El Carabobeño 12 noviembre 2012
Guillermo Mujica Sevilla ||
De Azules y de Brumas
Los héroes civiles (II)
La trágica hora de la Guerra Federal parece del romántico desembarco en Palmasola y de las espadas de Falcón y Zamora. “La espada redentora del mariscal Falcón” clama el cantar del pueblo. Pero se olvidan de que la Guerra Federal nació veinte años antes en la cabeza de Antonio Leocadio Guzmán y que tan importante como los combates o como el Tratado de Coche fueron los editoriales de El Venezolano. Una historia de Venezuela que no hable de la pujante tarea corrosiva de Antonio Leocadio Guzmán y de su periódico está incompleta y da una visión engañosa.Lo que la Guerra Federal manifiesta en turbia violencia y en colorido combatir no era sino la consecuencia extrema de lo que en oratoria, a veces de muy alta clase, se había expresado en la Convención de Valencia. Allí estuvieron dichas algunas de las tesis fundamentales del destino de Venezuela, que después dirimieron las espadas no siempre con acierto. Habría que hablar de la vida de heroicos servicios de Santos Michelena. Levantar su culto. Ponerlo en el manual de historia con más espacio que José Tadeo Monagas. Habría que poner también a Fermín Toro. Hablar de sus brillantes cargas en Valencia, describir los objetivos de su vasta campaña contra la Ley de Libertad de Contratos.Habría que poner también la gran figura de Pedro Gual, tan olvidada. Hizo campañas más vastas, más arduas y de más consecuencias que muchos de los generales que tienen monumento y tumba en el Panteón. Frente a lo que Guzmán Blanco representa tan positivo, tan venezolano y tan tradicional, habría que poner lo que Cecilio Acosta encarna, invoca y salva, que acaso sea más fiel y radicalmente venezolano, aunque proyectado hacia otra Venezuela más alta y remota, pero no menos verdadera y fecunda por inalcanzable. Pareciera al que mira el manual resonante de arengas y respladeciente de lanzas que apenas hubiera otro rostro civil digno de ser mencionado en la historia que el del doctor Vargas. Y el doctor Vargas que se recuerda es precisamente el interlocutor momentáneo de Carujo. El personaje de una anécdota. Poco se dice de lo que hizo por la instrucción en Venezuela, de su tarea en la Universidad, de su concepción de la política y del Estado, de su pensamiento, de su vida ejemplar.
Todo esto pide enmienda. Hay que restituirle a Venezuela la integridad de su pasado y la totalidad de su herencia. Si queremos que su juventud cobre conciencia de la misma y pueda realizarse plenamente. Con sus encendidos héroes militares, pero también con sus hondos héroes civiles. Con sus hombres de levita que concibieron el destino nacional, la fisonomía moral y jurídica de la nación, las formas de su sociabilidad y que formularon los que hasta ahora siguen siendo los ideales que determina el agitado fluir de la historia venezolana. Junto a la iconografía militar hay que crear esa incógnita civil que nos falta. Con el gusto del cruento sacrificio heroico de las armas que enseñan los grandes guerreros, avivar el gusto por el lento sacrificio heroico de los que pusieron su vida al servicio de una idea de bien común. La ejemplaridad de esas vidas la necesita nuestra vida colectiva para ennoblecer sus mejores sentimientos y esperanzas. Hay que reconstruir los capítulos de esa “leyenda dorada” de nuestra tradición civil. Hay que salvarla para darla a los jóvenes. Para dar con ella a los jóvenes el ansia de servir pacífica y denodadamente a Venezuela, bajo la inspiración de los más puros y más vivos ejemplos.Llevar los héroes civiles a las escuelas donde está el mejor recinto para su palabra. Sin ello no tendremos pasado completo ni historia verdadera, sino un rostro mutilado de la patria, que fatalmente engendra una visión deformada de la nacionalidad y de su destino.
Tomado del libro “ Las Nubes” (1997) del Dr. Arturo Uslar Pietri (Premio Nacional de Literatura (1952-1953)
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