“YO NO ROBÉ, TOMÉ LO QUE ERA DE TODOS”
Gustavo Coronel | marzo 4, 2017/ Web del Frente
Patriotico
Una entrevista
hecha en 2019 a un alto funcionario chavista recluido en la cárcel de Albany
New York
NOTA
Este es
un caso gerencial preparado por el suscrito para el uso de una universidad
latinoamericana. Como tal, es parte ficción, parte realidad. Es un ejercicio en
futurología porque 2019 aún no ha llegado. Y por supuesto, todavía no
existe un Roberto Ramos preso en Albany. El nombre dado a la Compañía Estatal
es ficticio. Cualquiera similitud con la realidad es pura coincidencia.
INTRODUCCIÓN
La compañía
estatal de Energía de Venezuela, EDVSA, se declaró en bancarrota a fines del
año 2017. Sus finanzas sufrieron un progresivo deterioro por años, hasta que no
le quedó otro camino que declararse en cesación de pagos ante sus cada vez más
numerosos acreedores. Las razones para este colapso fueron múltiples, entre
ellas, el abandono de su misión original a favor de actividades agrícolas y
pecuarias que no tenían relación alguna con su trabajo, el desvío de grandes
sumas de dinero hacia actividades políticas del gobierno destinadas a perpetuar
a los gobernantes en el poder y, especialmente, al robo y corrupción
generalizada existente en la empresa por parte de sus gerentes y contratistas.
Al poco tiempo
del colapso de EDVSA se derrumbó el régimen. Se llevaron a cabo elecciones
generales y llegó a la presidencia Luis Lozano, quien había estado preso por
algunos años y había llegado a ser el líder democrático con el mayor número de
seguidores. Entre las acciones que se tomaron de inmediato se incluyó el
enjuiciamiento de aquellos gerentes de EDVSA quienes habían sido los
principales responsables de la debacle de la empresa. En paralelo, sin embargo,
las investigaciones de la justicia estadounidense habían llegado a establecer
la culpabilidad de uno de ellos, Roberto Ramos, quien había estado en la
presidencia de esa empresa en el pasado. Los Estados Unidos lo enjuiciaron y lo
condenaron a 20 años de prisión en la cárcel de Albany, Nueva York.
Allí fue
entrevistado por Edward Smith, un profesor de la Universidad de Harvard, quien
estaba escribiendo un libro sobre criminales de cuello blanco, a lo Bernie
Madoff (esquema Ponzi) o a lo Kenneth Lay (Enron). Smith estaba interesado en
saber la razón por la cual este funcionario había robado tanto dinero y se
había comportado como si fuera el dueño de la empresa que había presidido. Lo
normal es que un gerente del sector público o del sector privado tenga el
interés de la empresa y de sus accionistas como su primera prioridad, no su
enriquecimiento personal o el uso de la empresa para lograr objetivos políticos
o tribales, como fue el caso en Venezuela. ¿Que lo hizo actuar de manera
diferente? Comprender los motivos por los cuales Roberto Ramos había malgastado
y robado tanto dinero del sector público era el objetivo fundamental de su
entrevista con el recluso.
LA
ENTREVISTA
El profesor Smith
llegó a la cárcel de Albany a las 8 de la mañana y, después de identificarse,
fue llevado a una pequeña sala donde solo había una mesa y dos sillas de
material plástico, además de un inmenso espejo a lo largo de una de las
paredes. Se le dio un control similar al de un televisor y se le dijo que, si
tenía necesidad, apretara el botón único que poseía el control y de inmediato
tendría ayuda. La entrevista sería monitoreada por funcionarios de la cárcel a
través del espejo. Sobre la mesa había un termo con café, una jarra con agua y
vasos, todo de material plástico. A escasos minutos de su llegada se abrió la
puerta y entró el recluso, vestido con unas bragas anaranjadas, acompañado de
un funcionario, quien lo presentó al profesor y se retiró. El recluso era un
hombre aun joven, alto, de aspecto tranquilo. Smith le dio los buenos días y le
preguntó si sabía cuál era su objetivo. Ramos asintió y le manifestó, con voz
lenta y tranquila, que estaba listo para responder a sus preguntas, porque se
sentía inocente.
La entrevista
se transcribe a continuación:
Smith: A usted se
le ha acusado y sentenciado por malversación de fondos, apropiación indebida de
unos $1500 millones, lavado de dinero, fraude cambiario y ejercicio de su
actividad gerencial para el beneficio de un grupo de relacionados y socios. En
primer lugar, ¿acepta usted la validez del veredicto que lo ha llevado a prisión
por 20 años?
Ramos: Por
supuesto que no. Soy un preso político de los Estados Unidos. Mi sentencia ha
sido el resultado de mi actividad anti-imperialista y de mi gran afinidad
ideológica con nuestro gran presidente Hugo Chávez, que en paz descanse. Fui
uno de sus más íntimos colaboradores, lo acompañé en sus actividades
anti-imperialistas en todo el planeta y eso no me lo perdona este gobierno de
derecha, colonialista y reaccionario.
Smith: Sin
embargo, las pruebas exhibidas durante el juicio suenan contundentes. Hay
depósitos bancarios que han sido hechos a sus cuentas en diferentes bancos de
Europa y Asia, hay testimonios de empresarios quienes alegan que fueron objeto
de extorsión por parte de usted o de sus representantes. Que me puede decir
sobre esto?
Ramos: Ustedes
nunca podrán comprender que nuestra revolución posee una cultura diferente.
Nuestra ética es diferente. Ese dinero no es mío, es de la revolución. Está al
servicio de la revolución. Así lo decía con claridad Antonio Rodríguez, uno de
mis predecesores: utilizar el dinero del estado para los fines de la
revolución no es robo, no es un crimen. Es un deber revolucionario.
Smith: Pero, ¿no
es evidente que el uso de ese dinero para fines particulares representa una
violación de los derechos del pueblo, de los accionistas de la empresa? ¿No
siente usted que su acción ha dañado a la gente?
Ramos: No. Yo no
le hecho daño a nadie. No he asaltado a nadie, no le he robado la cartera a
nadie, no he agredido a ningún venezolano. No conozco a nadie a quien yo haya
defraudado. Ese dinero pertenecía al estado y el estado es un ente difuso,
impersonal. El criminal comete un crimen contra alguien pero yo no he cometido
un crimen contra nadie en particular
Smith: Pero….
Ramos
(Interrumpiendo): Cuando hay un terremoto en la India y mueren 5000 personas,
usted se siente triste al ver la noticia pero a los 30 minutos esa
tristeza se ha olvidado. La tragedia está muy lejos de usted para ser
internalizada. Pero si usted ve que alguien apuñalea a otra persona y ve al
cuerpo allí tirado en el suelo, eso no se le olvida nunca. Yo tuve que
tomar decisiones en la empresa para el bien de la revolución, no para
perjudicar a nadie en particular. Al contrario, fíjese que le dedicamos mucho
dinero y esfuerzos a las viviendas, a la comida gratis, a la siembra de sorgo y
a la cría de ganado, todo para beneficio del pueblo.
Smith: todo esto
que usted me dice confirma las razones para el enjuiciamiento, Sr. Ramos. Usted
utilizó la presidencia de su empresa, una empresa de la Nación, para fines
propios.
Ramos: Mire. Yo
actué como un verdadero gerente. Todo lo que yo hice estuvo determinado por un
análisis previo de costo-beneficios, eso es gerenciar. Cuanto me va a costar y
cuanto beneficio voy a derivar de lo que hago. El costo de mis decisiones lo
veía muy bajo. ¿Quién me iba a impedir que hiciera lo que decidiera hacer?
Teníamos… yo tenía un poder absoluto. Y ese poder absoluto eliminaba todo
posible costo, todo riesgo, nos daba total vía libre. Si cometía un error,
¿quién me lo iba a echar en cara? ¿Quién me iba a enjuiciar desde la
revolución? Mis decisiones sobre personal, sobre utilización de recursos, sobre
las políticas de la empresa nunca tuvieron costo, solo beneficios para nuestro
proyecto.
Smith: ¿No
pensaba usted que la moral debía ser un componente importante de su análisis
costo-beneficio?
Ramos: Por
supuesto que sí. Yo soy un revolucionario moral. Dentro de la revolución cabe
todo, fuera de la revolución nada. Nosotros encontramos al llegar al poder una
deuda social inmensa con los pobres. Nos decidimos a pagarla, no importaba
cómo. Tomamos el dinero del estado para darlo a los pobres o para utilizarlo a
fin de consolidar a la revolución en el poder.
Smith: Pret
Bharara, el fiscal de estado de Nueva York ha dicho que gente que actúa como
usted “pesa el riesgo de que lo apresen contra los beneficios de su acción y,
basado en eso, toman su decisión”. Por lo que usted me dice, su decisión de
tomar el dinero que era de la Nación fue un acto muy racional.
Ramos: Bharara
tenía razón. Mis riesgos eran nulos en un país que controlábamos totalmente.
Todas las instituciones estaban en nuestras manos. La vía de la revolución
estaba abierta de par en par. Pero debo agregar algo. Mis decisiones
estaban respaldadas por mi sentimiento, por razones totalmente intuitivas, no
enteramente analíticas. Cuando uno tiene poder, lo ejerce. Yo vi que tenía la
oportunidad de darle un vuelco a la situación social en Venezuela, una en la
cual los ricos explotaban a los pobres. Decidí ayudar a voltear la tortilla:
comenzamos a darle dinero a los pobres y a expropiar a los ricos, a los
explotadores. Decidí que ahora era nuestra oportunidad de progresar y nivelar a
la clase burguesa hacia abajo, dándoles a probar su propia medicina. La clase
media había sido la causante de casi todos nuestros males. Ahora nos tocaba a
los de abajo. Bastante nos habían humillado en el pasado. Mi comandante Chávez
lo entendía así y por ello decidí colaborar con él cien por ciento y convertir
a EDVSA en una empresa al servicio de la revolución.
Smith: Y ahora,
¿como explica usted que la nación esté arruinada, que la empresa haya
colapsado, que los pobres sean hoy más pobres que nunca?
Ramos: Los
Estados Unidos codician nuestras riquezas, sienten envidia de nosotros y ello
la ha hecho promover una guerra económica inmisericorde. Han visto como nuestra
revolución estaba a punto de capturar la solidaridad de toda la región, desde
Cuba hasta Nicaragua y Bolivia y ello la hizo reaccionar en contra nuestra.
Ellos son los culpables.
Cuando el
profesor Smith regresó a Harvard puso sus notas en orden y combinó el resultado
de esta entrevista con las otras que tenía sobre el crimen de cuello blanco.
Una de sus conclusiones fue que la gente que comete estos crímenes no cree
estar haciendo nada pecaminoso. Y ese sentimiento de no estar haciendo nada
malo se debe, en gran medida, a que no existe suficiente sanción social y
moral en contra de los criminales. A quien se roba un bastón de pan en una
panadería se le aplica todo la sanción social. Pero a quien roba el pan
de miles de accionistas de la empresa que desfalca, lo promueven con frecuencia
a posiciones de todavía mayor responsabilidad. Ramos, por ejemplo, ya pensaba
en ser presidente de Venezuela, antes de ser enjuiciado por una autoridad
foránea. En Venezuela nunca lo hubieran enjuiciado y probablemente hubiera sido
elegido presidente.
La tragedia
personal de Roberto Ramos, hoy en una celda de Albany, fue causada no solamente
por sus carencias de honestidad y de conciencia cívica sino por la cobardía de
quienes estaban a su lado, por el silencio cómplice de quienes lo criticaban de
manera velada pero nunca lo acusaron abiertamente.
Si el profesor
Smith hubiera conocido el dicho probablemente lo hubiera utilizado: “La culpa
no es solo del ciego sino de quien le da el garrote”.
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