y políglota"; Rufino Blanco, "escritor prolijo y diplomático"; Felipe Tejera, "escritor y crítico literario, recordado por su Manual de Historia de Venezuela ; Eloy G. González,  escritor, ingeniero,  político y redactor de El Cojo Ilustrado; Pedro Manuel Arcaya, "jurista, sociólogo, historiador y diplomático";  "el eminente investigador científico Plácido Daniel Rodríguez Rivero, quien funda, sostiene y dirige los Archivos de Historia Médica Venezolana" y César Zumeta, incorporado el 19 de enero de 1933.
El mito revolucionario El jurista, en su documentada aproximación a la realidad venezolana, observa que "durante 183 años de historia independiente los venezolanos hemos sido, en 130 años, ciudadanos de repúblicas militares o colonizadas por los mitos revolucionarios". Y no se trata, observa en su discurso de incorporación, solo de la actual revolución bolivariana que cínicamente muta en socialismo del siglo XXI y es una suerte renovada del viejo marxismo que le sirve de trastienda y ancla en la hermana República de Cuba desde la segunda mitad del siglo XX, para justificar así otro despotismo más de los tantos que nutren el devenir de Hispanoamérica.
"Así las cosas, lo constatable, es que tras cada acto de fuerza o mediando la demanda del caudillo militar y/o rural de ocasión, sigue siempre la explicación intelectual y detrás el texto fundamental de circunstancia, obra de escribanos cultos y refinados, que le otorgan ribetes democráticos y hasta constitucionales a lo así ocurrido. ¿Ocurre acaso una suerte de aparente transacción entre la fuerza y la razón, o mejor, estamos en presencia de la transformación utilitaria definitiva de la razón, haciéndola sirviente de la fuerza en Venezuela?".
Advierte que cada "revolución" ha pretendido consolidar", "a través de reformas constitucionales o de constituyentes, las previsiones necesarias para que el mandamás logrero alcance su estabilidad, se aleje del poder sin perderlo, o se prorrogue en el ejercicio del poder, directamente o al través de sus designados".
El Derecho en el sentir de la gente
En su angustia de país, y luego de repasar la realidad política venezolana de uno a otro siglo, recuerda sus propias reflexiones en el 2000 sobre la Venezuela del  XX: "No cabe la idea de una cultura jurídica propia o doméstica en Venezuela… si se constata el sugerido divorcio entre las formas del Derecho y el sentir de la gente".
Ante su propia interrogante de cómo "zanjar el desencuentro existencial que todavía pesa sobre nuestra difusa conciencia colectiva", recurre al pensamiento del maestro Rómulo Gallegos, "quien afirma en 1909 que el sentido de la ley no ha penetrado en la conciencia venezolana (…)porque no se nos ha enseñado a verla como cosa propia, y tan extraña permanecería para nosotros si ella fuera sacada de la propia alma nacional".
"Y desde entonces, desde los días inaugurales poco nos importa a los venezolanos que 'los de arriba' tuerzan a su antojo a las leyes porque, en verdad, las mismas no le hablan al alma -lo dice Gallegos- y su desdén tampoco nos significa nada, pues incluso quienes alguna vez claman sanciones para los violadores de la ley, que siempre son otros o los otros, lo hacen con hipocresía y sin sentir que éstos atentan contra la patria ultrajada".
En palabras finales, y asomado a la "Venezuela civil -que- duda y se fractura",  recuerda el valor institucional y democrático de quienes se ocuparon del país entre 1958 y 1999,  luego de la dictadura y antes de la llegada del "Socialismo del XXI", quienes encontraron "como piso común la idea del pluralismo democrático y su defensa".
Desde Cádiz, fue obvio el llamado: la democracia, como leyes y justicia "que hablen al alma" valen la pena. Las voluntades venezolanas, hoy como ayer, están llamadas a rescatar el valor del hombre civil.

Hablemos un poco de la historia de Venezuela a través de figuras referenciales hasta el presente: Una nueva lectura de la vida de Francisco de Miranda es la que ofrece la historiadora Inés Quintero en esta obra. Reproducimos las primeras páginas que abren con un escándalo: los criollos principales de la capital no aceptaban al padre del prócer ya que ejercía el oficio de mercader y, para mayor escarnio, estaba casado con una panadera

¿Puede ser "normal" un país que mata a un hombre que viene precedido de gran fama e intachable historia desde Francia y Estados Unidos en cuyas revoluciones históricas participó, sólo porque no es criollo principal o mantuano?

El primer capítulo de El hijo de la panadera

Retrato de la historiadora Inés Quintero, autora de “El hijo de la panadera” / Fotografía tomada de Internet
Retrato de la historiadora Inés Quintero, autora de “El hijo de la panadera” / Fotografía tomada de Internet
Una nueva lectura de la vida de Francisco de Miranda es la que ofrece la historiadora Inés Quintero en esta obra. Reproducimos las primeras páginas que abren con un escándalo: los criollos principales de la capital no aceptaban al padre del prócer ya que ejercía el oficio de mercader y, para mayor escarnio, estaba casado con una panadera

El 25 de enero de 1771, Francisco de Miranda abandona Venezuela y se embarca en la fragata Prince Frederick de bandera sueca con destino a España. Dos meses más tarde, el 28 de marzo, cumplirá 21 años.
No parece una coincidencia que la decisión de Miranda de marcharse a Europa ocurriera poco tiempo después del incómodo y escandaloso incidente promovido por los criollos principales de la capital contra Sebastián Miranda, su padre, en abril de 1769. Una narración de lo acontecido fue hecha por Ángel Grisanti en 1950 en su libro El proceso contra don Sebastián Miranda, padre del precursor de la Independencia continental; también en mi libro El último marqués, publicado por la Fundación Bigott y en mi tesis doctoral El marquesado del Toro 1732-1851. (Nobleza y sociedad en la provincia de Venezuela), se hace extensa alusión a este episodio. Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
El 16 de abril de aquel año, el gobernador y capitán general José Solano y Bote había convocado a una ceremonia a fin de instalar las compañías de milicias de la ciudad, organizar sus respectivos batallones y designar a sus oficiales.
Al día siguiente en casa de Juan Nicolás Ponte, nombrado comandante del batallón de blancos en la ceremonia del día 16, se reunieron la mayoría de los oficiales que habían recibido nombramientos aquel día y acordaron dirigir un memorial al capitán general para expresarle que, si bien no tenían la intención de excusarse de cumplir con el real servicio, no estaban dispuestos a aceptar los empleos otorgados si no se excluía a Sebastián Miranda como oficial del batallón de blancos. La negativa obedecía a que todos ellos pertenecían a las primeras esferas de la ciudad y eran descendientes de sus más ilustres pobladores; en consecuencia, no podían alternar con un individuo de inferior calidad, que notoriamente ejercía el oficio de mercader y que, como tal, estaba casado con una panadera. Desatenderían las circunstancias y méritos de sujetos de su clase y constituiría un agravio evidente a la calidad de sus familias si convenían en admitir a un sujeto de baja condición, y de quien se decía era mulato, para que compartiese junto a ellos la distinción de oficial en el batallón de blancos de la ciudad. La representación estaba firmada por Juan Nicolás de Ponte y Mijares, Francisco Felipe Mijares de Solórzano, marqués de Mijares; Martín Tovar y Blanco, Francisco Palacios y Sojo, José Galindo y Gabriel Bolívar y Arias, todos ellos connotados mantuanos caraqueños.
Ese mismo día, el cabildo de la ciudad, integrado en su mayoría por los blancos criollos, dirige una comunicación al capitán general para exponerle sus reservas respecto a los nombramientos del día anterior, los cuales habían recaído en forasteros y en personas de escasa notoriedad. Solicitaba muy respetuosamente su anulación y que se delegasen en el cabildo las propuestas y nombramientos referidos.
Al día siguiente, todos los agraviados a título individual dirigen misivas al capitán general para exponer sus reparos y manifestarle que no admitirían sus empleos si no se excluía a Sebastián Miranda del citado batallón. Las cartas van firmadas por Sebastián Rodríguez del Toro, marqués del Toro, Antonio Blanco y Herrera, José Antonio Bolívar y los mismos individuos que habían firmado la carta colectiva promovida por Juan Nicolás Ponte y Mijares.
Todos reiteraban el mismo argumento: no estaban dispuestos a alternar en el batallón de blancos con un hombre tan bajo, que tenía tienda abierta de mercader, que estaba casado con una mujer de baja esfera, sin ninguna estimación y que, además, ejercía el oficio de panadera. Lo que les molestaba de manera más visible era que pudiese valer lo mismo ser un plebeyo isleño de Canarias, cajonero y mercader, hijo de un barquero, que ser caballero, noble, cruzado y aun titulado como lo eran, en su mayoría, los agraviados.
El capitán general intentó disuadir a los mantuanos invitándolos a su casa, pero fue inútil. Martín Tovar y Juan Nicolás Ponte, en presencia de los concurrentes, denigraron de la calidad de Miranda. Miranda, por su parte, abrió causa contra Ponte y Tovar por injurias, promovió una certificación de limpieza de sangre que permitiese demostrar que tanto él como su mujer eran blancos y de notoria calidad y renunció al grado de capitán que le había sido otorgado en el batallón de la discordia. Los mantuanos, por su lado, argumentaron que, aunque fuese blanco, era un hombre ordinario porque baja era su condición y bajas sus conexiones.
El capitán general aceptó la solicitud de retiro de Miranda y le concedió la baja ordenando que se le conservasen las gracias, honras y preeminencias correspondientes a su investidura de capitán. El cabildo insistió en la querella y dirigió al monarca un largo memorial denunciando la afrenta irrogada a la nobleza de la ciudad por parte del gobernador. Alegaba el cabildo que lo ocurrido el 16 de abril había sido una ofensa inadmisible contra la parte más virtuosa y decente de la ciudad.
Ponte y Tovar no se quedaron atrás y abrieron causa contra Miranda exigiendo que ofreciese las pruebas de la culpa que les imputaba. Mientras tanto, Francisco de Ponte y Mijares, alcalde de la ciudad y hermano del querellado, acusó a Miranda por el uso del uniforme y el bastón de oficial del batallón de blancos y ordenó que se presentase al cabildo para justificar el uso de ambas distinciones, amenazándolo con castigar su infracción con un mes de cárcel y, en caso de reincidir, le aumentarían la pena a dos meses, le retirarían el uniforme y el bastón para venderlos por piezas y utilizarían el producto de la venta en la manutención de los presos.
Los españoles se sumaron a la querella para apoyar a Miranda. Con ese fin redactaron una larga representación al monarca explicando lo sucedido, denunciaron el abusivo control del cabildo ejercido por los mantuanos, todos ellos emparentados entre sí, en detrimento de los nacidos en la península, a quienes calificaban de forasteros o pasajeros, negándoles el derecho a optar a los cargos de honor y distinción.
El episodio conmovió a la ciudad; todo el mundo comentaba el incidente y, tal como exponían los españoles en su comunicación al rey, hasta las mujeres habían tomado cartas en el asunto.
En julio, el capitán general elaboró un extenso informe y lo envió a España con todos los documentos e incidencias del caso: las cartas de los mantuanos, las réplicas de Sebastián Miranda, la correspondencia del cabildo y sus propias consideraciones sobre el episodio. Transcurrido más de un año, el rey se pronunció sobre el suceso. La respuesta del monarca no solamente desautorizaba de manera contundente todas las actuaciones del cabildo capitalino incluyendo la persecución a Miranda por el uso del uniforme, sino que le ordenaba abstenerse de tomar resoluciones sobre materias para las cuales no estaba facultado, mandándole que borrasen del libro capitular todo lo concerniente al día 17 de abril de 1769; exigía perpetuo silencio sobre la indagación de la calidad y el origen de Sebastián de Miranda, mandando a privar de sus empleos y condenando a severas penas a cualquier militar o individuo que por escrito o de palabra lo motejara o no lo tratase en los mismos términos que acostumbraba anteriormente. Ordenaba igualmente que se alternasen los cargos de alcalde entre criollos y españoles y que los nacidos en la península no fuesen considerados forasteros.
Esta Real Cédula, de fecha 12 de septiembre de 1770, llegó a Caracas en el mes de noviembre, año y medio después de la discordia, y fue leída en el cabildo en la sesión del día 19. Si bien constituía una severa reprimenda y una desautorización clara a los miembros del cuerpo capitular y por extensión a los blancos criollos, el mandato del rey no alteró la composición del cabildo, el cual siguió controlado por las mismas familias, no afectó el predominio político de los mantuanos en el control del gobierno capitalino y tampoco modificó sus sentimientos y pareceres respecto a Sebastián Miranda. Fueron obedientes y diligentes mandando a tachar hasta hacer ininteligible el acta del día 17 de abril, pero el canario Miranda, aunque estuviese autorizado por el rey a usar el uniforme y el bastón de capitán, seguía siendo un sujeto inferior, de baja esfera, sin honor ni calidad, cajonero, mercader y esposo de una panadera.
La forma de proceder de los mantuanos se correspondía con el sentido y normativas jerárquicas de la sociedad de entonces, regida por fórmulas y principios que establecían un orden desigual entre los individuos que componían la sociedad. En la esfera superior estaba la nobleza criolla, descendiente de los conquistadores quienes, por mandato divino, eran los responsables de proteger y conservar el buen orden de la sociedad; y en la esfera inferior estaba el resto de los mortales, los plebeyos, la gente de baja esfera, sin linaje, honor ni privilegios, como Sebastian Miranda y, por ende, toda su descendencia.
Para Francisco de Miranda la situación resultaba inescapable. Era el primogénito de Sebastián Miranda y de Francisca Rodríguez, hijo de canarios el primero y de portugués y canaria la segunda, una pareja de personas trabajadoras que se habían establecido en Caracas y levantado una familia de seis hijos, un origen muy distinto y distante al de los oponentes de su padre. A los doce años ingresó en la cátedra de latinidad en la Universidad de Caracas, paso indispensable para preparar la tesis y presentar los exámenes que le permitirían obtener la licenciatura. Continuó sus estudios de bachiller en artes, pero solamente por dos años; no terminó el tercero, de manera que no se graduó; tampoco siguió la carrera de las armas para convertirse en oficial al servicio de la Corona.
Cumplidos los 20 años, el porvenir de Francisco de Miranda no ofrecía muchas opciones. En una sociedad fuertemente jerarquizada como la caraqueña del siglo XVIII, en la cual el futuro de las personas estaba determinado por la calidad e hidalguía de sus ascendientes, y cuando todavía estaba fresco el incidente que había enfrentado a su papá con los principales mantuanos de la ciudad, el hijo mayor de los Miranda Rodríguez tenía dos posibilidades: o se conformaba con vivir en un entorno en el cual sería considerado y valorado como el hijo de la panadera, un sujeto ordinario y de baja esfera, o se disponía a labrarse un futuro diferente fuera de su lugar natal.
Francisco de Miranda optó por lo segundo. El 22 de diciembre de 1770, un mes después de conocerse en Caracas el contenido de la Real Cédula que condenaba el proceder de los mantuanos y le daba la razón a su padre, Francisco de Miranda solicita licencia para certificar su legítimo nacimiento, limpieza de sangre y buenas costumbres. Era el primer trámite que le permitiría abandonar la ciudad en la cual había nacido el 28 de marzo de 1750.
El 3 de enero de 1771 le dirige una comunicación al gobernador y capitán general Solano, en la cual le manifiesta su interés de servir a su majestad en los reinos de España. Solicita que se realice el trámite de información de testigos a fin de que respondiesen si les constaba que era hijo legítimo de sus padres, si había sido instruido y aplicado por sus padres en las primeras letras y estudios de artes y si había vivido cristianamente, frecuentando los Sacramentos de Nuestra Santa Madre Iglesia, sin haber dado escándalo ni mala nota de su persona. Además, solicitaba que se le diese testimonio certificado de la información de limpieza de sangre de sus padres en la causa seguida con Juan Nicolás Ponte y Martín Tovar y de la Real Cédula de San Ildefonso de 12 de septiembre de 1770, despachada por su majestad a favor de su padre.
El último trámite lo realiza ante el señor provisor y vicario General de Caraca a fin de que se le expidiese una certificación en la cual constase que era soltero, honrado y de arreglados procedimiento y así obtener la licencia que le permitiera embarcarse a España.
Con el expediente completo que demuestra su legítimo origen, limpieza de sangre, cristiandad, honradez, soltería y la buena estimación en la cual se tenía a su padre, sale en busca de su propio destino. En ese mismo instante comienza a escribir el diario de su nueva vida: “1771. Enero día 25 al 26 de 1771. A las doce del día nos hicimos a la vela en compañía del Paquebot, también sueco”.

EL HIJO DE LA PANADERA
Inés Quintero
Editorial ALFA
Caracas, 2014

Desde sus orígenes como país conquistado por los españoles para Venezuela es "normal" tener hombres de extraña procedencia e historia personal misteriosa hasta el presente.

Juan Germán Roscio: a 240 años de su nacimiento

Participó en la redacción del Acta de Independencia firmada en 1811, Juan Germán Roscio es una importante figura en la consecución de la Venezuela republicana / Imagen tomada de Internet
Juan Germán Roscio es una importante figura en la consecución de la Venezuela republicana / Imagen tomada de Internet
Este ensayo dedicado a Roscio pertenece al libro “Venezolanos (de la A a la Z)”, publicado por Fundavag Ediciones, Caracas, 2013

El 27 de mayo se cumplen 240 años del nacimiento de uno de los venezolanos más importantes de nuestra historia republicana y, paradójicamente, uno de los menos conocidos. Hijo de un milanés, Cristóbal Roscio, y de una mestiza, Paula María Nieves, vio la luz en San Francisco de Tiznados. No pertenecía a los estamentos de la sociedad que podían educarse en la universidad y, sin embargo, gracias a la hija del Conde de San Javier pudo asistir a ella, graduándose de abogado y doctorándose en cánones.
Su participación en el proceso de independencia de Venezuela es fundamental, pero la inmensa mayoría de los venezolanos ignora por qué. Junto con Francisco Isnardy redacta el Acta de la Independencia, firmada el 5 de julio de 1811: acto jurídico y político que determina el nacimiento de la República de Venezuela. Luego es designado por el Congreso Constituyente para que redacte las bases de la Constitución Nacional, tarea que emprende junto a Francisco Javier Ustáriz y Gabriel de Ponte, hasta que el 21 de diciembre de 1811 es sancionada la primera Constitución Nacional que, como se sabe, tuvo vigencia hasta la pérdida de la primera república, hacia mediados de 1812.
Es hecho preso por las fuerzas de Domingo Monteverde y enviado junto a ocho patriotas más a la cárcel de Cádiz, para luego ser trasladado a la prisión de Ceuta en 1813. Finalmente es liberado en 1815, gracias a las gestiones del británico liberal Thomas Richards. En la prisión de Ceuta escribió su libro memorable: El triunfo de la libertad sobre el despotismo.
Hasta donde mis conocimientos alcanzan, considero que este es el esfuerzo intelectual más complejo y profundo que venezolano alguno materializó acerca de la justificación cristiana de la independencia. Más aún, desconozco una obra de mayor peso intelectual que esta a favor del proceso independentista venezolano y de toda la América Hispana. Roscio se da a la tarea titánica de encontrar en la Biblia la necesidad categórica que tienen los auténticos cristianos de buscar la libertad, y de no tolerar el despotismo en ninguna de sus expresiones. Sus esfuerzos van dirigidos a demostrar que la justificación bíblica de la detentación soberana del poder por parte del monarca, es imposible. El libro, que para colmo de maravillas inaugura una escritura en Venezuela de la que va a ser heredero, nada menos, que José Antonio Ramos Sucre, está escrito siguiendo la modalidad agustiniana de la confesión, y es un prodigio de exactitud y elegancia en el dominio del idioma.
El trasfondo filosófico del proceso independentista es el Liberalismo, y de la lectura de la obra de Roscio se desprende que éste había abrevado en esas fuentes con fruición, pero además se dio a la tarea de ensamblar en un solo cuerpo su formación católica de origen, y las nuevas ideas liberales, que en nada concordaban con la posición de la Iglesia Católica de entonces, que defendía el derecho divino de los reyes. Si alguien se empeñó en una verdadera revolución fue Roscio: con sus ideas contravenía las del Status Quo de su tiempo. Roscio leyó la Biblia como el hombre moderno que era: en su contexto histórico, atendiendo a sus dimensiones políticas, y con el necesario sentido interpretativo crítico. Su trabajo, entonces y ahora, fue y sigue siendo asombroso.
Ahora bien, esta joya que invito a leer, según uno de sus más acuciosos conocedores, el sacerdote jesuita Luis Ugalde: “tal vez no pasen de diez los venezolanos que hayan leído íntegramente esta obra.” Y esto lo afirma en su libro El pensamiento teológico-político de Juan Germán Roscio, publicado por La casa de Bello en 1992. El mismo Ugalde refiere unos datos editoriales que son estremecedores y elocuentes. La obra de Roscio se publica en Filadelfia en 1817 y se reedita dos veces más en esta ciudad y tres veces en México. Las seis ediciones tienen lugar entre 1817 y 1857. La primera edición venezolana data de 1953, lo que indica a todas luces que hasta entonces el libro fue escasísimamente leído entre nosotros, ya que no se tiene noticia sobre una pródiga circulación de las ediciones mexicanas del siglo XIX. Esta edición de 1953 se le debe, como muchísimas otras deudas, al trabajo de Pedro Grases. Él mismo relata en el prólogo al libro de Ugalde que compró en la librería hispánica de Oxford, Dolphins, un ejemplar de El triunfo de la libertad sobre el despotismo que ha dado origen a las ediciones venezolanas que se han hecho (Monte Ávila Editores, 1983, Biblioteca Ayacucho, 1996). Me ahorro los comentarios y comparto la vergüenza.
La costra de mitos que impide ver la historia de Venezuela en su dimensión ósea espera por el trabajo de muchas revisiones y relecturas. Entre las más urgentes está la de hincarle el diente al proceso de independencia y exponer a la luz del orgullo la obra insólita y conmovedora de Roscio. Acepten estas breves líneas como una invitación.

El misterio de Francisco Isnardi. Palabras preliminares


La vida de Francisco Isnardi, a cuyo empeño debemos acciones fundamentales de nuestra emancipación cuales la redacción del Acta de Independencia junto con Juan Germán Roscio, y la firma de la misma como secretario del Congreso, había entrañado hasta hoy cierto misterio histórico.
Prócer, persistente luchador por la causa republicana, escritor, periodista, ideólogo a cuyo intelecto se deben la concepción y divulgación de muchas de las mismas ideas que movieron a tantos hombres cuyos apellidos hoy perduran en nuestra historia con transparencia, la realidad de sus orígenes en su caso fue aislada, mistificada y tal vez encubierta. Sobre su existencia se ha tejido una urdimbre de imprecisiones y confusiones que han hecho que su figura fuese
presentada en forma falseada a la mayoría de los venezolanos, y que su valor pasara desapercibido para los españoles, aun siendo de tanta significación en la historia de ambos países.
Era necesaria la actitud y actividad de un investigador que obedeciera, como lo hizo Marisa Vannini, al imperativo según el cual la historia debe ser descubierta y por tanto desvelada, en su más íntima y absoluta claridad, mediante una investigación prolongada, metódica, capaz
de producir nuevos hallazgos, para evidenciar el principio según el cual la historia es, en definitiva, reveladora de las verdades que oculta.
¿Quién era realmente Francisco Isnardi, cuál era su nacionalidad, de dónde provenía? Hasta ayer, generalmente se creía y divulgaba, soslayando ciertas contradicciones de nombres, épocas y circunstancias, que era italiano, específicamente piamontés. Hoy, el estudio de indudable valor de Marisa Vannini, llevado a cabo con profundidad y esmero detallista, nos acerca a los verdaderos hitos y sucesos, hasta ahora conocidos en forma elusiva, en torno a la figura de Francisco Isnardi.
Hubo en realidad, como lo demuestran los sorprendentes resultados de la investigación cuyas palabras preliminares nos ocupan y que acompañan el excelente prólogo del eminente historiador ceutí Don Carlos Posac Mon, dos Francisco Isnardi, uno italiano, el otro español.
Ambos tuvieron destacada actuación progresista en la historia americana en épocas muy próximas. El primero, Francisco Isnardi Esq., noble piamontés, terrateniente en el oriente de Venezuela, fue expulsado del país por mandato del Rey de España en los albores del movimiento emancipador. El segundo, Francisco José Vidal Isnardi, gaditano, médico cirujano egresado del Real Colegio de Cádiz, luego de una exitosa labor en la Provincia de Caracas en el campo de la medicina, se unió a los independentistas venezolanos convirtiéndose en un los principales propulsores y planificadores, hasta su prisión y destierro a raíz de la caída de la Primera República. Además, en el mismo ambiente, período y con el mismo espíritu, también un tercer Isnardi, de nombre Enrique.
Estos son los esclarecedores hallazgos de la tarea a la cual, con el sano e imparcial espíritu de inquisidor de las realidades ya acaecidas, se ha dedicado con ahínco la profesora Marisa Vannini, bien conocida entre nosotros por su trayectoria docente y por sus acuciosas investigaciones históricas: Italia y los italianos en la historia y la cultura de Venezuela, La influencia francesa en Venezuela, El mar de los descubridores, El general Carlos Luis Castelli, ilustre prócer, Las memorias de Agustín Codazzi, entre otras. Ella se ha enfrentado con firmeza al juicio de la historia. Juicio justo o injusto que, en definitiva, el historiador determina La verdad que este persigue, alcanza y comprueba es necesaria, aunque a algunos pueda parecer irreverente, aunque destruya tradiciones, mitos, creencias tan arraigadas que se convierten en convencimientos.
Este estudio, que ve la luz al despuntar un nuevo siglo llenando un secular vacío, comprueba una vez más cómo frecuentemente se cae en el error de no ahondar en detalles históricos que puedan arrojar luces sobre determinados hechos y personajes. Hay pasajes inciertos que se entregan, tal vez por omisión y abulia, a la oscuridad. Allí terminan sumergidos, distorsionados, traicionados por la luz en ocasiones oblicua de sucesos aparentemente indiscutibles.
Ocurre usualmente que en momentos de magnos aconteceres, revoluciones, guerras, enfrentamientos, desastres, se produzcan confusiones de identidades alrededor de una particular figura o circunstancia histórica. Y es indudable que aún resta mucho por aclarar en torno a uno de los más turbulentos períodos de nuestra azarosa historia patria: los duros años de la lucha independentista, aunque a esta apasionante tarea se hayan dedicado las actuales generaciones de investigadores, libres de prejuicios sobre la proveniencia de los protagonistas principales de nuestra gesta libertaria.
Ha sido reconocido que muchos peninsulares, si bien resulta paradójico y para algunos nacionalistas a ultranza hasta desagradable, tuvieron una participación decisiva en los inicios de la revolución venezolana. Es posible que se haya preferido preterir, dejar de lado, una verdad que no interesaba y que nadie reivindicaba. En consecuencia -y este sería el caso de Isnardi-se pudo haber confundido actores y roles en torno a un evento que en nuestra circunstancia vuelve a emerger, despojado de la oscuridad a la cual ha sido sometido, gracias a los hallazgos de esta pesquisa histórica.
Cabe al prestigioso Instituto de Estudios Ceutíes de la liberal y significativa ciudad de Ceuta, cuyos ojos miran constantemente allende el mar a la histórica Cádiz donde naciera el prócer, descorrer el velo sobre Francisco Isnardi, patrocinando esta investigación de la doctora Vannini sobre un personaje de tan preclaras virtudes, tan ligado a la revolución independentista americana. Este meritorio ensayo está precedido por las palabras del destacado investigador don Carlos Posac Mon, quien aporta su aguda visión de estudioso de la historia, que complementa aún más los alcances del texto.
Este tipo de iniciativas tienen el mérito adicional de contribuir a consolidar aún más los lazos entre Venezuela, España y también Italia, y a tender puentes entre estas culturas para aunar esfuerzos y voluntades, siempre en busca de una alianza duradera, en un claro porvenir para naciones amigas.

El misterio de Francisco Isnardi. Prólogo a la primera edición


Francisco Isnardi –o Isnardy– fue uno de los protagonistas de los dramáticos acontecimientos que marcaron la turbulenta historia de la primera República de Venezuela. En aquella fracasada empresa separatista no empuñó las armas, sino que combatió ardorosamente en las filas revolucionarias con su palabra y su pluma. Sus dotes intelectuales y sus méritos cívicos le valieron el nombramiento de secretario del Congreso Nacional y con tal calidad estampó su firma al final del texto de la Constitución promulgada en Caracas en diciembre de 1811, un texto del que él había sido el principal artífice.
A la biografía de este importante personaje y a aclarar la multiplicidad de personas distintas que en su tiempo llevaron el mismo nombre, dedica la prestigiosa historiadora venezolana Marisa Vannini de Gerulewicz las páginas del presente libro. Inicia su estudio seleccionando diecisiete referencias bibliográficas, incluyendo una propia, en las que se afirma el supuesto  origen piamontés de Isnardi, señalando la ciudad de Turín como su lugar de nacimiento. Cita, como excepción, la aseveración del historiador realista Urquinaona que lo calificaba de “español”. Esta pretendida naturaleza piamontesa de secretario del Congreso justifica que hayan sido bautizadas con su nombre diversas asociaciones promovidas por venezolanos oriundos de la península Apenina.
Tras ese preámbulo la autora presenta, aportando notables novedades, fruto de sus investigaciones minuciosas en archivos nacionales y extranjeros, las tres facetas sucesivas que hasta el presente se ofrecían de la vida de Isnardi, atribuyéndose a una sola persona cuando no se sabía que tres llevaban el mismo apellido.
En la primera, situada en el verano de 1801, aparece como un propietario que posee tierras y esclavos en el pueblo de Güiria, del término jurisdiccional de Cumaná, dueño también de una biblioteca compuesta de 171 volúmenes. Un corto número de ellos correspondía a libros de ficción literaria. Los demás mostraban variada temática: científica, económica, filosófica, religiosa, etc. Asimismo se contaban diccionarios y gramáticas de varios idiomas, incluyendo el latín. No faltaban en el catálogo algunos títulos que podían calificarse de subversivos.
Por orden del gobernador y capitán general de Venezuela, don Manuel de Guevara Vasconcelos, el hacendado fue detenido bajo la acusación de ser un espía al servicio de Gran Bretaña proclive a tramas independentistas. Su Excelencia había tomado posesión de su cargo, cuando el Siglo de las Luces estaba próximo a terminar, en virtud de un Real Decreto de 14 de noviembre de 1798. Era Caballero de la Orden de Santiago y pertenecía a una ilustre familia de Ceuta.
Sometido a un juicio el reo manifestó que tenía 36 años de edad y era natural de Turín. Negó su implicación en los delitos que le atribuían. El veredicto del Tribunal, dictado el 18 de junio de 1803, fue absolutorio pero con la imposición de que el encausado debía abandonar para siempre la tierra americana.
Entre los libros editados en 1960 bajo los auspicios de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, al conmemorarse el Sesquicentenario de la Independencia, figura uno que recoge las actas del proceso político a que fue sometido este Isnardi. Lleva un interesante y bien documentado estudio preliminar del profesor Joaquín Gabaldón Márquez, quien sin embargo no advierte que se trata de un personaje distinto al redactor del Acta de Independencia venezolana.
Hasta 1807 se pedía la traza de aquel Isnardi y en este año reaparecía en Porlamar, en la isla de Margarita. Allí lo encontró un exiliado francés que viajaba por aguas del Caribe. Vestía de forma un tanto informal y daba clases de latín a unos seminaristas criollos. Años después de 1811 ese desterrado galo comentaba que Isnardi, al que primero consideraba provenzal y  ahora convertía en piamontés, desempeñaba el importante cargo de secretario del Congreso de Venezuela.
Marisa Vannini con importantes datos inéditos hace una amplia relación de las actividades políticas del Isnardi que mayor peso tuvo en la historia política venezolana, particularmente en el campo periodístico, durante la ilusionada y efímera época de la Primera República hasta que la rebelión independentista es desbaratada, tras la victoriosa campaña acaudillada por Domingo de Monteverde que forzó a sus adversarios a firmar la Capitulación de San Mateo el 25 de julio de 1812.
El jefe realista incumplió las benévolas condiciones estipuladas en esa capitulación, desatando una dura represalia que contó a Isnardi entre una de sus víctimas. Junto con siete compañeros de infortunio fue enviado a la Península en calidad de presidario.
Mediando el mes de noviembre del año 1812, cuando buena parte de España estaba convertida en un campo de batalla en que los patriotas se batían con los soldados de Napoleón, arribó a Cádiz una fragata procedente de América. Iban a bordo en calidad de presos “ocho de los principales caudillos de la sedición de Caracas”, según explicaba a sus lectores El Conciso, uno de los periódicos locales. Entre ellos venía Francisco Isnardi.
En virtud de una Real Orden dictada el 19 de enero de 1813 por la Regencia que desde el reducto gaditano sitiado por las tropas francesas, gobernaba el reino en nombre del exiliado Fernando VII, esos ocho insurgentes, con la debida escolta, fueron enviados a Ceuta.
En aquel tiempo Ceuta era un baluarte militar en casi constante estado de alerta y tenía también la condición de presidio, albergando varios centenares de delincuentes enviados allí para cumplir largas sentencias impuestas por la Justicia del Reino. Solamente los más peligrosos o condenados por delitos de suma gravedad estaban encadenados y encerrados en lóbregos calabozos. Los restantes gozaban de relativa libertad de movimientos, teniendo por cárcel virtual todo el recinto amurallado de la plaza.
Entre estos últimos, en corto número, se contaban los encausados por motivos políticos y con tal calificación fueron considerados los ocho paladines de la rebelión independentista de Venezuela que recibieron un trato benévolo por parte de las autoridades locales y no faltaron particulares que les ofrecieron ayuda, protección e incluso, amistad.
La doctora Vannini da cuenta de que en 1818 Isnardi ingresó en el Hospital Real para ser  atendido de una dolencia. Podemos añadir que su enfermedad parecía ser de naturaleza anímica más que fisiológica. Superado el mal, durante la convalecencia se dedicó a la lectura y provocó mucho escándalo en ciertos ambientes timoratos de la ciudad saber que entre sus libros de cabecera había uno cuyo autor era el librepensador francés Voltaire. En el curso del año 1819 Isnardi colaboró en el ornato e inscripciones del monumento erigido en la Catedral para las honras fúnebres tributadas a María Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII, y de María Luisa de Parma, madre del soberano. Con tal motivo la historiadora recuerda que en 1811 también intervino en la organización de los funerales celebrados en Caracas por las víctimas de la rebelión de Quito.
Isnardi había encontrado cobijo en el hogar de Antonio Salas, un comerciante de ideas liberales que años después, durante el Trienio Liberal, fue elegido alcalde de la ciudad.
A principios de marzo de 1819, Salas y un pariente político suyo de origen catalán, Pedro Huguet y Boltas, presentaron sendas solicitudes para el ingreso de una prestigiosa cofradía fundada en los tiempos en que Ceuta pertenecía a la Corona de Portugal: la Santa y Real Hermandad de la Casa de la Misericordia.
Entre los documentos que acompañaban a ambas demandas figuraban partidas de bautismo y de matrimonio de los antepasados de los pretendientes. Algunas estaban en catalán y fácil su comprensión. Otras venían en latín. Como sabemos, Isnardi conocía el idioma de Roma antigua y fue el encargado de su traducción. Según constaba en el expediente conservado en el archivo de la Hermandad, el intérprete de tales escritos “era perito inteligente, profesor de Medicina y Cirugía, residente en esta plaza”. Esta última referencia era evidentemente un eufemismo para disimular su condición de presidiario.
Diversos personajes relevantes que en las Cortes de Cádiz habían mostrado su talante liberal fueron desterrados a los presidios norteafricanos cuando Fernando VII retornó de Francia e impuso un régimen político absolutista. Uno de ellos fue Agustín Arguelles, calificado por sus partidarios como “el Divino” por sus elocuentes dotes oratorias. Fue confinado en Ceuta y mantuvo buena amistad con Isnardi. Años más tarde, convertido en uno de los políticos más relevantes del Trienio Constitucional, tomó la palabra en la sesión de Cortes celebrada el 4 de mayo de 1822 y dijo “cuando fui conducido y estuve en el presidio de Ceuta conocí a don Francisco Isnardi, le traté, fui su amigo y lo soy, tenía a su favor la presunción de gozar buena opinión”.
El triunfo del pronunciamiento iniciado el 1 de enero de 1820 bajo el caudillaje del comandante Riego supuso el restablecimiento de un sistema político constitucional. Una de las primeras medidas adoptada por los nuevos gobernantes fue una amnistía que devolvió a Isnardi la libertad y el disfrute de sus derechos cívicos. Tenía permiso para retornar a América pero prefirió quedarse en Ceuta. No tardaría en ser nombrado secretario del flamante Ayuntamiento Constitucional.
Contrastando con los capítulos precedentes, en los que la autora narra la biografía de Isnardi con suma minuciosidad, en el que concluye su libro se limita deliberadamente a dar somerísimas referencias sobre los avatares de la vida del ilustre prócer independentista, porque ya no están engranados en la historia de Venezuela ni en el importante período de las luchas por la independencia americana, sino que corresponden plenamente a la de España. Por eso no se extiende en detalles sobre el duro enfrentamiento que mantuvo Isnardi con fray Rafael de Vélez, obispo de la sede septense y acérrimo defensor de la ideología absolutista. Como punto final sitúa la muerte del protagonista de su estudio en una fecha imprecisa, antes del año 1826 que a pesar de rigurosas búsquedas le ha sido imposible determinar.
Como colofón a su brillante trabajo, Marisa Vannini se ocupa de los siete compañeros que compartieron con Isnardi el exilio en tierra africana. De uno de ellos, Antonio Barona, señala que “de este patriota tenemos muy pocas noticias”. Podemos ofrecer una novedad que da cuenta de un episodio sentimental que mantuvo con una joven ceutí, de la que no se conoce la Identidad. Fruto de esa relación fue el nacimiento de un niño al que se bautizó con el nombre de Ezequiel y que Barona llevó consigo cuando en 1820 retornó a Venezuela.
La biografía de Isnardi, tal como se ofrecía hasta el momento presente, ha sufrido un cambio espectacular gracias a las fructíferas búsquedas de Marisa Vannini. Ya no es válido el esquema que lo presentaba como un solo personaje sucesivamente hacendado en Güiria, profesor de latín en Margarita y secretario del Congreso de Caracas. La historiadora ha demostrado de forma irrefutable que, en realidad, cada uno de los capítulos de esa trilogía tenía como interpretes a personas distintas, llamadas, por orden cronológico, Francisco, Enrique y Francisco José Vidal. El primero de ellos, Francisco Isnardi, era natural de Piamonte y posiblemente también el siguiente Enrique Isnardi, si no era provenzal. En cuanto al tercero, Francisco José Vidal Isnardi, la historiadora presenta pruebas irrefutables de su nacimiento en Cádiz y de sus estudios hasta graduarse en aquel Real Colegio de Medicina y Cirugía.
La furiosa y sangrienta tormenta bélica desencadenada por las luchas independentistas de los países americanos de habla hispana se ha convertido en un recuerdo histórico y son hoy cordiales las relaciones entre ambas comunidades de una y otra orilla del Atlántico unificadas sentimentalmente para formar una Hispanidad sin fronteras. Por esta razón constituye una gran satisfacción para el Instituto de Estudios Ceutíes patrocinar la publicación de este libro dedicado a la memoria de uno de los próceres de la independencia de Venezuela, de origen española, felicitando a Marisa Vannini por el éxito con que ha culminado sus abnegadas tareas de investigación.

EL MISTERIO DE FRANCISCO ISNARDI
Marisa Vannini de Gerulewicz
Fundavag Ediciones
Caracas, 2014

Fidel Castro y su colonia Venezuela quieren seguir expandiéndose a través de hombres "vendidos" como Ignacio Ramonet y el español Pablo Iglesias, líder del partido Podemos

El Hugo Chávez español

No había tertulia audiovisual en la que no apareciera Pablo Iglesias... Con su habilidad discursiva

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MARTA COLOMINA |  EL UNIVERSAL
domingo 29 de junio de 2014  12:00 AM
Quién les iba a decir a los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, fundado por el legendario Pablo Iglesias allá por el año 1879, impulsor de la aún activa Unión General de Trabajadores (UGT), que 135 años más tarde iba a irrumpir en el panorama político español otro Pablo Iglesias con el firme propósito de acabar con las "castas" políticas a las que, según él, pertenecen el PSOE y el gobernante Partido Popular (PP), entre otros. Sin ser familia del fundador del PSOE, el Pablo Iglesias de ahora improvisó el partido Podemos y obtuvo en elecciones al Parlamento Europeo (EPE) más de 1 millón de votos y 5 escaños, en solo 4 meses de campaña.

Hasta hace poco Pablo Iglesias era un desconocido en su país -profesor de la Universidad Complutense de Ciencias Políticas, quien con Juan Carlos Monedero, Iñigo Herrejón y Luis Alegre, crearon una fundación "Centro de Estudios Políticos y Sociales" (CEPS), a través de la cual obtuvieron contratos por casi 4 millones de euros por "asesorar" durante 10 años al gobierno de Hugo Chávez (sin contar lo que pudieran haber recibido de la partida secreta) y convirtieron su facultad en una logia desde la cual salieron y alimentaron las protestas de los Indignadosque los venezolanos veíamos desde nuestros televisores actuar airadamente en el centro de grandes capitales españolas, sobre todo Barcelona y Madrid. Razones para protestar había: casi 6 millones de desempleados, disminución de presupuestos para salud y educación a causa de la crisis y la visible corrupción en los dos grandes partidos Socialista y Popular. Tomando el "Yes, we can" de Obama, una de las pocas licencias "capitalistas" que aparentemente se permiten, el habilísimo uso de los medios ,encandilados con el nuevo Pablo Iglesias como en Venezuela lo estuvieron con Chávez y duchos en las nuevas tecnologías, Podemos obtuvo 1,2 millones de votos tomados del PSOEIzquierda Unida y del descontento social. Con la abstención de muchos partidarios del PPen las EPE, la gran pérdida de escaños encendió tal alarma en el bipartidismo, que el gobierno acaba de anunciar la disminución de impuestos, y produjo la renuncia del secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.

No había tertulia audiovisual en la que no apareciera Pablo Iglesias. Con el descontento reinante y su habilidad discursiva, llamando "castas" a partidos y culpándolos de todos los males, los 3 escaños que vaticinaban los sondeos se convirtieron en 5. ¿Habrán leído quienes votaron por Podemos el plan político de este grupo de izquierda radical, que parece copiado del desgobierno de Chávez? Veamos: 1) Impago de la deuda pública; 2) Jubilación a los 60 y jornada laboral de 35 horas; 3) Prohibición de despidos y derogación de reservas laborales; 4) Eliminación de empresas de trabajo temporal e implantación del salario máximo; 5) Pensiones no contributivas y derogación de última reforma; 6) Control público de sectores estratégicos de la economía: telecomunicaciones, energía, alimentación, transporte, farmacéutico sanitario y educativo.(Imaginamos la estampida de milmillonarias inversiones en España);7) Participación de trabajadores en consejos de administración; 8) Impuestos a grandes fortunas y recuperación del patrimonio; 9) Más sanciones frente al delito fiscal y 10) Una renta básica para todos.

El CEPS ha operado en Venezuela a través del Frente Francisco de Miranda, desde donde se han mantenido reuniones con miembros de ETA y las FARC, como reseñase la prensa venezolana. Monedero ha estado muy activo en política interna venezolana: defiende en los medios a Chávez y a Maduro y critica a la oposición. Cuando en España se abordaba el tema de Chávez, los defensores han sido Monedero y los demás del CEPS. Tanta influencia tuvo Chávez sobre ellos que, además de anunciar ya una constituyente, al juramentarse Pablo Iglesias como diputado del PE, fue el único que violó el protocolo añadiendo al "juro respetar la Constitución", "hasta que el pueblo la cambie". Su divismo es tal, que avisó a los medios de que haría algo espectacular en su juramentación. Así que el show fue visto en TV. ¿Habrá que agradecerle que se abstuvo de manotearla y de llamarla "moribunda?.

El peso del financiamiento chavista y acusaciones sobre apoyo iraní, comienzan a ser una pesada losa para Iglesias y su grupo, del que hasta en las redes sociales se dice que en la Complutense celebraron fumando cohíbas y brindando con ron cubano el muy dudoso "triunfo" de Maduro. Las contradicciones son demasiadas: Por ejemplo llamar despectivamente "casta" al PSOE y al PP, y rendir simultáneamente culto a Fidel y Raúl Castro (con 50 años de dictadura a cuestas) y a los 15 años del chavismo.

mcolomina@gmail.com

Pablo Iglesias, de asesor del chavismo a europarlamentario

"Jamás he asesorado para que repriman ni golpeen a nadie", respondió Iglesias al mesonero que lo increpó en una rueda de prensa opr su relación con el gobierno venezolano | Foto EFE
"Jamás he asesorado para que repriman ni golpeen a nadie", respondió Iglesias al mesonero que lo increpó en una rueda de prensa opr su relación con el gobierno venezolano | Foto EFE
Izquierda Unitaria propuso el nombre del líder de Podemos para competir por la Presidencia de la Eurocámara el próximo martes 

De asesor del gobierno de Venezuela a candidato a presidir el Parlamento Europeo. La carrera política del español Pablo Iglesias, líder del partido Podemos, parece ser tan ascendente como polémica.
Podemos capitalizó el descontento generado por la crisis económica y el rechazo a los partidos tradicionales de España para sumar 8% de los votos en las elecciones europeas de mayo, y colocar a cinco diputados en Estrasburgo, sede de la Eurocámara.
El éxito del partido trascendió las fronteras españolas cuando el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea y la Izquierda Verde Nórdica, el quinto con más escaños (52), escogió a Iglesias como su candidato a dirigir el Parlamento.
El grupo parlamentario –que reúne a partidos comunistas, ecologistas y socialistas de 26 países de la Unión Europea– espera tener el respaldo de otros movimientos para que el líder de Podemos pueda competir con el alemán Martin Schulz en las elecciones que se realizarán el próximo martes.
Es una misión prácticamente imposible porque Schultz cuenta con el apoyo de los principales grupos de la Eurocámara, el Partido Popular Europeo y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, que tienen 412 de los 751 escaños.
Pero Podemos destaca la candidatura de Iglesias como un reconocimiento al ascenso rápido del partido y un grito de protesta: “Representa el impulso soberano de Europa del sur contra el austericidio de la troika”.

Financiamiento venezolano. La carrera política de Iglesias no ha estado exenta de polémica. La principal tiene que ver con la relación que él y otros líderes de Podemos, como Juan Carlos Monedero, tienen con el gobierno de Venezuela.
Iglesias, que ha visitado el país varias veces en la última década y ha participado como invitado en programas de Venezolana de Televisión, defiende las políticas sociales aplicadas por el fallecido presidente Hugo Chávez.
El apoyo, sin embargo, no sería gratuito. El diario El País de España denunció que la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales, vinculada a Podemos, recibió 3,7 millones de euros del gobierno venezolano entre 2002 y 2012.
“En esa década el gobierno de Hugo Chávez fue siempre su mejor y a veces casi su único cliente; buena parte de los pagos (1,6 millones de euros) fueron por asesorar directamente al mandatario”, escribió El País.
El diario agregó que la fundación cobró año tras año por la implantación de un sistema de seguridad social en Venezuela y también facturó a una decena más de organismos gubernamentales.
Podemos negó cualquier financiamiento del gobierno venezolano y dijo que sus únicas fuentes de recursos son los aportes voluntarios de quienes los apoyan y las subvenciones que les corresponden por sus resultados electorales.

Recriminación pública. El último episodio polémico en torno a Iglesias también está relacionado con Venezuela. El lunes pasado un mesonero de la Cafetería Prado, en Madrid, increpó al líder de Podemos por el financiamiento del gobierno venezolano.
“Mi esposa no puede comprar papel higiénico ni comida ¿Ha asesorado al gobierno de Venezuela en eso?”, le gritó Alberto Casillas a Iglesias en una rueda de prensa que se realizaba en el hotel Ritz.
Casillas, famoso en España porque el 25 de septiembre de 2012 impidió que la Policía Nacional entrara al lugar donde trabaja para detener a manifestantes que se refugiaron allí, también ha criticado la represión del gobierno de Nicolás Maduro.
“En Venezuela están matando a los jóvenes”, le dijo el lunes al líder de Podemos. “Jamás he asesorado para que repriman ni golpeen a nadie”, se limitó a responder Iglesias, sin dejar clara su opinión sobre los acontecimientos en Venezuela.

En la parte femenina hay una sola que descolla: María Corina Machado, a quien Hugo Chávez tuvo miedo de enamorarse de ella (si no lo hizo), ha sido la obsesión para el gallero, despreciable para el fanático Giordani y su cuerdita por ser "mantuana de estirpe principal" e inalcansable para los "bobos e´la yuca" porque como mujer era imposible de tener para ellos, hombres de reconocida incultura, mediocridad probada y complejos de baja autoestima


Pepita Machado, el amor caraqueño de Simón Bolívar

Un busto de Simón Bolívar con su nuevo rostro/Reuters
Un busto de Simón Bolívar con su nuevo rostro/Reuters
De la amplia y colorida vida amorosa del Libertador son María Teresa Rodríguez del Toro y Manuela Sáenz las mujeres más conocidas. Pero Josefina Machado, una joven aguerrida y hermosa, lo cautivó durante las horas más difíciles de su vida

Con frecuencia hemos oído hablar de los amores de Simón Bolívar. Nos hemos acostumbrado a aceptar que dos habrían sido las mujeres que ganaron el corazón del Libertador. Una de ellas fue su esposa, María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza. La otra, la quiteña Manuela Sáenz, con quien se ha asegurado que tuvo la relación amorosa más larga.
Quienes se han detenido a estudiar el entusiasmo amatorio de Simón Bolívar han elaborado una lista de aquellas que más le inquietaron el corazón. En ella figuran los nombres de, por mencionar sólo algunas, Fanny de Villard, Teresa Lesnais, Ana Lenoit, Julia Cobier, Bernardina Ibáñez, Joaquina Garaicoa, etc., etc. Llama la atención que ninguna de las citadas hasta este momento era natural de Venezuela.
A partir de lo dicho, cabe una pregunta inmediata: ¿no hubo una compatriota del Libertador que supiera conmover su fibra de hombre apasionado? La respuesta es afirmativa: la hubo. En las primeras reflexiones sobre este tema se le citaba como Josefina Madrid. Hoy se sabe que el nombre verdadero era Josefina Machado, aunque entre familiares y allegados era conocida como Pepita o Pepa Machado.
Pertenecía al estrecho círculo de privilegiados de la fortuna que tenían una posición destacada en la Venezuela colonial. Es un hecho que la cercanía entre ambos se fortaleció a partir de agosto de 1813, cuando el ejército libertador entra triunfante en Caracas. Venía de reconquistar territorio venezolano desde los Andes hasta la zona central. Cuando la avanzada de oficiales llega al centro de la ciudad, el general desciende del caballo. Al poner pie en tierra es rodeado por un grupo de jóvenes. Algunos años más tarde, José Domingo Díaz, el conocido antipatriota, dirá que sumaban “dos o tres docenas de señoritas”.
La pequeña tropa femenil, todas ataviadas de blanco, coronan al general con rosas y laureles, y riegan con flores el camino por donde el héroe va pasando. La música, los vivas y los fuegos artificiales resonaban por toda la ciudad. Con seguridad entonaron canciones patrióticas y portaron las insignias que identificaban a los triunfadores. Pues bien, una de esas jóvenes era Josefina Machado. La íntima relación entre ambos comenzó a tejerse en ese mismo instante.
 Consejera y amante. Con Josefina Machado, Simón Bolívar inaugura una práctica pública que mantuvo a lo largo del tiempo con las parejas que tuvieron relevancia en su vida. Así procedió, por ejemplo, años más tarde, con Manuela Sáenz. De tal manera, Pepita opina, ejecuta, decide y dirige. Interviene en los asuntos de Estado y es una interlocutora valiosa para el amante general a la hora de asignar cargos de responsabilidad.
Pero la volátil fortuna sella la suerte de la naciente república. Llega el año de 1814 y las tropas de Boves arrasan todo a su paso. Los habitantes de Caracas tenían dos maneras de huir: por La Guaira, desde donde se podía tomar una embarcación a alguna isla del Caribe; o emprender el éxodo por tierra hasta el oriente del país. Es muy probable que Bolívar haya intervenido para que su amada tomara la primera ruta: era más rápida y segura, pero se necesitaban contactos para disponer de una embarcación, tan codiciada en esos momentos; el dinero para pagar el viaje también era importante. Ambos requerimientos: capacidad económica y las relaciones necesarias las tenía Bolívar.
El hecho cierto es que, desde ese mes de julio de 1814, la pareja no tuvo cercanía física por un buen tiempo. Pero estaban los vínculos epistolares. Con toda la agitación que vivía en esos tiempos de incertidumbre, Bolívar no le perdía pisada. De no haber mantenido comunicación constante, no habrían sabido dónde y bajo qué circunstancia se volverían a encontrar.
La ocasión se presentó en 1816 cuando se estaba organizando la expedición de Los Cayos. Brión es el financista de la empresa y solicita el mando para Bolívar. Éste le escribe de inmediato a la joven, que vivía el exilio con la madre y la hermana en la isla de Saint Thomas. Pero las tres mujeres no llegan. Pasan los días y Brión exige la inmediata salida. En eso llega la noticia de que las damas se aproximan.
Vienen unos momentos que no pueden más que desconcertar a los lectores actuales. De repente, una expedición que se viene preparando cuidadosamente, pues de ella depende la recuperación de territorios perdidos, se suspende. ¿La razón? Pepita y Simón, Simón y Pepita. Ambos construyen el nido de amor durante dos días en una de las embarcaciones de la escuadra: La Constitución. Tenían casi dos años sin verse. Posiblemente los casi mil hombres que integraban la expedición pudieron entender que su jefe militar tenía necesidad de tal desahogo, ¿o, tal vez, no?
Finalmente salen de Los Cayos el 10 de abril de 1816. La acometida marítima tenía un primer destino en la isla de Margarita. Después estuvieron en Carúpano. En ambos lugares Pepita fue el centro de las tertulias a las que asistía la oficialidad. El 6 de julio, en la tarde, Bolívar desembarca en el puerto de Ocumare. Morales repele el ataque. Pepita acompañó a Bolívar en esa avanzada. En la huida, el Libertador dispone los medios para que “la señorita Pepa”, como solía llamarla, se refugiara nuevamente en Saint Thomas.
Nueva separación pero, a su vez, nuevas vigilancias del (para ese momento) maltrecho militar azuzado por las ansias de Pepita. Todavía en junio de 1818 siguen en comunicación. Pero el amante cela. Es cuando encarga a uno de sus primos, también exiliado en Saint Thomas, noticias sobre su esquivo amor. Leandro Palacios le transmite nuevas sobre la dama. Es seguro que el parte recibido del familiar lo intranquiliza, pues lee en esa carta: “Ella es una joven bien parecida, y de consiguiente no le faltarán pretendientes”. Bolívar no deja que algún pretendiente la asedie. Es así como la hace llevar a Angostura. Nuevo encuentro apasionado y pronta separación. Son muchas las exigencias militares del momento.
El Libertador está en campaña. Por el lado de ella, la más temida enfermedad de la época, la tuberculosis, mina su salud. Algunos dicen que sale de Angostura para encontrar al amado; otros, que se dirige a Nueva Granada en busca de sanación. El hecho es que muere en el camino, tal vez en Achaguas. También en este punto hay incertidumbres. No hay certeza sobre el año de su muerte, pudo ser 1819 o, quizás, 1820.
En todo caso, estuvieron unidos, aun en la distancia, alrededor de seis años, si damos por cierto el deceso en 1819. Ella fue un hito en su vida del que, tal vez, ni él mismo tuvo conciencia. Cuando sale la expedición irlandesa desde Margarita el 6 de marzo de 1820, los seis buques de guerra que comanda Brión van identificados con los siguientes nombres: Urdaneta, Orinoco, Brión, Bogotá, La Popa y Josefina. ¿Un último recuerdo para esta mujer singular?