Francisco Javier Pérez: "Se maltrata sin clemencia a la lengua"
"La lengua no es ajena a procesos en donde el conocimiento se ve desmerecido" "Los usuarios debemos y podemos hacer que el lenguaje no desmerezca sus facultades", señala el presidente de la Academia Venezolana de la Lengua
Pérez está atento a las redes sociales (Nicola Rocco/Archivo)
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
lunes 29 de abril de 2013 08:44 AM
Por el Capitolio Nacional pasaron grandes oradores de la política venezolana; hoy se ha convertido en... ¿una gallera? ¿un mercado popular?, donde la palabra no tiene valor alguno ni en lo formal, ni en lo moral. Ya se hace costumbre ver una cadena de radio y televisión en la que el Presidente de la República o cualquier funcionario público pasa por alto las más mínimas normas que guían el idioma. Las groserías están en la punta de la lengua de cualquier persona en la calle, sin importar niños, mujeres, ancianos, en una muestra de que no hay vocabulario, ni cultura. El Manual de Carreño es casi una leyenda...
Francisco Javier Pérez, docente y presidente de la Academia Venezolana de la Lengua, observa este panorama y está preocupado con lo que ocurre con un idioma que gana peso en el mundo entero, menos en Venezuela.
-La lengua no es ajena a procesos en donde el conocimiento se ve desmerecido. Cuando se descree de todo tipo de saber, la lengua no hace sino reflejar esa situación y la refleja manifestando deterioro y alarma. Conocemos por medio de la lengua y gracias a ella. Todo conocer supone un uso eficiente del lenguaje como medio de interpretación y divulgación del conocimiento. Los personajes públicos, en este sentido, funcionan para la colectividad como modelos de un buen hacer intelectual y de una manera de decir con inteligencia. Teóricamente, así es. Sin embargo, vemos con preocupación cómo esta enorme responsabilidad no se cumple y, en cambio, se maltrata sin clemencia a la lengua, en ocasiones, casi haciendo alarde de dislates y malos usos.
-¿Cómo se manifiesta este maltrato al idioma y a qué cree que obedezca?
-Se manifiesta de muchas formas. Podría enumerarlas: 1) en lo formal: pobreza expresiva, imposibilidad de construir frases formalmente competentes, violaciones a la sintaxis regular, poco uso de formas y modos verbales (no todo puede decirse en infinitivo -ver, creer, parecer-, por desconocimiento de la conjugación), notorias faltas de concordancia producto de la excesiva oralidad e improvisación, uso innecesario de la neología, entonaciones foráneas que afean la sonoridad de la lengua y discursividad recurrente y poco atractiva; y 2) en lo conceptual: vacuidad del discurso, chatura de ideas, monotonía e hiperrepetición de planteamientos, el insulto y la descalificación como herramientas de razonamiento, escasa argumentación, entre otros.
-El Poder Legislativo y otros ámbitos públicos llegaron a ser escenarios de grandes oradores; hoy parecen galleras. ¿Cree que también hay una debilidad en nuestros oradores? ¿Qué les falta?
-Considero que no existen, al día de hoy, oradores de ningún tipo en la vida pública. Un orador es aquel que se dirige a un público para convencerlo con ingenio y para cautivarlo con afecto. Para dominar el arte de la oratoria se requieren altas cualidades intelectuales y humanas y una gran formación general o particular. Un orador de verdad respeta a su auditorio, reconoce la inteligencia de su público y busca seducirlo con el lenguaje. Desde hace mucho tiempo no vemos en el país manifestaciones dignas en torno a la oratoria pública. Se ha perdido la cualidad del orador y su majestad (se hace alarde del hablar llano, torpe y grosero). El orador devaluado de hoy viene a entenderse como un repetidor sin fin de temas yuxtapuestos (es decir, sin coordinación entre ellos), de un hablador inconexo y de un decidor de improperios, insultos, calumnias y mentiras.
-Parece que además del maltrato formal al lenguaje, hay una pérdida del valor moral de la palabra. ¿Por qué ha ganado más peso la mentira que la verdad?
-Con el lenguaje se puede decir la verdad o se puede mentir. Su poder permite ambas situaciones. Cuando los antiguos hablaban de la mentira del lenguaje se referían a cómo se podía razonar con lógica o sin ella y llamaban "falacia" a los razonamientos que no desembocaban en verdades, a diferencia de sus hermanos los "silogismos", que desembocaban en verdad. Nada de esto es problemático si no se le atraviesa la perversión, es decir, la deliberada adulteración de lo que se quiere decir y de la forma de decirlo para producir fines específicos (ocultamiento, ideología, manipulación, etcétera). La mentira gana peso cuando las verdades son débiles o no existen.
-¿Cree que las redes sociales han influido en esta subutilización del lenguaje?
-Vivimos momentos de transformación del lenguaje producto de nuestras mermas espirituales. Los medios pueden promover algunos desequilibrios (monotonía, pobreza), pero nunca ser totalmente responsables. Somos siempre los usuarios de la lengua los que debemos y podemos hacer que el lenguaje no desmerezca sus facultades, más allá de los factores externos (socioeconómicos y socioculturales) que lo modifican.
-Los puristas han cuestionado usos propios de las redes, que luego se aceptan desde la Academia. ¿No existe la tendencia a que el lenguaje de las redes sea el que se use en un mundo marcado por la instantaneidad y la practicidad?
-Las lenguas tienen que avanzar de acuerdo con los tiempos y por ello lo que provenga de la tecnología de la información debe recibirse de buena gana. De nuevo, dependerá del usuario inteligente el no maltratar la lengua amparado en la falta de espacio o la rapidez de respuesta. El que no sabe escribir no sabe escribir en ningún medio que se le ofrezca y no solo en Facebook o Twitter o por SMS. La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua no sancionan usos, sino que los observan y los incorporan y recomiendan cuando se hacen fenómenos generales y compartidos. Su influencia se irradia a 400 millones de hablantes del español en todo el mundo y por ello deben actuar con cautela y razonadamente. La impulsividad es mala consejera en materia de lenguaje.
-¿Y la televisión influye en el maltrato o es sólo reflejo de la realidad?
-Ambas cosas. La televisión puede promover y difundir mejores formas de hablar, tanto como las peores. Está claro que, en general, nuestra televisión se ha vuelto muy chabacana en materia de lenguaje. Muchos comunicadores no entienden su responsabilidad y no prestan atención a lo que dicen al aire. La prensa en esto salva a la profesión, pues la lengua escrita es demorada y no está ganada por el vértigo de la radio y la televisión.
-En el mes de idioma, ¿cuál considera que es el impacto del castellano en el ámbito global, especialmente en Estados Unidos? ¿Llegará a ser la "ñ" y la "ch" tan importante como la "w"?
-El español es cada vez una lengua con mayor fuerza e impronta en el mundo de hoy y lo seguirá siendo en las décadas venideras. Su crecimiento es muy positivo y tenemos que fortalecer este avance. El poder verdadero que tiene la comunidad hispánica es la lengua común y, más allá de lo que crean los políticos, es esa la verdadera comunidad de afectos e intereses y no las ideologías o los caprichos de líderes pasajeros. Estoy seguro de que la Ñ será un emblema indestronable.
-¿Qué se hace desde la Academia Venezolana de la Lengua por la situación planteada arriba?
-Las modernas academias de la lengua no reprimen a los usuarios. Observan los fenómenos y les buscan explicación. Alertan sobre anomalías cuando estas representan peligros de desviación hacia el sentido y la naturaleza de la lengua. Incorporan y difunden lo que ha quedado establecido antes en el uso mismo de la lengua. Analizan los deterioros, pues muchos de ellos irán con el tiempo a constituirse en norma lingüística. Primero está la lengua y después, las academias.
Francisco Javier Pérez, docente y presidente de la Academia Venezolana de la Lengua, observa este panorama y está preocupado con lo que ocurre con un idioma que gana peso en el mundo entero, menos en Venezuela.
-La lengua no es ajena a procesos en donde el conocimiento se ve desmerecido. Cuando se descree de todo tipo de saber, la lengua no hace sino reflejar esa situación y la refleja manifestando deterioro y alarma. Conocemos por medio de la lengua y gracias a ella. Todo conocer supone un uso eficiente del lenguaje como medio de interpretación y divulgación del conocimiento. Los personajes públicos, en este sentido, funcionan para la colectividad como modelos de un buen hacer intelectual y de una manera de decir con inteligencia. Teóricamente, así es. Sin embargo, vemos con preocupación cómo esta enorme responsabilidad no se cumple y, en cambio, se maltrata sin clemencia a la lengua, en ocasiones, casi haciendo alarde de dislates y malos usos.
-¿Cómo se manifiesta este maltrato al idioma y a qué cree que obedezca?
-Se manifiesta de muchas formas. Podría enumerarlas: 1) en lo formal: pobreza expresiva, imposibilidad de construir frases formalmente competentes, violaciones a la sintaxis regular, poco uso de formas y modos verbales (no todo puede decirse en infinitivo -ver, creer, parecer-, por desconocimiento de la conjugación), notorias faltas de concordancia producto de la excesiva oralidad e improvisación, uso innecesario de la neología, entonaciones foráneas que afean la sonoridad de la lengua y discursividad recurrente y poco atractiva; y 2) en lo conceptual: vacuidad del discurso, chatura de ideas, monotonía e hiperrepetición de planteamientos, el insulto y la descalificación como herramientas de razonamiento, escasa argumentación, entre otros.
-El Poder Legislativo y otros ámbitos públicos llegaron a ser escenarios de grandes oradores; hoy parecen galleras. ¿Cree que también hay una debilidad en nuestros oradores? ¿Qué les falta?
-Considero que no existen, al día de hoy, oradores de ningún tipo en la vida pública. Un orador es aquel que se dirige a un público para convencerlo con ingenio y para cautivarlo con afecto. Para dominar el arte de la oratoria se requieren altas cualidades intelectuales y humanas y una gran formación general o particular. Un orador de verdad respeta a su auditorio, reconoce la inteligencia de su público y busca seducirlo con el lenguaje. Desde hace mucho tiempo no vemos en el país manifestaciones dignas en torno a la oratoria pública. Se ha perdido la cualidad del orador y su majestad (se hace alarde del hablar llano, torpe y grosero). El orador devaluado de hoy viene a entenderse como un repetidor sin fin de temas yuxtapuestos (es decir, sin coordinación entre ellos), de un hablador inconexo y de un decidor de improperios, insultos, calumnias y mentiras.
-Parece que además del maltrato formal al lenguaje, hay una pérdida del valor moral de la palabra. ¿Por qué ha ganado más peso la mentira que la verdad?
-Con el lenguaje se puede decir la verdad o se puede mentir. Su poder permite ambas situaciones. Cuando los antiguos hablaban de la mentira del lenguaje se referían a cómo se podía razonar con lógica o sin ella y llamaban "falacia" a los razonamientos que no desembocaban en verdades, a diferencia de sus hermanos los "silogismos", que desembocaban en verdad. Nada de esto es problemático si no se le atraviesa la perversión, es decir, la deliberada adulteración de lo que se quiere decir y de la forma de decirlo para producir fines específicos (ocultamiento, ideología, manipulación, etcétera). La mentira gana peso cuando las verdades son débiles o no existen.
-¿Cree que las redes sociales han influido en esta subutilización del lenguaje?
-Vivimos momentos de transformación del lenguaje producto de nuestras mermas espirituales. Los medios pueden promover algunos desequilibrios (monotonía, pobreza), pero nunca ser totalmente responsables. Somos siempre los usuarios de la lengua los que debemos y podemos hacer que el lenguaje no desmerezca sus facultades, más allá de los factores externos (socioeconómicos y socioculturales) que lo modifican.
-Los puristas han cuestionado usos propios de las redes, que luego se aceptan desde la Academia. ¿No existe la tendencia a que el lenguaje de las redes sea el que se use en un mundo marcado por la instantaneidad y la practicidad?
-Las lenguas tienen que avanzar de acuerdo con los tiempos y por ello lo que provenga de la tecnología de la información debe recibirse de buena gana. De nuevo, dependerá del usuario inteligente el no maltratar la lengua amparado en la falta de espacio o la rapidez de respuesta. El que no sabe escribir no sabe escribir en ningún medio que se le ofrezca y no solo en Facebook o Twitter o por SMS. La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua no sancionan usos, sino que los observan y los incorporan y recomiendan cuando se hacen fenómenos generales y compartidos. Su influencia se irradia a 400 millones de hablantes del español en todo el mundo y por ello deben actuar con cautela y razonadamente. La impulsividad es mala consejera en materia de lenguaje.
-¿Y la televisión influye en el maltrato o es sólo reflejo de la realidad?
-Ambas cosas. La televisión puede promover y difundir mejores formas de hablar, tanto como las peores. Está claro que, en general, nuestra televisión se ha vuelto muy chabacana en materia de lenguaje. Muchos comunicadores no entienden su responsabilidad y no prestan atención a lo que dicen al aire. La prensa en esto salva a la profesión, pues la lengua escrita es demorada y no está ganada por el vértigo de la radio y la televisión.
-En el mes de idioma, ¿cuál considera que es el impacto del castellano en el ámbito global, especialmente en Estados Unidos? ¿Llegará a ser la "ñ" y la "ch" tan importante como la "w"?
-El español es cada vez una lengua con mayor fuerza e impronta en el mundo de hoy y lo seguirá siendo en las décadas venideras. Su crecimiento es muy positivo y tenemos que fortalecer este avance. El poder verdadero que tiene la comunidad hispánica es la lengua común y, más allá de lo que crean los políticos, es esa la verdadera comunidad de afectos e intereses y no las ideologías o los caprichos de líderes pasajeros. Estoy seguro de que la Ñ será un emblema indestronable.
-¿Qué se hace desde la Academia Venezolana de la Lengua por la situación planteada arriba?
-Las modernas academias de la lengua no reprimen a los usuarios. Observan los fenómenos y les buscan explicación. Alertan sobre anomalías cuando estas representan peligros de desviación hacia el sentido y la naturaleza de la lengua. Incorporan y difunden lo que ha quedado establecido antes en el uso mismo de la lengua. Analizan los deterioros, pues muchos de ellos irán con el tiempo a constituirse en norma lingüística. Primero está la lengua y después, las academias.