El día que me quieras EL DRAMA HISTÓRICO DE PÍO MIRANDA, por Alfonso Molina
Las fechas son muy importantes en El día que me quieras, tanto dentro de la pieza teatral de José Ignacio Cabrujas como en su exterior. He perdido la cuenta de cuántos montajes se han realizado de la obra y de cuantos actores han interpretado a Carlos Gardel o cuántos a Pío Miranda. Pero recuerdo perfectamente aquella primera puesta en escena en el teatro Alberto de Paz y Mateos, a fines de enero de 1979, dirigida por el propio Cabrujas, quien fue presentando paulatinamente a María Luisa Ancízar, algunas veces interpretada por Gloria Mirós y otras por Manuelita Zelwer, a Pío Miranda, primero con el rostro del propio autor y director y una semana después con el de Fausto Verdial, a Elvira Ancízar, con la gran Amalia Pérez Díaz, a Matilde, con una joven Tania Sarabia, a Plácido Ancízar, protagonizado por un contundente Freddy Galavís, a Alfredo Lepera, con la gestualidad y la voz de Luis Ribas, y al mítico Carlos Gardel, con la figura imponente de Jean Carlo Simancas diciendo “me llamo Gardel”, cuando de forma sorpresiva se presenta en casa de los Ancízar al final del primer acto. La obra devino en referencia del teatro venezolano y en la pieza más emblemática de Cabrujas, al lado de Acto cultural, en su extensa producción para las tablas. Esto es historia. Treinta cuatro años después, el Grupo Actoral 80 celebra sus tres décadas de trabajo con la representación del montaje que su fundador, Juan Carlos Gené, realizó en 2005, con Héctor Manrique como Pío Miranda y, de nuevo, Simancas como Gardel. Entre una y otra fecha se ha escenificado en el Ateneo de Caracas, en el teatro Las Palmas, de nuevo en el Alberto de Paz y Mateos e incluso en el Festival Internacional de Teatro de Caracas del año pasado, bajo dirección de Manrique y con producción del GA 80. Hasta una película hizo el cineasta colombiano Sergio Dow en 1986, que nunca se estrenó en Venezuela. Ahora ¿en qué reside el éxito de este drama con toques de comedia que ha seducido a públicos de diferentes generaciones? Tal vez la respuesta se encuentre en las fechas y circunstancias que están dentro y fuera de la obra.
Comencemos con las internas. La pieza transcurre el 21 de junio de 1935, cuando Gardel arriba desde Nueva York para cantar en el teatro Principal de Caracas y al día siguiente marcharse a Medellín, con las consecuencias que conocemos. En diciembre de ese mismo año muere Juan Vicente Gómez, el caudillo militar que según Rodolfo Izaguirre no hemos logrado enterrar para siempre. Ya entonces Juan Bautista Fuenmayor, Rodolfo Quintero y Pío Tamayo han fundado el Partido Comunista de Venezuela en la clandestinidad mientras Gustavo Machado, Salvador de la Plaza y Miguel Otero Silva, en el exilio, militan en el Partido Revolucionario de Venezuela y se integran al Buró del Caribe de la Internacional Comunista. Tiempos de soñadores, como lo señala el crítico literario Roberto Lovera De Sola en su artículo ‘El gran ajuste de cuentas’, en la revista digital http://www.arteenlared.com, a propósito de su análisis de la novela El último fantasma, de Eduardo Liendo: “Y que los marxistas nunca han sabido interpretar nuestra realidad está claramente expresado en varios parlamentos de la obra El día que me quieras (1979) de José Ignacio Cabrujas (1937-1995), tanto que el propio Gustavo Machado (1898-1983) le confesó al dramaturgo lo verdadero que era su planteamiento: ‘nosotros éramos así’ (…) Nuestros comunistas eran unos soñadores, unos Pío Miranda (…) en cuyo nombre y apellidos evocó Cabrujas a dos de nuestros grandes utopistas: Francisco de Miranda (1750-1816) y Pío Tamayo”. En esos días la Unión Soviética se alza como la arcadia de los oprimidos, la esperanza de la justicia social, el fin de la explotación, etcétera, etcétera, bajo la conducción de un amado Josef Stalin que, sin embargo, ha aniquilado a todos sus rivales políticos y mantiene al pueblo soviético en una miseria terrible. Es la URSS que Pío Miranda invoca ante la ignorancia propia y la de la familia Ancízar. Un soñador con mucho de cobarde y mentiroso, que en un momento dado cuenta el suicidio de su madre, acepta que jamás tomará un autobús hasta Ucrania y confiesa que nunca ha escrito una carta al francés Romain Roland, premio Nobel de Literatura 2015 y admirador de la Unión Soviética. Ese el marco político e histórico de la pieza: una dictadura que está a punto de concluir, otra que está en pleno apogeo y un país que se aburre con la cotidianidad sometida y se deslumbra con la visita de un estrella gloriosa.
Sigamos con las externas. Cuando Cabrujas escribe El día que me quieras llega a su fin el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campíns ha ganado las elecciones en diciembre de 1978 pero aún no ha asumido. Se cumple un nuevo ciclo de la alternancia entre AD y Copei. Tiempos de un bolívar fuerte, de un PIB muy alto y de una de las inflaciones más bajas del mundo. La insurrección izquierdista ha sido derrotada en la década anterior y se ha producido la división del PCV en 1971 que da lugar al MAS, partido en el cual milita Cabrujas A la hora del estreno de la obra ya ha labrado una carrera como dramaturgo, director, guionista de cine y, muy especialmente, libretista de televisión, a pesar de las críticas de algunos sectores de la izquierda. En ese contexto político nacional presenta una obra que expone las miserias de un sueño de mentira, cuando del otro lado del Atlántico se habla de eurocomunismo y se cuestiona abiertamente la hegemonía del Kremlin. Diez años después, cae el Muro de Berlín y comienza a desmoronarse la Unión Soviética y su área de influencia. Esto también es historia. Luego de más de tres décadas El día que me quieras se repone en una Venezuela azotada por un régimen político sustentado en las ideas de aquella izquierda arcaica con un fuerte componente militarista y en un claro renacimiento del estalinismo. Sigue existiendo el fracaso conceptual en los Pío Miranda de hoy, suerte de reivindicación tardía de una equívoca noción de soñadores, pero en el campo político se manifiesta la usurpación de las instituciones y los poderes públicos con la poderosa garra de la corrupción y la sociopatía de los gobernantes. Si antes Pío era un perdedor que arrastraba a María Luisa Ancízar a un salto al vacío, ahora ese mismo Pío se ha multiplicado en el poder y depreda con su moralismo estatizante y colectivista. Menuda diferencia. Me parece evidente que José Ignacio Cabrujas habría sido hoy un personaje muy incómodo para el régimen que nos gobierna desde hace quince años.
Por todo lo anterior, El día que me quieras no solo no ha perdido vigencia sino que ha incrementado el interés del público sobre la miseria humana de una quimera totalitaria y falsamente justiciera que ha acechado nuestra historia desde principios del siglo pasado. La fortaleza de este texto emblemático se enriquece con la puesta en escena que Gené realizó en 2005, cuando se cumplían diez años de la desaparición de Cabrujas, y que el Grupo Actoral 80 ha repuesto con gran fidelidad, con un equipo de lujo y un elenco muy profesional y bastante homogéneo, en el Teatro de Chacao hasta el 21 de julio. Una representación que ya conocemos, muy emotiva, que envuelve al espectador, le hace reír, pero ahora rápidamente establece un vínculo entre las frases de Pio Miranda y los discursos de la actualidad. En el fondo, sabemos que esa mirada de Cabrujas no pretendía condenar moralmente a Pío Miranda ni observar con desprecio a los Ancízar, sino simplemente mostrarlos como seres humanos, con sus sueños y contradicciones. Por eso, al final del segundo acto, después de que se ha ido Pío, una desconsolada María Luisa despliega la bandera roja con al hoz y el martillo sobre el sofá, al compás de las notas de La Internacional, mientras solicita que se quede allí, “por lo menos esta noche”. A lo que Elvira, comprensiva, le responde: “esta es tu casa, María Luisa, tú dispones”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario