Guillermo Mujica Sevilla || De Azules y de Brumas
El viejo Vicente… y el costo de la Vida
Considerando cómo han subido los precios de los artículos de primera necesidad, especialmente en estos últimos años, y observando que está en la mente de los productores darle un empujoncito al precio de la leche, la carne, los servicio y pare usted de contar...me acuerdo del viejo Vicente, un criollo medio catire, fuerte como un roble, alto como una palmera, y con una sinceridad muy venezolana para decir las cosas. Vicente, en esas horas de tertulia, después de rendir una labor completa, como no lo hacen muchos jóvenes, aclaraba: La verdad es una sola, mire, este pueblo es tan noble que a pesar de quererlo matar de hambre, vive todavía.
¡Dígame eso, hay que ver como han llegado las cosas! Por más que uno trabaje y gane, nunca tiene lo suficiente para ahorrar. Cuando los astronautas llegaron a la Luna, pensé que encontrarían allí un mundo de puro huevos, queso, carne, leche y un sinfín de artículos que han volado más allá de las nubes; pero no fue así, porque hace tiempo que sobrepasaron nuestro satélite y quién sabe si están en otros mundos.
El otro día se me ocurrió almorzar en un restaurante de esos baratos y pedí un mondongo, cual sería mi sorpresa cuando me pusieron una tacita de agua pintada, adentro tenía unas “tripitas” que parecían sortijitas: cuando pregunté el precio, me quedé frío, y solo atiné decirle al mesonero: yo pedí un mondongo de res, no de canario.
Afortunadamente la competencia de los supermercados, que a decir verdad, venden a precios más razonables...ha permitido que el ama de casa haga milagros. ¿Es posible, me pregunto, que esos “comerciantes” que llaman buhoneros, vendan diez mamoncitos o ciruelas por un real? ¿Y las empanadas, que me dicen? una plasta de masa con una miseria de relleno, por un realito. Ahora no hay refrescos de a medio, y los periódicos subieron, hasta el cambur, una fruta tropical, muy nuestra subió como la nata. Pienso, insiste nuestro amigo, que mucha gente se ha metido a la mariguana, porque debe resultar más barata que un kilo de caraotas. Antes, dice sonriendo, las sobras eran para los cochinos, ahora se fregaron, porque las sobras las guardan para la siguiente comida, y cuando usted ve a un señor en una pollera pedir esos huesos que dejan los parroquianos en los platos, con el cuento que es para su perro: el perro es...
Menos mal, como la naturaleza es sabia, ella actúa de acuerdo a la época. Antes usted comía de verdad, me acuerdo de aquello platos de hervido, esas arepotas de puro maíz, ese plato lleno de tajadas y mucha carne, un tolete de queso, un pedazo de jamón con tortilla, una jarra de carato y pare usted de contar, eso era para coger palco, y a nadie le pasaba nada; ahora intente salirse de sus posibilidades, para que le dé un infarto.
Las enfermedades, a mi juicio, no la produce el comer, sino la preocupación interior de comer más de lo que se puede. Y si usted rompe el equilibrio económico, paga las verdes y las maduras, porque además de quedar limpio, se enferma, y lo agarran por un lado los médicos y por el otro lado los remedios, que a decir verdad, en cuanto a los gastos, resulta peor el remedio que la enfermedad
Es interesante, sin lugar a dudas, el juicio crítico de este hombre. Maneja sus ideas con un estilo popular, sincero, sin perder la fe. Supone que esto no lo arregla nadie, ni María; pero cree en el pueblo, su pueblo.
Mientras tanto, como buen venezolano, haciendo chistes de cada situación preocupante, sabe que las cosas están caras, que mañana será peor, y sin embargo, sonríe y dice: ¿Qué puedo hacer? ¡Nada!. El costo de la vida actual no es para hacer chistes; mas haciendo de tripas corazón, seguiremos joviales pero contentos.
Razonando como Vicente de esta manera mientras se pueda diremos:
¡Más vale flaco, que muerto!
Tomado de la Revista In-Fórmate Nº 6 (Septiembre, 1973)
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