Isabel Palacios dirigirá concierto aniversario: Banda Sinfónica 24 de Junio conmemora 90 años de difusión de valores musicales
Gabriela Espinoza F.
gespinoza@el-carabobeno.com
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La institución musical de corte profesional más longeva del estado Carabobo: la Banda Sinfónica 24 de Junio, celebra su nonagésimo aniversario como una entidad que se caracteriza por difundir valores culturales musicales entre la comunidad carabobeña.
La obra más popular que se escribió en el siglo XX: Carmina Burana, del compositor Carl Orff, será la pieza que interpretarán los 57 músicos que conforman la banda, para celebrar sus noventa años de fundación.
El concierto se desarrollará el próximo domingo 12 de agosto, en el anfiteatro “Dr. Alfredo Celis Pérez”, a las 11:00 am. Esta obra sinfónico-coral contará con la participación de la soprano Mariana Ortiz, el contratenor Luis Jaspes y el barítono Miguel Salas.
Además del Orfeón Universitario, la Coral Filarmónica de Carabobo “Federico Núñez Corona”, el Coro del Sistema, la Camerata Barroca de Caracas y el Coro de Cámara de la profesora Nairuska Monsalve, todos bajo la dirección especial de la maestra Isabel Palacios.
Historia
La organización gubernamental, adscrita a la Secretaría de Cultura de la Gobernación, fue fundada el 22 de octubre de 1922 por el entonces presidente del estado, José Antonio Baldó, para servir en los actos protocolares del poder ejecutivo. En un principio se llamó Banda de Gómez por el presidente Juan Vicente Gómez y luego fue conocida como Banda del Estado.
Simultáneamente se le dio una función social, por lo que sus músicos empezaron a hacer lo que era una costumbre en la vida cultural de Caracas: las retretas, la actividad musical por excelencia de la sociedad, que tenía como epicentro la plaza Bolívar.
Hacia la década de los años 40 la banda hacía tres presentaciones semanales. Su actual director Jorge Castillo, relató que pudo experimentar por varios años estas tradiciones, que se llevaban a cabo los domingos a las 6:00 de la tarde, -hora inglesa-.
Debido al alto índice de inseguridad no se pudo continuar este tipo de presentaciones en las plazas, por lo que su directiva decidió reenlazar este concepto a los centros comerciales. Acción que Castillo catalogó como exitosa, porque interpretan un rol fundamental dentro de la sociedad y la banda ofrece un repertorio popular de compositores nacionales y latinoamericanos.
Este patrimonio artístico cultural del estado Carabobo, desarrolla hoy en día la actividad protocolar del poder ejecutivo y legislativo.
Difusión de valores
Hace tres años la Banda Sinfónica 24 de Junio inició un programa de música de cámara con la intención de difundir valores culturales de carácter nacional e internacional en la región. Para esto la dividieron en seis grupos, con los cuales se han presentado en las 17 Casas de la Cultura. “Nosotros somos una institución que está en la comunidad. Donde no hay casas de la cultura vamos a las iglesias”, destacó Jorge Castillo.
Impartir conciertos pedagógicos en las escuelas del municipio Valencia, Naguanagua y San Diego fue una de las metas que se plantearon para este año, a través de la “Ruta sinfónica”. Actividad que el contrabajista con nueve años en la banda, Eulalio Toledo, considera muy importante porque los niños demuestran su interés por conocer los instrumentos.
Para los músicos de la banda, Carabobo es una de las ciudades con más talento, lo cual contribuye a que esta nación se convierta en una potencia musical a nivel mundial. Su director Jorge Castillo no concibe el desarrollo de un país sin educación y cultura. Atribuye el éxito del Sistema Nacional de Orquestas a que sus directivos comprendieron que a los infantes hay que estimularles desde temprana edad, el valor por lo bello y lo organizado. “Ningún arte es producto del azar y la improvisación. Toda obra que pueda lucir desordenada, tiene un orden establecido”.
En esta redacción Carmen Rodríguez, violonchelista; Leonardo Franco, cuatrista; Ernesto Rangel y Jasser Parra, trompetistas, narraron sus experiencias dentro de la banda que abarca todos los géneros posibles para poder interesar más al público y llevar un trabajo de formación.
Mi Caracas
Este gobierno ha fracasado y los principales testigos, unos 100.000 están en los cementerios
CARLOS MACHADO ALLISON | EL UNIVERSAL
martes 31 de julio de 2012 12:00 AM
Pienso que buena parte de mi generación recuerda a Caracas con nostalgia y hay buenas razones para ello. Poblado pequeño y acogedor, profusamente arbolado, pleno de chicharras que me acompañaban cuando caminaba hacia el colegio. Música de Billo y retreta en la plaza Bolívar. Caminábamos de la casa al colegio y viceversa desde los siete u ocho años por calles seguras. En diciembre, en la madrugada, patinábamos y a veces largas distancias hasta llegar a la avenida Páez de El Paraíso y a los once o doce años nos íbamos a pie al antiguo estadio del Cervecería Caracas pasando por el parque de Los Caobos. Los delincuentes más peligrosos robaban gallinas de los patios traseros, o alguna sábana tendida en un techo.
Entré al liceo Fermín Toro en los albores de la dictadura de Pérez Jiménez y hacía el recorrido en bicicleta. Allí me enfrenté por primera vez al peligro al participar en protestas estudiantiles, pero realmente nada muy grave ocurría en las mismas. Eran piedras contra peinillas y, recuerdo solo una vez, que lanzaron una bomba lacrimógena. Sin duda que hubo presos, torturados y algunos muertos, pero la suma de la década tuvo menos víctimas que las registradas en la Caracas de hoy por semana. Protestábamos contra el régimen y simultáneamente jugábamos metras, trompo, rayuela o volábamos papagayos en plena calle. Al anochecer familias y vecinos, con las puertas abiertas, se reunían para escuchar a través de la radio "El derecho de nacer" o "El castillo de las tres torres". En 1950 salimos al exilio como junto a miles de venezolanos que se oponían a la dictadura militar y al regreso, casi una década después, la ciudad había crecido, pero seguía siendo segura.
Una prisión
Hoy, Caracas es una prisión: rejas, puertas de seguridad, barreras en las calles, vehículos blindados, cámaras de seguridad y vecinos reunidos para diseñar modos para conservar la vida. Entre mi familia, vecinos amigos y compañeros de trabajo solo una persona se ha salvado del hurto: celulares, cadenas o reloj arrebatado, atraco dentro del vehículo, clonación de una tarjeta o secuestro. Ningún hampón identificado o capturado. Este año serán asesinados entre 18.000 y 20.000 venezolanos, la mayoría jóvenes habitantes de los barrios. Cifras superiores a países en guerra. Cien planes han sido anunciados y cien veces han fracasado, ¿Será que existe un plan perverso? ¿O es solo incompetencia? Policías mal pagados y peor entrenados. La ciudad está preñada de vigilantes privados que poco pueden hacer para proteger bienes o vidas. Entre empresas y ciudadanos gastamos miles de millones de bolívares en seguridad, casi siempre presos entre límites autoimpuestos. Le tenemos pánico a los policías, no denunciamos los crímenes por temor a represalias, las balas y las armas en manos de los delincuentes tienen su origen en organismos públicos. Este gobierno ha fracasado y los principales testigos, unos 100.000 están en los cementerios. Vota bien en octubre para cambiar este lúgubre panorama.
cemacallison@gmail.com
Entré al liceo Fermín Toro en los albores de la dictadura de Pérez Jiménez y hacía el recorrido en bicicleta. Allí me enfrenté por primera vez al peligro al participar en protestas estudiantiles, pero realmente nada muy grave ocurría en las mismas. Eran piedras contra peinillas y, recuerdo solo una vez, que lanzaron una bomba lacrimógena. Sin duda que hubo presos, torturados y algunos muertos, pero la suma de la década tuvo menos víctimas que las registradas en la Caracas de hoy por semana. Protestábamos contra el régimen y simultáneamente jugábamos metras, trompo, rayuela o volábamos papagayos en plena calle. Al anochecer familias y vecinos, con las puertas abiertas, se reunían para escuchar a través de la radio "El derecho de nacer" o "El castillo de las tres torres". En 1950 salimos al exilio como junto a miles de venezolanos que se oponían a la dictadura militar y al regreso, casi una década después, la ciudad había crecido, pero seguía siendo segura.
Una prisión
Hoy, Caracas es una prisión: rejas, puertas de seguridad, barreras en las calles, vehículos blindados, cámaras de seguridad y vecinos reunidos para diseñar modos para conservar la vida. Entre mi familia, vecinos amigos y compañeros de trabajo solo una persona se ha salvado del hurto: celulares, cadenas o reloj arrebatado, atraco dentro del vehículo, clonación de una tarjeta o secuestro. Ningún hampón identificado o capturado. Este año serán asesinados entre 18.000 y 20.000 venezolanos, la mayoría jóvenes habitantes de los barrios. Cifras superiores a países en guerra. Cien planes han sido anunciados y cien veces han fracasado, ¿Será que existe un plan perverso? ¿O es solo incompetencia? Policías mal pagados y peor entrenados. La ciudad está preñada de vigilantes privados que poco pueden hacer para proteger bienes o vidas. Entre empresas y ciudadanos gastamos miles de millones de bolívares en seguridad, casi siempre presos entre límites autoimpuestos. Le tenemos pánico a los policías, no denunciamos los crímenes por temor a represalias, las balas y las armas en manos de los delincuentes tienen su origen en organismos públicos. Este gobierno ha fracasado y los principales testigos, unos 100.000 están en los cementerios. Vota bien en octubre para cambiar este lúgubre panorama.
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