Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 17 de febrero de 2013

Recordar al poeta Felipe Herrera Vial, nacido en Valencia el 5 de febrero de 1913, es como colocar el pensamiento y su acción, al unísono, en el hombre y en el poeta. Temprano calló su voz poética, pero hasta el final de sus días fue un incansable promotor cultural, conservando la voz de la comunicación enriquecida por su erudición.

El Carabobeño 17 febrero 2013

A cien años de su nacimiento:Felipe Herrera Vial, poeta del Cabriales

 Oswaldo Angulo Perdomo (*)
Oanperv@gmail.com
El hombre actual vive bajo un telón cambiante y transitorio que no precisa de meditaciones ni mayores estudios para definir su rol, debido a las contradicciones históricas por evolución o inversión de valores y acciones. Es que la dinámica del tiempo va pulverizando estratos y compromisos, a golpe de episodios instantáneos y solo queda el recuerdo como una fortaleza inexpugnable. 
Recordar al poeta Felipe Herrera Vial, nacido en Valencia el 5 de febrero de 1913, es como colocar el pensamiento y su acción, al unísono, en el hombre y en el poeta. Temprano calló su voz poética, pero hasta el final de sus días fue un incansable promotor cultural, conservando la voz de la comunicación enriquecida por su erudición. 
Al decir de la escritora Carmen Mannarino “con su muerte quedó muy resentida eso que llaman la valencianidad, entendida no como agobiante estrechez, sino como orgullo de origen y complacencia por la posesión de un paisaje con amplitud de cualidades, como hospitalidad para el cuerpo y el espíritu, empeño de emulación estética, aprecio y divulgación de los valores nativos” . 
Sin lugar a dudas, este valenciano cabal hecho de entraña y pedernal cabrialense, inquieto y transido de vigilias y de sueños, insobornable y tenaz, limpio y diáfano, según lo calificara su compañero de generación, el fallecido poeta, escritor y periodista, también paisano, Pedro Francisco Lizardo. 
Valencia su ciudad 
Herrera Vial, enemigo de la pose y de la suficiencia, impuso su voz y su trabajo con la fuerza de su humildad aliado con el optimismo. Bajo esa orbita vital pudo destacarse en momentos estelares y en otros aciagos. Llegó a ser una referencia humana ineludible cuando le interpelaban sobre su Valencia, cuando Venezuela veía consolidar la tiranía gomecista, desde sus años juveniles dio inicio a sus luchas por la democracia. 
El poeta Herrera Vial se enorgullecía remembrando sus correrías con sus compinches del Colegio Federal Páez, entre ellos mencionaba a José Ángel Castillo Moreno, Carlos Lozano, José Asunción Rivas (Angustia), Ramón Díaz, Julio Angulo Castillo (El Tuerto), y a Miguel Ángel Ortega, quienes se bañaban en aquellos pozos del bullanguero y límpido Cabriales, como el de “Las Madamitas”,  el de “La Simosa”, “La Peñita”, el de “Los Muchachos” y “El pasadizo de las Lavanderas”.   
Vida y Obra 
A la par de poeta, fue ensayista, historiador, director de la página literaria del diario “El Carabobeño” y asiduo colaborador de los diarios “El Nacional” y “La Esfera”, de Caracas, y de otros periódicos de la región: “El Día” y “Aborigen” . Presidente de la Asociación Venezolana de Periodistas (filial Carabobo) 1941, vicepresidente y tesorero del Ateneo de Valencia,diputado regional, concejal de Valencia, senador de la República, director de Cultura de la Universidad de Carabobo y profesor de Historia del Arte en la Escuela de Bellas Artes de Valencia. Ha sido traducido al portugués y al inglés. Director fundador de los “Cuadernos Cabriales” de Poesía, auspiciado por el Ateneo de Valencia, este su legado cumbre. Asdrúbal González, académico de fina y enjundiosa pluma y porteño excepcional, llegó a calificarlo como un alto poeta: “Un poeta tiene el corazón como un espejo de aguas vivas”. Felipe Herrera Vial “halló a Valencia...sumida en la vida de sus fábricas y comercios, mientras Incamar (La otra Valencia),  toda luz, toda armonía, resume con su gracia y su amor a la belleza del vigoroso encanto citadino”. 
A tenor del poeta y su prosa en la estampa de Incamar : “Miel de los maduros mediodías. Rosas del sol decoran las primeras horas tostadas en el cielo cálido. Calles tiradas a cordel como la muerte, dejan ver el brillo de las paredes ciudadanas. Danza el corazón” y, agrega: “Rueda la luz sobre las canales abiertas de sus hojas, y es como la alegría que emana de los ojos de Incamar, la dulce muchacha de mi ciudad, que lleva, como una pluma de color sobre las sienes, su grato y oloroso nombre indígena”.
Cuadernos Cabriales 
Por más de diez años pudo realizar la pequeña y noble hazaña de los “Cuadernos Cabriales”, editándolos con singular y amorosa delectación, en una manera de cumplir con su tierra, cerca del espíritu de su pueblo, de compartir su compromiso de hombre y de intelectual. 
En una interesante misiva que le remitiera el reconocido poeta y escritor Fernando Paz Castillo, desde Ottawa, de fecha 23 de octubre de 1956, le da las gracias a Herrera Vial por el envío de los “Cuadernos Cabriales”, números 17 y 18, le refiere sobre la prosa de Incamar, emotividad, riqueza de imágenes y corrección de estilos, calificándolo de exquisito autor. 
En el párrafo de despedida le dice: “Sinceramente felicito a usted por la publicación de los “Cuadernos Cabriales” del Ateneo de Valencia. En verdad son un valioso aporte para la cultura nacional...”. 
Vale mencionar que mi amigo Fritz Küper, académico de la historia y artista de plumilla, en una de sus lecturas dominicales publicada por el diario “El Carabobeño”, titulada “Valencia, Felipe y Guillermo”, aludía a una misiva donde el hijo mayor del poeta, el doctor Guillermo Herrera Guada, le decía: “Muchísimas gracias por haber activado la vigencia de mi padre en una Valencia de vida acelerada y trasmutada, esa valencianidad que olvidó su río Cabriales, El Calvario, Camoruco Viejo, Las Cocuicitas, La Estación Alemana”...y, agregaba Küper: “Si mi padre, Oswaldo Küper Saunmé, y Felipe Herrera, vivieran, estarían sufriendo estos días aciagos, cuando el país vive una de sus más profundas crisis históricas y nuestra ciudad es una gran metrópolis, donde la cultura y el romanticismo luchan por su sobrevivencia”... 
La vida útil del poeta fue hilada también por los quehaceres aliados a su abnegada y buena esposa Socorro Guada, ejemplarizada por una constelación familiar unida por los cuatro cardinales con Dios y con el Espíritu Santo, sus hijos: Olimpia, Guillermo, Álvaro, Héctor, Xavier, Hernán y Graciela de Agudo, a quienes manifestamos nuestra siempre solidaridad, orgullosos de aquel valenciano integral a quien le estamos rindiendo homenaje póstumo.
Elegía a mi padre 
El viaje sin retorno de mi viejo huérfano de amor paternal me dejó, del calor de sus manos tibias, y de su mirada indagadora, de mis caminos y mi sueños 
II 
Esa piedra horadada testimonia las heridas de terribles tempestades que sacuden la fortaleza de sus entrañas 
III 
En mis noches de vigilia tu voz invade mi cuerpo como tomándome de la mano en un domingo cualquiera para dirigirnos a la catedral de mi Valencia amada. 
IV 
Tus gestos cuidadosos, La firmeza de tus pasos y la virilidad de tu voz  fueron alientos de mis infantiles sueños. 
Hoy en la compañía de tu sombra te evoco padre mío, con la fuente iluminada de tus labios cuando pronunciabas “ Que Dios tebendiga, hijo” 
VI 
Como en la eternidad descansas mañana estaremos a tu lado para compartir la mesa de los convidados a este mundo desheredados de esta tierra. 
VII 
Una vez la cena concluida, Padre, tomaremos el rumbo de lo desconocido para leer los textos de tus manos para sentir las manos de tus textos. 
Hernán Herrera 
(*) Escritor Académico de la Historia 

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