Subdelia Páez de Sevilla ||
En memoria de Aura de Rodríguez
El día 4 de febrero entregó su alma al Señor. Una madre excepcional, trajo al mundo a doce hijos; su tiempo lo consagró no sólo a la atención del hogar, sino también a servir a la comunidad. Indiscutiblemente era una gran ciudadana, una hija adoptiva de Valencia, ejemplar, una gran amiga: fraterna, solidaria y con un excelso corazón también entregado a servir a los más necesitados.
Esa era, Aura Pagazini de Rodríguez (Q.E.P.D), había nacido en el oriente venezolano y desde esa tierra próxima al mar, abierta en el oriente patrio, recibió la energía, la potencialidad y reciedumbre para servir sin cansancio, desde su juventud hasta el umbral de sus ochenta años.
Del oriente llega a Caracas y comienza sus estudios de primaria, sin concluir el bachillerato contrae nupcias con Oscar Julio Rodríguez Morandi (Q.E.P.D), reconocido farmacéutico y abogado y en los albores del año 1955 la pareja se traslada a Valencia, fundan su hogar y se dan a conocer por su entrega y servicio profesional y ciudadano.
En Valencia comienza Aura a proyectar su intensa e infatigable labor, reconocida como pionera en la organización vecinal. En busca de soluciones en el entorno residencial, motiva a otros vecinos para organizar la primera asociación de vecinos Apulvi, en la urbanización La Viña y de allí emergerán otras iniciativas y se constituirán en forma progresiva las organizaciones de urbanizaciones y parroquias en busca de las mejoras y soluciones a la comunidad. Con gran alegría Aura propulsaba esos impulsos para lograr mejoras en los servicios y una mejor calidad de vida en las comunidades; su voz se hace sentir y su alerta promueve la organización vecinal en diferentes sectores de la ciudad.
Años más tarde, un hecho estremeció su hogar, por el nacimiento de una hija impedida oralmente y esto la impulsó a interesarse por esta gran necesidad de los niños sordos. Ante e1 requerimiento de llevar a la niña a estudiar en Argentina, Aura la acompaña y realiza estudios en esa especialidad en el Instituto Oral Modelo de Argentina. Ambas eran alumnas, la niña permanece en el sur, pero la madre regresa a Valencia y trae sus conocimientos al Instituto de Audiofonología Carabobo en Santa Rosa. Ejerce como directora y se empeña en lograr un intercambio con maestros de Valencia y Argentina; se hacen Domingos Familiares, se buscan becas, se recaudan las ayudas suficientes y muchos docentes de Valencia van a especializarse al Instituto Oral Modelo de Argentina, esta preparación ha sido muy eficiente para los alumnos y para el Instituto de Audiofonología de Santa Rosa, la cual es atendida hoy día por la Fundación de Audiofonología de Carabobo.
Transcurridos los años, el aguijón del servicio y deseos de propulsar más y mejor asistencia al ciudadano valenciano, la llevan a desempeñar importantes cargos en la administración Salas Römer y Salas Feo, pero tenemos que reconocer que su gran servicio y ayuda humanitaria la realizó en la Matenidad del Sur, allí casi entregó su vida al Señor, pues hasta sus últimos días su gran deseo era atender a las parturientas. Entregó su amor y desvelo por el recién nacido; ella misma expresaba: “ellos son el futuro del país, a ellos hay que recibirlos con amor y ofrecerles seguridad, paz, alegría y felicidad”.
Su corazón lleno de solidaridad y servicio, la impulsó a acercarse a la Sociedad San Vicente de Paúl-Conferencia San Antonio de Prebo, para así ayudar a la Congregación de Padres Scalabrinianos en la labor espiritual y cultural que realizan en el barrio Máximo Romero y otras comunidades del sur, siempre ayudando a los más necesitados con becas y organizando actividades espirituales.
Su vida ejemplar se mantuvo como llama encendida por más de ocho décadas, dejó huellas dignas de imitar como ciudadana y como cristiana. Fue llamada por Dios y sin decirnos adiós, con sus manos llenas de servicio y amor a los necesitados, se entregó con gran fe, a la Misericordia del Redentor
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