Colectivos armados chavo/maduristas en accion. 2017
Revolucion Francesa.
Les presento este archivo de articulos que me llevaron a
recordar una etapa de la historia universal que me resulta un manido lugar comun que detesto: La Revolución
Francesa conflicto social y político, con diversos periodos de
violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras
naciones de Europa que
enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la
autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó
con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799. Según la
historiografía clásica, la Revolución francesa marca el inicio de la Edad Contemporánea al sentar las bases de
la democracia moderna, lo que la sitúa en el corazón del siglo XIX. Abrió
nuevos horizontes políticos basados en el principio de la soberanía popular, que será el motor de las revoluciones de 1830, de 1848 y de 1871. Se une al primer articulo, la opinión de
un
profesional dedicado a las luchas sociales valencianas, Julio Castillo
Sagarzazu, formado en Francia, quien trae a colación también a los sans-culottes,
expresión que significa literalmente
«sin calzones». Eran los partisanos de
las izquierdas revolucionarias en 1789, miembros de las clases sociales más
bajas; típicamente eran quienes realizaban labores manuales como artesanos,
obreros y campesinos. Constituyeron la mayor parte del ejército revolucionario
durante el inicio de la Revolución francesa. El término está
relacionado con las modas y costumbres del siglo XVIII, ya que los sectores
sociales más acomodados vestían con unos calzones cortos y ajustados (los culottes),
mientras que muchos miembros del Tercer
Estado llevaban pantalones largos, porque eran de los sectores menos
acomodados de la sociedad (no privilegiados) en un articulo de prensa, donde
recuerda, como buen seguidor de Lev
Davídovich Bronstein (Yánovka, Ucrania, 26 de
octubre./ 7 de noviembre de 1879 - Coyoacán, México, 21 de
agosto de 1940), más conocido como Lev
Trotski o, en español,
como León Trotski, que Castillo fue
en su juventud en Carabobo, en los años que había que calarse a toda Venezuela
izquierdista, y a todos los comunistas considerarse “sans culottes”, tierras
que trajeron los lodos de la “Revolucion castro/chavista” y su entronización ya
hace 20 años, la importancia de las luchas sociales para los gobiernos o
quienes aspiren a serlo, a lo largo de la historia, so pena de que se les venga
encima un lio como el de la Revolucion Francesa, comodin tras el que se oculta
tooodo movimiento que se proclama “defensor del pueblo”.
Viene a colación también esta comparación con la intención
malvada del régimen de Hugo Chavez y Nicolas Maduro, de comparar por consejo de
Fidel Castro y su aparato represor el G2 cubano, esta parodia de luchas sociales
venezolanas con las que llevaron a la población parisina a escenificar la
Revolucion Francesa. Los castro/chavistas/maduristas mezclan todo termino sin
darse cuenta de lo que dicen. Nicolas Maduro califica según terminología cubana
también, a la oposición venezolana como pelucones, siendo Pelucón un
termino en alusión al anacrónico uso de pelucas por
parte de la aristocracia, es
una denominación coloquial, habitualmente despectiva, con que se conocía en Chile, durante la
primera mitad del siglo XIX, al bando político conservador. Sus
rivales liberales,
en tanto, eran llamados pipiolos por los pelucones. Aunque no
muy bien difundida la palabra pituco, este vocablo quiere decir lo
mismo que pelucón en Ecuador, Perú y pituco o pelucón en Chile.
Para que vean mis lectores la magnitud del equivoco del régimen
en su verborrea incontrolable, que no se da cuenta que la palabra debe ser
coherente con la imagen y la acción ilustro lo que digo con una imagen de la reunión
entre el “pelucon” Lorenzo Mendoza, Presidente de Empresas Polar que suministra
el alimento al pueblo venezolano cumpliendo con eficiencia la labor que debería
ejercer el Estado y mas representante de una ideología comunista, con el
sans culotte Nicolas Maduro, “Presidente” de Venezuela. Observen bien la imagen ¿Quién
es el pelucon de verdad?
Una imagen vale mas que mil palabras. Mas adelante leerán
un testimonio al mejor estilo de la época del terror de la Revolucion Francesa,
que escenificaron las autoridades del régimen al expropiar en una humilde zona
de Caracas, una panadería regentada por un trabajador portugués al que
despojaron como los déspotas malvados que dicen odiar por burgueses y dueños de
las riquezas, en un claro ejemplo de convertirse en lo que mas se quiere
destruir, la mascara y la sombra del inconsciente colectivo venezolano en acción…juntas
para deshonor de quienes se dicen representantes del “pueblo”.
El pan nuestro
El superintendente William Contreras decidió actualizar
los registros del exministro Juan Carlos Loyo expropiando terrenos con su
pistola al cinto, para condenarlos a un fracaso por el que nadie ha pagado
“Las calles son del pueblo no de la oligarquía”. La consigna era repetida por unos militantes del PSUV que llegaron a desplazar a los vecinos que protestaban en la esquina Cuartel Viejo de la avenida Baralt, por el asalto oficial que inutilizó a la panadería Mansion’s Bakery. Oligarcas en la parroquia Altagracia, sería en los tiempos de Guzmán Blanco; pero la coherencia no caracteriza al chavismo, por eso los beneficiarios temporales del local sacaron el mismo día del asalto la charcutería y las bebidas, un robo que no aumentó la cantidad pan y por eso los vecinos protestaban.
Un comité diseñado para distribuir alimentos importados bajo criterios de discriminación política, no entiende de producción, de estructuras de costo ni de sustentabilidad. Por eso robaron antes de producir, atropellaron antes de entender el nodo de esta guerra ficticia: la escasez de otros alimentos aumentó el consumo de pan, hecho con harina de trigo que solo compra y distribuye el Gobierno. El pan se convirtió en lo más barato, lo que puede calmar el hambre más rápido.
Un comité diseñado para distribuir alimentos importados bajo criterios de discriminación política, no entiende de producción, de estructuras de costo ni de sustentabilidad. Por eso robaron antes de producir, atropellaron antes de entender el nodo de esta guerra ficticia: la escasez de otros alimentos aumentó el consumo de pan, hecho con harina de trigo que solo compra y distribuye el Gobierno. El pan se convirtió en lo más barato, lo que puede calmar el hambre más rápido.
El superintendente William Contreras (y su carnal Carolina Cestari, Jefa del Distrito Capital imitando a lo mejor sin darse cuenta, a Maximilien Robespierre (Arras, 6 de mayo de 1758-París, 28 de julio de 1794), abogado, escritor, orador y político francés apodado «el Incorruptible». Fue uno de los más prominentes líderes de la Revolución francesa, diputado, presidente por dos veces de la Convención Nacional, jefe indiscutible de la facción más radical de los jacobinos y miembro del Comité de Salvación Pública, entidad que gobernó Francia durante el periodo revolucionario conocido como el Terror, quien fue arrestado y guillotinado el 28 de julio de 1794 (10 de Termidor) junto a veintiuno de sus seguidores, sucumbiendo a su caída política ocasionada por la propia inestabilidad que él mismo había generado), decidió actualizar los registros del exministro Juan Carlos Loyo expropiando terrenos con su pistola al cinto, para condenarlos a un fracaso por el que nadie ha pagado. La Sundee ha obligado a bajar los precios del pan (para venderlo a pérdida), ha impuesto qué se debe producir (pan canilla y francés) y ha criminalizado la única estrategia para que una panadería no quiebre: vender otros productos. Sus condiciones son incumplibles y el atropello solo complica nuestras circunstancias, nos enseña cuánto aumenta la irracionalidad y la violencia del Estado, como la desnutrición y la muerte por ella.
Atacando las consecuencias de sus políticas económicas, bajo la excusa de la soberanía, el Gobierno hace lo que le da la gana, desplaza su responsabilidad directa y atropella derechos humanos. Es un ejercicio terrible que nos devuelve al terreno del más fuerte, de hacerlo porque pueden y hasta que puedan. Solo el PSUV pretende ganar una guerra destruyéndose a sí mismo mientras arrastra a todo el país en el intento.
En medio de este desastre, Nicolás antepone la posibilidad del reconocimiento internacional a sus propios ciudadanos, por eso envió 100.000 cajas CLAP a las víctimas de la tragedia en Perú, mientras los venezolanos viven una catástrofe diaria entre las puertas de cualquier panadería y el contenido de las bolsas de basura que ahí se acumulan.
En la guerra del hambre perdemos todos, porque mañana los
conspiradores podemos ser usted y yo, por saber leer y escribir; porque el
Gobierno puede atacar otras esferas de la propiedad privada, seguir violando
derechos humanos, sellar su procura de miseria y represión, el pan nuestro de
cada día.
Este medio no se hace responsable por las opiniones
emitidas por sus colaboradores
Doble Play “Las velas que son”
Notitarde marzo 2017.
Julio Castillo
Todo parece indicar que los partidos de la oposición
lograrán superar las barreras y obstáculos que el CNE oficialista puso de
manera caprichosa y abusiva para evitar que se validaran.
Como lo dijimos la semana pasada, con ocasión de la
estupenda jornada de validación de Voluntad Popular, esto demuestra que los
ciudadanos venezolanos están dispuestos a responder cuando sienten que las
iniciativas por las que tienen que movilizarse son eficaces y eficientes.
Demuestra también que cuando las dictaduras abren fisuras democráticas hay que
colarse por ellas. Sin ilusiones, pero sin desaprovechar ningún mecanismo que
nos permita comunicarnos y movilizar a la gente.
No hay duda que la vanguardia opositora, los militantes
de los partidos y los que están permanentemente ocupados en la política se han
movilizado y que en este segmento de la sociedad las fuerzas están
relativamente intactas y se han sobrepuesto a las vacilaciones de la oposición
y su dirección.
A nuestro juicio, la única asignatura pendiente de las
fuerzas democráticas venezolanas es su vinculación con las luchas sociales del
pueblo. También sobre esto hemos escrito en anteriores oportunidades.
Desgraciadamente, desde la exitosa campaña electoral que
nos llevó a la victoria del 6D, la oposición ha abandonado el discurso social y
se ha centrado solo en la agenda política. El revocatorio, la salida de Maduro,
la Carta Democrática, Almagro, la revalidación, las candidaturas, etc. Todas cosas
importantes pero que no deberían ser el centro del accionar
político. Mientras
tanto, la gente sigue padeciendo. Los CLAP no resuelven los problemas de
nuestros compatriotas más pobres. Apenas el sábado centenares de manifestantes
trancaron la autopista a Pto. Cabello exigiendo les entregaran las cajas que ya
habían pagado. El show de las panaderías ha pasado desapercibido con el
gobierno copando la escena.
Es bueno recordar que ningún cambio importante de la
historia de la humanidad se ha hecho ignorando la situación social de las
mayorías. Hay gente que cree ingenuamente que, en la
Revolución Francesa, por
tomar un ejemplo, los sans culottes de París salieron a la calle con las
banderas de Igualdad, Fraternidad y Libertad. Pues no fue así, salieron porque
se había acabado el pan y el hambre se cernía sobre sus familias. Fue la
vanguardia política la que hizo enfocar la lucha contra la monarquía y que hizo
llegar las masas a Versalles para centrar la responsabilidad en el Rey.
Ya sabemos que la unidad opositora venezolana no es
homogénea que en su interior anidan diferencias importantes, pero justamente
por no ser todos iguales es por lo que debe abrirse un debate que culmine en
una estrategia y una táctica común para enfrentar a un gobierno que está pronto
a hundirse en el subsuelo de la impopularidad.
Lo repetimos de nuevo. Para provocar la salida de esta
pesadilla solo hace falta una dirección confiable y creíble de la oposición,
una política común y coherente afincada en las necesidades apremiantes de los
ciudadanos. Lo otro, la impopularidad de gobierno, su incapacidad de resolver
los problemas del país, ya existe y es evidente para los venezolanos.
La tarea es compleja, pero el viento sopla a favor de la
democracia. Solo hay que izar las velas correctas.
TAL CUAL mar 27, 2017 (Retuiteando)
Adentro, pequeños grupos de gente en rebullicio, ansiosa
por conocer cómo sería el nuevo trámite para obtener el pan, porque
evidentemente allí no se estaba vendiendo nada.
El viernes no resistí la tentación y fui a empaparme, con
mis propios ojos, de la marcha del proceso de “ocupación temporal” de la
panadería Mansion´s Bakery en plena esquina Cuartel Viejo de la avenida Baralt,
a escasas dos cuadras del palacio de Miraflores. Digamos que en escenarios como
ese es donde se va amasando, en caliente, la esencia de la revolución.
Habían pasado 72 horas desde que el superintendente
William Contreras, quien se esmera en acompañar cada acción de despojo con una
vejación al empresario o al encargado de los negocios que asalta, como si eso
revistiera de heroicidad el atropello, había ordenado echar a patadas al
propietario de la panadería. Un lusitano con 25 años trabajando en el mismo
lugar. Al hombre, según contó, no se le permitió ni sacar el efectivo de las
ventas del día.
Afuera, uniformados deambulando con caras de fastidio.
Adentro, pequeños grupos de gente en rebullicio, ansiosa por conocer cómo sería
el nuevo trámite para obtener el pan, porque evidentemente allí no se estaba vendiendo
nada. Me acerqué a la barra a pedir un café, pero nadie se dio por aludido.
Finalmente, una jovencita me tomó en cuenta: “Disculpe, señor, pero los chicos
salieron a comer”. Eran las 5 de la tarde. La caja registradora, sin nadie que
la atendiera, había adquirido, en su abandono, un conmovedor aire de
obsolescencia. Toda una pieza de museo.
Detrás de uno de los mostradores, arca de cristal
inmensamente vacía, estaba quien parecía ser el jefe del operativo: un joven
alto con pelambre de rastafari y grandes dientes, como de roedor gigante. Se le
acerca una morenita de afro para decirle que “de allá arriba están esperando
que mandemos pan”. Responde que ya se verá qué se hace porque “chama, a mí me
dejaron todo el día solo”.
El sábado la panadería no abrió sus puertas. Pegado en la
entrada, un pliego de papel escrito con marcador informaba que no trabajarían
por causa de “limpieza e inventario”. El domingo entraron en acción los
graffiteros, verdaderas estrellas del proceso, que dedicaron todo el día a pintar
la cara de Chávez, quien sembrado y todo prosigue su labor devastadora. A pesar
de que la toma es “temporal”, sobre la entrada principal ya fue pintado un
nuevo nombre: “Minka”.
El lunes el cartel de la entrada fue cambiado por otro en
el que se les participaba a los consumidores que la panadería ahora sólo
produciría panes para los CLAP, con lo cual la posibilidad que tenían los
vecinos de adquirir el producto diariamente haciendo cola frente al local,
había desaparecido. Ahora sólo tendrán acceso a las canillas reguladas quienes
pertenezcan a los comités de Cuartel Miraflores, Jardín Miraflores, Misia
Jacinta y Victoria Altagracia. “Primero los CLAP”, ha sido la discriminatoria
orden de Maduro. Cachitos, piñitas y panes dulces fueron suplantados con enlatados.
El descontento subió de tenor la noche del martes cuando
los vecinos, viéndose sin pan, decidieron protestar y cerraron el paso de
vehículos en la avenida Baralt. Muy importante: sin importarle la cercanía de
Miraflores. La GNB colocó sus fuerzas antimotines, mientras los ocupantes de la
panadería pedían refuerzos a los colectivos para enfrentar las “fuerzas
escuálidas”. Claro, escuálidas del hambre.
Finalmente, vino la orden del jefe malandro: que se
retire la GNB y que los colectivos se encarguen de los vecinos. Así ocurrió y
al final encapuchados, paramilitares del gobierno, penetraron hasta los
edificios. Quitan el pan y reparten hambre y amenazas. Pero la lucha sigue.
Gregorio Salazar.
http://www.talcualdigital.com/Nota/138785/lucha-por-el-pan
Este medio no se hace responsable por las opiniones
emitidas por sus colaboradores.
Uno de los recuerdos mas repetidos de la Revolucion Francesa es el que voy a narrar a continuacion que viene muy bien para el momento que vivimos en Venezuela
Si no tienen pan, que coman pasteles
María Antonieta de Austria (1755-1793)
María Antonieta de Austria (1755-1793)
Mucho de lo que se contaba sobre ella se correspondía con
los hechos. No era ningún ángel y no tenía un carácter especialmente bueno. Sin
embargo, a la postre fueron burdas mentiras las que llevaron a su trágico
final. Pero en su penalidad, en sus horas más amargas, María Antonieta
impresionó incluso a sus enemigos por su aguante y dignidad.
María Antonieta, la hija menor de la emperatriz María
Teresa, no se caracterizaba por su calidez humana ni había recibido una
educación que la fomentara. Según el lema «Deja que los otros hagan la guerra,
tú, feliz Austria, ¡cásate!», la pequeña Maria Antonia Josepha Johanna, a la
que todos llamaban simplemente Antoinette, tenía marcado el camino de una vida
llena de poder y suntuosidad, la vida apropiada a un miembro de la casa de los
Habsburgo. Apareció el esposo adecuado cuando Francia quería consolidar su
todavía reciente alianza con Austria y el poderoso ministro francés Choiseul,
antiguo protegido de Madame de Pompadour, sugirió que el joven delfín y más
tarde Luis XVI se casara con una hija de la casa real austriaca.
Cuando fue elegida Antonieta, con sólo catorce años de edad,
en la corte austriaca se hizo evidente que hasta entonces se había descuidado
la educación de la futura reina de Francia y señora de Versalles. Con un curso
intensivo se intentó eliminar las carencias, pues al fin y al cabo Versalles
era el modelo de la ceremonia y la etiqueta de las cortes de Europa. Sin
embargo, quedaron lagunas. Antonieta, hermosa y caprichosa, era antojadiza,
superficial y distraída. Sólo la música lograba retener a veces su atención. En
una ocasión tocó música con el pequeño Mozart.
En mayo de 1770 llegó a Francia la adolescente mimada y se
casó con el delfín, de quince años de edad y carácter bondadoso, si bien
espesote y regordete. La coqueta princesa no tardó en enredarse en la tupida
red de intrigas de la corte francesa. Falta de experiencia práctica y poco
ducha en las astucias y sutilezas diplomáticas, la delfina no logró ganarse el
favor de la corte. Todo lo que hacía parecía girar en torno de su pequeño
mundo, se la reputó de superficial y se la acusó de derrochar dinero para sus
diversiones. María Antonieta disfrutaba con los juegos de azar y no mostraba
ningún interés por su pueblo.
En 1774 Luis XVI y María Antonieta se convirtieron en los
reyes de Francia. Al principio la población era partidaria de la joven pareja
real. El intento de María Antonieta de influir en la política del rey nombrando
y destituyendo ministros - intentó por ejemplo restituir en su cargo al anteriormente
despachado Choiseul - la malquistó todavía más en la corte y como ejercía su
posición caprichosamente todavía se ganó más enemigos. Un encuentro con la
soberana podía ser humillante. Uno no podía dirigirle la palabra si la reina no
se lo requería antes. Las tías del rey pronto empezaron a llamarla
despectivamente «l’Autrichienne» (la austriaca). También la opinión del pueblo
dio un vuelco. Se esperaba con impaciencia el nacimiento de un heredero al
trono. Sin embargo, la joven pareja no consumó el matrimonio hasta siete años
después de la boda, pues un estrechamiento del prepucio convertía el acto
sexual en un suplicio para el joven rey. Mientras tanto la reina se resarció
con relaciones amorosas con cortesanos y favoritos. Sus vestidos eran extravagantes
y muy costosas sus diversiones, como los bailes de máscaras sin el
acompañamiento del rey, los juegos de azar o la vida en su palacete Petit
Trianon. Sus enemigos supieron dar copiosas informaciones al respecto.
Tras ocho años de matrimonio, por fin María Antonieta dio a
luz; pero fue una niña. En 1781 llegó al mundo el delfín Louis Joseph
Alexander; fue un gran alivio. María Antonieta abandonó su antigua vida de
diversiones y politiqueos y se retiró a su ámbito privado; se dedicó a sus
hijos, para los que fue una madre afectuosa. En 1785 estalló el caso del collar
de la reina: el joyero Bohmer reclamó a la reina 1,5 millones de libras por un
collar de diamantes encargado en nombre de la soberana por el cardenal de
Rohan. Se llegó a decir que, para conseguir el collar, la reina habría
intentado entablar relaciones amorosas con el cardenal. Ella lo negó todo e
insistió en arrestar al cardenal, al que acusó de insultarla al achacarle la
compra del collar. El rey confió el asunto al Parlamento, que determinó que la
culpa correspondía a un par de aventureros, Jeanne Valois de La Motte y su
marido, y disculpó al cardenal de Rohan, engañado pero inocente. La reina,
aunque inocente también, fue tratada con gran desconsideración por el pueblo.
En esa época el país y el estado se acercaban a un abismo.
Luis, aunque era una persona honesta y de buen talante, no tenía ni la fuerza
de voluntad ni las capacidades para llevar a cabo las reformas necesarias.
Algunas acciones hechas con buenas intenciones, como la reinstauración del
Parlamento, produjeron los efectos contrarios a los deseados. Los poderes
establecidos del clero y la nobleza, que llevaban la voz cantante en el
Parlamento, se opusieron a cualquier restricción de sus privilegios. En el
momento decisivo, el rey negó su apoyo a ministros competentes como el ministro
de Finanzas Turgot o, más tarde, al banquero Necker.
Sin saber qué hacer, el 5 de mayo de 1789 finalmente el rey
convocó los Estados Generales, una asamblea a la que acudían representantes de
la nobleza, el clero y el tercer estado. Desde 1614 no se habían convocado los
Estados Generales, y esto significaba la capitulación de Luis como soberano
absoluto. Sin embargo, ni él ni sus consejeros advirtieron los peligros que
amenazaban a la monarquía. Un nuevo poder estaba preparado para entrar en
acción. El tercer estado hacía mucho tiempo que tenía un gran peso en la
economía y la sociedad, una importancia que quería ver plasmada en la actividad
política. Cuando empezó la asamblea de los Estados Generales, pronto resultó
evidente que la nobleza y el clero se negaban a renunciar a sus privilegios, y
mucho menos a compartir el poder político. Cuando cuestiones de procedimiento
impedían el avance y el rey era incapaz de tomar ninguna decisión, el 17 de junio
los miembros del tercer estado se declararon como los únicos integrantes de la
Asamblea Nacional.
La mayoría del clero y algunos nobles, los liberales, se les
unieron dos días después. El 20 de junio los diputados se sorprendieron al ver
las puertas de su sala de reuniones cerrada y custodiada por soldados.
Inmediatamente, temiendo la disolución y recelando de un golpe de poder real,
los diputados se reunieron en una sala cercana, una pista de juego de pelota,
donde pronunciaron un juramento solemne de no separarse hasta dar a Francia una
constitución. Luis estaba dispuesto a hacer concesiones, pero se negó a aceptar
la igualdad de todos los ciudadanos y la abolición de la aristocracia. A pesar
de que los apoyos al Rey entre los diputados disminuían, la amenaza de un golpe
militar seguía en el aire; elementos del ejército francés empezaban a llegar a
las inmediaciones de París y de Versalles. La situación estalló el 14 de julio
de 1789, cuando el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes
y asaltó la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico pero
también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones
apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes
tomaron la prisión y mataron a su gobernador, el Marqués Bernard de Launay,
cuya cabeza clavada en una lanza pasearon por toda la ciudad. La Revolución
francesa había comenzado.
Entre tanto María Antonieta intentó convencer a su esposo
para huir con la familia a Metz donde había tropas reales. Sin embargo, el rey
se negó a huir. Cuando en las próximas semanas el rey una y otra vez rehusó
abolir oficialmente los derechos feudales, la gente sospechó que tras la
terquedad del rey estaba su mujer, y L’Autrichienne se convirtió en el blanco
principal del odio del pueblo.
Entonces cundió con la rapidez de un rayo una anécdota que
ejemplificaba su altivez cínica y desalmada. María Antonieta, se decía, habría
preguntado, durante un paseo que dio con su cochero, por qué toda la gente parecía
tan desgraciada. «Majestad, no tienen pan para llevarse a la boca», le
respondió. En efecto, la mala cosecha del año 1789 había hecho explotar los
precios del pan; el hambre amenazaba. Y María Antonieta habría contestado a esa
explicación: «Si no tienen pan, que coman pasteles» (S’ils n’ont pas de
pain, qu’ils mangent de la brioche).
Seguramente María Antonieta jamás dijo estas palabras. Lo
más probable es que alguien las extrajera de las Confessions del
filósofo Jean-Jacques Rousseau, el escritor de más éxito en la época de la
revolución. En su libro escrito entre 1766 y 1770, Rousseau menciona que una
princesa –a la que no nombra- pronunció estas palabras cuando vio a gente
hambrienta. Algunos sostienen la tesis de que estas palabras habrían sido pronunciadas
casi cien años antes por María Teresa de España (1638-1683), la esposa de Luis
XIV. En el momento en que Rousseau escribió este episodio, María Antonieta
todavía era una niña y vivía en Austria. No obstante, en la Francia de 1789
todo el mundo creía que este comentario cínico sólo podía haber salido de
labios de María Antonieta. A lo largo y ancho del país, la reina fue insultada
en panfletos y obras de teatro. Incluso se llegó a decir que mantenía
relaciones incestuosas con su hijo.
En junio de 1791 la familia real intentó huir. En Varennes
fueron reconocidos, detenidos y devueltos a París. Según se cuenta, María
Antonieta envejeció de la noche a la mañana y su pelo se llenó de canas. El 10
de agosto de 1792 se produjo la insurrección: las Tullerías fueron asaltadas y
la familia real transferida a la prisión del Temple, una fortaleza medieval de
París y antigua sede de los Caballeros Templarios. Luis fue depuesto como rey y
ya sólo era el «ciudadano Louis Capet».
Desde julio, los revolucionarios estaban librando la que más
tarde se llamaría primera guerra de coalición contra Austria, en cuyo bando se
unieron varios estados europeos: entre otros el Piemonte, Prusia, Gran Bretaña
y España. Las casas reales de estos países no estaban dispuestas a aceptar la
sustitución de la monarquía por otra forma de gobierno ni, de forma particular,
la eliminación de la monarquía francesa. Al principio, la cosa no pintaba muy
bien para los mal organizados revolucionarios. Sin embargo, el 20 de septiembre
de 1792, la batalla de Valmy (también conocida como el cañoneo de Valmy) supuso
un punto de inflexión en la guerra. Por primera vez el ejército revolucionario
logró detener el avance de un ejército enemigo, en este caso las tropas
prusianas comandadas por el duque de Brunswick. Goethe, quien formaba parte del
séquito del duque de Sajonia-Weimar-Eisenach y fue testigo de la batalla de
artillería, por la noche dijo en el círculo de los oficiales del Estado Mayor
las célebres palabras: «Aquí y ahora comienza una nueva época de la historia
universal, y podréis decir que habéis sido testigos de ello».
No obstante, Luis seguía siendo un peligro para los
revolucionarios. El antiguo rey todavía tenía muchos partidarios. Se temía la
contrarrevolución. En las calles de París el populacho alborotaba y pedía la
cabeza de Luis. Sobre todo el líder de los jacobinos radicales, Robespierre,
quería que el rey destronado fuera ejecutado. Finalmente, la Convención
Nacional lo condenó a muerte con una mayoría de 361 votos a favor frente a 360
votos en contra. El 21 de enero de 1793 Luis fue decapitado en la Place de la
Révolution (la actual Place de la Concorde). La cabeza cercenada fue mostrada a
la multitud.
María Antonieta, ahora llamada la «viuda Capet», impresionó
a todo el mundo por la piedad, el valor y la dignidad que mostró durante su
encarcelamiento en la prisión de la Conciergerie, donde compartió su destino
con más de 2.500 presos. Como medida de seguridad, se cegó la ventana de su
celda y se la mantuvo bajo vigilancia constante. No podía realizar ningún
movimiento sin que un carcelero la siguiera con su mirada. Ya había sido
separada de su segundo hijo, quien tras la muerte de su hermano mayor en junio
de 1789 se había convertido en el heredero al trono. El delfín murió en 1795, con
sólo diez años de edad, en la prisión parisina del Temple. Por último, también
la separaron de su hija, el único miembro de la familia real que sobrevivió a
la revolución.
El 14 de octubre de 1793, el fiscal Fouquier-Tinville abrió
un proceso contra María Antonieta por actividades contrarrevolucionarias. En
una sala oscura y con el suelo de madera, la antigua reina hubo de hacer frente
a un proceso de quince horas en el que intervino un gran número de testimonios
inculpatorios. También fue llamado a declarar el periodista radical
Jacques-René Hébert, quien retomó la acusación de que María Antonieta había
tenido una relación incestuosa con su hijo menor. Actualmente se sabe que María
Antonieta reveló a Austria los planes de ataque de los franceses; sin embargo,
entonces esto no se pudo demostrar.
De un modo imprevisto, la digna actitud mostrada por la
antigua reina durante su propia defensa motivó muestras de simpatía entre el
público. No obstante, la condena a muerte ya estaba fijada de antemano.
Escribió a su cuñada Elisabeth, que la había acompañado durante mucho tiempo en
prisión y que todavía estaba encerrada: «Me acaban de condenar, no a una muerte
deshonrosa –que sólo lo sería tal para los criminales-, sino a que me reúna con
vuestro hermano (…) Pido a todos aquellos que conozco (…) perdón por cualquier
daño que, sin saberlo, les haya podido ocasionar (…) Adieu, ¡buena
y dulce hermana! (…) ¡Os mando un abrazo de todo corazón a usted y a sus
queridos hijos!». Elisabeth, que nunca recibió esta carta, al año siguiente
también fue ejecutada en la guillotina.
Dos días después de la condena, el 16 de octubre de 1793,
María Antonieta subió a una austera carreta que estaba enganchada a un caballo
negro. Llevaba un vestido blanco, le habían atado las manos a la espalda y
cortado los cabellos encanecidos. Coronaba su cabeza una modesta gorra como las
que se ponian las mujeres de aquella época al levantarse por la mañana. Su
mirada parecía distante. ¿Se habían resignado su espíritu y su corazón a su
destino?
Todo París salió a la calle para ver cómo la carreta llevaba
a María Antonieta al cadalso. Durante una hora la siniestra procesión fue
avanzando sobre el tosco adoquinado de las calles con destino a la Place de la
Révolution. Los sentimientos de la multitud eran variados: el morbo se mezclaba
con el afán de venganza. ¿Había también monárquicos entre los mirones? El nuevo
estado no bajaba la guardia; en las calles había miles de gendarmes. Cerca del
cadalso la gente estaba tan apiñada que la carreta no pudo avanzar. Asustado,
el caballo se encabritó. El verdugo y su hijo se pusieron delante de María
Antonieta para protegerla. Parecía que todos estos acontecimientos no afectaran
a la rea, que ni siquiera bajó la vista. Subió las escaleras de la tarima de
madera y se colocó delante de la guillotina. Los preparativos duraron cuatro
torturantes minutos, hasta que por fin la cuchilla cayó a toda velocidad. El
verdugo cogió la cabeza por los cabellos y la mostró a la multitud, que gritó:
«¡Viva la revolución!».
Hébert comentó en su panfleto Père Duchesne: «¡Por fin esta
maldita cabeza se separó de su cuerpo de ramera! ¡Pero debo reconocer que
aquella carroña fue valiente y arrogante hasta el final!». Medio año más tarde
él mismo subió al cadalso, después de implorar en vano lo que le había negado a
María Antonieta: clemencia
EL PUEBLO DE VENEZUELA ENTERA TIENE HAMBRE!!! RECUERDEN QUE ANTE ESA NECESIDAD NO HAY PODER QUE DETENGA A HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS
BURLADOS Y MALTRATADOS POR QUIENES LOS USARON PARA ADQUIRIR PODER.
yeezy boost
ResponderEliminarbalenciaga
jordan 4
retro jordans
moncler jackets
kd shoes
lebron shoes
yeezy boost 350
canada goose outlet
golden goose outlet