Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

martes, 22 de mayo de 2012

Mujeres y hombres de la Venezuela que aun permanece callada ante la lucha que pregonaba Don Rómulo Gallegos contra la barbarie y rencor que hoy nos consumen


 Cuando llegue a Valencia en 1974 conocí a la Dra. 

Henriqueta Peñalver , gran amiga de Miguel Arroyo y de 

su esposa Lourdes Blanco, tanto que los libros más 

hermosos sobre el trabajo del rescate de la 

cultura prehispánica del lago de Valencia realizados por 

la historiadora y antropóloga salieron de las manos del 

extraordinario hombre del Museo de Bellas Artes, hasta 

cerrar con broche de oro con la exposición en el año 

2000 del arte prehispánico venezolano, en el que se 

demostró el trabajo de esos dos personajes a los que 

debe tanto Venezuela, pues el área dedicada a 

Carabobo, con piezas seleccionadas de la colección de 

la Fundación "Lisandro Alvarado" por el propio 

Miguel Arroyo, ya enfermo, fue de una hermosura y 

calidad sorprendente. Luego conocí a Frida Añez y 

desde ese entonces comprendí que los tres 

personajes,cada uno a su manera, lucharon por hacer 

de Venezuela un país posible no sólo en sus sueños 

porque a pesar del olvido, su obra quedó como testigo 

de su trabajo y fe en el arte y en las posibilidades del ser 

venezolano


Entre Arroyos te veas, Miguel y Diego

Simón Alberto Consalvi

Domingo, 20 de mayo de 2012










Foto Google

























Este quiere ser un libro de reconciliación con el país. Reconciliación con su historia a través de su cultura. Reconciliación entre las rupturas que han configurado el devenir de la actualidad nacional y el continuo que corre por debajo de esas rupturas. Reconciliación con el presente mediada por el testimonio del pasado y estimulada por una cauta confianza, pero confianza al fin, en el porvenir". Estas son las palabras con que Diego Arroyo Gil abre las páginas de la biografía de Miguel Arroyo, número 149 y penúltimo de la BBV. Me detengo en ellas, y diré por qué.

Diego anda en los 25-26 años de edad, y se enfrenta a todo un complejo y extenso proceso de la cultura venezolana a través de uno de los protagonistas de mayor relieve.

Estas palabras traducen la comprensión del biógrafo de que el biografiado es una figura histórica, y por consiguiente su vida y su obra no son las de un creador solitario, sino las de un personaje que trasciende la aventura individual.

De ahí que su biografía pueda prestarse para proponer o propiciar esa reconciliación con el país, luego de ajustar cuentas y poner las cartas sobre la mesa con absoluta lealtad. Reconciliación implica también reconocimiento. Valoración de creencias comunes, aceptación de que en la historia prevalecen y prevalecerán la persona humana y sus obras. Que en última instancia, la cultura nos redime, y es lo que sobrevive como el gran legado.

Coincidencia de apellidos y no más, un Arroyo sobre otro Arroyo. Ningún vínculo familiar. Al biógrafo lo sedujo la personalidad del gran director del Museo de Bellas Artes, y se dispuso a investigar e indagar para escribir una historia que la amistad no me impedirá llamar ejemplar por el elegante arte del estilo, la rigurosidad en el análisis, la valoración del pasado, el fervor venezolano. Para entender al biografiado y su trascendental contribución a la cultura venezolana conviene leer y releer el capítulo "Miguel Arroyo y el Museo de Bellas Artes. Evocación de una época (1959-1976)".

Pero, dado que estos no son papeles para quemar sino para regocijarse, vayamos por partes. Hay etapas esenciales en la vida de Miguel Arroyo, obviamente no tan conocidas como su etapa del museo, pero que explican su relevancia como director. Por eso es preciso detenerse en el capítulo "Regreso de dos ciudades". La explicación del biógrafo es preliminar: "Hay viajes que cambian la vida para siempre, viajes que prometen una posteridad, que ellos mismos son una posteridad, viajes que desean un porvenir y que hallan ese porvenir en el destino de un hombre".

Estamos en 1938. Miguel tiene 18 años cuando es contratado como asistente del pintor Luis Alfredo López Méndez para la decoración del Pabellón de Venezuela en la Feria Mundial de Nueva York que se abriría en 1939. La feria es un gran espectáculo y un signo de optimismo en el destino humano. No hay duda de que la experiencia marca al joven artista.

Otro viaje no fue menos capital en la formación de Miguel. En 1946 ganó por concurso una beca del Ministerio de Educación para estudiar Educación Artística en el Carnegie Institute of Technology de Pittsburgh. Su proyecto personal era estudiar Historia del Arte en la Universidad de Columbia, pero fue la primera alternativa la que se le dio.

Pittsburgh era otro gran centro de cultura. En 1948 regresó a Venezuela y se reintegró a sus tareas pedagógicas en el Liceo Aplicación. Las artes plásticas comienzan a vivir una gran época en Venezuela. Aparece el movimiento de Los Disidentes, cuyo manifiesto lanzan desde París los jóvenes pintores radicados en Francia. Miguel vive otra gran experiencia con Carlos Raúl Villanueva en la UCV y su gran proyecto de integración de las artes.

Es el momento de regresar al capítulo "Miguel Arroyo y el Museo de Bellas Artes. Evocación de una época (19591976)". No cabe duda, Miguel se había preparado, había estudiado a fondo el arte y su historia, el venezolano, el mundial, el latinoamericano.

Diego analiza la obra de Miguel frente al museo.

La transformación extraordinaria del MBA. Fueron años de esplendor. No obstante, en 1974 surgió la idea de crear la GAN y dividir el MBA.

Digo que este capítulo da innumerables claves. Miguel se opuso a la idea. Los argumentos fueron desechados. Cuando se formuló el presupuesto para 1975, al MBA se le asignó prácticamente el que tenía, 820.555.00 bolívares, para personal, programación, etc. A la GAN (que aún no existía) se le destinaron 1.026.848.00. A Miguel no le quedó otra alternativa que la renuncia, y la entrega a otros grandes proyectos de su vida. Conviene detenerse en las programaciones del MBA durante aquellos años.

En los nombres de los grandes pintores universales cuyas obras fueron vistas por primera vez en Venezuela. Leer estas páginas, tan excelentemente documentadas y escritas, nos invita a visitar un tiempo excepcional de la cultura venezolana. Quiso Diego que con su biografía Miguel saliera de la plaza en hombros. El joven escritor siguió los pasos del maestro, y también salió en hombros.

fuente:elnacional.com

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