Pontífice y teólogo
Benedicto XVI anunció su renuncia al papado el 11 de febrero de 2013, lo que abrió la puerta al debate y la especulación sobre sus razones, las cuales hay que buscar en su pensamiento teológico.
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MARÍA DE LOURDES VÁSQUEZ BENÍTEZ | EL UNIVERSAL
martes 12 de marzo de 2013 10:39 AM
Introvertido, poco amigo de las multitudes, es el teólogo alemán más influyente desde el reformista Martín Lutero. Conservador, eminente catedrático, retrógrada inquisidor, la sagacidad y la firmeza detrás del papado de Juan Pablo II, pero tierno en el plano cercano. Son múltiples los calificativos que ha recibido Joseph Ratzinger, entronizado como Obispo de Roma y Sumo Pontífice de la Iglesia católica, con el nombre de Benedicto XVI, tras su elección el 19 de abril de 2005.
La carrera religiosa de este alemán nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, Baviera, ha estado ensombrecida por su pasado en las Juventudes Hitlerianas. Ingresó a ese cuerpo en marzo de 1939 tras la exigencia de filiación obligatoria hecha por el régimen.
Su paso por las filas alemanas duró entre abril de 1943 y septiembre de 1944, en el servicio de protección antitanque en Austria. Desertó durante los últimos días de la guerra y fue hecho prisionero por los aliados en 1945, pero puesto en libertad poco después. Así comienza el largo camino que lo llevará seis décadas más tarde convertirse en el sucesor 265 de San Pedro.
La Iglesia y la vida del cristiano dentro de ella fue desde siempre una de sus principales preocupaciones. Esto se evidencia en la declaración de intenciones que hizo al ingresar al seminario de la Universidad de Teología y Filosofía de Freising, en 1946.
Agobiado por los estragos de las Segunda Guerra Mundial expresó: "Ninguno duda que la Iglesia era el lugar de nuestras esperanzas. Ella había sido, pese a las muchas debilidades humanas, el polo de oposición contra la ideología destructiva de la dictadura nazi; ella había permanecido en pie en el infierno que había devorado a los poderosos... Nosotros teníamos la prueba: las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella... podíamos ver también con nuestros ojos que la casa construida sobre la roca se había mantenido firme".
Las tres únicas encíclicas que Benedicto XVI promulgó durante su pontificado dan cuenta de su preocupación eclesial: Deus Caritas Est (Dios es amor), Spe Salvi (Salvados por la esperanza), Caritas in Veritate (Caridad en la Verdad), desarrollan desde ángulos distintos la necesidad de vivir conforme a los valores de caridad y respeto de la comunidad cristiana que es, en definitiva, lo que significa la Iglesia.
El trabajo pastoral de Ratzinger fue limitado. La docencia, la investigación bíblica y patrística son sus principales aportes al cristianismo. Tras recibir la ordenación sacerdotal en 1951, comienza un año después su actividad académica como profesor en su antigua alma mater de Freising. Su periplo como docente continúa en Bona (1959-1963), Muñiste (1963-1966) y Tubinga (1966-1969). Desde 1969 asume como catedrático de Dogmática e Historia del Dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupa también el cargo de vicerrector de la Universidad.
Entre 1962 y 1965 se destaca por sus aportaciones en el Concilio Vaticano II, donde asiste como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia. Además, su extenso trabajo como investigador lo lleva a despeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional.
Su actividad académica es coronada por una extensa producción bibliográfica, más de 65 libros, en la que Ratzinger se adentra los temas medulares de la teología: revelación, fe, cristología, liturgia, antropología, escatología, eclesiología, ecumenismo y diálogo interreligioso. Todos ellos visto de la óptica de las propuestas del Concilio Vaticano II. Sus aportes en el Concilio son definitivos para que en marzo de 1977 Pablo VI lo nombrase arzobispo de Munich y Freising. Dos meses más tarde recibe la Ordenación Episcopal, y para esta nueva etapa de su ministerio escoge como lema: "Colaborador de la verdad".
Ratzinger explica que esta frase expresa "la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión", y agrega que también escogió este "lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona". No extraña entonces la decisión de abandonar el papado una vez que ha sentido la ausencia de la fuerza necesaria para continuar defendiendo esa verdad.
Su carrera en el Vaticano despunta con la ascensión al trono de Pedro de Juan Pablo II, quien lo nombra prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe en noviembre de 1981, en 1993 lo designa cardenal obispo de Velletri-Segni, en 1998 es elegido vicedecano del Colegio Cardenalicio y decano del mismo en 2002.
La relación entre Ratzinger y Karol Wojtyla fue estrecha, a ambos se les considera intelectualmente como "almas gemelas". Ratzinger fue el cardenal más próximo a Juan Pablo II, la firmeza detrás de un papado también agitado por el curso de los acontecimientos mundiales durante las últimas décadas del siglo XX.
Tras conocerse la decisión de Benedicto de XVI de renunciar al papado, Diego Contreras, profesor de la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, expresó: "A Benedicto le ha faltado un Ratzinger. Juan Pablo II tenía un Ratzinger que le daba seguridad".
La carrera religiosa de este alemán nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, Baviera, ha estado ensombrecida por su pasado en las Juventudes Hitlerianas. Ingresó a ese cuerpo en marzo de 1939 tras la exigencia de filiación obligatoria hecha por el régimen.
Su paso por las filas alemanas duró entre abril de 1943 y septiembre de 1944, en el servicio de protección antitanque en Austria. Desertó durante los últimos días de la guerra y fue hecho prisionero por los aliados en 1945, pero puesto en libertad poco después. Así comienza el largo camino que lo llevará seis décadas más tarde convertirse en el sucesor 265 de San Pedro.
La Iglesia y la vida del cristiano dentro de ella fue desde siempre una de sus principales preocupaciones. Esto se evidencia en la declaración de intenciones que hizo al ingresar al seminario de la Universidad de Teología y Filosofía de Freising, en 1946.
Agobiado por los estragos de las Segunda Guerra Mundial expresó: "Ninguno duda que la Iglesia era el lugar de nuestras esperanzas. Ella había sido, pese a las muchas debilidades humanas, el polo de oposición contra la ideología destructiva de la dictadura nazi; ella había permanecido en pie en el infierno que había devorado a los poderosos... Nosotros teníamos la prueba: las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella... podíamos ver también con nuestros ojos que la casa construida sobre la roca se había mantenido firme".
Las tres únicas encíclicas que Benedicto XVI promulgó durante su pontificado dan cuenta de su preocupación eclesial: Deus Caritas Est (Dios es amor), Spe Salvi (Salvados por la esperanza), Caritas in Veritate (Caridad en la Verdad), desarrollan desde ángulos distintos la necesidad de vivir conforme a los valores de caridad y respeto de la comunidad cristiana que es, en definitiva, lo que significa la Iglesia.
El trabajo pastoral de Ratzinger fue limitado. La docencia, la investigación bíblica y patrística son sus principales aportes al cristianismo. Tras recibir la ordenación sacerdotal en 1951, comienza un año después su actividad académica como profesor en su antigua alma mater de Freising. Su periplo como docente continúa en Bona (1959-1963), Muñiste (1963-1966) y Tubinga (1966-1969). Desde 1969 asume como catedrático de Dogmática e Historia del Dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupa también el cargo de vicerrector de la Universidad.
Entre 1962 y 1965 se destaca por sus aportaciones en el Concilio Vaticano II, donde asiste como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia. Además, su extenso trabajo como investigador lo lleva a despeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional.
Su actividad académica es coronada por una extensa producción bibliográfica, más de 65 libros, en la que Ratzinger se adentra los temas medulares de la teología: revelación, fe, cristología, liturgia, antropología, escatología, eclesiología, ecumenismo y diálogo interreligioso. Todos ellos visto de la óptica de las propuestas del Concilio Vaticano II. Sus aportes en el Concilio son definitivos para que en marzo de 1977 Pablo VI lo nombrase arzobispo de Munich y Freising. Dos meses más tarde recibe la Ordenación Episcopal, y para esta nueva etapa de su ministerio escoge como lema: "Colaborador de la verdad".
Ratzinger explica que esta frase expresa "la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión", y agrega que también escogió este "lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona". No extraña entonces la decisión de abandonar el papado una vez que ha sentido la ausencia de la fuerza necesaria para continuar defendiendo esa verdad.
Su carrera en el Vaticano despunta con la ascensión al trono de Pedro de Juan Pablo II, quien lo nombra prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe en noviembre de 1981, en 1993 lo designa cardenal obispo de Velletri-Segni, en 1998 es elegido vicedecano del Colegio Cardenalicio y decano del mismo en 2002.
La relación entre Ratzinger y Karol Wojtyla fue estrecha, a ambos se les considera intelectualmente como "almas gemelas". Ratzinger fue el cardenal más próximo a Juan Pablo II, la firmeza detrás de un papado también agitado por el curso de los acontecimientos mundiales durante las últimas décadas del siglo XX.
Tras conocerse la decisión de Benedicto de XVI de renunciar al papado, Diego Contreras, profesor de la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, expresó: "A Benedicto le ha faltado un Ratzinger. Juan Pablo II tenía un Ratzinger que le daba seguridad".
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