Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

sábado, 23 de abril de 2016

Si es bruto, marque 8

Albersidades

Si es bruto, marque 8


Si es bruto, marque 8


Peter Albers
Los venezolanos no somos masoquistas, salvo, claro
está, algunas personas de la alta jerarquía chavista,
como la que declaró que las colas eran
“sabrosas”. En ella, realmente, eso no es resultado de
masoquismo, sino de no haber hecho nunca una cola,
en razón de su pertenencia a la alta esfera
gubernamental. Por ahora. Y, por no ser masoquistas,
no nos parece nada “sabroso” hacer una cola desde
la madrugada hasta la noche para conseguir un kilo
de azúcar. Por el contrario, nos resulta de lo más
traumático, así como no saber en qué momento se
nos interrumpirá el suministro eléctrico o del agua.
O nos robarán la batería del carro. Cualquier
hora y lugar son buenos para el hampa.
Y podríamos hacer una lista de situaciones que
nos traumatizan, a pesar de aquellas promesas de
“la mayor suma de felicidad posible”, pero hoy
quisiera comentar lo terrible que nos resulta llamar
a un servicio telefónico automatizado. No puedo
generalizar, pues no tengo cuentas en todos los
bancos, ni mucho menos. Solamente puedo escribir
sobre el banco de los “puntos verdes”, y cuyo
dueño ha sido clasificado por Forbes como
el más rico de Venezuela. Hay que aclarar que en
esa clasificación no han sido consideradas las
fortunas de los jerarcas del chavismo y sus amigos
y familiares.
Hace unos días (era domingo) acudí a una agencia
de ese banco “de los puntos verdes” a retirar algo
de dinero en uno de los cajeros automáticos. Probé
en tres de ellos, siempre con el mismo resultado
“inhabilitado para suministrar efectivo”. No bien
había regresado al carro, recibí un mensaje que
me informaba sobre un retiro efectuado y que,
si lo desconocía llamara al número que allí se
indicaba, seguido de una secuencia de otros
dígitos que debía ir pulsando a medida que
una fastidiosa e impersonal voz femenina iba
instruyendo para qué era cada opción. Cuando
hube terminado de marcar los números que la
grabación me iba indicando, resultó que me
pedía pulsar en mi teléfono los números de
la tarjeta que quería anular. No se trataba de
eso. Yo lo que quería era hablar con alguien,
un ser humano como yo, para decirle que la máquina
automática no me había dado ni un céntimo,
y que me habían cargado la pequeña cantidad
(¿de dónde más?) que había intentado sacarle
a mi mermada cuenta. Inútil gestión.
Igualmente pasa con CANTV. Internet se tarda en
enterarse de que Corpoelec (o Cortoelec, como la
llaman algunos) nos había restablecido el servicio
eléctrico, luego del apagón del día. Un paciente
monje no me ganaría. Espero un largo tiempo, sin
desespero, a que en la pantalla de la computadora
aparezcan las rayitas y el aviso de “Acceso a
Internet”. Pero el lunes me ganó el hipotético
monje. Perdí la paciencia y marqué el
0800-2268800 y esperé, luego de una repetitiva
melodía, a que me dijera la voz femenina
grabada (nunca es masculina) que era bienvenido 
al “Servicio Telefónico de CANTV”. Y de 
nuevo: para tal cosa, marque 1; para esta otra, 
marque 2, etc., etc. Cuando llegué a la opción de 
ABA, marqué mi número telefónico, e hice lo que 
me iba indicando la grabación; tuve que 
esperar unos cuantos minutos para que me atendiera 
una cansada y mecánica voz ¡un ser vivo! 
que me ametralló verbalmente con su rutina: que 
si me encuentro frente al equipo, un largo y 
tortuoso caminar por menús, números, códigos 
y “aceptar”, etc. Finalmente la voz me pidió anotar 
el número del reporte. Y que me llamarían. 
Todavía no me han llamado, pero al menos 
pude enviar este artículo a Notitarde. Y tarde, 
por cierto…
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers

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