El lugar común
El escandalo
- Simón García (Notitarde / )
Simón García
Dijo Voltaire que es probable que la palabra aludiera originalmente a "una piedra que hacia tropezar y caer a las gentes". La suposición del ilustrado filósofo no estaba descaminada. En su raiz griega, el vocablo escándalo envolvía dos significados, obstáculo y trampa, que han ido cediendo terreno al uso que es actualmente común: alboroto, ruido, desverguenza, mal ejemplo.
En el episodio del Alcalde de Valencia se juntan todos estos significados de la palabra escándalo. Los señalamientos causan indignación por lo que hizo contra la ciudad y por la impunidad que rodeó su desempeño, ambas cosas explicables solo por ser miembro del partido oficialista. El poder convirtió en su regla de oro, en el sentido más exacto, impedir cualquier investigación a los suyos, así la fragrancia sea tan notoria como la que se oia, veía y olía, desde hace tiempo, en la calle.
El invitado especial a los consejos de ministros fue defenestrado por quienes lo protegieron desde muy arriba. Los concejales no fueron el factor activo de este resguardo porque aquí no existe democracia participativa y menos aún control popular. Sin embargo, aunque levantaran la mano para bloquear investigaciones, algunos de ellos se distanciaron prudentemente de un hombre ostensiblemente malogrado por un poder vertical y autocrático. Y todavía la procesión sigue andando por dentro.
Edgardo Parra se corrompió bajo la mirada de todos y ahora lo exhiben como trofeo de la lucha amateur contra la corrupción. Fue una operación necesaria para mantener la impunidad a los grandes capos, verdaderos profesionales del asalto al tesoro nacional.
La otra punta de la jugada consiste en distraer, intentando salpicar a líderes de la oposición y arrojando sombras a la honorabilidad de gente decente como es el caso de la exdirectora de Recursos Humanos en el gobierno de Henrique Fernando Salas o del funcionario que Parra dejó encargado de la Alcaldía, Elio Sequera, un maestro de vocación y un luchador social de tanta tradición que resulta inconcebible pensar que se haya manchado las manos. El que acusa está en la obligación de probar.
La celeridad con la que se procedió contra Parra no ocurre con la larga lista de casos y situaciones que pasan en perfecta formación. Demuestra que las altas esferas no están dispuestas ni tienen la capacidad de amputar sus partes gangrenadas. Por otra parte, deja en claro que no hace falta Ley Habilitante para que el gobierno enfrente la corrupción que lo carcome.
El triste final del Alcalde presenta dos características típicas de esta revolución artificial: primero la desidia en la atención al interés público y segundo, la debilidad ética de las cúpulas dirigentes. Parra no es un caso aislado. Es un símbolo de lo que está cayendo.
Hay que volver a colocar la ciudad en las perspectivas delineadas bajo la gestión de Paco Cabrera con el Plan 20-20. No resultara fácil pero es necesario y posible. Sólo hay que comprometerse personalmente a respaldar una gerencia capaz, honesta y afectivamente comprometida con la gente.
Si asumimos esa responsabilidad con la ciudad podremos recuperar el porvenir que perdimos debido a un modelo de gestión más pendiente de apuntalar un régimen nacional que resolver los problemas de Valencia.
Y podremos también comprender que no habrá desarrollo humano aceptable ni ciudad productiva, educadora o solidaria sin la integración de más de la mitad de la población a una nueva idea de valencianidad basada en el derecho de todos a disfrutar de una ciudad que sea de verdad una casa común para todos.
Hay que ayudar a ganar a Cocchiola. Vamos al encuentro del vecino con dudas y del amigo que quiere convertir su indignación en un acto d rebeldía sin consecuencias. Abramos juntos las puertas a una nueva época.
@garciasim
En el episodio del Alcalde de Valencia se juntan todos estos significados de la palabra escándalo. Los señalamientos causan indignación por lo que hizo contra la ciudad y por la impunidad que rodeó su desempeño, ambas cosas explicables solo por ser miembro del partido oficialista. El poder convirtió en su regla de oro, en el sentido más exacto, impedir cualquier investigación a los suyos, así la fragrancia sea tan notoria como la que se oia, veía y olía, desde hace tiempo, en la calle.
El invitado especial a los consejos de ministros fue defenestrado por quienes lo protegieron desde muy arriba. Los concejales no fueron el factor activo de este resguardo porque aquí no existe democracia participativa y menos aún control popular. Sin embargo, aunque levantaran la mano para bloquear investigaciones, algunos de ellos se distanciaron prudentemente de un hombre ostensiblemente malogrado por un poder vertical y autocrático. Y todavía la procesión sigue andando por dentro.
Edgardo Parra se corrompió bajo la mirada de todos y ahora lo exhiben como trofeo de la lucha amateur contra la corrupción. Fue una operación necesaria para mantener la impunidad a los grandes capos, verdaderos profesionales del asalto al tesoro nacional.
La otra punta de la jugada consiste en distraer, intentando salpicar a líderes de la oposición y arrojando sombras a la honorabilidad de gente decente como es el caso de la exdirectora de Recursos Humanos en el gobierno de Henrique Fernando Salas o del funcionario que Parra dejó encargado de la Alcaldía, Elio Sequera, un maestro de vocación y un luchador social de tanta tradición que resulta inconcebible pensar que se haya manchado las manos. El que acusa está en la obligación de probar.
La celeridad con la que se procedió contra Parra no ocurre con la larga lista de casos y situaciones que pasan en perfecta formación. Demuestra que las altas esferas no están dispuestas ni tienen la capacidad de amputar sus partes gangrenadas. Por otra parte, deja en claro que no hace falta Ley Habilitante para que el gobierno enfrente la corrupción que lo carcome.
El triste final del Alcalde presenta dos características típicas de esta revolución artificial: primero la desidia en la atención al interés público y segundo, la debilidad ética de las cúpulas dirigentes. Parra no es un caso aislado. Es un símbolo de lo que está cayendo.
Hay que volver a colocar la ciudad en las perspectivas delineadas bajo la gestión de Paco Cabrera con el Plan 20-20. No resultara fácil pero es necesario y posible. Sólo hay que comprometerse personalmente a respaldar una gerencia capaz, honesta y afectivamente comprometida con la gente.
Si asumimos esa responsabilidad con la ciudad podremos recuperar el porvenir que perdimos debido a un modelo de gestión más pendiente de apuntalar un régimen nacional que resolver los problemas de Valencia.
Y podremos también comprender que no habrá desarrollo humano aceptable ni ciudad productiva, educadora o solidaria sin la integración de más de la mitad de la población a una nueva idea de valencianidad basada en el derecho de todos a disfrutar de una ciudad que sea de verdad una casa común para todos.
Hay que ayudar a ganar a Cocchiola. Vamos al encuentro del vecino con dudas y del amigo que quiere convertir su indignación en un acto d rebeldía sin consecuencias. Abramos juntos las puertas a una nueva época.
@garciasim
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