En su programa "El Kiosko Veraz" del 3 de
septiembre de 2017, el constituyente y profesor de comunicación social Earle
Herrera puso a la orden su cargo como presidente de la comisión de diversidad
en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), tras manifestar estar de acuerdo
con una crítica hecha por Eleazar Díaz Rangel, director de Últimas Noticias, en
su columna dominical. Allí manifestó: "Un día de febrero de 1958, recién
derrocada la dictadura de Pérez Jiménez y reiniciada Ia vida democrática, AD
convocó a un mitin en un teatro de Candelaria donde el orador principal fue
Luis Beltrán Prieto Figueroa, y en su análisis de la caída del gobierno de
Rómulo Gallegos (nov. 48), destacó el sectarismo en el partido como una de las
causas fundamentales, pues a la hora de la crisis terminal, quedaron solos. ¿A
qué viene recordar ese episodio? Lo más reciente, la designación de las
presidencias de las comisiones de la ANC".
EL INTELECTUAL INÚTIL
Antonio Sánchez García | 04/10/2017 | Web
del Frente Patriótico
“Es nuestra
esperanza. Que los ideólogos e intelectuales del contubernio
no se impongan, y de lo profundo de nuestro pueblo, el de mujeres y hombres sin
rostro, surja la única verdad posible y necesaria: el desalojo de la tiranía.
Si por los intelectuales e ideólogos del contubernio fuera, bien podemos
esperar sentados.
Antonio Sánchez
García @sangarccs
A José Rafael
Herrera
Contrariamente a lo que podría pensarse, los
llamados intelectuales venezolanos o quienes fungen profesionalmente de tales
no se encuentran en la primera línea de la resistencia contra el régimen
dictatorial que tras la mascarada del Socialismo del Siglo XXI, término
inventado por otro intelectual, el germanomexicano Heinz Dieterich Steffan,
abruma y aherroja en una espantosa crisis humanitaria a la sociedad venezolana.
Los datos de la tragedia de todo orden que nos afecta, recientemente publicados
por el economista Ricardo Hausmann en su artículo El colapso de
Venezuela no tiene precedentes (tl.gd/n_1sq7p14 ), son verdaderamente estremecedores.
Demuestran que el tiempo devora las riquezas y las vidas de Venezuela con una
velocidad aterradora. Venezuela está al borde del colapso, y cada día que pasa
se acrecienta la tragedia, sin que al parecer provoque la menor preocupación de
quienes creen que disponen de una eternidad para arreglar la carga en un
matrimonio de conveniencia con la dictadura.
Lo hacen
cumpliendo al pie de la letra el maravilloso acierto que diera título a una de
las obras más importantes del pensador francés Jean François Revel: La
connaissance inutile. Ese conocimiento estudiado y trasmitido por
nuestros intelectuales en medio de esta tragedia, un perfecto “conocimiento
inútil” , que más que ayudarnos a salir del atolladero más nos empuja a sus
abismos. Es un conocimiento tan inútil, que décadas de estudio, dominio de la
historia universal, conocimiento filosófico y dominio en distintos campos de
las ciencias sociales llevó a casi novecientos de ellos – verdaderos, falsos y
postizos, que el de los artistas e intelectuales suele ser una provincia del
Poder en que abundan los impostores – y tras treinta años de comprobado
totalitarismo, represión, cárceles, hambrunas y asesinatos causados, consumados
u ordenados por su propia mano, corrieron a recibir en gloria y majestad a
Fidel Castro, el peor tirano que haya conocido la historia del “continente de
las esperanzas frustradas” (Mario Vargas Llosa), en sus más de quinientos
años, y todo ese carnaval de imposturas dedicadas a quien, mejor que nadie,
representaba “la dignidad de América” (sic).
Ciertamente: muchos de esos
“intelectuales orgánicos” de la hegemonía adeco-copeyana y marxista leninista
que se postraron entonces, genuflexos, ante “el Caballo”, parecen haber abierto
los ojos ante la más que evidente perversión de la tiranía cubana. A la que,
del cerco de los dientes hacia fuera, hoy parecen rechazar
“epistemológicamente”. Pero también ese postrer conocimiento ha resultado
inútil. Pues sin ser realmente fieles a su desaprobación del régimen
puntofijista, al que entonces se oponían con todo el fervor de sus frágiles
conciencias, razón que los llevara a postrarse ante el tirano para llevarle la
contra al oficialismo democrático y sobre todo al ingenuo mandatario recién
electo que lo invitara a los fastos de su coronación, sediento como estaba por
una “concertación” con las fuerzas de las izquierdas castristas, lo cierto es
que siguieron siendo adecos, copeyanos, masistas o comunistas a secas. En
perfecto acuerdo con lo que realmente pensaban y sentían, lo defenestraron y
corrieron a abrirle los portones del poder total, totalitario, al teniente
coronel Hugo Chávez. ¿Tanto estudiar para terminar arrodillados ante los Castro
y Hugo Chávez?
Esa indeleble afinidad con las viejas
creencias de la contraparte ha creado ese ambiguo terreno de nadie donde se
subentienden y se abrazan a morir callando, embozados en las trastiendas del
poder, los socialdemócratas y socialcristianos de ayer con los esbirros del
castro comunismo de hoy. La única verdad indesmentible de ese universo de
melcocha de esa vieja intelligentsia politiquera cuartorepublicana –
académicos, sociólogos, historiadores, abogados, filósofos y psicólogos
sociales – que hoy asesoran a la MUD, a sus líderes y a todos sus partidos,
reverdecer de la Cuarta en tiempos dictatoriales, consiste en rehuir el
enfrentamiento, convivir en concupiscencia, evitar el florecimiento de la
verdad y despojar al país de cualquier salida radical que haga tabula rasa de
los viejos componedores. Su verdad histórica se resume en una mentira
lapidaria: Venezuela es lo que fue, jamás será lo que debiera. Por ejemplo:
liberal. Para eso estuvo y murió Antonio Leocadio Guzmán. Punto.
El mismo Jean François Revel ha expresado en
sus extraordinarias memorias, El ladrón de la casa vacía, una
afirmación categórica tan evidente, que por evidente nadie reconoce: “la
erudición de algunos eminentes historiadores no les inmuniza contra la ceguera
política cuando juzgan la historia que se está haciendo”. Videntes del pasado,
invidentes del presente. Escribieron enjundiosos ensayos sobre los
dictadores del pasado, pero se rendían a los pies del máximo dictador del
presente. Así, quienes dominan al dedillo la historia de Venezuela y debieran
saber que ninguna de sus abundantes dictaduras se vio obligada a dejar el Poder
por acción de electores empecinados, sino todas tras el golpismo caudillesco y
apistolado que es parte constitutiva de su esencia, hoy mienten descaradamente
diciendo “dictadura sale con votos”. Y en el colmo de la estulticia,
confundiendo la gimnasia con la magnesia, creen ganarse el premio Guinness al
más listillo asegurando que ninguna dictadura ha salido con la práctica del
abstencionismo. Inventan al enemigo ideal – el abstencionista – para no tener
que quemarse las pestañas ejerciendo el laborioso, difícil e intrincado oficio
de pensar y venir a dar a la dolorosa verdad de enfrentarse al enemigo real.
Los dictadores salen por el empuje irresistible de los pueblos insurrectos. O,
como en el caso chileno, cuando sus dictadores y magistrados lo permiten. No
por la ley de los tartufos: “dictadura sale con votos”.
No es un azar que abunden y proliferen
en el entorno de los partidos del establecimiento dictatorial. Y dominen, por
consiguiente, el poderoso aparato mediático que justifica y legitima las
traiciones voluntarias o involuntarias de quienes son incapaces de pensar y ver
más allá de sus narices. Vargas Llosa, en su prólogo a las memorias citadas,
describe la turbia situación y apunta a la esperanza : “Por lo general, los
pueblos – esas mujeres y hombres sin cara y sin nombre, las ‘gentes del común’,
como los llamaba Montaigne – son mejores que la mayoría de sus intelectuales:
más sensatos, más democráticos, más libres, a la hora de decidir sobre asuntos
sociales y políticos. Los reflejos del hombre sin cualidades, a la hora de
optar por el tipo de sociedad en que quiere vivir, suelen ser racionales y
decentes. Si no fuera así, no habría en América Latina la cantidad de gobiernos
civiles que hay ahora ni habrían caído tantas dictaduras en las últimas dos
décadas. Y tampoco sobrevivirían tantas democracias a pesar de la crisis
económica y los crímenes de la violencia política. La ventaja de la democracia
es que en ella el sentir de esas ‘gentes del común’ prevalecen tarde o temprano
sobre el de las ‘élites’. Y su ejemplo, poco a poco, puede contagiar y mejorar
el entorno. ¿No era esto lo que indicaban, al mismo tiempo que se publicaba ‘El
conocimiento inútil’, esas tímidas señales de apertura en la ciudadela
totalitaria de la llamada perestroika?”.
Es nuestra esperanza. Que los ideólogos
del contubernio no se impongan, y de lo profundo de nuestro pueblo, el de mujeres
y hombres sin rostro, surja la única verdad posible y necesaria: el desalojo de
la tiranía. Si por los intelectuales e ideólogos del contubernio fuera,
podremos esperar sentados.
Intelectuales de izquierda del mundo polemizan sobre el
“Caso Venezuela”
4 JUNIO, 2017 Autor: ELOI YAGÜE JARQUE
Pudiera denominarse “la guerra de los manifiestos”. Desde
los últimos sucesos ocurridos en Venezuela, léase el arreciamiento tanto de
las protestas opositoras contra el gobierno deNicolás
Maduro como de la consiguiente represión que ya eleva a 85 -según el
conteo de Efecto Cocuyo– el número de víctimas fatales,
intelectuales de izquierda de diversos países del mundo se han pronunciado
sobre Venezuela. Pero llama la atención que no coinciden en sus planteamientos.
Estos pronunciamientos son importantes porque provienen del
campo de la izquierda, es decir el pensamiento más crítico con el
modelo capitalista, al cual, al menos en los discursos, se adscribe el régimen
desde que el anterior mandatario, Hugo Chávez, declarara el
carácter socialista del proceso revolucionario venezolano.
Desde entonces, han sido muchas las teorizaciones y
caracterizaciones del llamado “proceso” desde la ideología izquierdista. Chávez
mismo, promovió encuentros y congresos de intelectuales para debatir sobre las
tesis del Socialismo del Siglo XXI, y logró despertar el
entusiasmo de sectores académicos y dirigentes de movimientos alternativos
(indígenas, ecologistas, LGBT, sindicalistas, juveniles, entre otros).
Intelectuales de izquierda latinoamericanos como Heinz
Dieterich, Marta Harnecker, Atilio Borón, españoles como Juan
Carlos Monedero y Pablo Iglesias e incluso
norteamericanos como Noam Chomsky, apoyaron en un momento dado al
proceso chavista.
Hoy sin embargo, a cuatro años del fallecimiento del líder,
el respaldo mayoritario de esa izquierda internacional se resquebraja y
comienzan a surgir voces críticas hacia las “corrientes
autoritarias” que notan en el mandato de Maduro, en particular tras la
convocatoria de la Constituyente, que algunos perciben como una
velada forma de perpetuarse en el poder, y la fuerza policial con que han sido
reprimidas, casi todas las manifestaciones de la oposición.
La “Solicitada” critica al madurismo
“Apostamos, desde la izquierda, a que otro diálogo es
posible en Venezuela, más allá de la polarización y de la violencia”, afirman
decenas de intelectuales de América Latina, EEUU y Europa.
La “solicitada”, titulada “Llamado
internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela. Mirar
a Venezuela, más allá de la polarización”, fechada el 29 de mayo, busca una
salida a la crisis que ya dejó 74 muertos -según sus cifras-
en estos dos meses de protestas contra el régimen de Nicolás Maduro.
Con este comunicado, un nutrido listado de intelectuales se
deslinda de un apoyo incondicional al chavismo al reconocer
que en Venezuela existe “un gobierno cada vez más deslegitimado, con marcados
rasgos autoritarios”,
Y agrega: “Esta dinámica arrancó con el desconocimiento por
parte del Ejecutivo de otras ramas del poder (la Asamblea Legislativa)
donde la oposición hoy cuenta con la mayoría, luego del triunfo en las
elecciones de diciembre de 2015. Esta se fue potenciando exponencialmente con
el posterior bloqueo y postergación del referéndum revocatorio –una
herramienta democratizadora introducida por la propia Constitución chavista–,
la postergación de las elecciones a gobernador el pasado año, hasta llegar el
fallido autogolpedel Ejecutivo”.
A esto se ha sumado la reciente convocatoria a una Asamblea
Constituyente “en forma claramente inconstitucional, que está lejos de
resolver la crisis; antes bien la alimenta y recrudece, en la medida en que
trasluce el intento de consolidar un régimen totalitario, en el
marco de una enorme crisis social y económica (carencia de alimentos,
medicamentos, entre otros)”, señalan los firmantes de “la solicitada”.
Además, admiten que “el apoyo incondicional de ciertos
activistas e intelectuales no sólo revela una ceguera ideológica sino
que es perjudicial, pues contribuye lamentablemente a la consolidación de un
régimen autoritario”.
Y finaliza señalando que “por otro lado, tenemos un
compromiso con los derechos humanos, el cual coloca la base mínima
e innegociable del respeto mutuo, que impide la tortura, la muerte del
oponente, la resolución de nuestros conflictos a través de la violencia“,
se afirma en el texto.
La Respuesta: a favor de Maduro
Ante este manifiesto, acaba de aparecer otro, fechado el 3
de junio y titulado “¿Quién
acusará a los acusadores? Respuesta a la solicitada de intelectuales contra el
proceso bolivariano de Venezuela”, que está firmado por personalidades
adscritas a la “Red de intelectuales, artistas y movimientos sociales en
defensa de la humanidad“.
“No ofenderemos la inteligencia ni la moral de los
suscribientes (algunos verdaderas “vacas sagradas” del mundo académico crítico)
poniendo en tela de juicio su compromiso político o sus
competencias interpretativas. Asumiremos cada afirmación de la Solicitada como
lo que es, como una tesis errónea sobre el acontecer del
proceso bolivariano de Venezuela”, comienza el comunicado.
Señalan que lo que ocurre en Venezuela se trata de “una
estrategia insurreccional del imperialismo“, basada en el concepto
de “guerra de cuarta generación” o de “guerra de baja intensidad”.
Citando a Gramsci y su teoría del
intelectual orgánico, a los firmantes de este otro manifiesto le llama la
atención que “una solicitada firmada por académicos de tan
alto nivel prescinda de las más elementales categorías de análisis del arsenal político
crítico, dando por tierra con el intento de fundar una caracterización
certera sobre el proceso bolivariano“.
Se refieren a herramientas teóricas de origen marxista o neo
marxista como clases sociales, dependencia estructural, o
imperialismo, “que no aparecen siquiera mencionados en la Solicitada,
mientras éstas son herramientas que cualquier comunero o comunera venezolana
hace tiempo que ha incorporado a su vocabulario político, en lo que constituye
otra faceta de un proceso de democratización (y de socialización del
poder) bien radical”.
Sin embargo señalan: “Creemos encontrar en la Solicitada, en
cambio, una fetichización notable de la democracia en sus formatos liberales.
Porque, ¿desde qué otra concepción de la democracia es posible
juzgar como antidemocrático a un proceso que combate a una Asamblea Legislativa
en desacato por juramentar a diputados elegidos de manera
fraudulenta, y que ha intentado, sin tener atribuciones constitucionales para
ello, destituircuatro veces al Presidente Maduro, lo
que sin duda constituyen intentos de golpe de Estado, pero que, sin
embargo, la sostiene plenamente en funciones?”, se preguntan.
Para finalizar argumentan: “Es más, creemos que ni siquiera
desde una visión liberalconsecuente es posible criticar al proceso
bolivariano que, como ningún otro proyecto, supo tomar, profundizar y radicalizar la
democracia liberal formal con mecanismos consultivos, plebiscitarios y revocatorios absolutamente
inéditos”.
11/06/2017 :: VENEZUELA
Los intelectuales de izquierda y la situación venezolana
La crítica de izquierda y autónoma a los gobiernos
progresistas no puede ceder al lenguaje y los escenarios del enemigo común
Texto completo en:
https://www.lahaine.org/los-intelectuales-de-izquierda-y
Lo peor de los intelectuales es su deseo de “pensar bien”.
¿Quién no experimenta este deseo reaccionario en política?. Se llama moralismo
y acompaña mistificaciones de todo tipo. Lo mejor, en cambio, es la disposición
a pensar situaciones complejas. Pero esta disposición sólo se vuelve efectiva
cuando se sale de los propio ideales y se acepta recorrer los relieves de un
problema real que se nos plantea y no sabemos bien cómo resolver.
La coyuntura de Venezuela muestra bien el asunto. Los llamados intelectuales de izquierda son víctimas de
una situación policial: están obligados a mostrar sus documentos, a decir
quiénes son. Creen con ello validar sus posiciones. Pero un intelectual no lo
es por sus títulos y pergaminos, sino por su aptitud para aportar ideas en
problemas difíciles. Y Venezuela es un quilombo. Es todo un trabajo estar
informado sobre lo que ocurre allí. Parte de ese trabajo es romper con el
hábito del “intelectual de izquierda”, enamorado de sus pronunciamientos.
Quizás la primera tarea del pensamiento de “izquierda” sea
ser desobediente. Si no se encuentra el camino para serlo con los poderes
avasallantes, sí por lo menos con las mistificaciones en el propio mundo de las
ideas. Y como esas mistificaciones tienen un valor histórico, esa desobediencia
comportar una densidad histórica al menos comparable con las que se pretende
desmontar.
Las mistificaciones del populismo interesan porque conservan
un reconocimiento de lo plebeyo. Las del liberalismo interesan porque contienen
una valoración de la potencia de los individuos. Precisamos recuperar estas
potencias en su historicidad, es decir, en sus conjugaciones y en su capacidad
para romper marcos normativos y valorativos reaccionarios (presentes en el liberalismo
y en el populismo).
Lo que parece discutirse –no en Venezuela, pero sí a
propósito de Venezuela– es el dinamismo político de la última década larga en
la región. Una articulación determinada entre multitud, consumo, riquezas
nacionales, inserción en el mercado mundial y forma estado. Esa discusión nos
concierne a todos, porque bajo su forma cristalizaron las búsquedas de
democracia popular que en su origen fueron insurreccionales con rasgos
fuertemente autónomos.
El camino no es “despegar” del chavismo, como si nada
nuestro hubiera en él, a pesar de que siempre lo hemos discutido, sino
comprender, al contrario, lo que en nosotros está en juego cada vez que, bajo
la máscara del liberalismo, se traman alianzas inaceptables con las fuerzas del
orden, esas que siguen mandando –a pesar de las apariencias- desde los centros
articulados al mercado mundial y las potencias regionales.
La crítica de izquierda y autónoma a los gobiernos
progresistas no puede ceder al lenguaje y los escenarios del enemigo común.
Texto completo en:
https://www.lahaine.org/los-intelectuales-de-izquierda-y
¡TRAIDOR TÚ, TRAIDOR YO, TRAIDOR TÚ MÁS QUE YO!
Armando Martini Pietri | 04/10/2017 | Web
del Frente Patriotico
Muchos venezolanos de estos tiempos parecen que han olvidado
que en veinte años nos hemos rebelado mucho y aprendido poco. Seguimos
empeñados en ser bandos y no país, grupos y no pueblo, palabra más vacía cada
día que pasa.
Hasta el 30 de julio, hace apenas dos meses, millones de
venezolanos se llenaban la boca y vanidad democrática declarándose en rebeldía
contra un Gobierno que resguarda, y sigue cubriendo, su incompetencia con
amenazas, represión, ejercicio armado y represivo del poder.
Un régimen que estaba y aun continua contra la pared,
blindado pero acosado, encerrado en una fortaleza de la cual no puede salir;
son excesivas las denuncias, tribunales y cárceles lo esperan con anhelo. Una
oposición que ha hecho del caos una forma de vivir y una dictadura que navega
sobre el desbarajuste en medio de la niebla que nada le deja ver más allá del
corto límite de sus narices.
Llegaron al poder como consecuencia que los ciudadanos se
cansaron de ser excluidos, invisibles y para nada escuchados, se mantienen en
él, con sus altavoces rodeados de bayonetas y una dirigencia opositora, que
exhibe un lenguaje distinto, pero igual de vacío.
En medio de ambas cegueras maniáticas obsesivas, la
ciudadanía mordisquea frustraciones entre hambre, desilusión, pérdida de
esperanzas e ilusiones que sueña, pero no logra distinguir. La oposición, que
tiene su propia vocación de anarquía, sigue pretendiendo que primero deben
acomodar a sus militantes y después resolver los problemas. Sólo faltan dos
semanas para la vergonzosa verdad.
Es como si Mahatma Gandhi hubiera decidido primero llegar al
poder para después declarar la independencia, o Simón Bolívar se hubiera
quedado en su hacienda, casona caraqueña rumiando rencores contra el control
español esperando a que los venezolanos de entonces fueran por su cuenta a la
guerra y después lo llamaran para arreglar las cosas.
En este 2017 que ya empieza su bajada hacia otras navidades
sin alegría, con pocas esperanzas, desencantos y costosas hallacas, miles se
desgastan, pierden su tiempo insultando y amenazando a otros por un tema que
nada resolverá tanto si se realiza como si no. Las elecciones de gobernadores
convocadas por la apócrifa constituyente cubana.
Oficialistas, atosigados de medios y angustiados por perder
gobernaciones, y opositores repletos por delirios de espacios que podrán
ocupar, pero no manejar, tienen el mismo miedo igual temor: que las elecciones
sean tan vacías, tristes y desoladas como las fraudulentas votaciones del 30 de
julio.
Ninguno de los dos grupos tiene capacidad para llenar las
calles, se agotó su poder de convocatoria, ambos se han quedado en la
frustración e infortunio de sus seguidores y en el pánico de los centros de
votación apáticos e indiferentes. En sus propuestas no están las soluciones, y
a sus partidarios sólo parece quedarles el recurso del insulto y la distorsión
de la verdad.
El problema no está en votar o no, pues gane quien gane, el
poder central en Miraflores y Fuerte Tiuna seguirá tomando sus propias
decisiones mientras el país se desmorona día tras día sin que nadie cambie sus
gastados principios ni tenga el coraje y arrojo de aplicar procedimientos que
realmente puedan rescatar al país.
Entre opositores se muerden unos a otros, acusándose
mutuamente de traiciones y cobardías por el ejercicio del derecho a sufragar o
no, sólo están hipnotizados por un árbol y no tienen ojos ni tiempo para el
gran bosque que se sigue pudriendo.
Se insultan y amenazan sin pensar en sus derechos ni en su
libre albedrío, como si un gobernador más o uno menos fuese a hacer diferencia.
Pierden el tiempo, vayan muchos o vayan pocos a votar por regentes que para
poder serlo no les será suficiente ganar, sino tendrán que someterse a la
Constituyente que los partidos opositores insistentemente afirmaron que jamás
se instalaría. Y ahora, instalada, ya el hecho mismo de convocar elecciones, es
demostración que está allí, respira, vive, dirige, manda y que el Gobierno
castro-madurista, aunque esté perdiendo el mundo, mantiene sus garras afirmadas
sobre la Venezuela oficialista, la opositora y la que no sabe qué hacer o no le
interesa.
Después de las elecciones del 15 de octubre, sean cuales
sean los números de electores y votos, todo seguirá igual, porque el problema
final, la real tragedia, hace tiempo no es política sino de macro y
microeconomía. Insultados e insultantes tendrán que pagar los mismos precios
desbocados y cada día más incontrolables, se frustrarán por los mismos
anaqueles vacíos, sentirán la misma decepción por militares de mucho desfilar,
reprimir y poco rendir cuentas, se indignarán por los mismos políticos
marrulleros, habladores de sandeces mil veces repetidas y abandonadas, sufrirán
la misma desesperanza por un Gobierno que sabe satisfacer sus propios
requerimientos, pero que está obcecado por propuestas y programas que fracasan
una y otra vez en el socialismo del siglo XXI, tras haber fracasado
contundentemente en todas las versiones socialistas del siglo XX, sin
excepciones.
En dos semanas todo cambiará, será para peor. Votar es un
derecho ciudadano, también lo es abstenerse, hacerlo o no, depende de su
conciencia, pero en ningún caso lo anula como persona ni lo convierte en
traidor.
Los derechos no se discuten, se ejercen.
@ArmandoMartini
Nuestro amigo común: Fugitivos del terror rojo
Nuestro amigo común: Fugitivos del terror rojo
“El delator es una figura necesaria en el comunismo. No
existe sin ella. Sin embargo la comparación con otros delatores no termina de
ser equilibrada. No es lo mismo, por trágico que sea ser apresado y puesto en
lista para impedir que se consiga trabajo, delatar a un comunista que delatar
al vecino judío que terminaría en la cámara de gas”
Elia Kazan
“Fugitivos del terror rojo” (1953)
Por NARCISA GARCÍA
05 DE OCTUBRE DE 2017 12:00 AM
Los estadounidenses se toman muy en serio lo que aparece en
sus pantallas. Durante los años de la Depresión y el auge de las mafias, el
cine de gánsters se popularizó y transformó en cine negro, llevado con mucho
cuidado de alinearlo con los intereses de Washington. La idea era mantener a la
audiencia no solo entretenida, algo que se lograba con el cine musical y de
terror, sino el producir una reacción más o menos homogénea en ella atrayéndola
con historias de grandes y peligrosos criminales de la mafia que posteriormente
verían caer de su posición de poder y riqueza malhabida, para su alivio y sobre
todo el del Estado norteamericano.
Algo similar ocurrió durante la Guerra Fría, cuando las
películas de ciencia ficción cambiaron al villano que viene de fuera por uno de
dentro. El Macarthysmo se instauraría con panfletos que rezaban: “Usted puede
echar a los rojos fuera de la televisión, radio y Hollywood”, e iniciaría la
llamada caza de brujas, señalamientos y delaciones hacia miembros comunistas o
ex comunistas del entretenimiento que acabarían por ser puestos en listas
negras o prisión. No es casual que la mayoría de los listados eran guionistas,
los invisibles de la cadena de producción del major norteamericano, como tan
divertidamente relata Hail, Ceasar! de los hermanos Coen.
Griego nacido en Estambul, el director Elia Kazan había
pertenecido al partido comunista aproximadamente una década antes de la
aplicación de las medidas del senador McCarthy. Solo fue miembro por alrededor
de un año cuando, cuenta en su autobiografía, se vio contrariado por la actitud
de sus camaradas y consideró el colmo que se firmase un pacto de no agresión
entre los soviéticos y los nazis. Años después de abandonar el Partido, daría
los nombres de esos camaradas a las autoridades.
Fugitivos del terror rojo
Kazan es uno de los cofundadores del Actors Studio, y uno de
los mejores directores de actores de los que se haya hablado en el gremio.
Habiendo sido actor, sabía que el éxito actoral de una cinta consistía,
principal y casi completamente, en el casting. Y sabía bien a quién
escoger: Kazan dirigió la laureada Un tranvía llamado deseo, por la
que fue luego acusado de no mantener el protagonismo en Blanche (Vivien Leigh),
como lo había hecho Tenessee Williams, sino en Stanley (Marlon Brando) pues, de
traición y delación no fue de lo único de lo que se acusó a Kazan, también de
misógino, por la manera de retratar a sus personajes femeninos. Amigo muy
cercano de Williams, se ganó la enemistad de Miller, quien se ha dicho escribe Las
brujas de Salem a partir del conflicto macarthysta. Famosas son las
imágenes de la gala del Oscar de la Academia en la cual le premian con un Oscar
Honorífico por su carrera cinematográfica y actores como Nick Nolte y Ed Harris
se rehúsan a levantarse o aplaudir entre la ovación dedicada al director.
En Fugitivos del terror rojo (Elia Kazan,
1953) se cuenta cómo el director de un circo itinerante en la Checoslovaquia
del cincuenta y dos planea cruzar la frontera para evitar que su espectáculo
termine o que su personal sea despedido o aprisionado. Karel Cernik (Fredric
March) ha sido ya citado a interrogatorios con la policía del régimen, y en el
más reciente le han proporcionado información que solo ha confiado a un círculo
cercano de confianza. Hay un espía, y debe averiguar quién es. La segunda mitad
de la cinta se llena de la tensión propia del thriller, pues Cernik
debe tratar de que el peligro que van a correr sea el menor posible, mientras
intentan burlar y superar el punto de vigilancia del régimen justo antes de
cruzar la frontera. La figura del espía, el delator, vuelve a aparecer en la
filmografía de Kazan en La ley del silencio (1954) donde el
personaje interpretado por Brando decide enfrentarse a los corruptos miembros
del sindicato al que pertenece.
En una de las escenas Cernik da con el soplón. Luego da con
otro, que estaría a punto de denunciarlo con la policía pues se considera “un
verdadero obrero”. Cernik, con entereza y humor, lleva adelante este plan con
aquellos que han puesto su confianza en él para escapar del comunismo checo.
Después de todo, es el payaso principal de su propio circo. “La gente no se
reía”, explica a los policías que le interrogan. “Lo intentamos como nos indicó
el Partido, pero no funcionó, nadie reía”. Kazan moriría mal visto por muchos
de sus colegas hollywoodenses.
Brujas
El delator es una figura necesaria en el comunismo. No
existe sin ella. Sin embargo la comparación con otros delatores no termina de
ser equilibrada. No es lo mismo, por trágico que sea ser apresado y puesto en
lista para impedir que se consiga trabajo, delatar a un comunista en aquel
periodo que delatar al vecino judío que terminaría en la cámara de gas. No es
lo mismo que delatar al padre, hermano o cónyugue que terminaría en el gulag.
Tal vez Miller tenía razón, porque durante la Inquisición, las víctimas que
ardieron no eran brujas. Las del macarthysmo sí.
Desparramando la mancha roja: La infiltración comunista
en Hollywood
POR JOHNATHAN GRAY 25/09/2017
Nubes de tormenta sobre el cartel de Hollywood en Los
Angeles en esta foto de archivo. (logoboom/Shutterstock)
Escritores, actores y productores procomunistas en la “lista
negra de Hollywood” en las décadas de los 40 y 50 han tenido en años recientes
una exposición mediática positiva. La lista negra misma suele ser considerada
un ejemplo de censura del gobierno, producto de las pesadas tácticas del ahora
extinto “Comité de Actividades Antiestadounidenses”, cuyo fin era prohibir y
suprimir los movimientos comunistas en Estados Unidos.
Pero la situación es más complicada que la actual
perspectiva que se tiene del tema. La historia muestra que muchos en la lista
negra fueron puestos ahí por una buena razón, ya que muchos admitieron trabajar
como agentes soviéticos y moldearon narrativas procomunistas a través de sus
películas.
Una inspección más profunda revela que se trataba de un
círculo de individuos, algunos con directivas directas de Rusia, que apoyaban
el derrocamiento violento del gobierno de EE. UU. La creación de la lista negra
de Hollywood fue una respuesta a este círculo que había transformado la
industria del entretenimiento estadounidense en una herramienta de propaganda
de un régimen asesino y totalitario, a la vez que atacaba los valores y la
forma de vida del pueblo de Estados Unidos.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, muchos miembros del
Partido Comunista de Alemania, el segundo grupo comunista más grande fuera de
Rusia, salieron de Alemania hacia otras partes del mundo.
Muchas de estas personas fueron rechazadas, catalogadas como
indeseables, por otras naciones desarrolladas como el Reino Unido, y por lo
tanto emigraron a Estados Unidos. Luego de llegar, muchos escritores y
productores de cine se unieron a grupos del Partido Comunista Estadounidense.
Esta ola de inmigración sirvió de apoyo a la infiltración
soviética en las artes y la cultura, y a la penetración en las instituciones
políticas a mediados de los años 30. Con este sistema, los comunistas planearon
hacer lo que los brutales dictadores Vladimir Lenin y Josef Stalin lograron con
éxito en la Rusia soviética: transformar la industria del entretenimiento en
una herramienta para diseminar la ideología y propaganda comunista.
Subversión cultural
Según Michael Kazin, profesor de historia en la Universidad
de Georgetown, este gran sistema de cooptación comenzó en Hollywood en los
años 30 con influyentes izquierdistas en la industria del cine como Yip
Harburg, compositor de “El mago de Oz” y la canción “Y Rusia es su nombre” usadas en el film “La
canción de Rusia”. Harburg fue uno de los principales artistas prosoviéticos en
la industria del cine de Hollywood.
Harburg y otros prosoviéticos instigaron una influencia
psicológica en el público amante del cine. Ellos moldeaban las narrativas que
la audiencia americana, y el mundo en general, absorbían del cine.
Muchos de estos escritores, productores y directores de
Hollywood, algunos de los cuales eran acérrimos miembros del partido comunista,
hacían películas que contenían ideas e ideologías procomunistas y
prosocialistas. De algún modo, una gran porción de las películas de esa era
fueron proyectos artísticos que funcionaban como vehículos para las sutiles
técnicas de adoctrinamiento comunista. Vehículos que buscaban remplazar los
principios americanos de libertad y derechos individuales con la ideología del
ateísmo y la lucha de clases.
Entre estos estaba John Garfield, un reconocido actor cuya
conexión con 17 organizaciones comunistas fue revelada en una edición de junio
de 1950 de los Canales Rojos (publicación dedicada a exponer al comunismo en la
industria del entretenimiento).
El entusiasmo por usar películas para diseminar propaganda
venía de lo alto del régimen soviético. Kenneth L. Billingsley escribe en
su libro “Las películas perdidas de Hollywood”, que Stalin era un ardiente
cinéfilo, tremendamente entusiasmado por la promesa del cine de exaltar los
ideales comunistas.
El uso del cine como herramienta de propaganda se remonta a
los primeros años del movimiento comunista.
El dictador bolchevique Lenin fue el primer líder comunista
en reconocer la importancia de materializar la manipulación del pensamiento a
una escala mundial, a través de las cintas de cine.
Se dice que en 1919, cuando tanto el cine como el Comitern
(la Internacional Comunista) estaban en sus primeras etapas, Lenin le había
encomendado a su comisario de educación, Anatoly Lunacharsky: “debes
siempre considerar que, de todas las artes, el cine es para nosotros la más
importante”.
‘Úsalo contra ellos’
Billingsley hace notar que el plan del Partido Comunista de
EE. UU. (CPUSA por sus siglas en inglés) quedó claro con gente como el agente y
activista comunista Willi Münzenberg, un ex miembro del Partido Comunista
de Alemania. Luego de exiliarse en Estados Unidos, se metió rápidamente dentro
del establishment de Hollywood como propagandista y activista
procomunista y prosoviético.
Münzenberg escribió sobre la industria del cine en un artículo de
1925 para el periódico de CPUSA, el Daily Worker (Diario del
Trabajador), que “una de las tareas más apremiantes que confronta el partido
comunista en el campo de la propaganda es la conquista de esta unidad de
propaganda de suma importancia, hasta ahora monopolio de la clase gobernante”.
Y agregó: “debemos luchar para sacárselas y usarla contra
ellos”.
Münzenberg creía que los 30 eran el momento perfecto para
que los comunistas estadounidenses y sus supervisores atacasen. La Gran Depresión
estaba a pleno. Aprovechando que muchos buscaban distraerse con el
entretenimiento, Münzenberg vio la chance de adoctrinar contra el
capitalismo a la gente que iba a los cines.
Billingsley escribe en su libro de 1998, “Partido de
Hollywood: Cómo el partido comunista sedujo a la industria de cine americana en
los 1930 y 1940”, que en 1935 V.J. Jerome, el comisario cultural del CPUSA,
había establecido una filial oficial del partido en Hollywood. Esta filial del
partido era una unidad encubierta, fuera de la vista del público.
Con esta unidad secreta, el CPUSA podía reclutar
clandestinamente nuevos miembros del partido, infiltrarse en los gremios y
sindicatos del cine y juntar fondos para causas prosoviéticas.
Entre estos subversivos del partido comunista en Hollywood,
había gente como el renombrado escritor Walter Bernstein, quien confesó en su autobiografía de 1996 que “teníamos
nuestra propia aritmética astuta; encontrábamos frentes y hacíamos que dos se
volvieran uno”. En otras palabras, a través de frentes populares, los no
comunistas avanzaban con los planes comunistas, y esto se hacía en una forma
“astuta”, sin que los compañeros supieran que estaban siendo usados.
Naturalmente, las autoridades comenzaron a sospechar cada
vez más sobre estas actividades comunistas. El Congreso respondió formando el
Comité de Actividades Antiestadounidenses en 1938 para investigar.
El periodista de Human Events, Allan H. Ryskind declara que el Comité “descubrió a más de 200 miembros
del partido en Hollywood”, aunque Ryskind dice que su padre, un guionista en
Hollywood en ese tiempo, cree que el número real estaba más cerca de los 300.
Ryskind dice que a pesar de que las investigaciones del
comité, a mediados de los 40 los comunistas en EE. UU. habían infiltrado
completamente Hollywood de arriba abajo, aunque la mayoría de ellos estaban
bien escondidos, alineados con la doctrina del partido comunista de ocultar sus
objetivos, y nunca reconocerían públicamente su afiliación al partido.
Apoyo a sistemas genocidas
En su libro: “Traidores de Hollywood: Guionistas en listas
negras—Agentes de Stalin, Aliados de Hitler”, Ryskind escribe: “Nada de lo que hizo el partido comunista en
America fue hecho sin la dirección del Kremlin. Nada”.
Esos en la lista negra de Hollywood no eran antifascistas,
sino que cambiaban su lealtad junto con los cambios en las políticas
soviéticas. Incluidas entre sus actividades, Ryskind nota el curioso cortejo
que mucho miembros del partido comunista tenían con el Partido (Nazi)
Socialista de los Trabajadores de Adolf Hitler.
“Cuando Hitler amenazó inicialmente a Rusia, los miembros
del partido en Hollywood, bajo las órdenes de Moscú a través de las oficinas
centrales del partido en Nueva York, eran apasionados anti-Nazi”, escribe Ryskind. “Cuando Hitler apuntó las armas
contra Occidente, apoyado por su pacto con Stalin en 1939, ellos dedicaron sus
vidas a obstaculizar la capacidad de sobrevivir de las naciones anti-Nazi”.
Sólo luego de que Hitler sorprendiera a Stalin con la
invasión Nazi de la Unión Soviética en 1941, los comunistas de Hollywood se
pusieron otra vez contra Hitler.
Ryskind escribe: “Ellos no fueron honorables antifascistas o
patriotas americanos, como argumentan sus defensores, sino apparatchiks leales
soviéticos, una quinta columna trabajando para Stalin”.
Esta misma glorificación de dictadores y asesinos de masas
continúa hoy en Hollywood. Ryskind nota que Hollywood incluso ha idealizado a
figuras comunistas, incluido el Che Guevara y Fidel Castro. El Che
personalmente ejecutó a 180 personas y ordenó la muerte de miles de cubanos, incluidos mujeres y niños.
Arthur Eckstein, un historiador estadounidense y distinguido
profesor de historia, escribe que el establishment de
Hollywood nunca perdió su enamoramiento con el partido comunista tanto en un
sentido político como cultural.
Él hace referencia a la celebración de una gala el 27 de
octubre de 1997 para conmemorar el 50 aniversario de las audiencias originales
del Comité de Actividades Antiestadounidenses. La celebración fue auspiciada
por varios gremios y organizaciones productoras de cine, incluido el Gremio
de Actores y el Gremio de Escritores de América.
Los muchos asistentes de la gala glorificaron a quienes el
comité había identificado como los “Diez de Hollywood”, referidos por algunos
como los “Diez hostiles”. El evento retrató a estos hombres como “mártires” y
“no conformistas” ante la tiranía autoritaria.
Incluso hicieron que grandes estrellas recrearan partes
seleccionadas de las audiencias del comité que se ajustaban a la narrativa
revisionista del establishment de Hollywood. Hubo una
recreación en la que actuó Billy Crystal como Larry Parks, un actor que en 1951
admitió ser miembro del Partido Comunista, arruinando así su carrera.
John Lithgow y Kevin Spacey, entre otros actores,
contribuyeron de igual forma con su actuación al evento. La gala culminó con la
aparición de algunos miembros de los Diez, que fueron recibidos con efusivos
aplausos.
El romance de Hollywood con el comunismo, una ideología que
ha sembrado hambrunas, guerras y genocidios por todo el mundo y que se cobró la
vida de más de 100 millones de personas, continúa hasta el día de hoy.
Lenin parece ser el próximo que recibirá un lavado de imagen
por parte de Hollywood. El actor Leonardo DiCaprio está en tratativas con la
industria del cine rusa para el rol del dictador que el novelista e historiador
ruso, Aleksandr Solzhenitsyn, estima ha asesinado entre 60 y 66 millones
de personas.
En una crítica de “Traidores de Hollywood” de
Ryskind, Allan C. Brownfield escribe: “Más allá de lo que uno piense sobre el rol del
Congreso, es difícil de entender cómo los escritores comunistas que trabajaron
tan duro para otra nación y contra los intereses de su propio país, se hayan
convertido en héroes para muchos liberales. ¿Cómo respetan a hombres y mujeres
que dijeron que Hitler era malvado un día, y que lo aceptaron al día siguiente,
no por una convicción genuina, sino por su inoculado hábito de seguir el
liderazgo de Stalin, tal como hicieron con todas las otras cosas?”
Johnathan Gray es autor, productor de cine y
veterano del ejército. Es aquí publicado bajo un seudónimo, ya que expresar
opiniones anticomunistas puede dañar su carrera en Hollywood.
Las opiniones expresadas en este artículo son opiniones
del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de La Gran Época.
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