Guillermo Mujica Sevilla || De Azules y de Brumas
“Chochó” Pacheco: un personaje de la Valencia de ayer
Uno de los personajes más inteligentes que he conocido, dotado de un gran sentido del humor, fue “Chochó” Pacheco. Nuestras familias nos levantaron casi al mismo tiempo. Si bien no vivíamos en “la casa de al lado”, si estábamos cerca de nuestra zona candelareña. Y esta circunstancia nos ha hecho casi familiares, en un entorno donde hemos estado siempre cercanos a las familias Pacheco y Osorio, nexos que se acentuaron cuando conocí a Balbino en el Liceo Pedro Gual, y luego en el Hospital Central, a su hermana Ana, quien fue clase aparte a quien siempre oí, por sus juiciosos y sabios consejos.
Cada uno de ellos merece artículos apartes que iremos haciendo. Dios mediante, en el tiempo. Hoy me ocuparé de Chochó. Y hablar de este personaje, es hablar de inteligente y divertidas anécdotas. Muchos intelectuales lo conocieron y lo hicieron contertulio y compañeros, en la Peña Braulio Salazar, de Perecito, donde sus ocurrencias humorísticas hicieron época. Era todo un personaje, y hablar de él, es hablar de alguien muy especial en Valencia.
Una de las anécdotas que más recuerdo del Chochó “O el Chocho”, sin acento, como también le llamábamos y ocurrió en una iglesia. Un sacerdote muy meritorio, pero lleno de años, hablaba al pueblo...Pero muy bajito y el equipo de sonido no lo ayudaba. Y además hablaba muy largo, se me acercó Chochó y me dijo: Lo único que le entendí fue el “estornudo”.
Otra vez coincidimos con mi brillante alumno y colega doctor Simón García. Tomamos unas cervezas y “Chochó” comenzó a echar cuentos “subidos de tono”. Simón, que es otro personaje, simuló ofenderse, y le dijo a Chochó que tuviera cuidado con sus expresiones porque él (Simón), era un seminarista de vacaciones, y no deseaba oír esos cuentos escandalosos. ”Chochó” mordió el anzuelo por pocos momentos, pero rápidamente se dio cuenta que Simón le estaba tomando el “pelo”. Y de pronto volvió a comenzar con sus cuentos y chistes subidos de tono, solamente que ahora, antes de cada cuento, miraba a Simón muy seriamente y le decían “Con permiso Padre... Perdóneme seminarista... y largaba cuentos más picantes que antes...
Las travesuras de Chochó (y de Roso) venían desde cuando eran zagaletones. Don Roso, padre estricto, cerraba las puertas de su casa como a las nueve de la noche, evitando supuestamente que los muchachos se fueran a la calle a parrandear. Pero eso era lo que don Roso creía, porque, cerraba la iglesia, nuestros amigos “tumbaban” el marco de una ventana. Y por allí se iban. Una vez estuvo a punto de descubrirlos... Porque la madre, nuestra querida misia Ana, se puso mal, y don Roso comenzó a llamarlos tocando la puerta del cuarto... Con la gran suerte para nuestros amigos que justo, llegaron en ese momento. Y explicaron la tardanza en responder, diciendo que estaban dormidos y tenían el sueño “pesado”.
Conociendo esa “chispa” de Chochó se entiende que cuadrara perfectamente en el ambiente literario-bohemio de la Peña de Perecito, donde formaba parte de ese grupo tan brillante formado por el poeta Villarroel París, “Tun-tun” la joven señora de “Tun-tun”. Gutiérrez Pacheco, también mi brillante alumno (sobrino de Chochó), el querido profesor Ruiz Paulini, nuestro culto amigo Gustavo Contreras, “El Tucán”, el mismo Braulio, y tantos personajes interesantes. Sin olvidar a Balbino Pacheco, otro de los personajes que dio alegría a Perecito, hasta su desaparición física.
Pero al hablar de Chochó, no debemos dar la impresión de que sólo se trata de un hombre de anécdotas y chistes. Se trata de un hombres de familia servicial, a quien sus amigos debemos muchas ayudas y favores, además, de su contribución a la anecdótica valenciana.
No se va de mi recuerdo una mudanza que Chochó y Roso me hicieron desde Barquisimeto... Cuando la carretera era mala, en un camión prestado, lidiando con el camino, con el polvo, los huecos y “sartanejas”.
Además guardias nacionales, porque no sabíamos que para una mudanza, se necesitaba permiso. No sé cómo se las arreglaron, pero la mudanza llegó.
Pero no nos vamos a olvidar tampoco que “Chochó” le acabó una fiesta familiar al recordado Elio Pacheco. No, no hizo nada. Sencillamente, llegó al campo acompañado de dos caballos y los amarró a la ventana de la casa de Elio. Al ratico, todos los invitados se despidieron cortésmente y se fueron... No resistieron los malos olores ocasionados por los equinos que, al estar en reposo, dieron curso a todos sus desahogos corporales.
Y ¿Chochó? Adentro, en lo que quedaba de fiesta... Como quien no había quebrado un plato. Un verdadero personaje de la Valencia de nuestros tiempos...
Desde El Solar Valenciano, para la revista In-fórnate. (Mayo 1997)
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