viernes, 13 de mayo de 2016

“A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo; a fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo; a fuerza de tolerarlo todo, se termina por aceptarlo todo; y a fuerza de aceptarlo todo, se termina tristemente aprobándolo todo”.

Albersidades

San Agustín y la crisis

San Agustín y la crisis


Peter Albers
El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana 
(CEV), Monseñor Diego Padrón, exhortó al Gobierno 
y a la oposición a unir esfuerzos para resolver la crisis 
que hay en el país. “La situación es grave, muy 
difícil con la carencia de las medicinas y los alimentos” 
afirmó. La verdad es que uno duda si Monseñor 
oyó a nuestra brillante canciller afirmar que Venezuela 
tenía alimentos suficientes para tres países. 
Monseñor Padrón debería, dada su alta investidura 
dentro de la institución eclesiástica, estar mejor informado. 
Uno no sabe de dónde saca eso de que hay crisis en el 
país. ¿Será que él personalmente visita nuestros mercados 
y auto mercados, y así constata que los anaqueles 
están vacíos? ¿Será que él personalmente acude a las 
farmacias, en busca de las medicinas que, dada 
su edad, seguramente necesita con regularidad, y no las 
consigue? Debería averiguar, con la influencia que 
tiene, dónde compran sus alimentos y medicinas los 
altos jerarcas del gobierno, para quienes sí hay 
alimentos y medicinas o, por lo menos, no se quejan 
de la escasez que los venezolanos comunes y corrientes 
sufrimos. Tan así, que cuando tienen que hacer ellos 
mismos alguna cola, la encuentran “sabrosa”.
Y probablemente haya gente del pueblo, gente 
común y corriente, que no es enchufada ni militar, 
que encuentre las colas “sabrosas”. Tal vez eso se 
deba a algo que escribió San Agustín en 430 d. C. 
¡hace 1.586 años! y que copio de una atenta carta 
de mi amigo Paolo Montanari desde Italia: “a fuerza 
de verlo todo, se termina por soportarlo todo; 
a fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo 
todo; a fuerza de tolerarlo todo, se termina por aceptarlo 
todo; y a fuerza de aceptarlo todo, se termina 
tristemente aprobándolo todo”.
Y va terminando de ser como desde hace tiempo venía 
temiendo: Nos hemos ido acostumbrando a lo 
malo, a lo pernicioso, a lo que no podemos calificar de 
otra manera que una pésima calidad de vida. Comprar 
un kilo de queso es sólo para los privilegiados que, 
adaptados a la situación, se aprovechan de ella para 
revender productos regulados que consiguen por medio 
de trácalas y pagos ilegales, para quienes se 
mueven en un submundo de contactos con funcionarios 
públicos necesitados de “ayuditas” que compensen 
su mísero sueldo; conseguir una batería o un juego de 
cauchos se ha vuelto un calvario de trasnochos, 
colas nada “sabrosas”, compra de puestos en ellas, 
infinidad de llamadas a un número de teléfono que 
nadie atenderá. Lo que antes era tan rutinario como 
dirigirse a una venta de baterías o de cauchos, escoger 
el modelo entre una variada oferta de tipos y precios, 
esperar a que instalaran lo comprado, y salir rodando 
de nuevo, se ha vuelto una odisea digna de un guión 
de “Misión Imposible”, gracias a la corrupción 
de nuestros gobernantes, a su empeño por imponer 
políticas económicas demostradamente erróneas, al 
despilfarro, la desidia y la incapacidad.
Por si fuera poco, los jerarcas del régimen se niegan a 
ver lo que tienen ante sus ojos: un rechazo total a su 
permanencia en el poder, manifestada por el 
pueblo en dos oportunidades demasiado recientes 
como para ser ignoradas, cayendo más aun en el 
fracaso de su gestión.
Los venezolanos seguiremos insistiendo en el cambio 
de régimen por la vía constitucional y democrática; 
pero no se equivoquen quienes se escudan en 
interpretaciones a su conveniencia de nuestro 
sistema legal: Todavía no hemos llegado al 
extremo de las contundentes predicciones de San 
Agustín.
Que no se olviden sus palabras.
“El Niño no es un juego; es una excusa”
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers

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