VENEZUELA, LA ABSURDA
Antonio
Sánchez García @sangarccs
A Fausto Masó
La cochina de Vladimir Padrino ha trancado el juego. Por orden del dueño del
casino, don Raúl Castro Ruz y su matón a cargo, Nicolás Maduro. No han apagado
la luz porque todavía hay ubres que ordeñar, coca que traficar, petróleo que
extraer. Y de esa leche, de esa coca y de ese petróleo vive Cuba, la puta. Y
sus proxenetas a cargo.
Cuenta el
historiador Manuel Moreno Fraginals en su ensayo Cuba/España, España/Cuba, obra
cumbre de la conciencia histórica cubana escrita de memoria en su exilio
mayamero, que de los millones de esclavos importados de África por la galleguía
blanca que ha mandoneado la isla desde los tiempos de su descubrimiento, sólo
era útil la fuerza de trabajo de los esclavos machos. Las esclavas sobraban. A
no ser que se las usara de vientres para reproducir la esclavitud, o de
prostitutas al servicio de la marinería colonial, que debía pasar a juro por la
isla de ida o vuelta de la península y esperar meses en el ocio de arena, sol y
palmeras mientras se le hacía mantenimiento a la flota. Cuba dispuso así de la
primera industria porno sexual a gran escala de las Américas. Las jineteras
apenas han sido su versión marxista leninista.
Esa isla,
riquísima por cierto gracias a la industria del azúcar y con el mayor número de
condes, duques y marqueses del Imperio en ultramar, a la que Bolívar
despreciara por rastrera ante el poder imperial y a la que Sucre insistía en
invadir para poner en vereda y evitar sirviera de plataforma invasora a la
reconquista, como en efecto, detenta doscientos años después el poder omnímodo
sobre la primera república independiente de Hispanoamérica. Que sacrificó por
liberar a América la misma cantidad de vidas que Cuba importara en esclavos
africanos durante la primera mitad del Siglo XIX: 350.000 almas. Basta ese
hecho insólito – la madre de la independencia americana prostituida por el
último de sus bastardos – para comprender la absurda naturaleza de esta
Venezuela del absurdo. Que en el colmo de la irracionalidad ni siquiera está
administrada por un venezolano por los cuatro costados, sino por un matón
analfabeta de origen incierto.
De allí la
imposibilidad de encasillar la actual situación por la que atraviesa nuestro
país según los cánones y cuadrantes de la lógica sociopolítica. Es la primera
vez en la historia de la región y posiblemente del mundo que un gran país es colonizado
por una isla miserable. Y lo que riza el rizo del absurdo: por la libre
voluntad del colonizado, que sin la menor presión corre a arrodillarse a los
pies de un tirano extranjero. Como también debe ser la primera vez en la
historia de la humanidad que ese servil magistrado decidido a traicionar al
país que presidiera fuera electo y varias veces reelecto por una abrumadora
mayoría de quienes, al cabo de los años, conformarían su aplastante masa
opositora. Un hecho tan absurdo como un celebrado acto de auto mutilación. Por
no hablar de suicidio, que los suicidios suelen obedecer a una lógica.
Desquiciada, pero lógica al fin.
Yo, que viví
la tragedia chilena en sus orígenes, jamás supe de alguna madre que justificara
el asesinato de su hijo por estar de acuerdo con el asesino y en desacuerdo con
su hijo asesinado. Algo tan aberrante como hijos mandando al cadalso a sus
padres, algo sólo visto bajo regímenes totalitarios. Ni de otras madres que
respetaran tal vileza “por corresponder a sus sentimientos”. Son los dos
extremos del absurdo: una gran nación de histórica prosapia sometida a la
tiranía de un exabrupto colonial y una madre que justifica el asesinato de su
hijo porque comparte la política de los asesinos. Sólo en Venezuela, la absurda.
Sólo en un
país degradado a su máxima infamia puede darse el colmo del absurdo de unas
fuerzas armadas al servicio del invasor. Pues sólo unas fuerzas armadas
desquiciadas pueden anteponer los intereses gansteriles que a su oficialidad le
asegura el invasor – narcotraficar o manejar el restante de divisas que deja de
sobra luego de asegurar su tajada, para su propio enriquecimiento. Tantos años
dedicados al estudio de la historia para vivir el colmo del absurdo: un país
entero que se rebela contra un puñado de facinerosos sostenidos por la
soldadesca que viola todos los principios constitucionales. Ladrones
uniformados y uniformados ladrones.
Bertolt
Brecht, un gran poeta alemán, despertó por un momento de la seducción que sobre
él ejercía el comunismo soviético cuando en 1956 las tropas del Pacto de
Varsovia aplastaran a su pueblo que se levantaba en una insurrección muchísimo
menor que la que hoy sacude a Venezuela, la absurda. Y dijo: “si a este
gobierno no les gusta este pueblo, tendrá que salir a buscarse otro”. O nuestro
querido amigo, el poeta catalán José Agustín Goytisolo que escribió ese
maravilloso poema musicalizado por Paco Ibáñez, El Lobito bueno:
“Érase una vez/un lobito bueno/al que maltrataban/todos
los corderos.
Y había también/un príncipe malo,/una bruja hermosa/y un pirata honrado.
Todas estas cosas/había una vez,/cuando yo soñaba/ un mundo al revés.”
Y había también/un príncipe malo,/una bruja hermosa/y un pirata honrado.
Todas estas cosas/había una vez,/cuando yo soñaba/ un mundo al revés.”
El cuadro que
retratan las encuestas es digno de ese mundo al revés. Los millones que
protestan contra el régimen ni siquiera se atreven a imaginar escudos que no
sean de cartón, ni las fuerzas armadas que soportan al régimen se atreven a
asesinar a más de uno o dos manifestantes por día. Venezuela la absurda no es
el Chile de Pinochet ni la Argentina de Videla, donde suceden lo que suele
suceder normalmente en la América Latina de siempre. Pero tampoco es Marruecos,
Libia o el Egipto de la Primavera árabe, donde se da el asombro de lo
extraordinario. ¿Cobardía o sadomasoquismo? Según un importante analista inglés,
es cobardía. Tengo mis serias dudas. Venezuela la absurda está paralizada,
hemipléjica, detenida por la contención del horror que aguarda al borde del
precipicio. Se trancó su historia por la cochina de Vladimir Padrino y todos
hacen como que avanzamos, aunque estamos congelados. Empinados sobre el
cadalso, con la soga al cuello. Es una tragedia a cuenta gotas que, en el colmo
del absurdo, ha terminado en manos de unas bastardas isletas de juguetería
presididas por unos pigmeos mendicantes que pueden trancar con sus patitas la
puerta de la salida que tratan de abrir las grandes potencias de la región. Mil
millones de americanos que buscan quitar la cochina de Vladimir Padrino
boicoteados por los enanos del circo de los Hnos. Castro. ¿No es absurdo?
Dijo Rómulo
Gallegos que los venezolanos eran belicosos, no belicistas. Y preferían
acuchillarse entre ellos antes que acuchillar a sus vecinos. Por eso se han
dejado ultrajar, asaltar y robar por el vecindario, perdiendo ricos y extensos
territorios mientras se distraían ultrajándose a si mismos. Si así no fuera,
una isla miserable no se hubiera hecho de nuestras riquezas. Y para
frenar la tragedia ya hubieran intervenido las grandes potencias. Mientras así
sea, a soportar el sino de esta Venezuela, la absurda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario