¿LA
RUPTURA DE LA PAZ EN VENEZUELA?
POR:
ROBERTO LOVERA DE-SOLA
En estos días ha sucedido un grave hecho, que debemos
mencionar junto a los más de 100 días de protesta y a la muerte de noventa
jóvenes venezolanos, asesinados por las autoridades. El suceso que queremos
mencionar, hondamente conmovidos, ha sido el llamado a una guerra civil entre
venezolanos, a la cual han llamado dos altas autoridades del gobierno nacional.
Ello si bien requiere una absoluta condena, debe ser negado mirando lo que al
respecto nos enseña la rica historia de Venezuela.
Si estallara ahora una guerra
civil en Venezuela, provocada por las escisiones que el chavismo ha creado en
la sociedad venezolana, el que ha divido en dos al país. Si ello llegara a
suceder para nuestra desgracia sería retroceder ciento catorce años en nuestra
historia porque las guerras civiles, que desangraron al país durante una
centuria, les logró poner fin en la batalla de Ciudad Bolívar, el general Juan
Vicente Gómez, vicepresidente de la República aquel día, ello sucedió el 22 de
julio 1903. Llevamos más de un siglo de paz. Y ello no se puede ni debe romper,
por ningún motivo. Es tan grande el significado de este gran ciclo de paz que
el historiador Manuel Caballero ha consideró que ese 22 de julio debía
recordarse, cada año, como “El día de la paz”. Y por si faltaran unas palabras
para la meditación de tan doloroso hecho como es toda guerra bastaría con
reflexionar sobre las palabras, redactadas a calor de los sucesos de la Segunda
Guerra Mundial(1939-1945), a través de las cuales el gran escritor húngaro
Sandor Marai(1900-1989) describió la guerra en el segundo tomo de su
autobiografía. Esto escribió Marai en una especie de epígrafe con que abre ese
libro: ”El mundo ya está lejos, con espantosa voz de plomo da la guerra su
grito destemplado y la brasa del crimen lo quema todo, a todo europeo, judío o
cristiano…Con la sangre han marcado las puertas de las casas, aquel que era
creíble ha sido asesinado, cuanto hacía vivible la vida es un oprobio; en tu
cama, carroña; tu casa, un hueco hediondo. Arrastran los desolladores al
creyente y la fe…Al final se han abierto, apocalipsis, tus puertas; grazna la
acusación de crimen sobre el mundo, quien hoy día te besa, mañana ya te
entierra, a quien ahora abrazas, mañana estará muerto, quien te acunaba anoche,
te pone hoy en venta”.
Consecuencia lógica de lo que hemos expuesto es que
siempre Venezuela debe evitar cualquier enfrentamiento bélico entre sus gentes
y con cualquier nación. Y debe deponer toda tentación a intervenir en la
política interna de cualquier país.
Recuérdese con relación a esto que la única vez que el ejército
venezolano salió de nuestras fronteras, con el Libertador al frente, fue para
llevar la independencia y la libertad a Colombia, Ecuador, Perú y fundar
Bolivia. En 1821, dado el gran movimiento libertario, Panamá se unió a la Gran
Colombia y Santo Domingo también deseó hacerlo en aquel mismo momento. El
Libertador también pensó libertar, en 1825, a Puerto Rico y Cuba una vez
lograda la emancipación del continente. Las grandes potencias de la época, días
de la Santa Alianza(1815-1825), frustraron aquel deseo suyo.
Venezuela fue invadida en dos oportunidades: en 1902 y
en 1967. A principios del siglo XX(diciembre 9,1902) por varias potencias
europeas, Inglaterra, Alemania e Italia, para cobrar las deudas que aquella
pobre Venezuela de entonces tenía con ellos. Nos salvamos gracias a la acción
de los Estados Unidos y a la prudente Doctrina Monroe(diciembre 2,1823),
“América para los americanos” del presidente James Monroe(1758-1831), concebida
por John Quincy Adams(1767-1848).
La segunda vez fue cuando un grupo de venezolanos se
unieron a una potencia extranjera, Cuba, para invadir a nuestro país por Machurucuto(mayo
19,1967), lo que es un delito de traición a la patria tipificado por nuestro
Código Penal. Gravísimo hecho, repelido por nuestras Fuerzas Armadas, con el
presidente Raúl Leoni(1905-1972) a la cabeza. Nunca antes el país fue invadido
con la presencia de los venezolanos entre los invasores.
La otra vez que Venezuela estuvo a punto de ser
invadida, en el suceso de la Corbeta Caldas(agosto 9,1987), los colombianos
encontraron al frente y decidido a nuestro presidente, Jaime Lusinchi, quien no
vaciló ni un momento en defensa de nuestra soberanía. Fue el día más grande de
su presidencia.
Hubo si otro hecho, propio del descocado presidente
Cipriano Castro(1858-1924). Este fue bien estudiado por Mariano Picón Salas en
su biografía de Castro. Fue aquella invasión de Venezuela a Colombia para
oponerse en nombre del liberalismo castrista al gobierno conservador de Bogotá.
Esta terminó en el desastre de Carazúa(septiembre 13,1901): hubo seiscientos
muertos.
Hay que consignar esto entre los mil errores de este
presidente ahora tan elogiado, puesto como ejemplo de una suerte de un
anti-imperialismo que nunca practicó. De hecho en 1902, tras la invasión de las
potencias, llamó al embajador norteamericano, mister Herbert Bowen(1856-1927),
fue este quien organizó los llamados Protocolos de Washington(febrero 13-abril
2,1903), redactados en inglés y firmados por el representante norteamericano en
nombre de Venezuela: ¿Quién hizo eso puede ser considerado opositor a la
política exterior americana?¿Tiene algún mérito para haber sido enterrado en el
Panteón Nacional?.
Pero hay más: la paz en Venezuela debe ser preservada
contra viento y marea por ser Venezuela uno de los pocos países del mundo que
la preservó a todo lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI,un mundo en el
cual hubo las dos terribles Guerras Mudiales y después las demoledoras “guerras
de la post guerra” que no ha logrado terminar pese a la caída del Muro de
Berlin, del fin del socialismo marxista y de la URSS. Mientras esto sucedía en
Venezuela siempre hubo paz. En todo el siglo XX, tras 1903, solo una sola
batalla, la de “La Alcantarilla” durante El Porteñazo(1962) en donde nuestras
fuerzas armadas democrática triunfaron sobre los que no quería ese régimen, que
los venezolanos nos habíamos dedo, en 1958, a través del voto, aquel día
nuestro ejército fue comandado por el coronel Alfredo Monch Seigert, gracias a
lo cual obtuvo el generalato, el que no se puede obtener sin pelear en una
batalla. De allí en adelante siempre ha habido paz, las guerrillas de los
sesenta fueron pequeñas escaramuzas. Y la paz ha sido perenne en Venezuela. Por
ello, aquellos dos, que ofrecieron tomar las armas, hace pocos días, merecen la
repulsa de todos. ¡Qué viva la paz!. La llamada Revolución bolivariana, como
ellos dos dijeron, ni es revolución, ni es bolivariana.
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