Martha Barroeta || Taller de Fantasía
El libro III
“¡Dichosos los libros que nos enseñan a crear, a esperar y a amar! ¡Dichosos los hombres que los escriben!, ¡Que apaciblemente mueren, rodeados de sus obras, que se disponen aseguirlos!” Villalosada
Comenzaron a nacer las grandes Bibliotecas Modernas. Por supuesto, también las hubo en la antigüedad aunque escasamente, y el número de los manuscritos era muy difícil de reunir. Con el transcurrir del tiempo nacieron las grandes bibliotecas modernas, que comenzaron a acumular grandes cantidades de libros, por ejemplo: La Biblioteca del Congreso de Washington, tiene millones de volúmenes, verdaderamente grandes repositarios del conocimiento humano. Sin embargo, la escritura y el libro son limitados. Han sido el medio de comunicación fundamental; pero han nacido otros medios más modernos para comunicar a las masas, por ejemplo: la radio y la televisión penetraron al común medio masivo para suplantar la letra impresa, pues ellos llegan más directa y fácilmente.
Hay quienes afirman que no es lo mismo leer que oír, que no es lo mismo oír que ver, y que no es lo mismo leer que oír y ver simultáneamente.
Esto trae como consecuencia una transformación y hasta un desafío. De esas joyas bibliográficas a las que se había llegado en la imprenta como lo era el arte del libro, en nuestro tiempo se ha pasado como todos lo sabemos al alcance eficaz de la televisión (bastante desvirtuado en este modernismo que nos atrapa).
Hay un hecho muy real: en la antigüedad se leía muy poco, pues, resultaba un lujo poseer un libro y además el mecanismo que se había implementado no era lo suficientemente rápido como para abarcar la población existente; hoy día podemos afirmar que es una gran minoría la que lee, aunque tenemos la imprenta que es el medio más poderoso en la actualidad.
Lo que significa que el libro es la memoria de la civilización, las bibliotecas son los grandes repositarios, queda en el medio impreso la memoria de todo lo que el hombre ha pensado, ha dicho o hecho, ha sabido.
Ahora bien tenemos un desafío en nuestro tiempo, porque se nos presenta un problema; ¿qué hacer con ese océano de libros que se publican, para abarcar, para leer esa pluralidad de libros?, ¿a qué publicación dedicar nuestro pequeño tiempo?, ¿cuál será el más significativo, el de mayor peso para nuestra vida y conocimiento?
Por supuesto que puede escogerse según nuestras preferencias.
El papel fundamental, el instrumento, el gran banco de información, el motivo central de nuestra civilización, lo es y seguirá siendo el libro, en el que meditamos y dialogamos con el autor; el libro es y seguirá siendo el mayor baluarte formativo, la esencia, el vínculo y el vehículo de la civilización mientras exista la sociedad humana.
mebarroeta@hotmail.com
El Carabobeño 31 octubre 2012
Oswaldo Pulgar Pérez || El llamado pico de oro
Me regalaron unos reportajes muy interesantes sobre los “Padres de la Iglesia”. No se refiere a los sacerdotes que vemos todos los días. Se refiere a un grupo de pastores y escritores eclesiásticos, obispos en su mayoría, de los primeros siglos del cristianismo, cuyo conjunto doctrinal es considerado fundamento de la fe y de la ortodoxia de la Iglesia.
Uno de ellos es San Juan Crisóstomo. Nació en el año 350 de una familia cristiana que le proporcionó una esmerada educación. Ordenado obispo, ejerció su ministerio durante 12 años en Antioquia. Por su magnífica elocuencia recibió el sobrenombre de “Crisóstomo”, que quiere decir “pico de oro”.
Crisóstomo tiene un escrito que tituló “La luz de los cristianos”, que en este Año de la Fe, promulgado el pasado 11 de octubre por Benedicto XVI, adquiere especial actualidad.
Comienza diciendo que nada hay más frío que un cristiano que no se preocupe de la salvación de los demás. “No podemos excusarnos por la pobreza pues aquella viuda que echó dos monedas de cobre te acusará. Y Pedro dijo: - No tengo plata ni oro”.
Va desmontando los argumentos que nos pueden paralizar: no somos inteligentes, no estamos bien posicionados, no somos poderosos, etc. Resulta que la eficacia apostólica de un cristiano corriente no le viene de allí. Crisóstomo no era eficaz porque fuese un gran orador. Eso ayuda, pero no basta. La eficacia del apóstol le viene de su cercanía a Jesucristo, que no es una teoría, ni un programa social, es una persona, que existe y espera que le tratemos.
Cuentan que el sabio Eisntein, ya jubilado, se dedicó a dar conferencias por todo EEUU. Contrató un chofer para que le llevara a los sitios donde le invitaban. Una vez, cansado de tanto viaje, le propuso al chofer que diese él la conferencia, pues la había oído montones de veces. Y así lo hicieron. El chofer comenzó su disertación y Einstein permaneció entre el público como uno más. Comenzó la charla y le hicieron una pregunta cuya respuesta era difícil. Ni corto ni perezoso se dirigió a su chofer (Einstein), y dijo: - Esta pregunta es tan sencilla, que hasta mi chofer puede responderla. La conclusión es obvia: es nuestra amistad y unión con Dios lo que nos hará eficaces.
oswaldopulgar@gmail.com | @oswaldopulgar
Oswaldo Pulgar Pérez || El llamado pico de oro
Me regalaron unos reportajes muy interesantes sobre los “Padres de la Iglesia”. No se refiere a los sacerdotes que vemos todos los días. Se refiere a un grupo de pastores y escritores eclesiásticos, obispos en su mayoría, de los primeros siglos del cristianismo, cuyo conjunto doctrinal es considerado fundamento de la fe y de la ortodoxia de la Iglesia.
Uno de ellos es San Juan Crisóstomo. Nació en el año 350 de una familia cristiana que le proporcionó una esmerada educación. Ordenado obispo, ejerció su ministerio durante 12 años en Antioquia. Por su magnífica elocuencia recibió el sobrenombre de “Crisóstomo”, que quiere decir “pico de oro”.
Crisóstomo tiene un escrito que tituló “La luz de los cristianos”, que en este Año de la Fe, promulgado el pasado 11 de octubre por Benedicto XVI, adquiere especial actualidad.
Comienza diciendo que nada hay más frío que un cristiano que no se preocupe de la salvación de los demás. “No podemos excusarnos por la pobreza pues aquella viuda que echó dos monedas de cobre te acusará. Y Pedro dijo: - No tengo plata ni oro”.
Va desmontando los argumentos que nos pueden paralizar: no somos inteligentes, no estamos bien posicionados, no somos poderosos, etc. Resulta que la eficacia apostólica de un cristiano corriente no le viene de allí. Crisóstomo no era eficaz porque fuese un gran orador. Eso ayuda, pero no basta. La eficacia del apóstol le viene de su cercanía a Jesucristo, que no es una teoría, ni un programa social, es una persona, que existe y espera que le tratemos.
Cuentan que el sabio Eisntein, ya jubilado, se dedicó a dar conferencias por todo EEUU. Contrató un chofer para que le llevara a los sitios donde le invitaban. Una vez, cansado de tanto viaje, le propuso al chofer que diese él la conferencia, pues la había oído montones de veces. Y así lo hicieron. El chofer comenzó su disertación y Einstein permaneció entre el público como uno más. Comenzó la charla y le hicieron una pregunta cuya respuesta era difícil. Ni corto ni perezoso se dirigió a su chofer (Einstein), y dijo: - Esta pregunta es tan sencilla, que hasta mi chofer puede responderla. La conclusión es obvia: es nuestra amistad y unión con Dios lo que nos hará eficaces.
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