Crónicas Republicanas / La República Andante
Asdrúbal González
Estamos en el año 1813. Puerto Cabello en poder de
los realistas. Los días comprendidos entre el cuatro
y el veintiséis de Agosto se diluyen en una suerte
de polémica diplomática-militar sobre si debía
ratificar o no Monteverde, la capitulación celebrada
entre el ejército patriota y la comisión del Capitulo
caraqueño. Monteverde, quien ya había demostrado
un año antes el respeto que sentía por las capitulaciones,
retarda hábilmente la negociación y aprovecha tan
precioso tiempo para preparar la defensa de la plaza;
mientras, el ejército patriota permanecía en la
inactividad, y cuando el veintiséis de Agosto se
presenta ante los muros de Puerto Cabello, lo hace
sin llenar los extremos mínimos a observar en el tipo
de guerra que ahora libraba, cual era la de fijar sitio
formal a una plaza preparada precisamente para
resistirlo. Ni siquiera artillería trajeron los patriotas!
Ante tales elementos, puede fácilmente concluirse
que Bolívar tomó la decisión del sitio en forma
intempestiva, seguro quizás de la posibilidad de que
Monteverde se entregara sin combatir.
El mantenimiento de la plaza resultaba vital para
defender la costa desde Puerto Cabello a Maracaibo,
única parte del territorio en manos españolas. El peso
de la defensa recayó esta vez sobre milicias voluntarias
formadas con los habitantes de la ciudad, reforzadas
con los restos de tropas emigradas: una verdadera
defensa popular, que unida al estallido revolucionario
de los pueblos negros de Paracotos, Tuy, Santa
Lucía, Santa Teresa, San Francisco de Yare, Ocumare,
Cúa, Tácata y Charallave, además del levantamiento a
favor de la causa realista de los habitantes de los llanos,
colocaba a la República y a sus valientes defensores
frente al pueblo que paradójicamente querían
liberar. El año siguiente de 1814 será decisivo, y la
República caerá abatida por un verdadero ejército
popular que los realistas hábilmente habían sabido
mantener bajo sus banderas (hasta tanto la causa
patriota no logra atraerse las simpatías populares
y el pueblo cambia de partido, no estará segura la
emancipación).
El veintiséis de Agosto, dirigido por el Libertador
y su Estado Mayor en pleno, el ejército patriota
atacó Puerto Cabello. Al carecer de artillería,
correspondió a la infantería el peso de la lucha.
Bajo las órdenes de Atanasio Girardot, fueron
conquistadas ese mismo día las vigías Baja y Alta
(del centro) y el reducto del Negro, a las espaldas y
dominando el fortín Solano. En el ataque al
arrabal o pueblo exterior, se debieron sufrir
sobre el flanco izquierdo los fuegos combinados de
la artillería del castillo, del Príncipe, y de buques
de guerra y lanchas cañoneras anclados en la bahía;
sin embargo las tropas de la Unión logran capturar
el arrabal, controlando la desembocadura del río,
fundamental para el establecimiento del sitio.
También fueron capturados los fuertes del Trincherón,
San Luis, Los Tanques y La Puntilla, dominada en
consecuencia la cadena defensiva de la montaña.
Las tropas sitiadoras debieron soportar en los días
sucesivos el incesante cañoneo con balas de todos
los calibres, incendiarias, metralla y bombas, que
arrojaban las bocas de fuego de que estaba bien
provista la plaza. Es sólo el veintinueve de Agosto
cuando los republicanos logran establecer baterías
con algunas piezas traídas desde Valencia y las
acondicionadas de los fuertes de la montaña: con
los fuegos de las baterías recién instaladas, se
logró alejar los buques de guerra que causaban
considerables daños.
En el “Boletín del Ejército Libertador” de fecha 30
de Agosto de 1813, en tres líneas se señala el
establecimiento del bloqueo naval, única forma de
hacer efectivos los esfuerzos del sitio: eran dos
bergantines y tres goletas, las naves de guerra de
la escuadrilla patriota.
A consecuencia del ataque nocturno del 30 de Agosto,
que llevó a las fuerzas sitiadoras frente a los muros
de La Estacada, los realistas del Mirador
Solano deciden evacuarlo; así, tras sólo cuatro días
de asedio, es ocupada la más importante fortaleza
extramuros. En la persecución inmediata,
Antonio Zuazola, comandante del Mirador, junto a
varios soldados, fue capturado el día 2 de
Septiembre. Bolívar aprovecha para reanudar
el canje de prisioneros propuesto desde el
momento mismo de iniciarse el sitio, con la precisa
intención de liberar entre los cientos de cautivos al
coronel Diego Jalón. El presbítero Salvador
García regresó emisario ante Monteverde, proponiéndose
el canje de Zuazola ahorcándole del asta de banderas
del Mirador, y se pasó por las armas los recién
capturados. A pesar de que las negociaciones
continuaron, llegándose a los extremos de aceptar
Bolívar el canje de todos los españoles en poder
de las tropas revolucionarias (se calcularon en
4.000) por los centenares de presos de Puerto Cabello,
se arribó a un punto neutro ante la intransigente
negativa de Monteverde.
El sitio y bloqueo de Puerto Cabello continuó
sin mayores incidentes. Ante los avances de la insurrección
popular en los valles del Tuy, combatida por José
Félix Ribas, Manuel Villapol y Luis María Rivas
Dávila, el Libertador con fecha seis de Septiembre
y desde el Cuartel General frente a Puerto Cabello,
lanzó una proclama sobre la Guerra a Muerte,
que ampliaba notablemente la inicial del quince
de Junio en Trujillo, haciendo extensiva la pena de
muerte a los americanos que conspiraran contra la
estabilidad de la Unión. De tal magnitud debió ser
la conmoción popular que afloraba en esos
momentos en el territorio venezolano, que debió
Bolívar recurrir a medida tan severa contra sus
compatriotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario