Papa Francisco clausura año de la fe apretando las reliquias de San Pedro
La imagen del Papa argentino de 76 años, 265º sucesor de Pedro, totalmente concentrado, con expresión grave, tomando firmemente en sus manos ese relicario de bronce a lo largo de toda la plegaria del “Credo”, fue uno de los momentos más impactantes de una misa muy solemne.
Así concluía “el Año de la fe” en la explanada de la Iglesia San Pedro, en presencia de unos 60.000 fieles de todos los continentes.Era la primera vez que las reliquias atribuidas a Pedro eran presentadas ante la multitud.
Pedro fue crucificado cabeza abajo en los años 64-70, en el circo de Calígula, donde actualmente se encuentran los jardines del Vaticano.
Esa osamenta fue encontrada en 1940 bajo la basílica. Los Papas jamás atestiguaron que esa osamenta fuese auténtica sin lugar a dudas. Pero exámenes científicos llegaron a la conclusión de que existía una “probabilidad” de que lo fueran. Algunos investigadores impugnan esa afirmación, en una interminable querella histórica.
CIUDAD DEL VATICANO
Esta misa muy solemne, con cantos en latín, fue también la ocasión de una gran colecta para las víctimas del tifón en las Filipinas.
Primera carta. El Papa, ligeramente pálido, también entregó su primera carta de exhortación apostólica Evangelii Gaudium ("La alegría del Evangelio").
El documento fue recibido por 36 fieles: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, representantes de movimientos eclesiásticos, así como a dos periodistas y dos artistas, el escultor japonés, Etsuro Sotoo, y la pintora polaca, Anna Gulak.
Una ciega también recibió la carta apostólica en una grabación sonora.
La misiva debe permanecer totalmente secreta hasta el martes, cuando será divulgada a todos los fieles.
Fuentes del Vaticano señalan que se trata de un documento importante y denso. Es el primer texto del magisterio que surgió únicamente de la mano de Francisco, contrariamente a la encíclicaLumen Fidei, publicada en julio, que había sido redactada en gran parte por Benedicto XVI.
Durante el festejo, el papa Francisco saludó en la primera fila a los patriarcas de Oriente.
"El intercambio de la paz con ustedes quiere expresar sobre todo el reconocimiento del obispo de Roma respecto a esas comunidades que confesaron el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, que a menudo se pagó muy cara", les dijo al grupo de patriarcas.
En vísperas de la primera visita del presidente ruso Vladimir Putin, el Papa también se refirió a Ucrania, que "conmemora el 80º aniversario del Holodomor, la gran hambruna provocada por el régimen comunista (de Iosif Stalin), que causó millones de víctimas".
El año de la fe fue lanzado por Benedicto XVI, en octubre de 2012, cuatro meses antes de su renuncia.
Su celebración atrajo a unos 8,5 millones de devotos a la Santa Sede, quienes asistieron a diversas ceremonias en 13 meses, según las estadísticas del Vaticano.Se trataba fundamentalmente de dar un nuevo impulso a la fe, que ha perdido adeptos en los países más desarrollados
AFP -
Una ciega también recibió la carta apostólica en una grabación sonora.
La misiva debe permanecer totalmente secreta hasta el martes, cuando será divulgada a todos los fieles.
Fuentes del Vaticano señalan que se trata de un documento importante y denso. Es el primer texto del magisterio que surgió únicamente de la mano de Francisco, contrariamente a la encíclicaLumen Fidei, publicada en julio, que había sido redactada en gran parte por Benedicto XVI.
Durante el festejo, el papa Francisco saludó en la primera fila a los patriarcas de Oriente.
"El intercambio de la paz con ustedes quiere expresar sobre todo el reconocimiento del obispo de Roma respecto a esas comunidades que confesaron el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, que a menudo se pagó muy cara", les dijo al grupo de patriarcas.
El año de la fe fue lanzado por Benedicto XVI, en octubre de 2012, cuatro meses antes de su renuncia.
Su celebración atrajo a unos 8,5 millones de devotos a la Santa Sede, quienes asistieron a diversas ceremonias en 13 meses, según las estadísticas del Vaticano.Se trataba fundamentalmente de dar un nuevo impulso a la fe, que ha perdido adeptos en los países más desarrollados
Francisco clausura el Año de la fe entregando su primera exhortación apostólica
Las reliquias del apóstol Pedro, junto al altar, han sido expuestas por primera vez en la historia
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El Año de la fe, ha sido clausurado hoy, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, con la celebración eucarística del santo padre en el Sagrado de la Basílica Vaticana. A pesar del frío y de las posibilidades de lluvia, 60.000 fieles se han acercado hasta la plaza para participar de esta significativa celebración.
Han concelebrado junto al santo padre los cardenales, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias Orientales Católicas, los arzobispos y obispos.
Junto al altar han estado expuestas, por primera vez, las reliquias del apóstol Pedro, dentro de una caja de bronce con la inscripción Ex ossibus quae in Arcibasilicae Vaticanae hypogeo inventa Beati Petri Apostoli esse putantur ("De los huesos encontrados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que se consideran del Beato Pedro Apóstol").
Antes de la misa, se ha realizado una colecta para destinar a la población de Filipinas, recientemente afectada por el tifón Haiyan.
En la homilía, Francisco ha recordado que este Año de la fe, esta "iniciativa providencial" convocada por Benedicto XVI, "nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo".
El hilo conductor de las lecturas del día - ha indicado el santo padre - es la centralidad de Cristo, y sobre esta idea ha desarrollado toda la homilía. Tres han sido los aspectos que ha subrayado: Jesús como primogénito de toda la creación, Cristo el centro del pueblo de Dios y Cristo el centro de la historia de la humanidad y de todo hombre. Asimismo, Francisco ha invitado a los fieles a pedir a Jesús, tal y como hizo el ladrón bueno, que se acuerde de nosotros ahora que está en su Reino.
Durante el canto del Credo, el santo padre recogido en profunda oración, ha sostenido entre sus manos la urna con las reliquias del apóstol.
Al finalizar la celebración, Francisco ha entregado su primera exhortación apostólica Evangelii gaudium a 36 representantes del pueblo de Dios, procedentes de 18 países: un obispo, un sacerdote y un diácono elegido entre los más jóvenes que serán ordenados; religiosos y religiosas y algunos representantes de los eventos de este Año de la fe: confirmandos, un seminarista y una novicia, una familia, catequistas, una ciega - al que el papa se la ha entregado en CD para que pueda ser reproducida y escuchada - a jóvenes, representantes de las cofradías, de los movimientos, y para terminar dos artistas y dos representantes de los medios de comunicación.
El santo padre ha finalizado con la oración del Ángelus como cada domingo. Y antes de abandonar la plaza, ha dedicado unos minutos para poder saludar algunos de los que le han acompañado concelebrando, sacerdotes que se encontraban en el Sagrado e incluso, antes de subir al jeep ha bendecido a algunos niños que se encontraban cerca. Durante el recorrido por los pasillos de la plaza y hasta una parte de Vía de la Conciliación, Francisco ha saludado y bendecido a los fieles que han querido participar junto al sucesor de Pedro en esta celebración que supone el cierre del Año de fe.
Por Rocío Lancho García
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El Año de la fe, ha sido clausurado hoy, Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, con la celebración eucarística del santo padre en el Sagrado de la Basílica Vaticana. A pesar del frío y de las posibilidades de lluvia, 60.000 fieles se han acercado hasta la plaza para participar de esta significativa celebración.
Han concelebrado junto al santo padre los cardenales, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias Orientales Católicas, los arzobispos y obispos.
Junto al altar han estado expuestas, por primera vez, las reliquias del apóstol Pedro, dentro de una caja de bronce con la inscripción Ex ossibus quae in Arcibasilicae Vaticanae hypogeo inventa Beati Petri Apostoli esse putantur ("De los huesos encontrados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que se consideran del Beato Pedro Apóstol").
Antes de la misa, se ha realizado una colecta para destinar a la población de Filipinas, recientemente afectada por el tifón Haiyan.
En la homilía, Francisco ha recordado que este Año de la fe, esta "iniciativa providencial" convocada por Benedicto XVI, "nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo".
El hilo conductor de las lecturas del día - ha indicado el santo padre - es la centralidad de Cristo, y sobre esta idea ha desarrollado toda la homilía. Tres han sido los aspectos que ha subrayado: Jesús como primogénito de toda la creación, Cristo el centro del pueblo de Dios y Cristo el centro de la historia de la humanidad y de todo hombre. Asimismo, Francisco ha invitado a los fieles a pedir a Jesús, tal y como hizo el ladrón bueno, que se acuerde de nosotros ahora que está en su Reino.
Durante el canto del Credo, el santo padre recogido en profunda oración, ha sostenido entre sus manos la urna con las reliquias del apóstol.
Al finalizar la celebración, Francisco ha entregado su primera exhortación apostólica Evangelii gaudium a 36 representantes del pueblo de Dios, procedentes de 18 países: un obispo, un sacerdote y un diácono elegido entre los más jóvenes que serán ordenados; religiosos y religiosas y algunos representantes de los eventos de este Año de la fe: confirmandos, un seminarista y una novicia, una familia, catequistas, una ciega - al que el papa se la ha entregado en CD para que pueda ser reproducida y escuchada - a jóvenes, representantes de las cofradías, de los movimientos, y para terminar dos artistas y dos representantes de los medios de comunicación.
El santo padre ha finalizado con la oración del Ángelus como cada domingo. Y antes de abandonar la plaza, ha dedicado unos minutos para poder saludar algunos de los que le han acompañado concelebrando, sacerdotes que se encontraban en el Sagrado e incluso, antes de subir al jeep ha bendecido a algunos niños que se encontraban cerca. Durante el recorrido por los pasillos de la plaza y hasta una parte de Vía de la Conciliación, Francisco ha saludado y bendecido a los fieles que han querido participar junto al sucesor de Pedro en esta celebración que supone el cierre del Año de fe.
Han concelebrado junto al santo padre los cardenales, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias Orientales Católicas, los arzobispos y obispos.
Junto al altar han estado expuestas, por primera vez, las reliquias del apóstol Pedro, dentro de una caja de bronce con la inscripción Ex ossibus quae in Arcibasilicae Vaticanae hypogeo inventa Beati Petri Apostoli esse putantur ("De los huesos encontrados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que se consideran del Beato Pedro Apóstol").
Antes de la misa, se ha realizado una colecta para destinar a la población de Filipinas, recientemente afectada por el tifón Haiyan.
En la homilía, Francisco ha recordado que este Año de la fe, esta "iniciativa providencial" convocada por Benedicto XVI, "nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo".
El hilo conductor de las lecturas del día - ha indicado el santo padre - es la centralidad de Cristo, y sobre esta idea ha desarrollado toda la homilía. Tres han sido los aspectos que ha subrayado: Jesús como primogénito de toda la creación, Cristo el centro del pueblo de Dios y Cristo el centro de la historia de la humanidad y de todo hombre. Asimismo, Francisco ha invitado a los fieles a pedir a Jesús, tal y como hizo el ladrón bueno, que se acuerde de nosotros ahora que está en su Reino.
Durante el canto del Credo, el santo padre recogido en profunda oración, ha sostenido entre sus manos la urna con las reliquias del apóstol.
Al finalizar la celebración, Francisco ha entregado su primera exhortación apostólica Evangelii gaudium a 36 representantes del pueblo de Dios, procedentes de 18 países: un obispo, un sacerdote y un diácono elegido entre los más jóvenes que serán ordenados; religiosos y religiosas y algunos representantes de los eventos de este Año de la fe: confirmandos, un seminarista y una novicia, una familia, catequistas, una ciega - al que el papa se la ha entregado en CD para que pueda ser reproducida y escuchada - a jóvenes, representantes de las cofradías, de los movimientos, y para terminar dos artistas y dos representantes de los medios de comunicación.
El santo padre ha finalizado con la oración del Ángelus como cada domingo. Y antes de abandonar la plaza, ha dedicado unos minutos para poder saludar algunos de los que le han acompañado concelebrando, sacerdotes que se encontraban en el Sagrado e incluso, antes de subir al jeep ha bendecido a algunos niños que se encontraban cerca. Durante el recorrido por los pasillos de la plaza y hasta una parte de Vía de la Conciliación, Francisco ha saludado y bendecido a los fieles que han querido participar junto al sucesor de Pedro en esta celebración que supone el cierre del Año de fe.
Homilía de clausura del Año de la Fe
El santo padre ha recordado la centralidad de Cristo en la vida y la historia de cada uno
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - Publicamos a continuación la homilía del santo padre de la celebración eucarística de la clausura del Año de la fe.
La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, señala también la conclusión del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, a quien recordamos ahora con afecto y reconocimiento por este don que nos ha dado. Con esa iniciativa providencial, nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y en el que el Espíritu Santo nos purifica, eleva, santifica, para introducirnos en la felicidad que anhela nuestro corazón.
Dirijo también un saludo cordial y fraterno a los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas, aquí presentes. El saludo de paz que nos intercambiaremos quiere expresar sobre todo el reconocimiento del Obispo de Roma a estas Comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio.
Del mismo modo, y por su medio, deseo dirigirme a todos los cristianos que viven en Tierra Santa, en Siria y en todo el Oriente, para que todos obtengan el don de la paz y la concordia.
Las lecturas bíblicas que se han proclamado tienen como hilo conductor la centralidad de Cristo. Cristo está en el centro, Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia.
1. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús. Nos lo presenta como el Primogénito de toda la creación: en él, por medio de él y en vista de él fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio: Jesucristo, el Señor. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en él todas las cosas sean reconciliadas (cf. 1,12-20). Señor de la creación, Señor de la reconciliación.
Esta imagen nos ayuda a entender que Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras. Y así nuestros pensamientos serán pensamientos cristianos, pensamientos de Cristo. Nuestras obras serán obras cristianas, obras de Cristo, nuestras palabras serán palabras cristianas, palabras de Cristo. En cambio, La pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo.
2. Además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, en el centro. Ahora está aquí en la Palabra, y estará aquí en el altar, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo. Nos lo muestra la primera lectura, en la que se habla del día en que las tribus de Israel se acercaron a David y ante el Señor lo ungieron rey sobre todo Israel (cf. 2S 5,1-3). En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo.
Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el «hermano» alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; un único pueblo unido a él, compartimos un solo camino, un solo destino. Sólo en él, en él como centro, encontramos la identidad como pueblo.
3. Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy.
Mientras todos se dirigen a Jesús con desprecio -«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida pero se arrepiente, al final se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43): su Reino. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no deja de atender una petición como esa. Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día, nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: "Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino." ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. "Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estas en tu Reino."
La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino. Jesús es el centro de nuestros deseos de gozo y salvación. Vayamos todos juntos por este camino.
La solemnidad de Cristo Rey del Universo, coronación del año litúrgico, señala también la conclusión del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, a quien recordamos ahora con afecto y reconocimiento por este don que nos ha dado. Con esa iniciativa providencial, nos ha dado la oportunidad de descubrir la belleza de ese camino de fe que comenzó el día de nuestro bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y en el que el Espíritu Santo nos purifica, eleva, santifica, para introducirnos en la felicidad que anhela nuestro corazón.
Dirijo también un saludo cordial y fraterno a los Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas, aquí presentes. El saludo de paz que nos intercambiaremos quiere expresar sobre todo el reconocimiento del Obispo de Roma a estas Comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio.
Del mismo modo, y por su medio, deseo dirigirme a todos los cristianos que viven en Tierra Santa, en Siria y en todo el Oriente, para que todos obtengan el don de la paz y la concordia.
Las lecturas bíblicas que se han proclamado tienen como hilo conductor la centralidad de Cristo. Cristo está en el centro, Cristo es el centro. Cristo centro de la creación, del pueblo y de la historia.
1. El apóstol Pablo, en la segunda lectura, tomada de la carta a los Colosenses, nos ofrece una visión muy profunda de la centralidad de Jesús. Nos lo presenta como el Primogénito de toda la creación: en él, por medio de él y en vista de él fueron creadas todas las cosas. Él es el centro de todo, es el principio: Jesucristo, el Señor. Dios le ha dado la plenitud, la totalidad, para que en él todas las cosas sean reconciliadas (cf. 1,12-20). Señor de la creación, Señor de la reconciliación.
Esta imagen nos ayuda a entender que Jesús es el centro de la creación; y así la actitud que se pide al creyente, que quiere ser tal, es la de reconocer y acoger en la vida esta centralidad de Jesucristo, en los pensamientos, las palabras y las obras. Y así nuestros pensamientos serán pensamientos cristianos, pensamientos de Cristo. Nuestras obras serán obras cristianas, obras de Cristo, nuestras palabras serán palabras cristianas, palabras de Cristo. En cambio, La pérdida de este centro, al sustituirlo por otra cosa cualquiera, solo provoca daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo.
2. Además de ser centro de la creación y centro de la reconciliación, Cristo es centro del pueblo de Dios. Y precisamente hoy está aquí, en el centro. Ahora está aquí en la Palabra, y estará aquí en el altar, vivo, presente, en medio de nosotros, su pueblo. Nos lo muestra la primera lectura, en la que se habla del día en que las tribus de Israel se acercaron a David y ante el Señor lo ungieron rey sobre todo Israel (cf. 2S 5,1-3). En la búsqueda de la figura ideal del rey, estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo.
Cristo, descendiente del rey David, es precisamente el «hermano» alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; un único pueblo unido a él, compartimos un solo camino, un solo destino. Sólo en él, en él como centro, encontramos la identidad como pueblo.
3. Y, por último, Cristo es el centro de la historia de la humanidad, y también el centro de la historia de todo hombre. A él podemos referir las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias que entretejen nuestra vida. Cuando Jesús es el centro, incluso los momentos más oscuros de nuestra existencia se iluminan, y nos da esperanza, como le sucedió al buen ladrón en el Evangelio de hoy.
Mientras todos se dirigen a Jesús con desprecio -«Si tú eres el Cristo, el Mesías Rey, sálvate a ti mismo bajando de la cruz»- aquel hombre, que se ha equivocado en la vida pero se arrepiente, al final se agarra a Jesús crucificado implorando: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42). Y Jesús le promete: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43): su Reino. Jesús sólo pronuncia la palabra del perdón, no la de la condena; y cuando el hombre encuentra el valor de pedir este perdón, el Señor no deja de atender una petición como esa. Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día, nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: "Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino." ¡Qué bien! Hagámoslo hoy todos, cada uno en su corazón, muchas veces. "Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estas en tu Reino."
La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más, es tan generoso, da siempre más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino. Jesús es el centro de nuestros deseos de gozo y salvación. Vayamos todos juntos por este camino.
El papa en el Ángelus pide la protección de María para los perseguidos por causa de la fe
Francisco ha saludado a la comunidad ucraniana que recuerda el 80º aniversario del Holodomor, la 'gran hambruna'
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 24 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre Francisco, antes de finalizar la celebración eucarística de clausura del Año de la fe y para introducir la oración mariana de Ángelus ha pronunciado las siguientes palabras:
Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los movimientos, llegados de tantos países. Saludo a los participantes del Congreso Nacional de la Misericordia; saludo a la comunidad ucraniana, que recuerda el 80º aniversario del Holodomor, la 'gran hambruna' provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas.
En este día, nuestro pensamiento va a los misioneros que, a lo largo de los siglos, han anunciado el Evangelio y esparcido las semillas de la fe en tantas partes del mundo, entre los cuales está el beato Junípero Serra, misionero franciscano español, del que se celebra el tercer centenario de su nacimiento.
El papa no ha querido terminar sin un pensamiento "a todos aquellos que han trabajado para llevar adelante este Año de la fe", en especial a monseñor Rino Fisichella, "que ha guiado este camino", a él y a sus colaboradores les ha dado las gracias de corazón.
Ahora - ha continuado - rezamos junto el Ángelus. Con esta oración invocamos la protección de María, especialmente para nuestros hermanos y nuestras hermanas que son perseguidos a causa de la fe.
Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los movimientos, llegados de tantos países. Saludo a los participantes del Congreso Nacional de la Misericordia; saludo a la comunidad ucraniana, que recuerda el 80º aniversario del Holodomor, la 'gran hambruna' provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas.
En este día, nuestro pensamiento va a los misioneros que, a lo largo de los siglos, han anunciado el Evangelio y esparcido las semillas de la fe en tantas partes del mundo, entre los cuales está el beato Junípero Serra, misionero franciscano español, del que se celebra el tercer centenario de su nacimiento.
El papa no ha querido terminar sin un pensamiento "a todos aquellos que han trabajado para llevar adelante este Año de la fe", en especial a monseñor Rino Fisichella, "que ha guiado este camino", a él y a sus colaboradores les ha dado las gracias de corazón.
Ahora - ha continuado - rezamos junto el Ángelus. Con esta oración invocamos la protección de María, especialmente para nuestros hermanos y nuestras hermanas que son perseguidos a causa de la fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario