Valencia tuvo un obispo que dejó a su paso terrenal un inmenso ejemplo de carácter fuerte, no solo al servicio de la nación, sino también y en primer lugar a su religión; sabemos que se encuentra en el Paraíso muy cerca del Señor, pues fue un gran obispo y un gran venezolano.
De pequeña estatura, más bien delgado, aparentemente débil, pero no lo era, tenía la fortaleza del espíritu, tenía reciedumbre, y fue ciertamente un muro inconmovible donde se reventó el tirano, que no pudo dominarlo. Se enfrentó al más temible sátrapa que padeció Venezuela en el siglo pasado. ¡Y mire Ud. que hemos padecido tiranos, pero gracias a Dios y a la Virgen ellos se mueren, porque el tirano puede producir dolor y llanto, pero al fin la muerte los vence, y pasan a ser cadáveres insepultos!
Contaba el doctor Ignacio Bellera Arocha que un día se presentó al Palacio Episcopal un vendedor de radios con el aparato; quería que Montes de Oca comprara aquella novedad, y se lo quería dejar para que lo probara. El vendedor por muy astuto que fue no pudo convencerlo, la respuesta del obispo fue definitiva: ¡Amigo, llévese su aparato, en la situación en que está Venezuela hoy en día, que solo puede oírse y leerse lo que quiera el general Gómez! No vale la pena comprar ese aparato, ya sabemos de antemano las noticias, solo se oirá lo que el general Gómez quiera! Por supuesto, el vendedor espía llevó inmediatamente el chisme a los jerarcas, quienes anotaban en un registro las actuaciones -antidictador- del obispo.
La situación hoy es la misma que hace casi un siglo, pero esta vez con el aliño de los invasores cubanos, que aquí pululan como microbios. Las dificultades para los programas de opinión en Venezuela actualmente se enfilan hacia allá. Los pocos periodistas independientes que van quedando en Globovisión más pronto que tarde serán sacados.
¡Y de repente aparecieron unos personajes con billete que “compraron” la televisora, y ésta pasa sigilosamente a engrosar las filas gobierneras y a decir lo que el general Gómez quiera! Llama la atención que los compradores, “nuevos millonarios”, pagaron mucho dinero por una televisora que es bien sabido que tiene músculo -como dicen hoy en día- porque hasta fecha reciente, aun con tapaboca, informaba de los desastres que sufrimos. Los “inversores” están conscientes de que el negocio será bueno mientras el régimen lo quiera, pero saben que lo que han comprado debió su vitalidad a la posición valiente y profesional de sus periodistas, la cual dentro de poco quizá no tendrá. Es decir que los inversores, como indican los pronósticos más acertados, en tiempo ya calculado por el régimen pasarán a depender del gobierno… “la parrilla”, como dicen en el argot, la dictará el poder, que ignoramos dónde radica, si es aquí o en La Habana. Allá donde los periodistas amaestran al pueblo en nombre del socialismo, para que la clase política alta, es decir la nomenclatura, derroche. Y lo que no falta en los regímenes comunistas, predican la adoración perpetua a una momia; ¡el de la Plaza Roja de Moscú, por ejemplo, ya lo zumbaron en un barranco, porque estaba pestífera!
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Notitarde 10/08/2013
¿Algún mártir venezolano?
Isabel Vidal de Tenreiro
Sí, uno. Ya se ha iniciado el proceso de canonización de Monseñor Salvador Montes de Oca, quien fue nombrado Obispo de Valencia en 1927, pero dos años después debió abandonar el país por problemas con el Gobierno del dictador Juan Vicente Gómez.
En su tiempo, Montes de Oca tenía levantada a Valencia, porque desafiaba la tiranía desde el púlpito, en la prensa y por la radio, donde rogaba a todo pulmón por la libertad de los presos políticos. También los visitaba regularmente en el Castillo Libertador de Puerto Cabello. Se hizo famoso por sus rogativas en plena calle. Un enemigo así, pesaba mucho a la tiranía. Por eso lo desterró, para después permitirle regresar.
Pero terminó el Obispo renunciando a la sede episcopal e ingresando a la orden de los Cartujos en Italia, donde fue fusilado, por soldados nazis, durante la II Guerra Mundial. Los mártires de este monasterio es otro de los tantos casos de católicos víctimas del nazismo.
Fue perseguido en su patria Venezuela por un dictador, pero fue martirizado en Italia por los nazis. Salvador Montes de Oca nació en Carora, Estado Lara, el 21 de octubre de 1895 y falleció el 10 de septiembre de 1944, fusilado por tropas nazis en Italia.
¿Por qué fue enviado al exilio Monseñor Montes de Oca?
Fueron sus enfrentamientos con la tiranía y sus posturas sobre el adulterio y el matrimonio de divorciados las causas de su exilio.
Salvador Montes de Oca fue ordenado como el segundo Obispo de Valencia, Estado Carabobo, a los 32 años y sirvió como tal entre 1927 y 1934. Desde su elevación a Obispo, Salvador Montes de Oca tuvo varios choques con la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Monseñor Montes de Oca retó al Gobierno local tras la muerte de un señor Mariño, que era enemigo del régimen.
Las autoridades informaron que Mariño había muerto suicidado colgándose de las trenzas de sus zapatos, pero cuando se entregó el cadáver a la familia, una de las hermanas de Mariño abrió la urna y notó que le salía sangre del pecho y al abrir la camisa, vio huellas de las torturas que había sufrido.
Monseñor Montes de Oca ordenó los preparativos para enterrarlo y al saberlo el Gobierno, le comunicaron que por tratarse de un suicida la Iglesia no podía rendirle entierro cristiano.
Montes de Oca los ignoró, y al día siguiente ofició el funeral de Mariño, lo cual representaba un desafío abierto al régimen, ya que implicaba que el difunto no se había suicidado, sino que había sido asesinado.
Pero fue en 1929 cuando su actitud frente al Gobierno lo llevaría al exilio. Según el Cardenal José Humberto Quintero en su obra “Para la Historia”, éste se reunió con Montes de Oca en enero de 1930 en Puerto España, Trinidad, quien le explicó las razones de su exilio:
Una dama esposa de un político le confió que su esposo la había vendido como objeto de lujuria a un funcionario del Gobierno. El Obispo tuvo que aconsejar a la señora y hasta concederle asilo provisional. El esposo de la dama, quien quedó burlado y desenmascarado, quiso vengarse del Obispo Montes de Oca. Como tenía mucha influencia en el Gobierno, maquinó su venganza, basándose en una Instrucción sobre Matrimonios que había publicado el Obispo.
Sucedió por esos días el caso de una dama que en 1929 había aceptado casarse con el Gobernador de Valencia. Como el Gobernador era divorciado, el padre de la novia rogó al Obispo que intercediera ante la muchacha para que rechazara al pretendiente, pero la muchacha lo ignoró y procedió al matrimonio.
Debido a esto, Montes de Oca escribió una carta en su periódico episcopal en la cual condenaba el matrimonio con divorciados, aprovechando para apuntar al general Gómez y a los varios de los integrantes de su gabinete que mantenían queridas. Y para llevarlo a una audiencia más amplia, decidió llevar personalmente su escrito al Diario La Religión en Caracas.
Regresando de este viaje, Montes de Oca fue detenido en la carretera de Los Teques y embarcado inmediatamente en un vapor que salía hacia Trinidad.
Dos días después de su expulsión, desde Puerto España, Trinidad, Monseñor Montes de Oca escribió al Nuncio Apostólico en Venezuela: “En el arreglo de mis asuntos deben hacer constar al Gobierno que yo seré el mismo de siempre; que si mil veces se presentan las circunstancias que motivaron mi Instrucción, mil veces diré lo mismo. [---] El alboroto que han formado con mi sencilla Instrucción confirma lo que yo he dicho tantas veces: Es necesario hablar claro en Venezuela sobre ciertos asuntos”.
El asunto, nada más y nada menos, era la defensa que había llevado adelante sobre la validez del matrimonio cristiano frente al matrimonio civil y al divorcio. Elemental para un sacerdote católico. Se molestó el Gobernador, quien tenía razones para sentirse aludido.
Para el Obispo era su deber y no estaba dispuesto a claudicar. Por hablar claro lo sacaron de su país, lo llenaron de injurias, fue víctima de traiciones y sufrió la nostalgia del más injustificado exilio de su Diócesis valenciana, que tanto lo amaba.
El conflicto se resolvió en 1931, cuando Gómez se encargó nuevamente de la Presidencia. Reunido con el Gabinete, se consideró una petición del Arzobispo de Caracas y se dispuso levantar la expulsión, y el mismo Presidente emitió un Decreto en el que se suspendió el destierro sin exigir Montes de Oca retractación alguna.
Sin embargo, después de su regreso, Montes de Oca renunció a la Diócesis y se retiró en Italia con la Orden de los Cartujos. Vivía con ellos en La Certosa o monasterio di Farneta, en Maggiano, Lucca, Toscana, y allí tuvo que enfrentarse a un régimen que lo llevó al martirio. El de Gómez lo hizo mártir sin llegar a la muerte. El de los nazis lo hizo mártir hasta la muerte.
En el monasterio de los Cartujos, como en muchos conventos de monjes y monjas católicos, se había dado refugio a muchos judíos perseguidos. En la madrugada entre el 1 y 2 de septiembre de 1944, soldados alemanes invadieron el monasterio, y al día siguiente evacuaron a todos los religiosos y civiles que no se habían escondido o huido.
La mayor parte fueron fusilados en lugares y días diferentes, especialmente en los alrededores de Massa, el domingo 10 de septiembre. Entre los fusilados hubo 12 monjes, incluyendo al Obispo Montes de Oca.
Así que Monseñor Montes de Oca terminó salvajemente asesinado por las tropas nazis en un monasterio italiano.
Su cadáver fue arrojado a una fosa común, pero en 1947 fueron reconocidos sus restos. Regresó cadáver a su patria, pero la patria lo lleva profundo en el corazón. Sus restos se encuentran enterrados bajo el presbiterio de la Catedral de Valencia.
Monseñor Diego Padrón, actual Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, hablando sobre Montes de Oca dijo que, con motivo de la expulsión del Obispo de Valencia, “Gobierno e Iglesia se enfrentaron, las protestas de los Obispos no se hicieron esperar. El Gobierno amenazó con expulsar a todos los Obispos. Finalmente en 1931, el dictador Juan Vicente Gómez, que había asumido de nuevo el poder, convencido de que el exilio del joven Obispo de Valencia era contraproducente para su régimen, permitió su regreso a la patria. Traigo a colación este doloroso episodio para dejar sentado que en la historia eclesiástica de Venezuela las relaciones entre los gobiernos y la única Conferencia Episcopal que ha existido, han topado siempre con la piedra de choque de la libertad, tanto la libertad religiosa, derecho humano fundamental e inalienable, como la libertad de expresión y de acción de la Iglesia en el seno de la sociedad”. (Mons. Diego Padrón, Pte CEV, 7-7-13).