Indocencias
Pamchito
José Joaquín Burgos Cronista de Valencia
El adiós de Nerio Borges ha sido una puñalada para Notitarde, un duro golpe, de esos que se sienten hasta en los cimientos de las casas sembradas en el tiempo cuando alguna fatalidad las fustiga cruelmente. Fiel al cobijo de la gran familia que es este vocero, Pamchito llegó, como un “importado” especialmente seleccionado por Laurentzi cuando la criatura engendrada por los hermanos Giménez Márquez, ya frondosa y de cosechas opimas, era reconocida como uno de los grandes periódicos del país. Por esos mundos -como suele decir uno- pasamos Luis Cisneros Cróquer y yo, inventando cosas con rostro de futuro (como “Letra Inversa”, por ejemplo) y sintiendo la familiaridad del personal, el afecto del Negro Medina, don Pedro Linares, Pancho Silvino y toda esa inolvidable, hermosa familia que era Notitarde en sí. Un día llegó Laurentzi y comenzó, digamos, una nueva etapa. Titulares, colores, manchas, secciones: un periódico nuevo sin olvidar ni rechazar sus originales y nobles raíces. Alguna vez, Laurentzi, que venía de madurar su oficio de periodista y magnífico director en el “Diario de Caracas”, manifestó mucho interés en traerse a Nerio Borges para la planta. “Nerio es brillante -me comentó- y aquí necesitamos un caricaturista… es fundamental… pero que sea brillante, y Nerio lo es”. Poco tiempo después lo vimos llegar y entendimos perfectamente el comentario hecho por Laurentzi: Nerio Borges era lo que se llama un “fuera de grupo”. A mí, personalmente, apenas me bastó hablar con él unos minutos para conocer su extraordinaria personalidad, su profesionalidad, su inmensa cultura que llevaba no escondida sino envuelta en su propia humildad, sin hacer alarde de ella. Nerio era, sin duda alguna, lo que llamamos, por admiración y con orgullo, un hombre de formación universal. Bastaba saludarlo, hablar con él unos minutos para darse cuenta de ello y admirarlo, reconocer su inmensa cultura y, sobre todo, su humildad. Entiendo que su posición política, ideológica, era no solamente distinta, sino opuesta a la mía, pero también entiendo la dignidad con que la sostuvo políticamente hablando. No fue ni como el Jobo Pimentel, ni como Leo, pero sí, como éstos, manejó su espada con caballerosidad, herencia luminosa que deja a los suyos y huellas que marcó en Notitarde como ejemplo de ciudadanía y ejercicio periodístico. Que la gloria de Dios proteja su descanso eterno. Su recuerdo es raíz fecunda en la memoria de Notitarde… que descanses en paz, Pamchito.
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