Por PL
12 DE DICIEMBRE DE 2017 03:21 AM | ACTUALIZADO EL 12 DE
DICIEMBRE DE 2017 04:23 AM
Las editoriales independientes en Venezuela responden
ante la crisis del país con apuestas cada vez más arriesgadas, sólidas y
meritorias. Presentamos una serie de preguntas que les hicimos a los más
destacados sellos nacionales de esta naturaleza, sobre el origen de su
iniciativa, la labor que realizan, los autores que publican y sus próximos
proyectos. Continuamos la serie con Cincuenta de Cincuenta, editorial que se
inició en el año 2001 y que dirige la poeta y diseñadora Claudia Noguera Penso.
―¿Qué motivaciones y entusiasmos determinaron la creación de
su editorial? ¿Cuál es su historia? ¿Por qué el nombre?
“Yo tenía una empresa que se llamaba Titulus, que se
dedicaba al diseño gráfico e impresión en gran formato. Cuando en el 2001 la
empresa cumplió cinco años, en vez de hacer una fiesta decidí, con el respaldo
de mi socia, montar una editorial, era un proyecto que tenía entre ceja y ceja.
Gisela Viloria, mi socia, diseñó el logotipo. Le pusimos ‘Cincuenta de
Cincuenta’ porque nuestra idea era sacar tirajes muy limitados y numerados de
150 a 200 ejemplares, pero fonéticamente me pareció que la palabra ‘Cincuenta’
era perfecta cuando la repetías de manera continua: Cincuenta de Cincuenta.
Nuestra premisa, a la hora de diseñar, es que cada libro
merece un diseño y una tipografía en particular, ningún autor se parece a otro.
Tuve la suerte de que las dos personas que diseñaron los nueve libros (Gisela
Viloria los tres primeros, e Ivoly Noguera los otros seis) son personas
sensibles, lectoras y con mucha experiencia en el diseño editorial.
A mí me gustaba mucho editar y presentar varios libros al
mismo tiempo, significa que puedes trabajar todas la ediciones en bloque. En la
primera tanda salieron Sastre de José Luis Blondet, Libro
de cetrería de Beverley Pérez Rego y El viaje de mi
autoría. En la segunda, salieron, Y de la noche tanto, de María
Gabriela Lovera, Grado superlativo, de José Antonio Parra, Diario
de guerra, de Blanca Elena Pantin y Poesía en tránsito, de
Poetas en tránsito. Y en la tercera tuvimos la suerte de poder reeditar Casa
o lobo, de Yolanda Pantin, a veinte años de su primera edición, y Boulevard,
de Leonardo Padrón.
Titulus se encargaba de todo: la parte legal, diseño, edición,
corrección, promoción, bautizo, el espacio para presentar, igualmente corríamos
con todos los gastos. No estábamos en capacidad de pagar derechos de autor o
regalías, así que entregábamos diez ejemplares a cada autor, y hacíamos
contratos por un solo año. En las tres presentaciones contamos con el respaldo
incondicional de los espacios de María Fernanda DiGiacobbe, como el espacio
Balzac en el antiguo Café del Ateneo, Librería El Buscón y Soma Café.
Igualmente todos los autores contaban con presentadores de lujo: Yolanda
Pantin, Rafael Castillo Zapata, Igor Barreto, Rafael Cadenas. También se
sumaron Ricardo Jiménez con fotografía, Corina Michelena con ilustraciones e
Ivoly Noguera con dibujos”.
―¿Con qué criterios decide su editorial la publicación de un
libro? ¿Podría darnos algunos ejemplos al respecto?
“No tenemos un criterio en particular, pero tenemos
predilección por la poesía y si son autores inéditos mucho mejor. Tratamos de
no trabajar con autores conflictivos, el proceso tiene que ser muy fluido y de
mucha confianza. Un par de veces tuvimos que devolver los manuscritos, porque
los autores eran muy problemáticos, y lo que hacían era retrasar la salida de
las publicaciones de sus compañeros”.
―¿Hay libros más apropiados que otros para los buenos oficios
de una editorial alternativa?
“Eso depende de lo que quiera o busque el editor. A mi
parecer, si el diseño, la parte gráfica y la estética visual es muy importante
para ti, como editor, probablemente buscarás libros que te permitan jugar con
eso y que no opaque el contenido del libro. Para mí la poesía se presta, porque
poesía es imagen”.
―¿Para un autor, qué diferencia hay entre ser publicado por
una editorial alternativa o por una editorial comercial?
“Es una pregunta difícil porque depende del autor. Quizá con
la comercial el músculo económico y de promoción sea mejor, aunque eso no
garantiza que el libro vaya a los lectores adecuados. Y hablo en el caso de la
poesía: en ese caso las alternativas tenemos nuestro público muy claro, sabemos
quién quiere leernos”.
―¿En qué consiste la contribución que las pequeñas
editoriales independientes hacen a los lectores?
“Lo acercan a la lectura. A mí me llama muchísimo la
atención los autores que eligen para publicar las editoriales alternativas como
Dcir, Team Poetero, Letra Muerta, e inclusive algunos títulos de Oscar
Todtmann, que podemos considerar como una ‘sección de poesía’ alternativa. Se
empeñan en estar en ferias, presentaciones, recitales y lecturas. Eso es muy
importante para un autor, el roce directo con su público”.
―¿Qué clase de apoyo deberían recibir las editoriales
alternativas?
“El apoyo a las editoriales alternativas debe venir por
parte de los lectores, de hecho sobrevivimos y seguimos adelante gracias a
ellos. Yo me he conseguido personas que quince años después se acuerdan de
algún título que publicamos en Cincuenta de Cincuenta, esa es mi ganancia y me
dice que valió la pena”.
―¿De acuerdo a su experiencia, diría que son respaldadas por
otras instituciones, que suelen recibir financiamiento o apoyo promocional
externo?
“Creo que las editoriales alternativas saben o deben
aprender a defenderse solas, con el apoyo de pequeños aliados; en el caso de
Venezuela, con organizaciones como Team Poetero, Autores venezolanos, Librería
Kalathos, El Buscón, Lugar Común, Papel Literario, las ferias de libros, los
festivales, recitales como los Jamming, Poesía de Ocasión, y de la difusión que
hacen muchos promotores como Gabriela Rosas, Kira Kariakin, Graciela Yáñez,
Oriette D’Angelo o Marlo Ovalles”.
―¿Qué es lo más difícil de gestionar para una editorial como
la suya?
“Los costos de todo el proceso, porque cambian de un día
para otro”.
―¿Cuál es la mayor dificultad con que se han enfrentado en
el último año?
“Durante los últimos años han sido los costos. A Cincuenta
de Cincuenta le quedaron dos libros extraordinarios sin poder publicar: Nido
de tordo, de Eleonora Requena, que posteriormente salió por Kalathos
Ediciones, y el libro La comarca era la casa de Aly Pérez, que
me lo había entregado Igor Barreto. Estaba casi listo cuando el autor falleció
y finalmente, por cuestiones internas de la familia de Pérez, no se pudo
publicar. Posteriormente El Perro y La Rana hizo una edición”.
―¿Qué explica, en su opinión, el surgimiento de pequeñas
editoriales independientes a lo largo de los últimos años?
“Llenar un nicho para los nuevos autores, poder trabajar de
tú a tú, conocer de verdad a tu autor, manejando todo el proceso, eliminando
escalones burocráticos propios de las grandes editoriales, y acortar los tiempos
de producción. Pero en la mayoría de los casos, como en el nuestro, es
simplemente que hay mucha pasión por el libro, como objeto que contiene la
obra, el alma y el corazón del autor”.
―¿Cómo influye el contexto nacional en su labor editorial:
imprenta, distribución, promoción, ventas?
“La situación país rige absolutamente todo, por lo tanto
seguir publicando es nadar contra la corriente y finalmente llegar a la orilla,
eso es lo que hacemos las editoriales alternativas”.
―¿Diría usted que el ser una editorial alternativa ha
funcionado como ventaja o como desventaja dentro del mercado editorial actual
en el que se desempeñan? ¿Por qué razones?
“Es una ventaja, hay muchísimos escritores jóvenes
escribiendo libros extraordinarios; poder publicarles su primera obra es una
sensación indescriptible. Cincuenta de Cincuenta publicó cuatro libros de
poetas primerizos: José Antonio Parra, María Gabriela Lovera, José Luis Blondet
y los Poetas en tránsito”.
―¿Cómo es la proyección de una editorial como la suya fuera del
país?
“Yo me encuentro fuera del país desde hace un año, y uno de
mis planes, a corto plazo, es retomar las publicaciones de la editorial. Así
que sería a la inversa: a mí me interesa mucho, por razones obvias, el mercado
lector venezolano, es mi público principal”.
―¿Puede comentarnos algún título o autor particular de la
literatura venezolana que deseen o vayan a editar próximamente? ¿Por qué ese
título o autor en especial?
“Quedó pendiente una antología que llamamos Del
poema suelto: todos los escritores tenemos poemas o textos, que, por una
razón u otra, han quedado fuera de sus libros. Este es un proyecto que quedó
pendiente, y que en su momento tuvo mucha expectativa. Tuvimos algunas
conversaciones con Eleonora Requena, Ruth Hernández, Blanca Elena Pantin, Igor
Barreto, José Antonio Parra y otros amigos escritores para que se sumaran a la
antología.
Ese sería el proyecto perfecto para el segundo aire de
Cincuenta de Cincuenta”.
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