Por ahora
En el país hemos perdido tantas cosas durante el paso de este caballo del Apocalipsis que uno se protege evitando hacer el registro
Procuro alentarme pensando que la crisis que está destruyendo al país tiene límite y reparo. Es evidente que sí, pero digo: procuro alentarme pensando que la crisis tiene límite y reparo en un tiempo que respete la medida de la vida humana. Una crisis de 50 años, como la de Cuba, es un crimen contra los días. Una de 15 años ya lo es, para qué mentirnos.
Por lo demás, no se trata de una crisis cualquiera sino de una alienación del alma venezolana. En el país hemos perdido tantas cosas durante el paso de este caballo del Apocalipsis que uno se protege evitando hacer el registro.
A la lista se suma ahora el Papel Literario, un dolor discreto si se piensa que desde 1999 han sido asesinadas más de 155.000 personas. Nuestra imaginación es incapaz de ver crudamente lo que significa esa cifra, que hace 30 minutos sumó un ciudadano más. Si lo hiciéramos, si lográramos observar la imagen de ese horror, colapsaríamos, perderíamos el juicio para siempre. Pero porque no podemos resignarnos en nombre de la muerte, quienes aquí seguimos acudimos a lo nuestro en busca de conciencia: vamos a los libros y a la prensa con la confianza de hallar en ellos una claridad que nos ayude a pensar en el país sin volvernos locos. Entre las ayudas con que contábamos estaba el Papel Literario. Era una peña amable a la que uno se acercaba para escuchar las voces del presente y del pasado. En no pocas ocasiones sus páginas nos depararon alegrías que conjuraban el fastidio del domingo.
Hace unos meses le dije a Elisa Lerner que no suelo archivar periódicos, pero que guardaría como un tesoro su artículo sobre Rodolfo Izaguirre publicado ese fin de semana en el Papel. Ya no será posible, Elisa.
Por ahora. Espero que el corazón no me engañe cuando me hace sentir que una nobleza viril nos asiste en la lucha contra esta ignominia. Quiero decir: no pienso renunciar a mi nombre ni al de los míos, pero tampoco voy a negar que me avergüenza que mis abuelos y la gente mayor a la que tanto le debemos estén viendo que tenemos el país entre las manos sin saber qué hacer. Un día sabremos.
Por lo demás, no se trata de una crisis cualquiera sino de una alienación del alma venezolana. En el país hemos perdido tantas cosas durante el paso de este caballo del Apocalipsis que uno se protege evitando hacer el registro.
A la lista se suma ahora el Papel Literario, un dolor discreto si se piensa que desde 1999 han sido asesinadas más de 155.000 personas. Nuestra imaginación es incapaz de ver crudamente lo que significa esa cifra, que hace 30 minutos sumó un ciudadano más. Si lo hiciéramos, si lográramos observar la imagen de ese horror, colapsaríamos, perderíamos el juicio para siempre. Pero porque no podemos resignarnos en nombre de la muerte, quienes aquí seguimos acudimos a lo nuestro en busca de conciencia: vamos a los libros y a la prensa con la confianza de hallar en ellos una claridad que nos ayude a pensar en el país sin volvernos locos. Entre las ayudas con que contábamos estaba el Papel Literario. Era una peña amable a la que uno se acercaba para escuchar las voces del presente y del pasado. En no pocas ocasiones sus páginas nos depararon alegrías que conjuraban el fastidio del domingo.
Hace unos meses le dije a Elisa Lerner que no suelo archivar periódicos, pero que guardaría como un tesoro su artículo sobre Rodolfo Izaguirre publicado ese fin de semana en el Papel. Ya no será posible, Elisa.
Por ahora. Espero que el corazón no me engañe cuando me hace sentir que una nobleza viril nos asiste en la lucha contra esta ignominia. Quiero decir: no pienso renunciar a mi nombre ni al de los míos, pero tampoco voy a negar que me avergüenza que mis abuelos y la gente mayor a la que tanto le debemos estén viendo que tenemos el país entre las manos sin saber qué hacer. Un día sabremos.
El Carabobeño 27 octubre 2013
Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
afermin@el-carabobeno.com
Ha sido un acierto de la Alcaldía de Valencia la suspensión de la Feria Agroindustrial cuando la ciudad es víctima de momentos críticos ocasionados por una pésima administración que la mantiene inundada de basura, insegura y destrozada como no se había visto antes. Cinco años fueron suficientes para que las principales instituciones y todo lo que se había logrado se derrumbaran estrepitosamente sin posibilidades de salidas inmediatas.
Fue como si un tsunami seco se hubiese arrojado sobre la orgullosa Valencia para humillarla y arruinarla ante la indiferencia de sus dirigentes, que dan la impresión de que esa política de Estado no es con ellos. Siempre hemos creído que lo que ha pasado en esta ciudad no fue casual. Fue planificado para que luego aparecieran los salvadores.
De otro modo el presidente Chávez no se habría expresado, tantas veces, irrespetuosamente de esta ciudad, a la que llamaba nido de víboras. Expresiones que repitieron -aquí mismo- Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Ni se nos hubiesen impuesto el gobierno de Luis Felipe Acosta Carles y la candidatura a gobernador de Mario Silva, quien afortunadamente perdió.
Las ferias, durante la gestión del alcalde Paco Cabrera, lograron prestigio internacional por su organización, por la espectacularidad que se le dio a la Plaza Monumental y al Parque Recreacional y por la calidad y abundancia de espectáculos que se ofrecían.
El alcalde fallecido actuaba como un conserje, pendiente de los más mínimos detalles para que todo estuviese impecable y, con el carisma que poseía, atendía a los visitantes. Lo mismo hacía con los industriales, los embajadores, los toreros y los artistas que con la ciudadanía residente en el norte y en el sur de la ciudad, logrando una convivencia y participación que parecían imposibles, sin que se registraran incidentes. En aquel ambiente, en el que había y se sentía seguridad, la gente amanecía, otro detalle insólito en una ciudad industrial donde la gente se acuesta temprano. Y hasta que no salía el último de los visitantes, el alcalde Paco no se retiraba a su hogar.
TODO SE DERRUMBÓ
De repente, cambió el gobierno municipal y las ferias solo sirvieron para malgastar millones de bolívares. Se despidió a un personal especializado que pasaba un año en la organización para lograr el autofinanciamiento y la contratación de los mejores espectáculos. En su lugar colocaron a gente sin experiencia ni capacidad gerencial.
Las casetas al estilo sevillano, los escenarios, las tarimas, la megabarra, los bien cuidados jardines y la laguna decorada como para un escenario cinematográfico, desaparecieron en menos de un año.
En la administración del alcalde Edgardo Parra las ferias se transformaron en un bochinche con saldo de trifulcas y de heridos, protagonizado por bandas de malandros. Ni le gente del norte ni la del sur volvieron al recinto ferial por temor y porque los espectáculos eran grotescos. No volvieron las sucursales de grandes bares y restaurantes ni de empresas transnacionales, sino ventas de perros calientes, choripanes y parrillas sobre humaredas asfixiantes, demasiado marginales.
El concejal Claudio Suárez aseguró que las ferias se convirtieron en “un barril sin fondo”. Puso como ejemplo que en el presupuesto de este año a Fundatur, la dependencia organizadora, se le asignaron 15 millones de bolívares; después, por traslados de partidas, le inyectaron diez millones más y por créditos adicionales están solicitando seis millones más para atender compromisos no presupuestados. Esto significa que, por lo menos, se perdieron 31 millones (31 mil millones de bolívares de los viejos) sin ningún beneficio para la ciudad.
SÍ LO SABÍAN
Ante tanto despilfarro y destrucción de un patrimonio de la ciudad, es imposible creer que los concejales no estuviesen enterados de lo que estaba ocurriendo con ese desangramiento del presupuesto municipal. El alcalde Parra era, presuntamente, el cabecilla pero la cámara municipal también tienen su cuota de responsabilidad porque, sin su aprobación, no se hubiese incurrido en los increíbles actos de corrupción denunciados en los últimos días. Tenemos que estar claros en esto. Aquí no vale la excusa de que nosotros no sabíamos.
En enero de este año, el concejal Claudio Suárez pidió una investigación sobre el mal manejo que estaba haciendo el alcalde de los recursos y, con el voto unánime de los concejales del PSUV, la proposición fue negada.
¡A LOS TOROS!
Con un escándalo de tal magnitud y estando la infraestructura en el suelo, lo más conveniente era la suspensión de las ferias. Ojalá que no sea por tiempo indefinido. Se ha informado que por gestiones de Héctor Breña, secretario de Producción y Turismo del Ejecutivo regional, el gobernador Francisco Ameliach ha dado su respaldo para mantener las corridas de este año en la Monumental. Es un espectáculo organizado por la empresa privada Agrocasta, gerenciada por el torero Erick Cortez, que incluye a grandes figuras de la tauromaquia.
Se le habría ocasionado un gran daño a la Monumental si se hubiese rescindido el contrato, por lo cual la afición está obligada a responder con su presencia ante este gesto de conciliación del gobernador Ameliach, quien ha expresado su voluntad de mantener las tradiciones valencianas entre las que están, desde tiempos muy antiguos, las corridas de toros.
Salvada la fiesta, el viernes 15 de noviembre, con toros de San José de Bolívar, tendremos a Antonio Ferrera, Iván Fandiño y Hassam Rodríguez El Califa. El sábado 16, con toros de El Capiro, veremos al rejoneador Andrés Chica, Juan José Padilla, David Fandilla El Fandi y el venezolano Manolo Muñoz. El domingo 17 vuelve la legendaria Corrida de la Prensa con un cartel de lujo con nada más y nada menos que el maestro Enrique Ponce, el rejoneador Francisco Javier, Erick Cortez y Daniel Luque. Los toros serán de Rancho Grande y El Prado. Dios reparta suerte con un lleno hasta la bandera. Valencia se lo merece.
A DARSY ALVARADO, nuestra muy querida compañera en El Carabobeño, a sus hermanos: el magnífico tenor William Alvarado, Melicia, Nelly, Fanny, Argenis y Carlos Alvarado Ramos, nuestra solidaridad por el fallecimiento de su querida madre Pascualina Ramos. El novenario está siendo celebrado en la iglesia de La Asunción y Santa Rita, en El Trigal, a las 5,30 p.m.
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