d. Sinopsis del proceso de España desde los albores de la civilización hasta 1830. 
El territorio español estuvo habitado desde el paleolítico inferior. De importantes culturas 
prehistóricas del paleolítico superior quedaron las pinturas rupestres de Altamira y otras 
regiones en Santander, manifestaciones en Albacete y otras regiones en el mesolítico y en 
El Algar y Almería en el neolítico. Los íberos llegaron a la Península a finales del neolítico 
y comienzos de la Edad del Bronce (2000-1500 antes de Cristo a.C.) y se instalaron en el 
sur y sureste para luego ascender. Grupos migratorios de celtas ingresaron cerca de 600 
a.C. y difundieron la incineración y el uso del hierro en la fabricación de utensilios. 
Fusionados con los íberos dieron origen al pueblo celtíbero en el siglo III a.C. divididos en 
cántabros, satures, galaicos, lusitanos, turdetanos.  
A partir de allí se desarrolla un complejo proceso donde se mezclan pueblos como los 
fenicios, griegos y cartagineses hasta la intervención romana. A partir del siglo I después de 
Cristo d.C., la península Ibérica conoció una época de desarrollo bajo la “pax romana”: la 
economía basada en las minas de oro, plata y plomo proporcionaba sólidos ingresos al 
erario romano; la agricultura evolucionó considerablemente; la actividad comercial, 
intensa, se canalizaba a través de puertos como Cádiz, Tarragona y Cartagena. Sus 
habitantes recibieron el derecho de la ciudadanía romana, el latín se impuso sobre las 
demás lenguas indígenas y comenzó a penetrar el cristianismo. El apóstol Pablo estuvo allí.  
La crisis del imperio romano iniciada en 235 d.C. también afectó a Hispania que a partir del 
siglo V comenzó a sufrir las invasiones bárbaras. En 409 alanos, vándalos y suevos 
entraron por los Pirineos y el emperador  Honorio cerca de 414 envió a los visigodos, 
aliados de Roma para someter a los invasores. Los visigodos se establecieron en la Galia y 
fundaron el reino de Tolosa (418) mientras  los suevos influenciaban toda Hispania a 
excepción de la región Tarraconense, hasta la nueva penetración de los visigodos en 453 
que constituyen un reino hispano en 545. Leovigildo (571-86) emprendió una política de 
expansión y promovió la fusión entre la minoría visigoda y la población hispanoromana, 
unificando políticamente la Península. La conversión de su hijo Recaredo I (586-601) al 
catolicismo puso fin a la separación religiosa y a partir del III concilio de Toledo (589) se 
impuso la colaboración entre la iglesia y la monarquía. Pero el sistema de monarquía 
electiva de los visigodos, mediatizada por el clero, y las consiguientes luchas entre las 
familias nobiliarias para hacerse con el poder, impidieron que se afirmara la constitución 
interna del Estado. Se sucedieron las luchas  entre los reyes y la nobleza. En 711, el 
enfrentamiento entre los hijos de Witiza, que había aspirado al trono, y el rey don Rodrigo, 
propició la invasión musulmana. Los árabes  fueron requeridos para luchar contra don 
Rodrigo a quien vencieron en la batalla de  la Janda (o de Guadalete); se adueñaron 
rápidamente de la Península (excepto el Norte) y le otorgaron el nombre de al-Andalus. 
La dominación árabe se prolongó por ocho siglos. Entre 711 y 756 al-Andalus fue un 
emirato dependiente de Damasco. En 756 Abderramán I fundó un emirato independiente y 
en 929 Abderramán III se proclamó califa. En esta época se alcanzó un máximo esplendor y 
la capital Córdoba se convirtió en el centro intelectual más importante de Europa.  
La civilización hispanomusulmana ejerció una considerable influencia sobre el desarrollo 
de la escolástica cristiana, que recibió la influencia de Aristóteles y del neoplatonismo por 
medio de sabios árabes y judíos españoles como Averroes, Avicebrón o Maimónides. Tras 
la muerte de Almanzor (1002) se inicia la  decadencia del califato. Las guerras civiles 
provocaron la división del país  en los llamados reinos de taifas (1031) lo que facilitó la 
reconquista cristiana. Desde el año 711, pequeños núcleos de cántabros y satures al norte, 
organizaron la  resistencia. Pelayo, elegido rey por sus huestes funda el reino de Asturias en 
718 y en 722 venció a los musulmanes en  las montañas de Covadonga, iniciando un 
proceso permanente que se prolongó siete siglos. Al impulso inicial astur-leonés, sobretodo 
a partir de Alfonso III (866-912) le siguieron iniciativas del  condado de Castilla, 
constituido en reino en 1037, la monarquía castellano-leonesa (1038-65), Alfonso VI 
(1065-1109), Aragón en el siglo XII. Mientras Jaime I de Aragón terminaba la reconquista 
peninsular de sus Estados, el reino proyectaba su expansión mediterránea (conquista de 
Sicilia en 1282; de Cerdeña en 1324; de  Atenas y Neopatria en 1311) y Navarra era 
anexionada a Francia (1285). La Reconquista estaba prácticamente terminada en 1343. Sólo 
las luchas dinásticas entre los reinos peninsulares y los problemas nobiliarios de Castilla 
desde Pedro I (1350-69) hasta la muerte de Enrique V (1474) permitieron que el reino de 
Granada prolongara su existencia hasta 1492, año en que los Reyes Católicos entraron en su 
capital. 
Con el fin de la Reconquista por el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, 
reyes de sus respectivos territorios desde 1479 llegó también la unidad política (excepto 
Navarra, anexionada en 1512). Una vez conseguida dicha unidad política, los Reyes  29
Católicos decidieron eliminar toda disidencia religiosa. En 1492 fueron expulsados los
judíos y en 1502 los moriscos tuvieron que optar entre convertirse o abandonar el país. Se 
organizó el Tribunal de la Inquisición, que tuvo a su cargo la salvaguardia de la unidad de 
la fe en torno a la iglesia católica.      
Una enérgica política internacional, continuadora de la tradicional catalano-aragonesa, 
preparó el terreno para la futura hegemonía española. Gonzalo Fernández de Córdoba 
conquistó el reino de Nápoles (1500) mientras se afirmaba el dominio español en el norte 
de África (Melilla, Orán, Trípoli) y concluía la conquista de las islas Canarias (cerca de 
1496). Al tiempo, la proyección castellana hacia el Atlántico pudo concretarse en el apoyo 
de la reina a los proyectos de Cristóbal Colón, que culminaron en el descubrimiento en 
1492 del nuevo continente, el acontecimiento más importante del reinado. 
Al morir Isabel (1504), Castilla, tras el breve reinado de Felipe I el Hermoso y Juana la 
Loca, quedó bajo la regencia del rey Fernando (1506-16) y del Cardenal Cisneros, hasta la 
llegada de Carlos I (1517-56) nieto de los Reyes Católicos y del emperador Maximiliano, 
quien dos años más tarde fue elegido emperador alemán bajo el nombre de Carlos V,  
heredando Nápoles y Sicilia, Cerdeña, las posesiones americanas y las de la Casa de 
Austria, convirtiéndose en el monarca más poderoso de Europa.  
Contra el emperador Carlos I en 1520 se produjo  la sublevación del movimiento 
comunero, nombre de los defensores de los privilegios comunes, que tomaron las ciudades 
de Toledo y otras de Castilla. Se batieron con arrojo, pero abandonados por la nobleza y 
perdida su fuerza moral por la resistencia fueron vencidos en Villalar (1521) y sus jefes 
murieron en el patíbulo. El movimiento comunero implicó la crisis del ideal burgués en 
Castilla, paralela a la estrecha alianza entre la monarquía y la aristocracia y en opinión de J. 
A. Maravall esta fue la “primera revolución moderna”. Las Germanías¸ que estallaron en 
Valencia (1519-23) y Mallorca (1520-23), tuvieron un final análogo. 
En cuanto a la estabilidad monetaria, Castilla vivió su edad de oro durante el reinado de 
Carlos I. Sin embargo, ni el incremento tributario, ni las remesas de metales preciosos 
procedentes de América, ni los secuestros del oro y la plata de los particulares quienes 
recibían a cambio los llamados juros, ni los empréstitos de banqueros fueron suficientes 
para poner a disposición de la corona los  medios que requería la política internacional 
inspirada en la idea de “imperio universal” sobre toda la cristiandad, la  universitas 
cristiana, según el pensamiento de Carlos V, imbuido por su canciller Gattinara. La paz de 
Augsburgo (1555) consagró la ruptura de la  república cristiana, al reconocer la secesión 
religiosa de Alemania, y el desmoronamiento de la idea imperial, sustituida por la de 
“Imperio hispánico” de Felipe II. En las abdicaciones de Bruselas (1556) el emperador dejó 
a su hermano Fernando el Imperio alemán y las posesiones de los Habsburgo en Alemania: 
y a su hijo Felipe, España y su imperio colonial, Italia y Países Bajos. Así quedaban 
restablecidas las dos ramas de la casa de Austria que durante un siglo lucharían en defensa 
de la hegemonía europea, basada en los ideales de la Contrarreforma.  Reinando ya Felipe II (1556-98) tuvo lugar la victoria de San Quintín (1557) sobre los 
ejércitos franceses. La paz de Cateau-Cambrésis (1559) consolidó la hegemonía española, 
reforzada gracias a los éxitos ante la sublevación de los Países Bajos, la victoria frente a los 
Las guerras de religión en Francia alcanzaron su punto culminante ante la probable 
incorporación al trono del calvinista Enrique de Borbón; pero las pretensiones del rey 
español aceleraron la unificación religiosa. El nuevo rey, Enrique IV, firmó con Felipe II el 
tratado de Vervins (1598), que se considera  el inicio de la decadencia española, ya 
entrevista en la derrota de la Armada Invencible (1588). Al final de su vida, Felipe II 
concedió un régimen autónomo a los Países Bajos, de los que se habían desgajado las 
Provincias Unidas, independientes de hecho desde 1596. 
Con la muerte del rey desaparecieron los conflictos religiosos en Europa, subiendo al poder 
la llamada opción pacifista, representada en España por Felipe III (1598-1621) y su valido 
el duque de Lerma, que firmaron con Jacobo I de Inglaterra la paz de Londres (1604) y con 
las Provincias Unidas de Holanda, la tregua de los Doce Años (1609). Esta paz aparente se 
vio alterada dentro de la Península por la expulsión de los moriscos (1609-14), que incidió 
en la ya crítica situación de la economía  española en los inicios del siglo XVII. La 
postración de las actividades productivas influyó en la disminución del comercio exterior, 
sobretodo con América, pasando a manos extranjeras. La crisis política y la decadencia se 
agudizaron en el reinado de Felipe IV (1621-65). Su todopoderoso valido, el conde duque 
de Olivares, intentó mantener el prestigio español, pero la ruina económica interior y la 
situación internacional, cada vez más desfavorable, lo impidieron. La paz de Munster, por 
la que España reconoció la independencia de los Países Bajos, y los tratados de Westfalia 
(1648) pusieron punto final a la guerra de los Treinta Años, que había comenzado en 1618 
y acarreó las primeras derrotas de los hasta entonces invencibles tercios españoles (Rocroi, 
en 1643, y Lens en 1647). Sofocada la rebelión separatista de Cataluña (1640-52), España, 
que continuó la guerra contra Francia, cedió  a este país el Rosellón (paz de los Pirineos, 
1659) y tuvo que reconocer la  independencia de Portugal (1668). La decadencia se 
consumó en el reinado de Carlos III (1665-1700). El rey, que no tuvo descendencia, dejó el 
trono a Felipe, nieto de Luis XIV, lo cual implicó no sólo una guerra internacional, la de 
Sucesión (1701-14), sino también una contienda civil entre los partidarios de Felipe y los 
del archiduque Carlos de Austria. La tendencia nacionalista dominante decidió el conflicto 
a favor de Felipe V, quien aprovechó el apoyo de la antigua corona de Aragón al austriaco 
para abolir los fueros por los Decretos de Nueva Planta (1716). La paz quedó restablecida 
mediante los tratados de Utrecht-Rastadt (1713-14), en virtud de los cuales Felipe V (1700-
46) fue reconocido como rey de España pero  se vio obligado a ceder Italia, los Países 
Bajos, Gibraltar y Menorca.  
A partir de entonces se hace evidente la influencia francesa, reforzada en política exterior 
por los Pactos de Familia (1733 y 1743). Se acentuó el absolutismo real y el Estado quedó 
constituido como una estructura político-administrativa centralizada y de carácter uniforme. 
Se acometieron la reconstrucción del ejército y la marina. El país se benefició del espíritu 
reformista del despotismo ilustrado sobre todo en los últimos años del reinado de Fernando 
VI (1746-59) y de Carlos III (1759-88). Los ministros supieron encauzar las fuerzas 
económicas de la nación para fomentar su crecimiento y poder transformar la sociedad y 
sus costumbres. En política exterior debido a la nueva “alianza natural”, España intervino 
en la guerra de los Siete Años (1756-63) y  en la independencia de los Estados Unidos 
(1776) que terminó con la paz de Versalles (1783) con la que recibió Florida, Menorca y la 
provincia del Sacramento. Durante este reinado  se decretó la libertad de comercio de los 
puertos españoles con América (1778) y se fortaleció el regalismo con la expulsión de los 
jesuitas (1767). El reinado de Carlos IV (1788-1808) fue absorbido por la privanza de 
Godoy, ascendido gracias al favoritismo de la reina Maria Luisa. Godoy firmó un tratado de 
alianza defensiva y ofensiva con la República Francesa (1796) cuya consecuencia fue la 
guerra con Inglaterra. Contra Godoy se formó un partido en torno al príncipe de Asturias 
futuro Fernando VII. En medio de las intrigas familiares Napoleón se convirtió en árbitro 
de España al invadirla en 1808. El pueblo derrocó a Godoy y a Carlos IV en el motín de 
Aranjuez que entregó el poder a Fernando VII (1808 y 1814-33), el cual se vio obligado a 
abdicar ante Napoleón en Bayona en 1808 que nombró rey a su hermano José Bonaparte. El 
2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se  alzó en armas y se inició la guerra de 
independencia que duró hasta 1814. 
Durante la contienda se imprimió un importante  giro a la vida política del país. La junta 
central suprema de gobierno, constituida por intelectuales y burgueses, refugiada en Cádiz 
elabora la constitución de 1812, de carácter liberal. Fue abolida por el nuevo rey que 
restableció el absolutismo, la Inquisición y los privilegios de la nobleza y el clero, y 
procedió a una continua persecución de los liberales. Esta política provocó la insurrección 
dirigida por Riego que obligó al rey a restablecer la constitución de Cádiz y dio inicio al 
Trienio Liberal (1820-23), pero las potencias europeas de la Santa Alianza enviaron a 
España un ejército francés que puso fin al gobierno liberal. Fernando VII, restaurado con 
todos sus poderes inauguró la llamada “década ominosa” que entre persecuciones y 
fusilamientos aniquiló el liberalismo español. Todos estos acontecimientos favorecieron el 
movimiento de emancipación de las colonias americanas que se había iniciado en 1809. Del 
antiguo imperio no quedaban sino Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Reinó hasta 1833. 
e. Sinopsis de Inglaterra desde el siglo XIII. 
En el siglo XIII, cuando Juan Sin Tierra sucede (usurpa) en el trono a su hermano el rey 
cruzado Ricardo Corazón de León, entra en conflicto con el papa Inocencio III. Con la 
nobleza se vio obligado a suscribir la Carta Magna limitativa del poder real y a favor de los 
nobles. Según el artículo sobre Historia de Inglaterra (Universitas, Salvat, reimpresión 1971 
de 9ª edición 1970, Tomo 6, p.112 y ss) Juan Sin Tierra luchó contra todos, por lo que se 
formó entonces una liga de personalidades seglares y eclesiásticas para obligarlo a observar 
las leyes de Eduardo el Santo, monarca muy  piadoso del siglo XI, descendiente de los 
antiguos reyes anglosajones, y la Carta de Libertades que les había dado Enrique I, quien 
estuvo en el trono entre 1100 y 1135. A su pesar, Juan I hubo de aceptar los 63 artículos 
que le fueron presentados, dando origen en 1215 a la Magna Charte (Carta Magna), base de 
las libertades por donde empieza la historia de la nación inglesa. Juan Sin Tierra muere al 
año siguiente dejando como sucesor a su hijo Enrique III, de 9 años. Las querellas con los 
nobles siguieron y Simón de Monfort, Conde de Leicester se puso al frente del Estado y 
creó la Cámara de los Comunes, primer parlamento de Inglaterra, en el que figurabban 
representantes de todos los condados y de todas las ciudades. La guerra civil continuó, y al 
frente de los realistas el Conde de Gloucester derrota a Simón de Monfort. Tras la muerte 
de Enrique III en 1272 los nobles consolidan su poder en el reinado de Eduardo I (1272- 
1307), quien conquista Escocia, convoca por su voluntad al Parlamento, para obtener los  32
subsidios que precisaba para sus conquistas y gobierno (desde entonces la Cámara de los 
Comunes vota las leyes financieras) y confirma la Magna Charte. Se regulan las relaciones 
Iglesia-Estado y se robustecen las funciones del Parlamento o asambleas de los grandes del 
reino (en Inglaterra, y también en Francia) que se convocaban para tratar asuntos 
importantes. En 1284 Inglaterra se anexiona el país de Gales. Eduardo I muere intentando 
sofocar las rebeliones de los escoceses. Le sucedió su hijo Eduardo II quien fue depuesto y 
asesinado por lo ascendió al trono a su vez su hijo de 14 años Eduardo III, quien como 
nieto de Felipe III por su madre Isabel de Valois, hermana de Carlos IV disputó la corona 
de Francia a Felipe VI Valois, lo que causó la guerra de los Cien Años la cual se prolongó 
desde 1338 hasta 1453 y concluyó con la derrota inglesa y la pérdida de sus posesiones en 
el continente salvo Calais. La crítica situación económica y el gobierno despótico de 
Ricardo II en el siglo XIV inicia un período conflictivo que desencadenó una rebelión de 
campesinos en 1381. En 1399 ocupa el trono Enrique IV de la casa  de Lancaster, con la 
ayuda de la nobleza y el clero. Durante el reinado de su sucesor Enrique VI en el siglo XIV 
tuvo lugar una guerra civil entre las casas de Lancaster y York conocida como la Guerra de 
las Dos Rosas. Tras la batalla de Bosworth (1485) accedió al trono Enrique VII de la 
dinastía Tudor, quien impulsó la quiebra del feudalismo y la instauración de la monarquía 
absoluta. El matrimonio de su hija con Jacobo IV de Escocia supuso el inicio de unificación 
del futuro Reino Unido. En el siglo XVI Enrique VIII, al repudiar a su esposa legítima 
Catalina de Aragón rompe con el catolicismo  y crea la iglesia anglicana protestante. Se 
proclama rey de Irlanda (1542) y por la Ley de Unificación asimiló Gales a la corona. Su 
hija Maria Tudor se casó con Felipe II de España. La hermanastra de María,  Isabel, al 
acceder al trono se apoya en los protestantes y ratifica la separación de Roma. La Armada 
Invencible enviada en 1588 por Felipe II para invadir la isla y destronar a la protestante 
Isabel I no pudo desembarcar ante la habilidad de la artillería inglesa y al retirarse terminó 
vencida por los fuerte temporales, por lo que diezmada regresó a España.  
Comenzó entonces en Inglaterra la expansión colonial inglesa hacia norte América, donde 
ya habían incursionado españoles, franceses y holandeses. En 1607 se constituyó Virginia, 
núcleo originario de EEUU, primera de las 13 colonias que se crearon hasta 1681, año en 
que se constituye Pensilvania que se tornará en la más próspera colonia—fundada por 
William Penn, un cuáquero inglés. La secta religiosa de los cuáqueros se remonta a la 
creación de una Sociedad de Amigos por George Fox en el seno del puritanismo inglés y en 
oposición a la Iglesia Anglicana; se caracterizan por el rechazo a los cultos pomposos y el 
culto a la sencillez y la honestidad; en EEUU  se pronunciaron contra la esclavitud y 
fundaron numerosas organizaciones de beneficencia; en 1947 recibieron el Premio Nobel 
de la Paz por sus aportes a favor de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial—. Tras 
1681 en la metrópoli el comercio adquirió gran auge, se conquistó totalmente Irlanda y 
afloró la era dorada de la literatura con Shakespeare, Marlowe y otros. Isabel muere sin 
descendencia por lo que en 1604 Jacobo de Escocia se proclama soberano de Gran Bretaña 
como Jacobo I pero sus tendencias absolutistas y la intransigencia religiosa provocaron un 
conflicto entre la monarquía y el Parlamento. Ello dio lugar a la guerra civil que entre 1653 
y 1658 llevó al poder al Lord Protector Oliver Cronwell, quien proclamó la República del 
Commonwealth. La monarquía fue restaurada en 1660 con la dinastía escocesa de los 
Estuardo a la que pertenecieron Carlos II y Jacobo II. Pero la tentativa de restablecer el 
catolicismo y de imponer la autoridad real absoluta condujo a su derrocamiento por el 
Parlamento que ofrece la corona a Guillermo de Orange, casado con María hija de Jacobo II 
estatúder jefe en Holanda, quien asume el trono como Guillermo III en 1689. Luego, 
durante el reinado de Ana, hermana de María, se fusionaron las coronas inglesa y escocesa, 
dando origen al Reino Unido establecido mediante Acta de Unión en 1707. El siglo XVIII 
marca el inicio del esplendor marítimo y comercial inglés. Durante el reinado de Jorge I de 
la dinastía Hannover entre 1714-27, el ministro Walpole introdujo el moderno sistema de 
partidos políticos. En 1776 Adam Smith publica su obra fundamental.  
Las cordiales relaciones entre la metrópoli y sus colonias se vieron pronto entorpecidas por 
el absolutismo político-religioso de los Estuardo. Aunque la guerra del siglo XVIII con 
Francia estimuló momentáneamente la unidad de las colonias, las contínuas rivalidades de 
orden político y económico produjeron la ruptura entre americanos e ingleses. Las colonias 
se sublevan en 1773. La independencia de EEUU se proclamó en 1776 y tras larga guerra 
se consuma en 1783. Esta pérdida la compensa el Reino Unido con la conquista del vasto 
imperio de la India. En 1800 hubo una revuelta nacionalista en Escocia que finalizó 
anexada como simple provincia. En su empeño por limitar en lo posible el poderío francés 
Inglaterra contribuyó a la derrota de Napoleón en 1815.  
La Revolución Industrial proporcionó al país un rápido auge económico y el desarrollo del 
capitalismo desde fines del siglo XVII. En el  reinado de Jorge IV surgieron los sindicatos 
(Trade Unions) que fueron legalizados en 1824. En 1830 se promulgó la Ley de Fábricas 
que por primera vez regula el horario laboral y otros aspectos importantes referidos al 
trabajo obrero. Durante el largo reinado de la emperatriz Victoria I (1837-1901) el imperio 
británico conoció su momento de mayor esplendor convirtiéndose en la primera potencia 
mundial gracias a la habilidad de la soberana y al genio político de sus dirigentes, 
principalmente Gladstone y Disraeli, consolidándose el imperio colonial que a finales del 
siglo XIX, entre sus posesiones incluía al Canadá, la India, Egipto y el Sur y parte del Este 
de África. Inglaterra se convierte en la principal promotora del libre comercio o libre 
mercado entre las naciones. La economía se sustentaba en el patrón oro. 
f. Sinopsis de los Estados Unidos desde su declaración de Independencia en 1776. 
La Independencia de Estados Unidos fue declarada por el Congreso Continental de las 13 
colonias iniciales reunidas en  Filadelfia en 1776 decretando  el estado de guerra contra 
Inglaterra. Tras seis años de conflictos a partir de esta fecha la plena independencia se 
alcanzó en 1783 mediante el tratado de París. Elaborada la Constitución Federal en 1787 
fue aceptada con grandes reservas por muchos de los Estados. Se eligió Presidente a 
George Washington. Durante el siglo XIX se produjo la gran expansión territorial: por 
razones económicas Francia cedió Louisiana en  1803, un vasto territorio que abarcaba la 
cuenca del Mississippi y llegaba hasta la frontera con el Canadá y en 1819 España cedió la 
Florida. En 1848 después de una guerra de dos años con México EEUU se anexionó Tejas 
(Texas), Nuevo México y California e invadió el centro del continente.  
A partir de 1826 la vida política había quedado enmarcada dentro dde dos partidos: 
demócrata y republicano, en términos generales el uno liberal y el otro conservador. EEUU 
aplicó un proteccionismo aduanero que favorecía la industria de los Estados del Norte, en 
perjuicio de los grandes propietarios agrícolas del Sur, lo que además sumó el problema de 
la esclavitud para acentuar el enfrentamiento. Tras la elección del republicano y
antiesclavista Abraham Lincoln en las elecciones de 1860, los Estados del Sur se separaron 
de la Unión lo que desató la guerra civil o Guerra de Secesión. Estalló en abril de 1861 y 
culminó favorable al Norte en 1865. El predominio del Partido Republicano hasta 1912 
contribuyó al desarrollo de una política expansionista anexándose Hawai, Filipinas, Puerto 
Rico y Guam. A raíz de su intervención en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) EEUU 
se convirtió en la primera potencia militar y económica del mundo. Sin embargo la grave 
crisis económica durante la década de los años veinte culminó en la debacle de 1929. En las 
elecciones de 1932 triunfó el demócrata Franklin Delano Roosevelt, quien lanza un acuerdo 
(new deal)  para reimpulsar la economía—de hecho  se acometen grandes proyectos para 
reducir la pobreza e inducir el crecimiento en vastos sectores del territorio del país como la 
Autoridad del Valle del río Tennesee logrando detener el colapso económico. Tras el ataque 
japonés a Pearl Harbor EEUU abandona la política aislacionista durante la Segunda Guerra 
Mundial para combatir con los aliados contra el nazismo alemán, el fascismo italiano y el 
imperialismo japonés. Se convierte en promotor de la organización de las Naciones Unidas 
ONU que se instala en 1945 en San Francisco para promover la paz entre las naciones.  
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