Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 4 de octubre de 2015

El Mural Petrolero de César Rengifo

El Mural Petrolero de César Rengifo

José Carlos De Nóbrega (Especial/Notitarde)
El Mural Petrolero de César Rengifo
José Carlos De Nóbrega Notitarde TANGENTE 4 de octubre 2015
El mito nacionalista del Estado-patria bolivariano, en correlación con el mito del “progreso”, 
se hacen materia y potencia con la renta petrolera. El extractivismo se torna misión 
emancipatoria. Emiliano Terán Montivani (2014), El Fantasma de la Gran Venezuela.
ZOILO: Quítese esa idea de la cabeza… Pero si ocurre no nos debe preocupar mucho, 
pues el petróleo nos devolverá en cambio un río de oro. César Rengifo, El vendaval amarillo 
(1952), Drama en tres actos.
La Tetralogía del Petróleo de César Rengifo (1915-1980) es un mural dramático de 
reconsideración histórica acerca del influjo traumático y contundente de la explotación 
petrolera en Venezuela. A contracorriente de la tendencia elusiva del tema petrolero 
por parte de nuestros escritores, Rengifo desarrolla un proyecto teatral ambicioso que 
procura la recreación crítica y artística de tan esencial fenómeno multifactorial en la 
configuración misma del país. Comprende una visión panorámica muy amplia, la cual parte 
del inicio mismo de la industria petrolera, su consolidación y sus etapas evolutivas 
que se afincan en el extractivismo y la liquidación de la renta, no en balde sus variantes 
y contradicciones.
Tenemos no solo un tratamiento temporal sino también de unos núcleos temáticos: 
El éxodo campesino, producto del despojo de la tierra, y luego la constitución de una 
cultura del desplazado (Las mariposas de la oscuridad); la depredación ambiental, social 
y cultural del país que involucró la actividad petrolera (El vendaval amarillo); las 
conspiraciones corporativas que apuntalan los intereses de las empresas transnacionales 
en la apropiación del mercado petrolero internacional (El raudal de los muertos cansados); 
y el cierre del ciclo patente en un apocalipsis que se forja una metáfora terrorista 
embadurnada en el mene o el excremento del diablo, esto es una revisita crítica al mito de 
El Dorado (Las torres y el viento). En palabras de Rengifo: “La alucinación de todo 
cuanto ha ocurrido y ocurre la llevamos en la sangre la generación del petróleo y la 
que ha llegado cuando él comienza a negarse en las oscuras vertientes”. Este 
universo dramatúrgico es una referencia ineludible del tema petrolero en la literatura 
y las artes en Venezuela, al igual que la novela Mene (1936) de Díaz Sánchez, el 
poemario De un pueblo y sus visiones (1979) de J.M. Villarroel París, los ensayos 
petroleros de Domingo A. Rangel, Rodolfo Quintero y Orlando Araujo, además de 
películas documentales como Testimonio de un obrero petrolero (1978) de Jesús E. 
Guédez, Pozo muerto (1968) de Carlos Rebolledo y Venezuelan Petroleum Company 
(2007) de Marc Villá.  
La lectura literaria y la puesta en escena de esta obra, no nos cansamos de decirlo, van 
a la par del discurso plástico de su autor: Si revisamos cuadros como Cena en el éxodo 
(1954), La recluta (1948) y La flor del hijo (1954), observamos afinidades estéticas, 
temáticas y políticas que apuntan a una concepción integral del arte como instrumento 
de cambio social. La inmediatez de la denuncia social y la militancia política no desdicen 
un discurso transgenérico y estético de gran valía. Prevalece la desolación del 
paisaje, los colores ocres, la iluminación turbia y los personajes desplazados o, peor aún, 
“aplastados” como lo dice y abomina el latifundista Jaime Paredes. Se fragmenta 
el escenario en dos o tres ambientes que registran imágenes y texturas propias de géneros 
pictóricos como el mural, el paisaje o la naturaleza muerta. Incluso, una puesta en 
escena de Las torres y el viento es susceptible al lenguaje cinematográfico, a mitad 
de camino entre el melodrama latinoamericano y el surrealismo rabioso de Luis 
Buñuel en su fructuosa etapa mexicana.
Desde el punto de vista estilístico, la Tetralogía del Petróleo transita del realismo 
social de los dos primeros eslabones; despistando de inmediato el tenor y la 
intencionalidad 
del discurso teatral por vía del thriller policial y político que lo emparenta con la novela 
La cabeza de la hidra (1978) de Carlos Fuentes; hasta recalar en el simbolismo surrealista 
de su colofón, Las torres y el viento. Sumado a la obra pictórica del mismo Rengifo, 
estos cuatro dramas constituyen un material de imprescindible lectura y consideración 
en escuelas, liceos y universidades, a los fines de consolidar una discusión de altura 
que contribuya a superar el extractivismo, el rentismo petrolero y sus impíos efectos 
colaterales. Por supuesto, se facilitaría también la comprensión de sus instancias 
geopolíticas hoy.

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