LA ESTÚPIDA IMPIEDAD DE UN RÉGIMEN DESALMADO
Antonio Sánchez García | abril 23, 2017 Web
del Frente Patriotico
La proximidad del terrorismo islámico con la
narcodictadura venezolana no es casual. Obedece a parecidas pulsiones
genéticas y merece un mismo tratamiento. O se los desaloja o nos desalojan.
Hablamos de los aliados consanguíneos del Estado Islámico – ISIS o DAESH, da lo
mismo – infiltrados en el estado venezolano, y a quienes, enquistados en
la mal llamada Defensoría del Pueblo, la ingenuidad opositora pretende
recurrir para denunciar y detener sus atropellos.
Antonio Sánchez García @sangarccs
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Asistimos a la estúpida impiedad de un régimen tiránico que
en su brutal inconsciencia ha terminado por carcomer, corromper y gangrenar
todos los valores morales de nuestra institucionalidad democrática,
gangrenándose de paso a si mismo. Una cruenta impiedad que bordearía la locura
si sólo fuera la expresión de una pandilla de asesinos corruptos y
desquiciados, que también lo son. Para nuestro infortunio, como lo fuera en su
momento para la Rusia estalinista, la Alemania hitleriana y la Cuba castrista,
es muchísimo peor y más complejo que todo eso, por su naturaleza caribeña,
corrupta y subdesarrollada: es el extremo de bajeza, miseria moral y ruindad al
que pueden descender quienes se sirven de una ideología fracasada, corrompida y
extraviada, con la que pretenden mantener con vida su cadáver: los últimos
estertores del marxismo leninismo. Una ideología que sea en los gobiernos filo
castristas o en las oposiciones a los gobiernos liberal democráticos, aún
sobrevive en América Latina por una tara ancestral que se aferra a su última
expresión gangrenosa: el caudillismo militarista, el castrocomunismo y una
izquierda corrupta, pervertida y alienada a nivel continental y mundial que se
solaza y revuelca en el subdesarrollo.
Esa izquierda continental aún disfruta o aspira al
Poder para imponer la podredumbre material, moral e ideológica del
subdesarrollo, exactamente como también sucede en los países árabes. Porque le
garantiza a su numerosa clientela una vida sin responsabilidades, exigencias ni
deberes. Y antes que luchar por sacudirse la lacra pestífera del populismo
clientelar, estatista o clerical, y promover una sociedad civil de
logros, esfuerzos y emprendimientos, prefiere seguir estirando la mano tras la
limosna de los caudillos. Y tampoco por azar dispendiosos gracias a sus pozos
petrolíferos. Por todo ello, la proximidad del terrorismo islámico con la
narcodictadura venezolana no es casual. Obedece a parecidos condicionamientos,
a semejantes pulsiones genéticas y merece un mismo tratamiento. O se los desaloja
o nos desalojan. Hablamos de los aliados consanguíneos del Estado Islámico –
ISIS o DAESH, da lo mismo – inflitrados en el estado venezolano, y a
quienes, enquistados en la mal llamada Defensoría del Pueblo, la
ingenuidad opositora pretende recurrir para denunciar sus atropellos.
Ya el análisis del aberrante fenómeno del nazifascismo
europeo, con su siembra de odios y su carnicería genocida, tuvo que trascender
la explicación estrictamente personalista e individual de esa tragedia. Y
enfrentarse a un hecho por demás incuestionable: no era posible atribuir las
aterradoras prácticas violatorias, genocidas y devastadoras de los más
elementales derechos humanos sufridos por la Europa liberal a manos del
nazismo, al simple desquiciamiento de un sujeto y su perversa capacidad de
seducir a millones y millones de sus ciudadanos hasta convertirlos en verdugos
de sus propios semejantes. Hitler no estaba loco. Estaba perfectamente cuerdo.
La enfermedad yacía en lo profundo de una sociedad gravemente enferma,
perfectamente permeable al odio, a la matanza, a la carnicería.
Como también lo estaba la sociedad soviética, que prohijara
el matadero de Stalin bajo las mismas coordenadas totalitarias,
industrializadas bajo el aparente signo del progreso de una Europa que avanzaba
tras del delirio de un desarrollo material, social y tecnocrático que creía
indetenible. Fascinada por los avasallantes éxitos de la industrialización,
mientras creaba las bases materiales para la sociedad totalitaria. Como lo
estaba y lo sigue estando la sociedad que preparó las bases y recibió
alborozada el asalto de la barbarie chavista, que hoy despliega toda su saña
carnicera.
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No faltaron los visionarios que advirtieran de ese peligro
inminente para la Europa liberal. El 4 de enero de 1849, en medio de los graves
sucesos de la llamada “revolución europea” de 1848, que sucediera a la
revolución francesa y precediera a la Comuna de Paris y a la revolución
bolchevique, el diputado, jurista, diplomático y luego sacerdote Juan Donoso
Cortés lo expresó con una asombrosa capacidad premonitoria, filosófica y
analítica en un discurso histórico ante las cortes españolas, en el que
dibujara el perfil del futuro Armagedón: “Señores: las vías están preparadas
para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso; todo está preparado
para ello; señores, miradlo bien; ya no hay resistencias, ni físicas ni
morales; no hay resistencias físicas, porque con los barcos de vapor y los
caminos de hierro no hay fronteras; no hay resistencias físicas, porque con el
telégrafo eléctrico no hay distancias, y no hay resistencias morales, porque
todos los ánimos están divididos y todos los patriotismos están muertos.” Vio
despuntar a un siglo de distancia al comunismo y al nazismo, esos monstruos
gemelos productos inexorables del rumbo que llevaba la sociedad europea y
brotados de la más lúcida y deslumbrante de sus utopías: el comunismo marxista.
Poco antes, el joven Alexis de Tocqueville, tras recorrer los Estados Unidos de
Norteamérica de Oeste a Este y de Norte a Sur, había anticipado que las dos
superpotencias del futuro serían Rusia y los Estados Unidos. Una crucial
divisoria de aguas entre el totalitarismo soviético o nacionalsocialista, y la
democracia liberal que casi dos siglos después aún resiste en grandes
extensiones del planeta, mientras Venezuela se arrodilla ante la añeja
estupidez y la sombría barbarie castrocomunista.
Así, al análisis propiamente estructural de Donoso Cortés,
se unió el deslumbrante complemento del análisis geopolítico y sociológico de
Tocqueville. Pero faltaba ahondar en las profundidades del ser europeo para dar
con la clave del totalitarismo. Marx Hokheimer y Theodor Adorno, sobre la base
de la recién estrenada ciencia del psicoanálisis de Freud y la comprensión del
desarrollo de las entrañas socioeconómicas de Marx, llegaron a la conclusión de
que tras el aberrante fenómeno del totalitarismo se encontraba lo que llamaron
“la personalidad autoritaria”. eje fundamental del autoritarismo autocrático en
el seno de las masas. Y una aterradora constatación antropológico cultural: el
desarrollo y el progreso arrasaban de la mano de la razón instrumental con los
valores más profundos de la civilización, preparando el camino hacia la
barbarie y la deshumanización.
Fue el motivo de una de las obras más importantes del
pensamiento europeo de entre guerras: La dialéctica de la
Ilustración. Sustentada en una hipótesis aparentemente insólita: a
mayor progreso, mayor regresión, y a mayor ilustración, mayor barbarie. Fue el
trasfondo de la Teoría Crítica desarrollada en la famosa Escuela de
Frankfurt, así llamada por surgir del seno del Instituto de Investigación
Social establecido en los años treinta en dicha ciudad alemana, que además de
contar en sus filas con grandes intelectuales, deudores en su gran mayoría de
una comprensión estrictamente científica y filosófica del marxismo originario,
como los mismos Adorno y Horkheimer mencionados, contara con grandes pensadores
alemanes como Walter Benjamin, Herbert Marcuse, Erich Fromm, Jürgen Habermas y
otros, dedicados al análisis antropológico cultural del post capitalismo
industrial.
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Lo cierto es que en cuanto al análisis científico de nuestra
permanente sumisión al autoritarismo y su barbarie, luego del importante
esfuerzo de análisis de sus determinaciones antropológicas y culturales,
debidas al positivismo venezolano y muy en particular a la obra de Laureano
Vallenilla Lanz y los invalorables aportes de los intelectuales orgánicos del
gomecismo y del post gomecismo, como Caracciolo Parra Pérez, Alberto
Adriani, Arturo Uslar Pietri y sus sucesores, Mario Briceño Yragorri, Augusto
Mijares, entre otros, las raíces de la barbarie que pudieron ser represadas
durante los casi cuarenta años de democracia saltarían hechas pedazos ante
la primera crisis estructural de la economía petrolera y el quiebre del
rentismo producto de la baja de los precios del petróleo y la incapacidad de
haber asumido con voluntad y coraje el imperativo del liberalismo post
gomecista: “sembrar el petróleo”, pensado originalmente por Alberto Adriani y
popularizado por Arturo Uslar Pietri. Y sentar las bases sociológicas para una
sociedad liberal. Lo único cierto ha sido que, el deseo expresado por Pedro
Grases en 1980, citado por Simón Alberto Consalvi, el último heredero de la
tradición liberal ilustrada venezolana, en su estudio sobre Augusto Mijares,
otro de nuestros importantes pensadores de la venezolanidad, no se cumplió:
“Provisto de un excepcional dominio de cuanto ha acontecido en el suceder
venezolano desde los días coloniales hasta el momento actual, Mijares ha
acometido durante largos años, a través de sus libros, ensayos y artículos, la
revisión de las virtudes públicas de que no ha carecido Venezuela, con el
designio de formar un corpus de principios que deben sentar tradición.” No sólo
no sentaron tradición: ese corpus de principios ha sido brutalmente pisoteado
por la barbarie militarista que hoy hunde a Venezuela en la deshonra, la
inmoralidad y la miseria.
La barbarie desatada por militares, paramilitares y civiles,
cebados con corruptelas, privilegios y granjerías en el asesinato de jóvenes
manifestantes absolutamente pacíficos, expresa la costra de viejísimas
barbaries, hondamente aposentadas en los últimos resquicios de nuestra
identidad, alborotada y reciclada por el chavismo, con sus secuelas de
narcotráfico, corrupción y terrorismo y la indignidad de altos oficiales de las
fuerzas armadas, que traicionan a diario sus juramentos y deberes
constitucionales. Sacudírnosla de encima de una vez y para siempre, es la única
alternativa que tenemos los venezolanos de bien que amamos a nuestra Patria y
quisiéramos rescatarla del horror en que el militarismo, el socialismo de todo
origen y el castrocomunismo nos la han hundido. ¡Y todavía hay quienes no osan
llamar al monstruo por su nombre y esperan un gesto de salvación desde sus
cuarteles! De ellos, unos no sirven porque ya estaban corrompidos. Otros,
porque se rindieron a la corrupción en cuanto uno de ellos se alzó con el
Poder. Los más, porque no tuvieron ni la moral ni el coraje de oponerse a la
barbarie. Y los menos, porque han guardado un cobarde y ominoso silencio. La
estupidez, la inmoralidad y la cobardía, he allí su enseña. Y continúan
ofendiendo y ultrajando el gentilicio.
¡Y se dicen herederos del Libertador!
SUBVERSIÓN / ENTRE LO CIERTO Y LO VERDADERO
Oscar Tenreiro | abril 23, 2017 Web del
Frente Patriotico
Lo que sigue no es una Digresión, el título es preciso así
como lo son sus consecuencias.
Yo, Oscar Tenreiro, de domicilio conocido,
expresándome públicamente a través de este Blog, estoy haciendo,
consciente de lo que significa, un llamado a la subversión del pueblo
venezolano ante la Dictadura que nos oprime.
Ya perdí la paciencia, como la han perdido millones de
venezolanos, la de esperar que los delincuentes que dirigen el gobierno se den
cuenta de que la inmensa mayoría del pueblo quiere que salgan del poder y que
den cuenta de sus actos. Y digo, como parte de este alegato, con toda claridad,
que efectivamente nos están dirigiendo, han confiscado el Poder de un país
orgulloso de un pasado con nombres luminosos que ilustran el alcance de la
lucha por construir una sociedad afirmada en los más altos valores; nos están
dirigiendo repito, lo he dicho muchas veces, una camarilla de delincuentes. Y
lo digo hoy abiertamente, directamente, porque no tengo nada que perder,
cuento sólo con mi persona y con mi gente querida: Venezuela está dirigida por
unos criminales. Diosdado Cabello, el capitán multimillonario, es un ladrón,
existen todas las pruebas que lo demuestran; Tareck El Aissami es un
narcotraficante porque la denuncia que desde el exterior se hace está basada en
evidencias que él no ha refutado; se ha enriquecido y opera con
testaferros. Aristóbulo Istúriz se enriqueció, directa o indirectamente y ahora
es vocero de la ignominia. Y así muchos más, muchísimos hasta el punto de que
la Dictadura se ha convertido en un caso único en la historia del robo de los
dineros públicos; no los nombro porque sería demasiado largo y muchos de ellos
operan en la sombra. Y en el tope de la pirámide está quien en definitiva
funciona como su tabla de salvación, ese torpe personaje que se cree la
reencarnación del ya fallecido irresponsable, comandante eterno de
la maldad, ejemplo en el manejo de la mentira y el cinismo para un
sucesor que lo imita de un modo que hierve la sangre; sí, a ese le costará
muchísimo demostrar cuando ya no tenga la protección de sus bombas lacrimógenas
y sus tanquetas blindadas, que no metió las manos en el tesoro público, que no
tuvo privilegios indebidos, que no protegió con su influencia a conocidos e
identificados criminales que hoy esperan sentencia.
Y es por su condición de criminales, lo hemos dicho muchas
veces, lo sabe toda Venezuela y ya es tiempo de que se sepa con claridad en el
mundo entero, que esos personajes nunca dejarán el Poder si no se ven obligados
a ello.
Y sólo los obligará la subversión, llegó el momento de
decirlo. Ya basta de eufemismos y temor a decir las cosas. Subversión como
resistencia, subversión como negativa a volver a la normalidad, es
la única opción que tenemos para que se cumpla el deseo mayoritario,
democrático y pacífico, de darle al poder público la indispensable decencia y
dignidad mediante unas elecciones limpias que permitan la expresión real y sin
interferencias de nuestro pueblo. Con reconocimiento pleno a nuestra legítima
Asamblea Nacional. Sin presos políticos. Subversión expresada en la
negativa a ser pasivos. En sostener nuestro derecho a ocupar los espacios de la
ciudad hasta que los delincuentes tomen las decisiones que abran el camino
eleccionario.
Y a los jóvenes especialmente tiene que dirigirse este
llamado. Para recordarles que lanormalidad sería para ellos la
continuación del estancamiento pavoroso de un país que en las condiciones
actuales no les ofrece nada para su futuro. Ustedes son los primeros que tienen
que luchar porque no vuelva la normalidad. Que se mantenga la
dificultad, que no cese un entorpecimiento dirigido también a despertar las
conciencias de los eternos miedosos, de los pusilánimes de siempre, de los que
nunca darán un paso arriesgado a menos que no tengan más remedio. ¡Y de eso se
trata, de que no tengan más remedio que decir también como
decimos todos que ya basta! A esos jóvenes les recuerdo lo que siempre le he
dicho a mis hijos: que ser joven no puede ser una excusa sino un acicate para
actuar. Los hijos propios pueden o no hacer caso de estos llamados que hago;
los de los otros también pudiera ser que los ignoren, pero todo padre sabe que
su deber es hacer llamados y esperar consecuencias, y así como insisto siempre
con ellos lo hago ahora con los jóvenes posibles lectores de estas líneas
cumpliendo en cierto modo un deber análogo, no de padre sino de ciudadano de
edad mayor de este país que sufre. Los increpo y les pido que quiten la mirada
de la computadora y las redes, que se alejen de la comodidad
del aislamiento y se comprometan lanzándose a su ciudad, al espacio público, a
compartir con otros directamente. Viéndoles la cara, compartiendo entusiasmo,
una de las mayores gratificaciones de participar en las marchas que los
venezolanos venimos haciendo durante todos estos años aciagos de opresión
demagógica y falaz. Verles la cara a los que comparten tus angustias en una
protesta visible, real, que se puede tocar con la mano, porque para eso, para
tocarnos con la mano es que estamos en el mundo: para ser verdaderos, no
fantasmas de la electrónica. Y les recuerdo, porque conviene tenerlo presente
ya que a veces lo olvidamos, que quienes construyeron la sociedad en la que
hemos vivido eran también muy jóvenes, acaso demasiado jóvenes cuando tuvieron
que lanzarse a la calle, no sólo a compartir sino a impulsar la anormalidad.
Que no pierdan de vista que el 19 de Abril de 1810 Simón Bolívar apenas tenía
veintiséis años. Poca edad y sin embargo mucha para pronunciar aquella famosa
frase dirigida a los demasiado pacientes: ¿Es que trescientos años de
calma no bastan? Poca edad como la de una figura que no es de nuestra
cultura ni nuestra geografía pero que resulta un ejemplo extraordinario de
responsabilidad adolescente. Hablo de Juana de Arco nacida en una época en la
cual las mujeres solo se consideraban aptas para servir, y sin embargo, con
sólo diecisiete años dirigió los ejércitos de Francia. No le importó ser niña
para sentirse responsable. Y la movió además, eso también es lo que me lleva a
nombrarla, un ideal, un principio superior, un amor mayor a todos los amores,
amor que anida en lo profundo de toda alma juvenil buscando manifestarse.
Y finalmente quiero llamar a quienes dirigen mi Universidad,
la Central de Venezuela donde fui profesor durante treinta y cinco años. Para
reiterarles lo que ellos ya saben. Sí Señora Rectora, ya no es posible mantener
abierta una Universidad que ha sido sometida a las más escandalosas
humillaciones. La Universidad Central de Venezuela tiene que declararse en
rebeldía, en apoyo a la resistencia, en voz principal de defensa de la absoluta
necesidad de no regresar a normalidad alguna en las condiciones dictatoriales
que hoy rigen en nuestro país. También les hablo a mis colegas profesores de la
Facultad de Arquitectura. Pretender formar arquitectos en las condiciones
venezolanas es una insensatez. En las Facultades de Arquitectura,
tradicionalmente, siempre ha habido una conciencia especial de la importancia
de reconocer el contexto donde se actúa para poder abrirle paso a una
arquitectura con raíces. Y es indiscutible que en el contexto actual venezolano
nunca será posible el surgimiento de una arquitectura capaz de convertirse en
patrimonio de una cultura. Ese contexto tiene que cambiar porque además de todo
lo que he dicho, ha creado las condiciones para convertir en cotidiano el crimen
que nos acorrala a todos, sin dejar de nombrar los últimos asesinatos de estos
días de protesta, terribles pérdidas que muestran hacia donde quiere llevar las
cosas el actual poder político.
Siendo fiel a su historia, siendo fiel a la disciplina que es
su razón de ser, disciplina basada en el juego tolerante entre los ciudadanos,
obstaculizado hoy por la manipulación dictatorial, la Facultad de Arquitectura
tiene el deber de convertirse en vanguardia de la resistencia. En guardián
contra la vuelta a una normalidad que no será otra cosa que la aceptación de la
hegemonía de la mentira, del cinismo y la corrupción.
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