Paris, 1871.
Ministro de las Comunas en Venezuela.
Otra confusión propia del onanismo mental de la revolución chavista/madurista
que quiere hacer realidad lugares comunes izquierdistas de la historia
universal, en especial de la francesa, con la creacion de caricaturas de esos iconicos movimientos, pero eso si, sin la fiereza y valentia que aquellos exigian, ¡NO! son adaptados a la version de la izquierda de Ignacio
Ramonet, la izquierda “caviar”. Uno de esos lugares comunes que ya hieden es la tan vilmente interpretada y escenificada Comuna
de París (en francés: la
Commune de Paris) que fue un breve movimiento insurreccional que
gobernó la ciudad de París del 18 de
marzo al 28 de mayo de 1871, instaurando un
proyecto político popular autogestionario, que para algunos
autores, se asemejó al anarquismo o al comunismo.
Tras la derrota y derrumbe del gobierno imperial de Napoleón
III en la guerra franco-prusiana (1870-1871),
París fue sometida a un sitio de más de cuatro meses (19 de
septiembre de 1870-28 de enero de 1871), que culminó con la entrada triunfal de
los prusianos —que se retiraron de inmediato— y la proclamación imperial
de Guillermo I de Alemania en el Palacio de Versalles.
Debido a que París no aceptaba rendirse, la nueva Asamblea Nacional y el gobierno
provisional de la República, presidido por Adolphe
Thiers, prefirieron instalarse en Versalles y
desde ahí doblegar a la población rebelde. El vacío de poder en París provocó
que la milicia ciudadana, la Guardia Nacional Francesa, se hiciera de
forma efectiva con el poder a fin de asegurar la continuidad del funcionamiento
de la administración de la ciudad. Se beneficiaron del apoyo y de la
participación activa de la población obrera descontenta, del radicalismo
político muy extendido en la capital que exigía una república democrática, y de
la oposición a la más que probable restauración de la monarquía borbónica.
Al intentar el gobierno arrebatarles el control de las baterías de cañones que
habían sido compradas por los parisinos por suscripción popular para defender
la ciudad, estos se alzaron en armas. Ante esta rebelión, Thiers ordenó a los
empleados de la administración evacuar la capital, y la Guardia Nacional
convocó elecciones para el consejo municipal que fue copado por radicales
republicanos y socialistas.
La Comuna (el término commune designaba
entonces y aún designa al ayuntamiento en francés) gobernó durante 60 días
promulgando una serie de decretos revolucionarios, como la autogestión de las
fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos
de las obreras, la laicidad del Estado, la obligación de las iglesias de acoger
las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de
los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas. Muchas
de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada
que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno
provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza. Tras un mes de
combates, la reconquista del casco urbano provocó una fiera lucha calle por
calle, la llamada «Semana Sangrienta» (Semaine
sanglante) del 21 al 28 de mayo. El balance final supuso unos 10 000
muertos, el destrozo e incendio de más de 200 edificios y monumentos
históricos, y el sometimiento de París a la ley
marcial durante cinco años.
Ya que los sucesos de la Comuna de París tuvieron lugar
antes del cisma entre anarquistas y marxistas,
ambos movimientos políticos la consideran como propia y la celebran como la
primera toma de poder de las clases proletarias en la historia de Europa
occidental. Karl Marx la describió como el primer ejemplo
concreto de una dictadura del proletariado en la
que el Estado es tomado por el proletariado,8 a
lo que Bakunin respondió
que —al no depender de una vanguardia organizada y no haber arrebatado el poder
al Estado francés o intentado crear un estado revolucionario— la comuna
parisina era anarquista.
Trasfondo
Guardia Nacional en el frente de batalla. (Francia)
Ministro de la Defensa de la Revolucion castro/chavista/madurista en el frente del jalabolismo.
La revolución puso inesperadamente el poder en manos de
la Guardia Nacional, responsable de la
defensa de la ciudad durante la guerra, mientras el Gobierno de Defensa
Nacional dirigido por Adolphe
Thiers se encontraba refugiado en Burdeos. La
comuna fue posible gracias a un levantamiento popular de todas las tendencias republicanas
dentro de París después de que la Guerra Franco-prusiana terminase con la
derrota de Francia.9 La
guerra con Prusia,
comenzada por Napoleón III (Louis Napoléon Bonaparte) en
julio de 1870, se desarrolló desastrosamente para Francia, y en septiembre del
mismo año, tras la derrota en la Batalla de Sedán, los diputados republicanos
derrocaron el (segundo) Imperio y proclamaron la República.10 Días
después, París quedó bajo el asedio del ejército enemigo prusiano.
La escasez de comida, sumada al constante bombardeo
prusiano, llevó a un descontento general. Desde la revolución de 1848 la población se
había vuelto cada vez más receptiva a ideas republicanas más radicales. Una
demanda específica fue la de que París debía poseer un gobierno autónomo, con
una comuna elegida por la propia población, algo que ya disfrutaban la mayor parte
de las ciudades francesas, pero que era negado a París por un gobierno temeroso
de la indócil población de la capital. Un deseo más vago pero también
relacionado fue el de un sistema de gestión de la economía más justo, no
necesariamente un sistema socialista,
resumido en el grito popular de «la république démocratique et sociale!».
En enero de 1871, cuando ya habían transcurrido 4 meses de
asedio, Louis-Adolphe Thiers, futuro jefe ejecutivo
(más tarde presidente) de la Tercera República Francesa, buscó
un armisticio que fue firmado el día 26 en el Palacio de Versalles, a la espera de que se
lograran acuerdos de paz definitivos. El Canciller Otto
von Bismarck, que se había instalado en Versalles,
representaba al emperador de Alemania exigió para
París la rendición de las plazas fuertes de las fortificaciones que rodeaban la
capital, el desarme de los soldados que aseguraban la defensa de la capital, la
posibilidad de entrar en París y el pago de un rescate de 200 millones de
francos.
Por aquel tiempo más de 200.000 parisinos eran miembros
armados de la «Guardia Nacional», una milicia de
ciudadanos dedicada al mantenimiento del orden público en tiempos de paz, pero
que desde septiembre de 1870 se había expandido mucho (de 60 a 254 batallones)
para ayudar a defender la ciudad. Los batallones elegían a sus propios
oficiales y poseían algunos cañones que habían sido fabricados en París y
pagados por suscripción pública. La ciudad y su Guardia Nacional habían
resistido el ataque de las tropas prusianas durante seis meses, por lo que la
población de París consideraba humillante tanto la rendición como la ocupación.
En el mes de febrero, 2000 delegados de la federación de los
batallones de la Guardia Nacional eligieron un «Comité Central» que votó nuevos
estatutos para reorganizar la Guardia y aprobó que no se dejarían desarmar por
el gobierno, llamando a las principales ciudades francesas a que les imitaran.
Las tropas prusianas tenían previsto entrar simbólicamente en París el 1 de
marzo, dejando a Thiers que se encargara de la rendición de la capital. La
víspera, el 28 de febrero, el comité de la Guardia Nacional mandó pegar en todo
París el «Cartel negro» (Affiche noire), un cartel bordeado de negro en
señal de luto recomendando a los parisinos que no salieran de sus casas y
evitaran todo altercado o manifestación. El día 1 de marzo el ejército prusiano
desfiló en una ciudad desierta, limitándose a los distritos XVI, XVII y VIII. La abandonaron el mismo día sin ningún
incidente.
Días antes de que los prusianos entraran en París, la
Guardia Nacional, ayudada por civiles, había puesto los cañones (que
consideraban de su propiedad) a salvo de los prusianos y los había almacenado
en distritos seguros situados en las colinas de Montmartre y Belleville, en los límites de
la ciudad. El principal «parque de cañones» estaba en las alturas de
Montmartre.
Mientras tanto las elecciones legislativas del 8 de
febrero, destinadas a sustituir el Gobierno de Defensa Nacional, habían
dado a la Asamblea Nacional una amplia mayoría monárquica (dividida entre legitimistas y orleanistas)
seguida de los republicanos conservadores, todos partidarios de firmar la paz.
En París, el voto fue mayoritariamente republicano radical, encabezando las
listas de diputados Louis Blanc, Víctor
Hugo, Léon Gambetta y Giuseppe Garibaldi. Por el Pacto de Burdeos,
Thiers aseguró a la Asamblea que su gobierno se iba a dedicar a levantar el
país, y que de momento no se plantearía el tipo de régimen a adoptar para
Francia, dejando de lado la instauración de la República, a petición de los
monárquicos, bonapartistas y representantes de la alta burguesía.
Alzamiento y naturaleza de la Comuna
Instauración de la Comuna
Pero París continuaba cercada mientras el problema de las
indemnizaciones de la guerra afectaba gravemente a la población. El 3 de marzo
una asamblea de los delegados de la Guardia Nacional eligió un Comité ejecutivo
provisional de 32 miembros que prometió defender la República. El mismo
día el gobierno de Thiers nombró comandante jefe de la Guardia Nacional al
general monárquico Louis d'Aurelle de
Paladines, que había apoyado militarmente el golpe de Estado de Napoleón
III del 2 de diciembre de 1852. Ante lo que se interpretaba como
una provocación, la prensa y el pueblo protestaron y el Comité Central lo
rechazó y lo ignoró. El 10 de marzo, la Asamblea Legislativa y el gobierno
se trasladaron de Burdeos a Versalles, pero Thiers decidió residir en París.
Las primeras medidas aprobadas por la nueva Asamblea
confirmaron las inquietudes de la población, recordándoles las medidas
impopulares impulsadas por Thiers durante la II República en 1848: el 10 de marzo
suprime la moratoria sobre letras de pago, alquileres y deudas que han de
pagarse casi inmediatamente, lo que aboca en París a 300.000 obreros, pequeños
talleres y tiendas a la quiebra. Suprime el salario de los guardias
nacionales, dejando a miles de familias sin recursos. El general Joseph Vinoy, recién nombrado
comandante jefe del ejército en París, prohíbe seis periódicos republicanos, de
los que 4 tenían cada uno una tirada de más de 200.000 ejemplares y manda
condenar a muerte en ausencia a Gustave
Flourens y Auguste Blanqui por su participación en la
revuelta de octubre de 1870.
Al mismo tiempo que el Comité Central de la Guardia Nacional
estaba adoptando una posición cada vez más radical y ganando firmemente
autoridad, el gobierno no podía permitirle indefinidamente tener 400 cañones y
ametralladoras a su disposición. Y así, como primer paso, al alba del 18 de
marzo Thiers ordenó a sus tropas tomar los cañones almacenados en los altos
de Montmartre, Belleville y en el parque des Buttes-Chaumont En Belleville
y en Montmartre, los residentes avisados a toque de campana se precipitaron
para interponerse, mujeres a la cabeza: en vez de seguir las instrucciones, los
soldados fraternizaron con la Guardia Nacional y la población. En Montmartre,
cuando su general, Claude Martin Lecomte, les
ordenó disparar a una muchedumbre desarmada, le apearon de su caballo. En
contra de la opinión de los miembros del comité del distrito, fue fusilado en
el mismo barrio junto con el General Clément Thomas, un antiguo comandante de
la Guardia Nacional, responsable de la represión durante la rebelión popular en
junio de 1848. El 18 de marzo marca oficialmente el inicio del gobierno de
la Comuna.
Otras unidades armadas se unieron a la rebelión, que se
esparció tan rápidamente que el Jefe del ejecutivo Thiers ordenó la evacuación
inmediata de París de las fuerzas regulares que aún le seguían siendo leales,
tales como la policía y los empleados de todas las administraciones públicas.
Él mismo huyó, a la cabeza de sus hombres, a Versalles. Según Thiers,
100.000 parisinos abandonaron la capital. En los días siguientes, la mayoría de
los habitantes de los barrios residenciales del oeste de París (el XVI y el
XVII), tradicionalmente conservadores, se refugiaron en Versalles. El Comité
Central de la guardia nacional era ahora el único gobierno efectivo en París:
casi inmediatamente renunció a su autoridad y organizó elecciones para una
comuna, propuestas para el 26 de marzo.
La Comuna de París fue constituida el 28 de marzo. Los 92
miembros del «Consejo Comunal» incluían obreros, artesanos, pequeños
comerciantes, profesionales (tales como médicos y periodistas), y un gran
número de políticos. Abarcaban todas las tendencias republicanas: desde
republicanos reformistas y moderados, socialistas, anarquistas, proudhonianos, blanquistas e independientes,
hasta jacobinos que
tendían a mirar nostálgicamente la Revolución francesa. El socialista Auguste Blanqui fue elegido presidente
del Consejo, pero esto ocurrió en su ausencia ya que había sido arrestado el 17
de marzo y estuvo retenido en una prisión secreta durante la vida de la Comuna.
Medidas adoptadas por la Comuna
A pesar de las diferencias internas, el Consejo tuvo un buen
comienzo al mantener los servicios públicos esenciales para una ciudad de dos
millones de habitantes; también fue capaz de alcanzar un consenso sobre ciertas
políticas que tendían hacia una democracia social progresista más que a una
revolución social. Debido a la falta de tiempo (la Comuna pudo reunirse menos
de 60 días en total) sólo unos pocos decretos fueron implementados. Estos
incluían: remisión de las rentas, que habían sido aumentadas considerablemente
por caseros, hasta que se terminase el asedio; la abolición del trabajo
nocturno en los cientos de panaderías de París; la abolición de la guillotina;
la concesión de pensiones para las viudas de los miembros de la Guardia
Nacional muertos en servicio, así también como para sus hijos; la devolución
gratuita de todas las herramientas de los trabajadores, a través de las casas
de empeño estatales; se pospusieron las obligaciones de deudas y se abolieron
los intereses en las deudas; y, alejándose de los estrictos principios
reformistas, el derecho de los empleados a tomar el control de una empresa si
fuese abandonada por su dueño.
El Consejo terminó con el alistamiento y
reemplazó el ejército convencional con una Guardia Nacional de todos los
ciudadanos que podían portar armas. La legislación propuesta separaba la
iglesia del Estado, hacía que todas las propiedades de la iglesia pasaran a ser
propiedad estatal, y excluía la religión de las escuelas. Se les permitió a las
iglesias seguir con su actividad religiosa sólo si mantenían sus puertas
abiertas al público por la tarde para que se realizasen reuniones políticas.
Esto hizo de las iglesias el principal centro político participativo de la
Comuna. Otra legislación proyectada trataba de reformas educativas que
permitirían que la educación y la práctica técnica fueran disponibles para todo
el mundo.
La Comuna adoptó durante su breve existencia el
anteriormente descartado Calendario de la I República Francesa,
así como la bandera roja en vez de la tricolor.
La carga de trabajo fue facilitada por varios factores,
aunque se esperaba de los miembros del Consejo (que no eran «representantes»
sino «delegados» y podían ser inmediatamente cambiados por sus electores) que
realizasen algunas funciones ejecutivas aparte de las legislativas. Las
numerosas organizaciones ad hoc establecidas durante el asedio
en los barrios («quartiers») para satisfacer las necesidades sociales
(cantinas, estaciones de primeros auxilios, etc.) continuaron creciendo y
cooperando con la Comuna.
Al mismo tiempo, estas asambleas locales perseguían sus
propias metas, normalmente bajo la dirección de trabajadores locales. A pesar
del reformismo formal del Consejo de la Comuna en su conjunto, la actuación
comunal era mucho más revolucionaria. Las tendencias revolucionarias
predominantes incluían anarquistas, blanquistas, jacobinos e
independientes. Adam Gopnik argumenta que "aquello que unía al frente
comunero no era una teoría económica, ni siquiera el socialismo; era el
anti-clericalismo. (...) Había muy pocos en el bando versallés que se hubieran
reconocido como ateístas." La Comuna de París ha sido celebrada por
anarquistas y socialistas marxistas continuamente hasta la actualidad, en parte
debido a la variedad de tendencias, el alto grado de control por parte de los
trabajadores y la notable cooperación entre los diferentes bandos
revolucionarios.
En el IIIe arrondissement, por
ejemplo, se proporcionó material escolar gratuitamente, tres escuelas se
transformaron en entidades laicas y se estableció un orfanato. En el XXe arrondissement, se
proporcionó a los escolares ropa y comida gratuita. Existieron muchos casos más
de este tipo. Pero un ingrediente vital en el relativo éxito de la Comuna en su
etapa fue la iniciativa mostrada por trabajadores sencillos en el dominio
público, que se las arreglaron para tomar las responsabilidades de los
administradores y especialistas que habían sido evacuados por Thiers.
Friedrich Engels, el más cercano colaborador de
Marx, mantendría después que la ausencia de un ejército fijo, las políticas
autónomas de los «quartiers» y otras características tuvieron como consecuencia
que la Comuna no fuese como un Estado en el
sentido represivo del término: era una forma de transición en dirección a la
abolición del Estado como tal. Su posible evolución futura, sin embargo, fue
una cuestión teórica: después de solo una semana la comuna fue atacada por el
ejército (que incluía antiguos prisioneros de guerra liberados por los
prusianos) creado rápidamente en Versalles.
"Semana Sangrienta”
La Comuna fue asaltada desde el 2 de abril por las fuerzas
del gobierno del ejército de Versalles y
la ciudad fue bombardeada de manera constante. La ventaja del gobierno era tal
que desde mediados de abril negaron la posibilidad de negociaciones.
La zona exterior de Courbevoie fue
capturada, y un intento tardío de las fuerzas de la Comuna para marchar sobre
Versalles fracasó ignominiosamente. La defensa y la supervivencia se
transformaron en las principales consideraciones. Las mujeres de la clase trabajadora
de París formaban parte de la Guardia Nacional e incluso formaron su propio
batallón, con el que más tarde pelearon para defender el Palacio Blanche, pieza
fundamental para Montmartre. (Es importante también señalar que incluso bajo el
gobierno de la Comuna las mujeres no tenían derecho a voto, ni tampoco había
miembros femeninos en el Consejo de gobierno.)
Una gran ayuda también vino desde la comunidad extranjera de
refugiados y exiliados políticos en París: uno de ellos, el polaco ex-oficial
y nacionalista Jaroslaw Dombrowski, se convirtió en general
destacado de la Comuna. El Concilio estaba influenciado por el
internacionalismo, por lo que la Columna Vendôme, que celebraba las victorias
de Napoleón I y era considerada por la Comuna como un
monumento al chovinismo, fue derribada.
En el extranjero, había reuniones y mensajes de buena
voluntad enviados por sindicatos y organizaciones socialistas, incluyendo
algunos en Alemania. Pero las esperanzas de obtener ayuda concreta de
otras ciudades de Francia fueron pronto abandonadas. Thiers y sus ministros en
Versalles se las arreglaron para evitar que saliera de París casi toda la
información; y en los sectores provinciales y rurales de Francia había siempre
existido una actitud escéptica hacia las actividades de la metrópolis. Los
movimientos en Narbonne, Limoges y Marsella fueron
rápidamente aplastados.
Mientras la situación se deterioraba, una sección del
Concilio ganó una votación (a la que se oponía Eugène Varlin —un corresponsal
de Carlos Marx— y otros moderados) para crear un «Comité de Salvación Pública», modelado
a imagen del órgano jacobino del mismo nombre formado en 1792. Sus poderes eran
extensos. Pero ya casi había pasado la hora en la que una autoridad central
fuerte podía haber ayudado.
El 21 de mayo fue forzada una puerta en la parte occidental
de las murallas de París y comenzó la reconquista de la ciudad por parte de las
tropas de Versalles, primero ocupando los prósperos distritos occidentales,
donde fueron bien recibidos por los vecinos que no habían dejado París tras el
armisticio.
Las fuertes lealtades locales que habían sido una
característica positiva de la Comuna se convirtieron en una cierta desventaja:
en lugar de una defensa planeada globalmente, cada barrio luchó por su
supervivencia y fue derrotado cuando llegó su turno. Las redes de calles
estrechas que hicieron inexpugnables distritos enteros en revoluciones
anteriores habían sido en gran parte reemplazadas con anchos bulevares. Los
de Versalles disfrutaban de un mando central y disponían de artillería moderna.
Destrucción de patrimonio histórico-artístico
Manuel Espinoza, el heroe inicial de la destruccion del patrimonio cultural de Venezuela
.
El 23 de mayo, después de tener poco éxito en la lucha
contra el ejército del gobierno francés, miembros de la Comuna empezaron a
tomar venganza incendiando edificios públicos que simbolizaban al gobierno. Los
hombres liderados por Paul Brunel, uno de los primeros líderes de la Comuna,
tomaron bidones de petróleo y prendieron fuego a los edificios cerca de
la Rue
Royale y la Rue du Faubourg Saint-Honoré.
Siguiendo el ejemplo programado por Brunel, otros comuneros incendiaron docenas
de inmuebles en la calle Saint-Florentin, Rue de
Rivoli, calle de Bac, calle de Lille, y otras calles. Son los pétroleurs,
llamados así por llevar consigo cubos de petróleo.
El Palacio de las Tullerías, que había sido
la residencia de la mayoría de los monarcas de Francia desde Enrique IV hasta Napoleón III, fue
defendido por un destacamento de unos trescientos soldados de la Guardia
Nacional con treinta cañones dispuestos en el jardín. Habían sido partícipes en
un duelo de artillería contra el ejército gubernamental. Alrededor de las siete
de la tarde, el comandante del destacamento de la Comuna, Jules Bergeret, dio
orden de quemar el palacio. Las paredes, suelos, cortinas y molduras fueron
rociados con petróleo y aguarrás, y se colocaron barriles de pólvora al pie de
la gran escalinata y en el patio, después se iniciaron los incendios. El fuego
permaneció activo durante 48 horas y arrasó el palacio, excepto el ala situada
más al sur, el Pavillon de Flore. Bergeret envió un mensaje al
edificio del ayuntamiento: "Los últimos vestigios de la realeza acaban de
desaparecer. Deseo que lo mismo ocurra a todos los monumentos de París."
La biblioteca Richelieu del Louvre, conectada a las Tullerías, fue
igualmente incendiada y completamente destruida. El resto del Louvre se salvó
por los esfuerzos de los curadores del museo y las brigadas de bomberos. Más
tarde defensores de la Comuna declararon que los fuegos habían sido causados
por la artillería del ejército francés.
Además de edificios públicos, la Guardia Nacional también
quemó las casas de algunas personas asociadas con el régimen de Napoléon III,
tales como la vivienda del dramaturgo Prosper Mérimée, autor de la ópera Carmen,
y cuyos libros, objetos de recuerdo, correspondencia y manuscritos quedaron
reducidos a cenizas.
La destrucción generalizada en París de edificios simbólicos
del Estado es atribuible tanto a la dureza de los combates como, sobre todo en
el caso de los días 23 y el 24 de mayo, a los incendios provocados por los
grupos de la Comuna. La columna de la Plaza
Vendôme, coronada por una estatua de Napoleón, fue derribada y demolida el
16 de mayo.
La destrucción y quema de inmuebles civiles (Rue Royale, de
Lille, de Rivoli, Bulevar Voltaire, Plaza de la Bastilla, etc.), están
relacionados con los combates a pie de calle y con el fuego de artillería tanto
del gobierno francés como de la Comuna. Algunos incendios fueron también
provocados por razones tácticas, para contrarrestar el avance del ejército
gubernamental versallés.
Importantes edificios fueron pasto de las llamas:
- El Palacio de las Tullerías, símbolo del
poder imperial de Napoleón III (quemado por orden
del general Bergeret33 ),
- La
Biblioteca imperial del Louvre,
- El palacio de Justicia34 ,
destruido por orden del comunero Théophile Ferré (aunque la Sainte Chapelle, que había sido cubierta con
petróleo, escapó del incendio35 ),
- El
palacio de Orsay36 (donde
tuvieron su sede el Consejo de Estado de Francia y
el Tribunal de Cuentas, y cuyo emplazamiento actual ocupa el Museo
de Orsay),
- El
palacio de la Legión de Honor,
- El Palacio Real (el ala derecha y una
parte del edificio central),
- La
Caisse des dépôts et consignations,
- La Estación de París-Lyon.
El ministerio de finanzas fue igualmente
destruido por un incendio el 22 de mayo. Fuentes contemporáneas a los hechos
argumentaron que el fuego fue provocado por los proyectiles de artillería del
ejército del gobierno francés, que tenía por objetivo la barricada de la Comuna
en la esquina de la calle Saint-Florentin.
La cronología de esta destrucción sigue precisamente la
reconquista de París por las tropas del gobierno francés de Versalles: el 22 de
mayo, el ministerio de finanzas; la noche del 23 al 24, las Tullerías, el
Palacio de Orsay y el hotel de Salm; el 24 el Palacio Real, el Louvre, el
Ayuntamiento y el palacio de Justicia; el 25, los Graneros de reserva; el 26,
los almacenes de la Villete y la columna de la Bastilla; el 27, Belleville y el
cementerio de Père-Lachaise.
El Ayuntamiento de París fue quemado por
los comuneros el 24 de mayo de 1871.39 La
biblioteca del Ayuntamiento y la totalidad de los archivos de París fueron
igualmente destruidos,40 al
igual que todo el registro civil parisino41 (una
copia existía en el palacio de Justicia, y la otra en el Ayuntamiento, y ambas
fueron presa de las llamas); solo un tercio de los 8 millones de actas
destruidas pudieron ser recuperadas. La anarquista Louise
Michel pronunció el 17 de mayo la siguiente frase: «¡París será
nuestro o no existirá jamás!». Este hecho irreparable hace difíciles e
incompletas las investigaciones históricas y genealógicas en París.
Gran parte de los archivos de la policía también sufrieron
el incendio del palacio de Justicia. Algunas oficinas
de la Prefectura de Policía estaban
por aquel entonces radicadas en los edificios del palacio; la Conciergerie también se vio afectada. Los
libros de contabilidad a su vez desaparecieron en el fuego del palacio de
Orsay.
Otras riquezas culturales corrieron la misma suerte, como la
casa de Jules Michelet. La Fábrica de los
Gobelinos fue afectada un poco por el fuego, al igual que la Iglesia de San Eustaquio, el teatro Bataclan,
los cuarteles de Reuilly, o el Teatro del Châtelet. También fue programada la
quema de la Biblioteca del Arsenal, del Hôtel-Dieu y de Notre Dame. El fuego iniciado en la
catedral fue extinguido por los internos del Hôtel-Dieu. Por contra,
el Théâtre de la Ville se vio afectado en
gran medida, y el Teatro de la Porte Saint-Martin y
el teatro des Délassements-Comiques fueron completamente devastados por el
fuego. El gobierno publicó a posteriori una lista de más de doscientos
edificios afectados por las llamas.
Los Archivos Nacionales se salvaron por la iniciativa del
comunero Louis-Guillaume Debock, teniente de la Guardia Nacional de Francia y
director de la Imprenta nacional durante la Comuna, quien se opuso in
extremis al incendio ordenado por otros comuneros.
El 24 de mayo el palacio del Louvre y sus colecciones
escaparon del fuego gracias a la acción de Martian de Bernardy de Sigoyer,
comandante del 26º batallón de zapadores a pie (perteneciente a las fuerzas de
Versalles), quien hizo intervenir a sus soldados para evitar que el fuego se
propagara del palacio de las Tullerías al museo. Murió encabezando los combates
al frente de su batallón. Su cuerpo fue encontrado perforado por balas el 26 de
mayo por la mañana, entre el Boulevard Beaumarchais y la calle Jean-Beausire.
Violencia comunera
Los comuneros aprobaron conscientemente la represión
mediante el decreto sobre rehenes del 6 de abril según el cual deberían ser
arrestados todos los sospechosos contrarrevolucionarios y en el caso de ser
considerados culpables, pasarían a la condición de “rehenes del pueblo de
París”. En el mismo se dictamina que por cada comunero que fuera ejecutado por
los versalleses se fusilaría a tres de estos rehenes como represalia. De este
modo, el 23 de mayo los revolucionarios fusilan a cuatro rehenes, entre los que
estaba el abogado y periodista Gustave Chaudey. El 24 a seis ocupantes de la
prisión de la Roquette, el arzobispo de París, Georges Darboy, el presidente
del comité de apelación, Louis Bernard Bonjean, al abad Gaspard Deguerry y a
tres jesuitas más. El 25 fueron cinco dominicos y ocho civiles. El 26 son
masacrados 50 rehenes en la calle de Haxo, 36 gendarmes, 10 religiosos y 4
civiles, y ya por último el arcediano de Notre Dame, Monseñor Sunat. En total,
los revolucionarios asesinaron a un centenar de personas.
Últimos enfrentamientos
La resistencia más acérrima llegó en los distritos más de
clase trabajadora del este, donde la lucha continuó durante ocho días de
combates callejeros (La Semaine sanglante, la semana sangrienta). El 27
de mayo sólo quedaban unos pocos focos de resistencia, los más notables los de
los más pobres distritos del este de Belleville y Ménilmontant.
Durante el asalto, las tropas del gobierno fueron
responsables de la matanza de ciudadanos desarmados: se disparó a los
prisioneros que estaban fuera de control y las ejecuciones múltiples fueron
algo común. A las cuatro de la tarde del día siguiente cayó la última
barricada, en la rue Ramponeau de Belleville, y el mariscal MacMahon lanzó una proclama: «A
los habitantes de París. El ejército francés ha venido a salvaros. ¡París está
liberada! A las cuatro en punto nuestros soldados tomaron la última posición
insurgente. Hoy se ha acabado la lucha. El orden, el trabajo y la seguridad
volverán a nacer».
Las represalias comenzaron en serio. Se declaró un crimen
haber apoyado a la Comuna en cualquier modo, de lo que se podía acusar —y se
acusó— a miles de personas. Varios miles de comuneros fueron fusilados
masivamente (de diez en diez) en lo que ahora se llama «El Muro de los Comuneros» en el Cementerio de Père-Lachaise mientras
que otros miles de personas fueron llevados a Versalles u otras localidades en
las afueras de París, para ser juzgados. Pocos comuneros escaparon,
principalmente a través de las líneas prusianas hacia el norte. Durante días
columnas de hombres, mujeres y niños hicieron, escoltados por militares, un
camino hacia barrios o campos baldíos de Versalles convertidos en prisiones
temporales o más bien en campos de concentración. Quizás sean los
primeros campos de concentración que registra la Historia . El gobierno
arrestó a aproximadamente 40.000 personas y las persecuciones siguieron hasta
1874. Más tarde muchos fueron juzgados y varios condenados a muerte,
aunque otros muchos fueron ejecutados sumariamente; otros fueron condenados
a trabajos forzados o encarcelados en
fortalezas penitenciarias en territorio francés; otros más fueron deportados
temporalmente o de por vida a unos penales situados en islas francesas del
Pacífico.
Nunca se ha podido establecer de manera segura el número de
muertos durante la Semaine sanglante. Algunos miembros de la Comuna,
como Prosper-Olivier Lissagaray, autor de una
conocida obra sobre la Comuna, señalan que en realidad fueron dos semanas de
ejecuciones. Algunas estimaciones son de entre 20.000 y 30.000 parisinos
muertos en los combates o ejecutados entre el 3 de abril y el 31 de mayo, y
muchos más heridos. Según Lissagaray y otros testigos de la época los
ejecutados durante las dos semanas sangrientas que siguieron a la toma de París
fueron 50.000, sin hacer distinción de edad o sexo. Varios centenares de
obreras parisienses, conocidas como «petroleras», fueron también fusiladas en
los muros del cementerio de Père Lachaise. Unas 7.000 personas fueron
deportadas a penales improvisados en Nueva
Caledonia, como fue el caso de la maestra anarquista Louise
Michel. Miles de personas tuvieron que exiliarse. Para los presos
(sólo algunos centenares) hubo una amnistía general en 1889. En total, las
pérdidas del gobierno rondaron los 1000 hombres.
París estuvo bajo la ley
marcial durante cinco años.
Retrospectiva de la Comuna
Émile Zola, como periodista del diario Le
Sémaphore de Marseille, informó sobre la caída de la Comuna y fue uno de
los primeros reporteros en entrar a la ciudad durante la Semana Sangrienta. El
25 de mayo escribió: "Nunca en tiempos civilizados un crimen tan terrible
había asolado una gran ciudad... Los hombres del Ayuntamiento no pueden ser más
que asesinos y pirómanos. Pelearon como bribones, huyendo vergonzosamente del
ejército regular, y vengándose de su derrota sobre los monumentos y las casas.
(...) El incendio de París ha llevado al límite de su exasperación al ejército.
(...) Aquellos que incendian y masacran no merecen otro juez que el disparo de
un soldado.
Aunque existen discrepancias sobre la motivación de su
construcción, la basílica del Sacré-Cœur de
París fue erigida en el lugar donde comenzó la insurrección de la Comuna, y en
la época se mencionaba que fue erigida para "expiar los crímenes de los
comuneros".
La clase acomodada de París, y la mayoría de los antiguos
historiadores de la Comuna, vieron aquel hecho como un clásico ejemplo del
«dominio de la muchedumbre», terrorífico y al mismo tiempo inexplicable. La
mayoría de los actuales historiadores, incluso aquellos de derechas, han reconocido el valor de alguna de las
reformas de la Comuna y han deplorado el salvajismo con el que fue reprimida.
Sin embargo, han encontrado difícil de explicar el odio sin precedentes que la
Comuna despertó en las clases medias y altas de la sociedad. Odio sin justificación
contra un gobierno que además de ser grandemente pluralista, no tomó nunca
medidas enérgicas contra sus enemigos. Según Lissagaray, mientras la
Comuna estaba de fiesta y celebrando sus moderadas reformas, Versalles sólo
pensaba en «...desangrar a París».
Edwin Child, un joven londinense en París, sostuvo que
durante la Comuna, "las mujeres se comportaban como tigresas, vertiendo
petróleo por doquier y distinguiéndose por la furia con la que
peleaban". A pesar de ello, se ha deliberado en investigaciones
recientes que estas famosas figuras femeninas pirómanas de la Comuna, o pétroleuses,
podrían haber sido exageradas o constituir un mito. Lissagaray declaró que
debido a este mito, cientos de mujeres de la clase trabajadora fueron
ajusticiadas en París a finales de mayo, acusadas falsamente de ser pétroleuses.
Lissagaray también aseguró que el fuego de artillería del ejército francés fue
responsable de probablemente la mitad de los fuegos que consumieron a la ciudad
durante la Semana Sangrienta. Sin embargo, las fotografías de las ruinas
del Palacio de las Tullerías, del Ayuntamiento, y de otros importantes
edificios gubernamentales muestran que los exteriores quedaron libres de
impactos de artillería, mientras que los interiores fueron completamente engullidos
por el fuego; y célebres comuneros como Jules Bergeret, quien escapó para vivir
en Nueva York, reclamó orgullosamente el mérito de los más conocidos actos
pirómanos.
Dentro del espectro de la izquierda política, hay quienes han criticado a
la Comuna por mostrarse demasiado moderada, especialmente dada la situación
política y militar de cerco en la que se encontraba. Karl Marx encontró
agravante que los miembros de la Comuna «perdieran valiosísimos momentos»
organizando elecciones democráticas en vez de terminar de una vez por todas con
Versalles. El banco nacional de Francia, ubicado en París con la reserva de
millones de francos, fue dejado intacto y desprotegido por los
miembros de la Comuna. Tímidamente pidieron prestado dinero del banco (que,
obviamente, obtuvieron sin ninguna vacilación). Los miembros de la Comuna optaron
por no coger los recursos del banco por miedo a que el mundo entero los
condenara. De esta manera, se movieron grandes sumas de dinero desde París a
Versalles, dinero que terminó por financiar el ejército que dio fin a la
Comuna. En el momento de retirada de Thiers y sus generales y tropas, los
comuneros y en particular los dirigentes de la Comuna, permitieron que la
técnica militar principal de París partiera íntegra hacia Versalles en manos de
la reacción, sin intervenirla. La vacilación en tomar esas armas y
entregárselas al pueblo fue fatal para la Comuna. Según los socialistas
radicales y comunistas, la Comuna tenía que asegurarse la ciudad y el país
antes de darle una vida tan idealmente democrática.
Algunos comunistas, izquierdistas, anarquistas y
otros simpatizantes han visto a la Comuna como un modelo para, o como base de
una sociedad liberal, con un sistema político basado en la democracia participativa como eje de
la administración. Marx y Engels, Bakunin y posteriormente Lenin y Trotsky intentaron
sacar lecciones teóricas (en particular en lo que concierne a «la marchitación
del Estado»)
desde la limitada experiencia vivida por la Comuna. El crítico Edmond de Goncourt obtuvo una lección más
pragmática: tres días después de La Semaine sanglante escribió
«... El derramamiento de sangre ha sido total, y un derramamiento de sangre
como este, al asesinar la parte rebelde de la población, solo pospone la
siguiente revolución... La vieja sociedad tiene por delante 20 años de paz...».
La Comuna de París ha sido parte de las citas de muchos
líderes comunistas. Mao se refería a ella con bastante frecuencia.
Lenin, junto a Marx, consideraban la Comuna un ejemplo real de la dictadura
del proletariado. En su funeral su cuerpo fue envuelto en
los restos de una bandera roja preservada desde la Comuna. La nave
espacial Vosjod 1 portaba parte de un estandarte de
la Comuna de París. También, los bolcheviques renombraron
la nave de combate Sebastopol como Parízhskaya
Kommuna en honor a la Comuna.
¿Qué pide la Comuna?
El reconocimiento y la consolidación de la República como
única forma de gobierno compatible con los derechos del pueblo y con el libre y
constante desarrollo de la sociedad.
La autonomía absoluta de la Comuna, que ha de ser válida
para todas las localidades de Francia y que garantice a cada municipio la
inviolabilidad de sus derechos, así como a todos los franceses el pleno
ejercicio de sus facultades y capacidades como seres humanos, ciudadanos y
trabajadores.
La autonomía de la Comuna no tendrá más límites que el
derecho de autonomía igual para todas las demás comunas adheridas al pacto,
cuya alianza garantizará la Unidad francesa.
Declaración de la Comuna de París al Pueblo Francés,
19 de abril de 1871
Erika farias y Elias Jaua, dos Ministros modelicos de los Comuneros de Paris.
Toda esa historia que aquí mezclan con la Revolucion
Francesa, con la castrista de Cuba y cuanto ingrediente se les ocurra, fue
resumida en la creación del Ministerio del Poder Popular para las
Comunas y Protección Social (MPComunas), sucesor del Ministerio de la
Economía Comunal, creado bajo el nombre de Ministerio de Economía Popular,
fue renombrado en marzo de 2009, absorbiendo al mismo tiempo las
competencias en materia de participación asignadas al suprimido Ministerio
de Participación y Protección Social. Entre sus funciones se encuentra
"dirigir y coordinar la ejecución de las políticas de formación y
desarrollo comunal aprobadas por el Presidente de Venezuela".2 Así
como "coordinar y evaluar todo lo relativo a las políticas de formación
permanente, relacionadas con la economía comunal."
El 3 de marzo de 2009, el ministro Jesse
Chacón anunció que, dentro de una reforma mayor de gabinete, el Ministerio del
Poder Popular para la Economía Comunal pasaba a llamarse Ministerio del Poder
Popular para las Comunas, asumiendo algunas competencias del Ministerio
del Poder Popular para la Participación y Protección Social, que era disuelto.
Estructura del Ministerio
- Viceministerio
de Sistemas de Formación Comunal y Movimientos Sociales
- Viceministerio
para la Organización y Participación Comunal y Social
- Viceministerio
de Comunas y los Movimientos Sociales
- Viceministerio
de la Economía Comunal
Órganos y Entes Adscritos al Ministerio
- Gran
Misión Hogares de la Patria
- Misión
Negra Hipólita
- Banco
del Pueblo Soberano
- FundaComunal
- Fondemi
Ministros
Cuando el Ministerio fue reformado, en marzo de 2009, Érika Farías, entonces ministra
de Participación y Protección Social, reemplazó a Pedro Morejón, quien pasó a ocupar
la cartera de Turismo.
El 22 de junio de 2010, Chávez reformó
de nuevo su gabinete, y colocó a Isis Ochoa, entonces ministra
de la Secretaría, en reemplazó de Farías, quien se postuló como candidata
en las elecciones
parlamentarias de ese año.
Ministros de Comunas y Protección Social de Venezuela
|
|||
Orden
|
Nombre
|
Período
|
Presidente
|
1
|
|||
2
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|||
3
|
David Velásquez
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4
|
Érika Farías
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5
|
Isis Ochoa
|
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6
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7
|
2014 -
2015
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8
|
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8
|
2017 -
En el cargo
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