El diputado afirmó que el gobierno quiso retomar el diálogo debido a la presión internacional
Por EL NACIONAL WEB
27 DE SEPTIEMBRE DE 2017 08:30 AM | ACTUALIZADO EL 27 DE SEPTIEMBRE DE 2017 08:45 AM
Luis Florido, presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, reiteró este miércoles que la oposición no ira a República Dominicana a reunirse con el gobierno porque no cumplieron con los acuerdos previstos antes de los encuentros en dicho país.
Las peticiones de la oposición son acerca del respeto de los derechos humanos, garantías para las elecciones regionales y un tercer país que debe elegir el gobierno como observador. "Nosotros no podemos llegar a Dominicana sin ninguna agenda acordada entre las partes", dijo en entrevista ofrecida al Circuito Éxitos.
Informó que la Mesa de la Unidad Democrática envió una carta a José Luis Rodríguez Zapatero, ex jefe del gobierno español, y a Danilo Medina, presidente de República Dominicana. Allí explican las razones por las que decidieron no acudir a la reunión.
"Nosotros no vamos a declinar en nuestra intención de que Venezuela sea libre y democrática", aseveró. Afirmó que el oficialismo sugirió retomar las negociaciones porque no soporta la presión internacional a la que está siendo sometido.
Ayer la alianza opositora anunció que no existían las condiciones para acudir otra vez a República Dominicana. Además reiteraron que no reconocen a la asamblea nacional constituyente.
Por EL NACIONAL WEB
26 DE SEPTIEMBRE DE 2017 12:10 PM | ACTUALIZADO EL 26 DE SEPTIEMBRE DE 2017 12:19 PM
Luis Florido, presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, expresó que el diálogo se encuentra en una fase exploratoria e indicó que no existen condiciones para acudir nuevamente a República Dominica.
"Asumimos esto con responsabilidad. No hay condiciones para continuar el proceso exploratorio en República Dominicana", expresó Florido este martes en una rueda de prensa desde la Asamblea Nacional.
Florido informó que el gobierno no ha cumplido con las condiciones para el avance del diálogo y que debe existir un cronograma transparente. Anunció que informarán al país sobre las decisiones que tomen.
“Sabemos lo que arriesgamos todos los venezolanos, por eso avanzamos de una manera seria. No ha concluido el proceso exploratorio, no existen condiciones serias para iniciar una negociación”, dijo.
El parlamentario destacó que la oposición desconoce a la asamblea nacional constituyente fraudulenta y explicó que la negociación no es el foco principal de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), debido a que los dirigentes se encuentran recorriendo el país de cara a las elecciones regionales.
De igual forma invitó a los venezolanos a votar en los comicios electorales de este 15 de octubre, “Venezuela puede comenzar este proceso de cambio si ganamos las gobernaciones. Son un elemento para las negociaciones”, comentó.
Síndrome del ex radical
El Nacional 27 DE SEPTIEMBRE DE 2017
Carlos Blanco
Los radicales venezolanos de hoy buscan salir del régimen de Maduro lo más pronto, sin desviarse de los objetivos del 16 de julio pasado. Su radicalismo no los hace salir con fusiles, sino defender una posición firme frente a otras más –digamos– pausadas. Los radicales de hoy esgrimen una posición política sin violencia, a diferencia de los alzados en armas hace más de medio siglo. Estos mataron y murieron en combates; fusilaron a los blandos o “traidores” y numerosos fueron víctimas de tortura, algunos asesinados. Ellos desataron la lucha armada de la década de los sesenta.
La democracia incipiente derrotó en toda la línea a esos radicales armados. Comenzó la pacificación cuando gobernaba Raúl Leoni y tuvo un punto de excelente culminación con el primer gobierno de Rafael Caldera. La mayor parte de los radicales de la época, alzados en armas contra la democracia, tuvieron luego una entrada al escenario democrático, derrotados sin apelación, pero no humillados. Algunos grupos quedaron rezagados, llegaron después a la paz, y unos pocos desperdigados se quedaron como hampa común hasta su extinción.
Los más prominentes de los alzados representaron dos hechos significativos: negociaron su entrada en la lucha democrática desde una derrota total; y, segundo, por haber sido autores de la violencia más cruel, adquirieron un recelo al borde del pánico a aventuras, a impromptus mesiánicos y, en general, a audacias juveniles. Llegaron a la democracia por la puerta de atrás; unos cuantos no superaron esa huella. Muchos de esos líderes forjaron una corriente cultural más que política, lo cual drenó hacia una porción de la generación siguiente que los veneró. Así se tiene una corriente zurda, más o menos progre, izquierdosa, que conserva dos características de sus mentores: negocian, cuando de negociar se trata, desde una actitud derrotista en vez de hacerlo desde posiciones de fuerza, cuando las tienen; y son extremadamente conservadores: cualquier intrepidez es aventura; lo que no esté escrito en los manuales, es locura.
El peso de esta cultura conservadora forjada desde la derrota ha permeado con mucha fuerza el ambiente político de hoy, y puede ser lo que explique la disonancia no solo entre los radicales y los ex radicales, sino que muchos líderes mundiales vean con estupor cómo bajo esa “sensatez” se ha abandonado el mandato del 16 de julio en pos de un diálogo tramposo y unas elecciones cuyo problema es que desvían de los objetivos aprobados por 7,6 millones de venezolanos. Parece el suicidio de los “prudentes”.
Gracias a los radicales y a la ignorancia de un pueblo cómplice de los sueños utópicos de esos radicales legamos a donde estamos. Recuerden que un radical como el Comandante Fausto, seudónimo en la guerrilla de Alí Rodríguez Araque (nacido en Ejido, Mérida, 9 de septiembre de 1937) Durante la década de los años 60 y los años 70, era un activo guerrillero de los grupos armados de las FALN que luchaban contra los gobiernos del llamado Pacto de Punto Fijo, que conformaba la alternancia exclusiva del bipartidismo COPEI y AD, elegidos democráticamente, pero que habían marginado a los comunistas y otros partidos, tanto de derecha como de izquierda. Rodríguez Araque adoptó el seudónimo "Comandante Fausto", liderando frentes guerrilleros destacando como experto en explosivos. Ingresó en 1966 en el Partido de la Revolución Venezolana (PRV) de tendencia marxista, donde colaboró activamente con el líder guerrillero Douglas Bravo.
En agosto de 1979, y luego de una profunda crisis estructural interna del PRV, abandona las filas de esta organización y con el grueso de militantes crea "Tendencia Revolucionaria", grupo semi legal que inicialmente mantuvo una posición guerrerista pro lucha armada pero que en realidad no logró consolidarse como núcleo revolucionario en ese momento.
En 1983 Rodríguez decidió dejar las armas, aunque hace más de una década en 1971 el presidente Rafael Caldera había decretado una amnistía y pacificación. Rodríguez siguió la política pacífica parlamentaria por una escisión del Partido Comunista de Venezuela: Causa R, desde 1983 a 1997, durante este último año fue disidente de su partido y se alió a la corriente de Pablo Medina, de ella surgió una nueva organización Patria Para Todos, conformado por los causaerristas que apoyaron el Caracazo. Rodríguez había apoyado la intentona golpista del 4 de febrero de 1992 así como al líder de la rebelión el teniente coronel Hugo Chávez, como candidato presidencial a las elecciones de diciembre de 1998, el cual ganó.
Rodríguez adquirió una reputación como negociador y buscador del consenso, aunque él era un opositor firme de la privatización en el sector petrolero durante los años 1990 (los paquetes petroleros de los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera).
quien declaró muy orgulloso que en Venezuela si se realizaría el comunismo como ni en Rusia
ni en China habían logrado hacer, si en Cuba, estamos escribiendo las Crónicas del hambre 2017 desde hace 18 años
Carlos Balladares Castillo
El Nacional 27 DE SEPTIEMBRE DE 2017 12:07 AM
En los primeros meses de 2016 publiqué un artículo homónimo con el fin de relatar los testimonios de la legión de hambrientos que había visto crecer durante el año 2015. Ante la ausencia de cambio y el agravamiento de esta preocupante realidad, he decidido actualizar las crónicas con algunas de las expresiones del hambre en Venezuela. El factor más preocupante de esta tragedia nacional causada por el proyecto castrochavista de la dictadura, después de la destrucción de la salud de millones de niños principalmente, es la pasividad que se ha instalado en las mayorías. Es algo que ha impresionado especialmente a los extranjeros que nos visitan, porque no logran entender cómo pasamos hambre y no hay ninguna reacción de protesta. Un alemán me dijo: “Hacen una cola larguísima para comprar cuatro panes al lado de una tienda llena de comida cara, ¿cómo pueden resistirlo?”. No tengo la respuesta, pero sí considero que identificar los síntomas del problema es el primer paso para su solución.
Desde hace dos años que la mayoría de los venezolanos se vienen saltando el almuerzo (por no hablar de los que hacen una sola comida o ninguna), o simplemente aguantan el doloroso vacío y el desesperante deseo que significa el hambre, comiendo un cambur, un pan o una galleta. El anhelo de una comida caliente y abundante domina la imaginación, y se pasa a postergar este deseo porque “¡algún día volveré a desayunar, almorzar, merendar y cenar!”. Lo que en el pasado era normal ahora es un sueño de felicidad que tiende a demorarse en el tiempo. Una demora directamente proporcional a las posibilidades de superación de la dictadura que padecemos. Porque es ella la que ha causado la hiperinflación, la escasez, la destrucción de la producción nacional, por no hablar de las libertades en que se sostiene la prosperidad. La consecuencia ha sido que hemos bajado de peso y con vergüenza nos lo dicen; aunque como ya es algo generalizado la gente ha tendido a verlo como algo normal o cotidiano.
Las familias hacen grandes sacrificios para medio comer, y cuando hay niños estos tienen las preferencias (como debe ser). Pero es inevitable que ocurra lo que nos describe aquella famosa escena de la película sobre la Guerra Civil Española (1936-1939) Las bicicletas son para el verano (Jaime Chavarri, 1984), en la que la comida cada día es menos a pesar de que siempre se pone la misma cantidad en la olla, y todo porque ante el hambre cada uno come un poquito a escondidas. Es de esta forma que nos carcome la conciencia por quitarle “el pan” a un ser querido, y debemos controlarnos. La solución ha sido buscar otros ingresos, trabajar más y más; pero de poco sirve porque la inflación no se detiene. El castrochavismo de Maduro logró retrotraernos a los tiempos de la humanidad en los que solo se vivía del pan, y ante menor ingesta de calorías las enfermedades predominaban. Si a ello sumamos la escasez de medicinas, la muerte comienza a acecharnos y no solo por la inseguridad, la cual también no ha dejado de crecer desde que este régimen de muerte llegó al poder en 1998.
Si hablamos de cifras del hambre, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la actualidad hay más de 4 millones de desnutridos en Venezuela (y se dice que son más porque estas cifras siempre corresponden al año anterior y la información la ofrecen los gobiernos). La prestigiosa institución de la Iglesia Católica, Cáritas, afirma que para este mes de septiembre ¡68% de los niños menores de 5 años “tienen algún nivel de deficiencia nutricional”!, lo que nos convierte en el segundo país de Iberoamérica donde más ha crecido esta cifra en la última década.
A principios de año se ofrecieron las cifras de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), según las cuales la pobreza no ha dejado de crecer desde 2014, cuando se comenzaron a hacer estas encuestas; entre 2015 y 2016 aumentó de 76% a 82%, mientras que 52% de la población vive en pobreza extrema.
La encuesta afirma que 93% de los venezolanos compra la mitad o menos de los alimentos que debe consumir (más de 74% ha perdido entre 8 y 10 kilos de peso), lo cual es lógico si la canasta alimentaria familiar –según datos del Centro de Documentación y Análisis Social (Cendas)– este mes ya alcanza los 3 millones de bolívares, por lo que se requieren más de 30 salarios mínimos o más de 10 si se suman los cestatickets (las familias en su mayoría ganan 2 nada más).
Esta es la contundente realidad que demuestra la gran mentira de la propaganda oficialista, la cual habla de un supuesto “legado” de maravillas que nos dejó el difunto y su heredero, siendo la cifra de pobreza cuando llegaron al poder de 55%. Lo terrible es que en estos 19 años se vivió el mayor boom petrolero de nuestra historia, de manera que no solo fueron recursos mal administrados y robados, sino que el país ha retrocedido en general a una situación peor que los tiempos del gomecismo (1908-1936).
La solución del problema del hambre en nuestro país incluye resolver el problema político (cambiar de régimen), de modo que no podemos asumir una actitud pasiva. No podemos creer que estas inmensas ganas de tener el estómago lleno será resuelto al mantenernos callados o sumisos a las decisiones de los que la causan. Son muchos los casos de los pueblos con hambre que han cambiado la historia, Venezuela no puede ser la excepción. Y el cambio se logra luchando en todos los escenarios, siendo las próximas elecciones de gobernadores uno de ellos (escenario fundamental porque el voto permite hacer visible a las mayorías). No nos quedemos en nuestras casas, salgamos a expresar nuestro descontento en contra de los hambreadores.
El Gobierno dio inicio formal a la celebración del centenario de la Revolución de Octubre de 1917. Según los organizadores, la línea que marcará el curso del año de jubileo socialista será: De Lenin a Chávez, de la Revolución Bolchevique a la Revolución Bolivariana. Sin embargo, desde el Partido Comunista de Venezuela afirman que tras 18 años de brega, la revolución socialista en Venezuela sigue siendo un tema pendiente. Siendo así, ¿qué legado reivindica entonces el Gobierno?
Por Gitanjali Wolfermann @GitiW
Había unas 100 personas congregadas en el sala de lectura del Archivo General de la Nación, ubicado en el Ministerio de Cultura, el jueves 23 de marzo a eso de las 10:30 a.m. Estaban allí para dar inicio a los eventos que durante todo el año, marcarán las conmemoraciones organizadas por la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Centenario de la Revolución Rusa, creada por el presidente Nicolás Maduro en noviembre de 2016.
Los asistentes se dispusieron a abrir el acto en el que celebraban la vida y obra de Gustavo Machado, símbolo del comunismo venezolano del siglo XX, entonando el himno de la Internacional Socialista. “No tenemos el audio, ¿cantamos a capela?”, dijo Pedro Calzadilla, presidente del Centro Nacional de la Historia y secretario de la Comisión. Hubo risas, mas nadie cantó.
Calzadilla aprovechó entonces para informar que la Comisión fue creada para “impulsar las acciones del gobierno bolivariano durante 2017 para conmemorar tan importante evento, uno que significó la ruptura del siglo XX en dos y marcó la entrada a una nueva etapa. La línea de esta conmemoración es De Lenin a Chávez, de la Revolución Bolchevique a la Revolución Bolivariana”. Explicó, además, que los festejos incluyen la realización mensual de eventos culturales, científicos y políticos para exaltar a las figuras clave del comunismo venezolano. Los actos concluirán en noviembre con un “gran encuentro internacional”.
La socióloga María Elena Lovera Machado, nieta del homenajeado, fue la oradora de orden y en una disquisición que la llevó a repasar durante más de una hora los 100 años que separan la revolución rusa de su par venezolana, soltó una frase que llevó a los presentes a asentir en unanimidad: “Nos estamos quedando solos”. Luego argumentó que debían asumir la responsabilidad de formar a la generación de relevo, a los camaradas del futuro.
De izquierda a derecha: El director del diario Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, el expresidente de la Asamblea Nacional, Fernando Soto Rojas, la socióloga María Elena Lovera Machado, la exdiputada María León y el presidente del Archivo General de la Nación, Pedro Calzadilla | Foto cortesía de la página del Archivo General de la Nación
Tras 18 años de prédica socialista, cabe preguntarse cuál es el legado de la primera revolución proletaria del mundo y qué reivindicaciones puede acreditarse la versión bolivariana. Runrunes entrevistó a tres dirigentes políticos afines a partidos de izquierda, a saber, Carlos Aquino, Américo Martín y Pompeyo Márquez, para dar respuesta a las interrogantes. A continuación, presentamos sus reflexiones.
Carlos Aquino: “En Venezuela no se ha producido ninguna revolución socialista”
El miembro del buró político del Partido Comunista de Venezuela sostiene que hay muchísimo que reivindicar de aquella Revolución de Octubre de 1917. “Todas las fuerzas revolucionarias del mundo conmemoramos este centenario. En primer lugar, hay que recordar que se trata de la primera revolución de carácter socialista en el mundo, eso ya justifica la celebración. Marcó una nueva era histórica de la humanidad, el tránsito del capitalismo al socialismo. Además, la experiencia de esos 70 años de revolución socialista deja mucho que reivindicar, por ejemplo, en cuanto al derecho de las mujeres y de los trabajadores. Consideramos que el gobierno, que levanta aunque sea discursivamente banderas de solidaridad y vocación social, tiene que sentirse reflejado en los principios de la revolución rusa”.
—¿A qué se refiere con “solo discursivamente”?
—Porque no siempre el discurso que ha habido durante estos 18 años se ha correspondido con la práctica concreta y real del comunismo. Muchas veces se ha expresado que este es un gobierno obrerista pero en la práctica ha habido muchas acciones que han afectado directamente a los trabajadores y no se les ha respaldado es aspectos que aunque estén en la ley, no se cumplen en la práctica. Por ejemplo, desde instancias como el Ministerio del Trabajo. La revolución socialista de octubre de 1917 fue una revolución genuina que derrocó el régimen por la fuerza y la insurrección del pueblo. Eso no es lo que ha ocurrido en Venezuela, por eso nosotros no empleamos la denominación de “revolución” para lo que ha ocurrido aquí.
—¿Y qué es lo que ha ocurrido aquí?
— Se clarifica por algunos aspectos, en primer lugar, el problema del poder, que para los comunistas en un tema fundamental, no ha sido resuelto en Venezuela. Lo que ocurrió en 1999 es que llegó un hombre progresista, demócrata, de avanzada, a la presidencia, se llegó al gobierno, pero no se conquistó el poder porque se llegó dentro de todas las estructuras del estado burgués, es decir, no hubo una ruptura revolucionaria. ¿Ha habido cambios y avances políticos? Sí, pero dentro de los límites que permite el estado burgués capitalista. Lo que se precisa para seguir avanzando es una ruptura con ese sistema. Hoy en Venezuela, con la crisis del sistema dependiente de la renta petrolera, se pone en evidencia que no se ha roto con el sistema capitalista y por ende tenemos esta crisis. Reconocemos que a partir de 1999 ha habido importantes avances, pero el problema central de fondo persiste. La revolución socialista en Venezuela sigue siendo un tema pendiente.
—¿Por qué tras 18 años no se ha avanzado?
—Ha tenido que ver con dos aspectos, el primero, que el máximo liderazgo del proceso bolivariano no ha tenido claridad conceptual ideológica de hacia dónde y cómo debía avanzar. Tenían la concepción de ir avanzando paulatinamente con reformas sociales que llevarían eventualmente al socialismo. El segundo aspecto tiene que ver con la debilidad desde los sectores revolucionarios, con su falta de organización y unidad con la clase obrera. Los trabajadores no han logrado estar a la vanguardia del proceso. Nosotros, como fuerza revolucionaria, no hemos podido dar ese salto.
—¿Será que el interés no era hacer la revolución sino enriquecerse?
— Justamente, como el proceso ha estado a cargo de sectores medios que no son verdaderamente revolucionarios, al manejarse dentro de las estructuras corruptas y corruptoras del sistema capitalista, muchos han sucumbido a las mieles del sistema y del poder. Así, han ido divorciándose de la vida que tenían y del común, les fue gustando esa vida y se fue constituyendo un nuevo estamento de la burguesía (Aquino prefiere no llamarla boliburguesía), la cual pasó a competir con las viejas clases. ¿Eso quiere decir que todos los que participaron en ese proceso entraron en esa tónica? Pensamos que no, nosotros no concebimos que la idea de Chávez era llegar al gobierno para enriquecerse, pero había un conjunto de sectores en torno a él que tenían indudablemente otra concepción.
Américo Martín: “Es muy típico del Gobierno celebrar fracasos”
Quien fuera expulsado de las filas de Acción Democrática por su postura radical, situación que lo llevó a fundar el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, dice de entrada que “es muy típico del Gobierno celebrar fracasos”, de allí que no le sorprenda que se haya creado una comisión presidencial para organizar el año del jubileo socialista. El abogado y coautor del libro Socialismo del Siglo XXI ¿Huída en el laberinto? argumenta que sí hay paralelismos entre ambas revoluciones, pero no precisamente en cuanto a reivindicaciones a la clase trabajadora, sino en la noción de sacrificio del pueblo para sostener las banderas de la revolución.
—¿Qué significó la Revolución Rusa?
— Si algo puede decirse de la Revolución Rusa de 1917 es que terminó siendo un fracaso monumental desde el punto de vista económico, social y político, amén de un retroceso en el orden de la creatividad democrática. Casi todos los líderes europeos han declarado, luego de la caída del Muro de Berlín, que aquello nunca tuvo ningún sentido. El triunfo de la Revolución Rusa se debió a condiciones especialísimas, una de ellas, el resultado de la Primera Guerra Mundial, tras lo cual el pueblo ruso clamaba por regresar a la paz y poner fin a las privaciones propias de la guerra.
En Rusia, en condiciones más o menos normales, nunca hubiesen podido cuajar los postulados de Lenin, quien en efecto era un gran líder, pero también era un hombre dramáticamente equivocado. Él asumió el marxismo con un dogmatismo que ningún ser racional lo hubiera hecho, y al hacer eso se enfrentó a los marxistas más inteligentes de su época. Él rompió con la socialdemocracia y a punta de medidas de fuego se eternizó el comunismo en el poder durante 70 años. Al final el modelo reveló su debilidad: la URSS cayó sin disparos, sin misiles y a manos de sus propios líderes.
—¿Qué paralelismos, si alguno, pueden verse entre la revolución bolchevique y la bolivariana?
— Desde el punto teórico el chavismo no es nada, es un errar constante, pero Chávez se dio el lujo de contar con ingentes recursos económicos que le permitieron hacer ensayos. Aquí no ha habido comunismo, políticamente esto es una dictadura con un partido único, económicamente es un sistema estatista de controles donde el Estado predomina sobre el mercado. ¿Qué tienen en común? El fracaso que recayó sobre la gente.
La lista de fracasos se pierde de vista. La idea de las cooperativas para reemplazar la producción capitalista fracasó; la idea de las comunas para reemplazar el ordenamiento geográfico territorial también fracasó; las expropiaciones fracasaron; las empresas de producción social fracasaron porque en el fondo no partían de un modelo socialista sino de un modelo estatista de controles. Tanto allá como acá, el gobierno trabajaba en función del muy corto plazo y por eso acabaron con todo. Los huevos, el pan, la gasolina…
Paralelismos hay muchos, entre ellos, la necesidad de ambos por exportar la revolución más allá de sus fronteras. Los comunistas parten de la premisa de que la revolución no puede hacerse en un solo país. El desarrollo de la industria pesada sacrificando los bienes de consumo, es decir, tener cañones en lugar de mantequilla, es otro punto en común. El comunismo se apoya en el sacrificio del pueblo. También están las paranoias. Stalin vivía con el terror de que lo iban a matar y eso lo llevó a desterrar y matar disidentes. El fortalecimiento del estado vigilante es otra coincidencia. Stalin acabó con la crítica por la vía de la censura y la amenaza, procuró lavarle el cerebro a la gente y aquí también buscan controlar lo que los venezolanos piensan y dicen de Chávez.
Otro punto importante es la pérdida de alianzas externas. En la URSS se produjeron rebeliones como la de Los Tulipanes y la de Terciopelo, y en el caso venezolano, el predominio de los derechos humanos ha cohesionado a la comunidad internacional a favor del retorno a la democracia.
—¿Qué legado celebran entonces?
— Dos cosas: el fracaso de aquel modelo, que no quieren admitir, y el monumental fracaso del chavismo. Claro, está la tesis de que el modelo no fracasó porque esto no ha sido realmente comunismo. Naturalmente que ese argumento nunca podrá rebatirse del todo, pero el socialismo, que en términos prácticos se aplicó desde 1917 y lleva más de 100 años aplicándose con cientos de variantes en muchos países, ha sido un fracaso en todas las versiones. En ninguna parte del mundo ha funcionado en más de 100 años.
Pompeyo Márquez: “Se ha intentado convertir un vulgar capitalismo de Estado en una revolución socialista”
De los 100 años que separan la revolución Bolchevique de la Bolivariana, Pompeyo Márquez ha vivido 95. Político, militante comunista durante buena parte de su vida, defendió los ideales del marxismo desde diversas instancias, entre ellas, el Congreso de la República. Fundó el partido Movimiento al Socialismo y ejerció funciones diplomáticas. Su oposición al gobierno de Chávez y ahora al del Maduro la hace manifiesta a través de la columna que mantiene en el diario Tal Cual.
—¿Le parece pertinente realizar esta conmemoración, dado el contexto económico que vive el país?
— Desde el punto de vista histórico es pertinente hacer el balance de lo que se consideró la primera revolución proletaria del mundo en octubre de 1917. Lo que no sería pertinente es invertir los menguados recursos del Estado, azotados por el despilfarro, la ineficiencia y la corrupción por parte de esta cúpula militar, que intenta aplicar un modelo fracasado.
Esa revolución trataba de derrocar una dictadura sangrienta y un imperio como el zarista. Ese movimiento había tenido un antecedente en el intento fallido de revolución el año 1905. Sin embargo, a quien se le consideró como uno de los genios del siglo XX, Vladimir Ulianov Lenin, después de la derrota escribió su obra “¿Qué hacer?” y se planteó crear una maquinaria revolucionaria, el partido bolchevique que luego tomaría el poder.
Sin lugar a dudas, como escribió el periodista norteamericano John Reed (1887-1920) en su obra Diez días que estremecieron al mundo, esa revolución dividió radicalmente al mundo de entonces entre las revoluciones llamadas proletarias y el tipo de revolución con inspiración norteamericana. La trascendencia de aquel movimiento, que no tenía precedente en la historia, radica en que tenía una característica muy especial: se trataba de un movimiento que por vez primera se planteaba en los términos clasistas, la revolución proletaria, a diferencia de las revoluciones que se hacían en aquel mundo naciente y ya en desarrollo como era el capitalismo.
¿Cuál es el legado y reivindicaciones de la Revolución Rusa que valdría la pena celebrar en Venezuela?
— Cien años después lo que tenemos que balancear son los efectos de ese tipo de revoluciones que ya se dieron en otras partes del mundo, por ejemplo en China y en Cuba, las cuales vinieron a completar el llamado “mundo comunista” enfrentado al “mundo capitalista”.
Cito el libro del profesor estadounidense Grover Furr, titulado Kruschev mintió, referido a las denuncias del líder del Partido Comunista de la Unión Soviética durante el XX Congreso de esa organización, realizado en febrero del 1956, y que versó sobre los llamados “crímenes de Stalin”.
Salí clandestino del país en enero de ese año para asistir a ese evento en representación del PCV y allá me encontré con el camarada Luis Emiro Arrieta, quien estaba en el exilio. Una de las mayores conmociones en mí, después del informe de Kruschev, fue conocer las Memorias de Gorbachov donde reivindica a Kruschev. En ellas estampa una frase, que para una persona como yo que comenzó a leer marxismo a los 16 años, fue devastadora: “En la Unión Soviética nunca hubo socialismo”.
Esa conclusión del propio Gorbachov con respecto a la Unión Soviética podríamos extrapolarla a estos casi 18 años de “socialismo del siglo XXI” en Venezuela donde tampoco ha habido ni el asomo de socialismo. Aquí se ha intentado convertir un vulgar capitalismo de Estado en una “revolución socialista” donde unas “misiones” y una “nueva institucionalidad” desbaratan la institucionalidad “capitalista” reduciendo todos los poderes al Ejecutivo. En definitiva estamos en una reproducción del viejo caudillismo del siglo XIX con otro ropaje.
—Historiadores, entre ellos Courtois y Werth, en El libro negro del comunismo, hablan de que el comunismo dejó más de 20 millones de muertes en la Unión Soviética, además dan cuenta de la destrucción económica que dejó ese modelo. ¿Hay algo que podamos aprender de ese legado?
— No se trata de hacer una comparación meramente aritmética entre ambos fenómenos sociales. A fin de cuentas, tras el derrumbe del muro de Berlín en 1989, el desplome de la Unión Soviética y el fracaso del modelo cubano en la isla y en Venezuela, quedó evidenciado que el sistema democrático es la vía para alcanzar el progreso de la humanidad. En el caso venezolano, con todas sus imperfecciones, ese sistema democrático permitió durante 40 años los avances de nuestra Patria, hoy sumida en la mayor de las crisis por una cúpula militar con un ropaje civil que ha cometido toda clase de tropelías contra el pueblo y sus derechos civiles, políticos, sociales y económicos.
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