Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

miércoles, 23 de mayo de 2012

¿Alguien en la Universidad de Carabobo ha movido un dedo para hacer realidad la petición de esta gran ceramista para que le devuelvan al Premio que hoy es nombrado como Premio a los creadores de las artes del fuego, su condición de Nacional como era hasta la traición de un rector en 1995, condenando a todos los ganadores del original Premio Nacional a no reclamar sus derechos, situación que ésta, su primera ganadora en 1971 denunció en su discurso en el año 2004


COLETTE DELOZANNE, ESCULTORA

"El ser humano es un misterio y así son mis obras"

"El tiempo ha pasado, pero sigo montándome en una escalera para ensamblar las obras"

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Delozanne expone nueve obras en la muestra "Entre el origen y lo sagrado. El reencuentro con la espiritualidad" en la GAN OSWER DÍAZ
DUBRASKA FALCÓN , COLETTE DELOZANNE , ESCULTORA |  EL UNIVERSAL
martes 22 de mayo de 2012  12:00 AM
Colette Delozanne (Francia, 1931) es una mujer menuda, de tez blanca y ojos verdes. No llega siquiera a medir más de un metro 60 centímetros. Sí, parece frágil, pero sus manos han sido capaces de modelar esculturas de más de tres metros de alto. Ella se ríe, sabe que el contraste entre sus piezas y su cuerpo es gigantesco, pero no le importa. "Lo que pasa es que cuando estoy haciendo la obra no pienso en lo grande que es. Sí, es duro para mí. A veces me canso. El tiempo ha pasado, pero sigo montándome en una escalera para ensamblar las obras. Mi esposo y un ayudante que tengo colaboran conmigo, pero ya no soy tan joven", exclama la artista, que tiene 50 años moldeando en el mundo del arte.

Fue en el año 1981 cuando la escultora -que llegó a Venezuela en 1955, en época de posguerra- comenzó a crear en grandes formatos. Nueve de las obras que ha realizado desde entonces se muestran en la exposición Entre el origen y lo sagrado. El reencuentro con la espiritualidad, en la Galería de Arte Nacional (GAN).

Las piezas, hechas con barro cocido y patinado, están dispuestas en el pasillo de entrada de la institución ubicada en la avenida México.

"Siempre he proyectado mis obras para los espacios públicos verdes, porque si las obras están en las calles o en los parques, a los transeúntes les llega de alguna manera la sensibilidad. A veces la gente no va a los museos...", dice ella.

A Colette Delozanne le importa la interioridad del ser humano. Lo que nadie ve. Por eso se atreve a afirmar que a veces no puede explicar cómo son sus obras.

"El ser humano es un misterio. Así son mis obras. Mi discurso apunta a la interioridad. Cuando era chiquita leía mucho acerca de los mitos. Me críe en una ciudad industrial, pero me gustaba mucho ir al campo: recogía piedras, plantas, hojas. Es decir, son cosas que nacen con uno. A mí nunca nadie me dijo que hiciera arte", explica Delozanne.

Y sí, su obra está plagada de mitos. La escultora reconoce que para crearlas se ha basado en templos sagrados como las catedrales de Inglaterra, Francia y España; escenarios como Machu Picchu; y construcciones hechas por los celtas. "Cuando la gente ve mis obras, se pone a pensar. ¡Les intriga! Es que mi obra siempre tiene una vida interior. La vida que recuerdo de los lugares sagrados, de los templos, pero sobre todo de la naturaleza. En Francia la naturaleza era diminuta. Y cuando llegó aquí todo es grande. Era extraordinario", cuenta Delozanne.

Con sus manos la escultura transforma sus recuerdos en tótem, templos, seres mitológicos y torres. En ellos también están las imágenes de la guerra que le tocó vivir. "Es como un mestizajes. Mis obras son un conjunto. Todo se mezcla, porque al final es lo mismo... lo sagrado. Es el mismo anhelo del ser humano de percibir lo desconocido, lo sagrado. Yo lo religioso no lo veo como una religión en particular, lo veo en su sentido etimológico: relacionar. Todo se relaciona en el universo. Ahora la gente se ocupa del tema ecológico. Pero ya en los años 80 yo me ocupaba de ese tema, porque vi la guerra. Vi ciudades y naturaleza destruidas", concluye la artista, menuda, de un metro 60 centímetros, quien confiesa que sigue trabajando encima de su escalera. 

dfalcon@eluniversal.com

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