Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 12 de julio de 2015

El Papa Francisco recibió a las hijas de Ballestrino. Durante la visita recibió en la nunciatura de Paraguay, a dos de las hijas de Esther Ballestrino, a quien el pontífice siempre elogió y que fue secuestrada y asesinada el 8 de diciembre de 1977 por ladictadura Argentina. Ana María y Mabel Careaga Ballestrino, fueron atendidas por el pontifice esta mañana en la nunciatura, mantuvo un encuentro privado con ellas, en el que le enseñaron algunas fotos y una en la que se le podía ver al Papa con Ballestrino. Jorge Bergoglio explicó que Ballestrino fue su primera jefa cuando trabajaba como perito técnico y su aprecio como mujer luchadora y “una de las personas que le enseño a pensar”. Bergoglio había entrado a trabajar en su primer empleo a los 17 años de edad, en 1953, en los laboratorios Hickethier Bachman, de Buenos Aires, en una división de la que era jefa la bioquímica Ballestrino, quien vivía en Argentina tras haberse exiliado de Paraguay. Tras llegar a Argentina, primero secuestraron a su yerno Carlos y luego a su propia hija Ana María, en 1977, y entonces ella se convirtió en una activista de los derechos y fue una de las fundadoras de la organización Madres de Plaza de Mayo. Su hija fue liberada, pero Ballestrino fue secuestrada el 8 de diciembre de 1977, junto a otras personas, y después asesinada.(2001)

El Papa se reúne con las hijas de su primera jefa

Esther Ballestrino fue jefa de Bergoglio en los laboratorios Hickethier Bachman, de Buenos Aires, cuando él tenía 17 años
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 11 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Ana María y Mabel Careaga Ballestrino, hijas de Esther Ballestrino, primera jefa de Jorge Mario Bergoglio, han tenido ocasión de reunirse este sábado con el papa Francisco en la Nunciatura. "Fue una reunión muy emotiva, que se prolongó durante casi 20  minutos", explicó Ana María a los medios locales tras el encuentro.
Jorge Bergoglio empezó a trabajar a los 17 años de edad, en 1953, en los laboratorios Hickethier Bachman, de Buenos Aires, en la sección en la que era jefa la bioquímica Esther Ballestrino. Ella vivía en Argentina tras haberse exiliado de Paraguay. El Santo Padre reconoció a las hermanas Careaga que fue su madre quien le "enseñó a pensar".
Ana María y Mabel regalaron al Pontífice una antigua fotografía en la que se ve a un joven Bergoglio, con los otros compañeros del laboratorio, entre ellos, Esther. El Papa se sorprendió al ver el regalo que las mujeres le llevaron. “¡No lo puedo creer! ¡Mirá esta foto! ¡Aquí está tu mamá y aquí estoy yo!", les dijo Francisco.  
"Fue una gran mujer, idealista y luchadora". Así la definió frente a sus hijas. Esther Ballestrino fue militante del Partido Revolucionario Febrerista, fundadora del Movimiento Femenino del Paraguay, del cual fue su primera secretaria general. Tras la guerra civil de 1947, Esther se exilió en Argentina. Allí se casó con el también dirigente febrerista paraguayo Raimundo Careaga y tuvieron tres hijas: Esther, Ana María y Mabel. Esther no ha podido asistir al encuentro porque vive en Suecia.
En 1977, tras el secuestro de su yerno Carlos y después de su hija Ana María, Esther se involucró en la lucha por los derechos humanos y fue una de las fundadoras de la organización Madres de Plaza de Mayo.
Ana María fue liberada tras cuatro meses de detención ilegal y torturas. Pero Esther fue secuestrada el 8 de diciembre de 1977, junto a otras madres y dos religiosas, y nunca más apareció con vida. Sus restos, rescatados de un cementerio donde fue sepultada anónimamente, pudieron ser identificados en el 2005.
"El Papa recordó nuestra casa en Buenos Aires, recordó con muchas anécdotas lo que fue esa época", contaron las mujeres. Y añadieron: "Al despedirnos nos dijo: 'Ayúdenme para que siga haciendo lío”.  
En el libro "El jesuita: Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio" cuenta: “Le agradezco tanto a mi padre que me haya mandado a trabajar. El trabajo fue una de las cosas que mejor me hizo en la vida y, particularmente, en el laboratorio aprendí lo bueno y lo malo de toda tarea humana”. Y añade: “Allí tuve una jefa extraordinaria, Esther Ballestrino de Careaga, una paraguaya simpatizante del comunismo que años después, durante la última dictadura, sufrió el secuestro de una hija y un yerno, y luego fue raptada junto con las desaparecidas monjas francesas: Alice Domon y Léonie Duquet, y asesinada. Actualmente, está enterrada en la iglesia de Santa Cruz. La quería mucho. Recuerdo que cuando le entregaba un análisis, me decía: ‘Ché… ¡qué rápido que lo hiciste!’ Y, enseguida, me preguntaba: ‘¿Pero este dosaje lo hiciste o no?’ Entonces, yo le respondía que para qué lo iba a hacer si, después de todos los dosajes de más arriba, ése debía dar más o menos así. ‘No, hay que hacer las cosas bien’, me reprendía. En definitiva, me enseñaba la seriedad del trabajo. Realmente, le debo mucho a esa gran mujer”.
 

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