La literatura es profética, porque tiene un sexto sentido
Alfredo Fermín
“A partir de cierta edad, el reconocimiento literario es muy importante porque ayuda al escritor. El silencio, el fracaso, disminuyen la creatividad, sobre todo cuando se es joven. Esto ha hecho mucho daño. Hay muchos escritores suicidas. En este sentido me rebelo; he tenido suerte pero lo he vivido”.
Nuria Amat hizo esta afirmación durante la visita que hizo a Valencia para ser reconocida con la orden Alejo Zuloaga de la Universidad de Carabobo, como una de las más distinguidas narradoras en lengua española de los últimos años, durante la Feria Internacional del Libro, Filuc.
Ha sido un lujo conversar con esta celebridad, extraordinaria narradora, pionera de la metaliteratura y otros nuevos lenguajes en los que funde géneros literarios con lo autobiográfico y la ficción.
En el encuentro que sostuvimos en el cosmopolita ambiente del hotel Hesperia, la escritora habló de la soledad del escritor y en especial de su caso por la falta de su madre que murió estando ella muy pequeña.
-Me sentía un poco aislada. Además, estaba la diversidad de Cataluña, donde puedes escribir en español o en catalán y la España de los años 60 y 70 en donde no encontraba la literatura que me llegase, hasta que descubrí la literatura latinoamericana, cuyos autores me dieron fuerza para escribir.
Su novela "Todos somos Kafka" pasó inadvertida en España y sin embargo es pionera de la meliteratura castellana.
En esta novela, los personajes son libros y escritores. El padre de la narradora es Kafka; James Joyce es su amante. Metaliteratura es poner la literatura dentro del libro, pero eso ya pasó.
Creo que fui la primera tocada por el boom, por lo cual digo que a mí me descubrió América Latina como escritora. Julio Ortega, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, fueron ellos los que me leyeron, no los españoles. Luego me casé con un colombiano. Comencé a escribir novelas que ahora tienen éxito pero, en aquel momento nadie las entendió. De mi novela "Todos somos Kafka" nadie escribió una reseña en España.
-¿A qué se debió su acercamiento y conocimiento de América Latina?
-A los 24 años me enamoré de un profesor colombiano de literatura y nos vinimos a Latinoamérica. Recorrimos México y Centroamérica. Vivimos en Colombia durante seis meses, de los cuales cuatro los pasé en El Chocó, en la selva colombiana habitada por negros, sin carreteras, a veces sin comida. Fue la experiencia más maravillosa para entender el mundo y la literatura. Mi primera hija nació en Colombia. Después regresé a Europa pero estaba atenta a lo que ocurría en Colombia.
En el año 2000 comencé a escribir sobre aquel país. Siempre estuve al tanto de los desplazados, las FARC, los paramilitares en la selva. Comencé a escribir la novela "Reina de América", en la que una chica de una ONG llega a Bogotá y se enamora de un perseguido. Todos los personajes son colombianos y resulta que en aquel lugar donde está situada la novela está pasando exactamente lo que narro. Cuando la novela la leen en Colombia me invitan para la presentación. La gente se preguntaba: ¿cómo una catalana pudo escribir sobre lo que nos está pasando sin estar aquí?
Yo respondí: "Esto es la literatura que capta la realidad con un sexto sentido, mejor que los periodistas". La literatura es profética de alguna manera. Por eso escribo. Aprendo de la realidad más que de otro tipo de información. Acumulas información pero, en el momento de escribir, todos los recuerdos y lo que has leído aparecen.
-¿Influyó en esta novela el Realismo Mágico de América Latina?
-He escrito bastante sobre el Realismo Mágico. En "Reina de América" hay algo de Los "Pasos Perdidos" del escritor cubano Alejo Carpentier, a quien conocí en París, antes de que muriera en 1980. Es un pequeño homenaje a ese gran escritor que está siendo olvidado.
-A su fama de escritora se agrega su amistad con escritores famosos.
-Tenemos un destino que desconocemos. Pero creo que los deseos profundos se cumplen. Desde jovencita pensaba que iba a conocer escritores. No los he buscado, no soy de las que van en busca de la fama, pero me ha llegado. Mis libros me sirvieron de pasaporte de entrada. Sobre mí han escrito Carlos Fuentes y Vargas Llosa, quien es amigo. Eso tiene un sentido, porque los escritores formamos parte de un árbol genealógico que nos une.
-Después del boom ¿cómo está la narrativa latinoamericana?
-El boom de la literatura latinoamericana ha dejado herencia. Fue un producto comercial con sentido, porque allí está la gran literatura del siglo XX. ¿Pero dónde están las escritoras del boom? Son muchas las escritoras que fueron silenciadas, quizá por el machismo que existe acá y en España.
Amor I Guerra
Este es el título de la última novela de Nuria Amat, ganadora del Premio Ramón Llull de las letras catalanas, por la maestría en la construcción de los personajes. En los dos bandos de la Guerra Civil Española -comenta la escritora- había buenos y malos. Esta es una novela de amor, de guerra, con muchos personajes. Es un homenaje a Guerra y Paz. De lo que digo allí nadie puede decir que no es verdad, de lo cual estoy orgullosa. El personaje principal es una mujer anarquista, como metáfora del anarquismo de Barcelona, puro, solidario, generoso. Esta mujer se enamora de un personaje del otro bando que es Ramón Mercader, pariente de mi padre, el asesino de Trotski. Es una investigación cuidadosa. Esto se acerca mucho a la poesía, que dice las cosas como nadie las ha dicho antes. Quería saber cómo un chico de la burguesía catalana se convierte totalmente al marxismo y, al final, asesina en México a un revolucionario, posiblemente enviado por Stalin, en 1940 .¿Por qué? La imagen que existe de Ramón Mercader ya no es. Hice una investigación que está en la novela hasta que Mercader tiene 24 años y lo sacan de España y lo preparan con un objetivo. Yo le llamo el James Bond de Stalin. No es un sicario, para nada. Sabía perfectamente lo que hacía. Mató a un solo hombre, pagó por ello. Pero otros comunistas que mataron a muchos en España, están en la gloria.
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