Indocencias
Bellera
José Joaquín Burgos
El viernes primero de abril fue para mí, en verdad, un bello día de esplendor valenciano salpicado de voces y risas de muchachos y de entusiasmo por la ciudad. Don Pío Lara, siempre envuelto en la poesía, me había invitado para ir, ese día, a conversar un poco con el pequeño universo que es la Escuela Monseñor Bellera Arocha del Barrio “El Carmen”, en el sur de Valencia. Un encuentro con la vida, con los sueños, con el señorío valenciano que late y vibra en el corazón de esos muchachos olorosos a vida, a inteligencia noblemente orientada, a cultura: historia, música, poesía, libros, lenguaje grato y fresco, a patriotismo puro… Confieso que ese día me sentí muy pequeño para ser cronista de Valencia y recibir tantas gratísimas atenciones del personal adulto y de los muchachos de la escuela… una escuela, por cierto, muy digna de la historia de la propia ciudad: Herencia moral de Mons, Bellera Arocha, quien a su prístina hoja de servicio eclesiástico añade el honor de haber sido entrañable amigo de Mons. Montes de Oca, uno de los sacerdotes más dignos de la historia de la Iglesia Cristiana en nuestro país y buena parte del mundo, y quien murió en Roma, fusilado por el ejército nazi, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Pues bien: la Escuela enhorabuena visitada (enhorabuena para mí), brilla por su aseo, su cuidado, la atención del personal y el ejemplar comportamiento de los alumnos. La cordialidad de sus educadores, especialmente su señorial y bella directora, Profesora Angélica González… y todos, todos los integrantes de esa unidad educativa. Un bello recuerdo para mi corazón ha sido la hospitaiidad, la atención, la representación de Valencia y la valencianidad hecha por un maravilloso grupo de alumnos y alumnas, y el regalo inolvidable de una pequeña y bella imagen de la Virgen de Coromoto elaborada por el artesano Manuel Vargas, de Canoabo, que ya está, bendita por un sacerdote, en mi casa, en un altar. En fin, uno de los más hermosos recuerdos de mi vida… de esos que no se guardan en libros, en periódicos, en fotos, sino en el corazón… gracias a Don Pío Lara, ese artista tan de nuestra amada Valencia como del propio corazón de la poesía…
Cronista de Valencia
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