Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cristóbal Ruíz...UN INMIGRANTE DE LA LUNA

GRUPO LI PO

HERMENÉUTICA Y POESÍA PARA DEFENDER LO BUENO, DONDE QUIERA SE ENCUENTRE

JUEVES, 17 DE FEBRERO DE 2011

Hoy le obsequiamos este texto de Cristóbal Ruíz que fue publicado en el número 42 de la revista La Tuna de Oro correspondiente al lapso julio-diciembre de 2005. 



Revista La Tuna de Oro Nº 42.




A la orilla de la carretera zigzagueante
de un esplendor plateado,
enceguecedor
se encuentran camburales alrededor
de un frondoso samán.
Cerca hay un rancho de bahareque
donde al medio día los animales se
confunden con el humo del fogón
vestido con mucha leña
cose el alimento de los huéspedes de
la casa.

A lo lejos se escucha el burro
entre los discordes sonidos del viento
una leve brisa escapa carcajadas en los
matorrales que bailan en la brisa
es el niño que vuelve a las 12:00pm 
acompañar la tertulia de los animales
quienes conversan en el patio de la
casa ante el insaciable apetito.

En el fondo del salón, los cochinos y
pavos intercambian palabras
por su parte a cacarear estentóreo de
la gallina hace un gran concierto en el
ramaje de múltiples verdes y hojas
geométricas.
Convierten el turbulento espacio
en el gran teatro de la alimentación.

El niño espera su turno
en el orden de las gallinas y pavos
cortejados por el lugar que se pelean
en su animalidad, permanece sentado,
con los pies descalzos y la ropa
corrompida
por las labores del día.
La sucia falda protege el fogón
Para espantar el hambre
Que ronda la sala ante la espera.


Los Caballos de La Luna.Cristóbal Ruíz





MARTES, 22 DE FEBRERO DE 2011


UN INMIGRANTE DE LA LUNA.  Cristóbal Ruíz.

Cristóbal Ruíz. Fotografía de José Antonio Rosales

Cristóbal Ruíz, (La Luna, 6/02/1950-Naguanagua, 5/02/ 2005) 

Cristóbal Ruiz, bohemio en lo contemporáneo. Partió de La Luna bajo el sedante de su propio sueño, manteniéndolo despierto, hasta volver la mirada, llorar ante el altar de los recuerdos y nuevamente seguir caminando, sonreír ante la ironía de la existencia misma intuyendo lo que quería decirle el viento para luego salir desnudo detrás del pincel y pedirle a la tinta, casi suplicando que le confiese. Entonces y estando de rodillas nace el engendro, que es a veces más grande y más valioso que el artista mismo. 


En su andar solitario, cuántas pisadas, cuántas manos habrán despreciado su presencia,. Sin prejuicios sigue caminando por instinto, los sentidos le son suficientes para estar de pie. Aunque se duerma en la calle, se flagele entre los escombros de la acera, se minimice en cada trazo dibujado en la ciudad. Continua aún más sólido que las vitrinas de los salones, quienes viven peregrinando profecías de las que no están seguros. Su vida un paradigma contrario, burlado en todos los espacios. Tantas veces ha dejado sus heces, su cuerpo desnudo y sus sinceras palabras como síntesis de la obra misma, en rincones de esta ciudad, que se siente pequeña y acorralada, cada vez que Cristóbal hace referencia. Como perfecta unión de los opuestos, esta ciudad (Valencia) y Cristóbal han convivido juntos, sin estar cada uno al margen del otro. El rechazo, tal vez el repudio de la elitesca valencianidad, han alimentado al artista, el sarcasmo, lo inadecuado que siempre se le critica a la obra hecha carne y que tanto gusta a la obra hecha metáfora y símbolo. Una dualidad que a la vez se conjuga y se divorcia. 


En su andar solitario, bajo los escombros de la noche. Cristóbal vive una batalla, angustiado, nervioso, inseguro, ante el vacío que deja la hipocresía del oportunista, los llamados amigos, espera paciente, a que el hombro de la tarde llegue a recogerle. Señala Dickinson(1986): "Sabré el por qué cuando termine el tiempo, no me pregunte ya a mí misma; nos explicará Cristo toda angustia en el aula del cielo, clara y linda".

Cristóbal Ruiz

Tal vez pasará el peligro y su muerte muy de cerca, pero sólo rozará, su brazo jamás estará tranquilo hasta haberlo encontrado todo. Por su parte el mecenas intentará despertar, vestir su razón. Sin embargo la intención resultará inútil, porque al fin y al cabo para Cristóbalestar poseído es lo más importante. Su cuerpo es apenas un instrumento para crear, un vehículo que se toma, se usa y es dado al olvido. Su ser es dadivoso, es en serio un compro­miso consigo. Plantea Rilke (1903): "Para los creadores no hay pobreza, ni lugares pobres, comunes incluso si estuviera en una cárcel cuyas paredes no dejaran llegar los ruidos del mundo hasta sus sentidos. ¿No tendría usted aún su niñez, esa deliciosa, magnífica posesión que son los recuerdos? Vuelva hacia allá su intención, intente recuperar las sensaciones hundidas de ese amplio pasado: su personalidad se consolidará, su soledad se ampliará y se convertirá en una habitación a media luz frente a la cual pasa, a lo lejos el ruido de los demás".

Es la misma constancia, que aun seca, permanece colgando, la del revolucionario que da su vida por el proceso de transformación, el que deja a un lado familia, academia, por la lucha incansable. Ese que muere de pie con la frente en alto, sin sentirse pequeño. Se erige aun en sus debilidades, porque definitivamente se siente seguro, aunque no sepa donde terminará, aunque intuya y de pronto dude, aún descalzo sigue caminando.

Caricatura de Carlos Tovar

Tendrá Cristóbal que esperar la muerte, para que la memoria tenga consideraciones consigo, después de todo será grato recordarlo, entre las anécdotas de los amigos, cuando sus trazos hayan desaparecido en manos de los hipócritas, donde más allá de su talento, son atributos lo que le hace mantenerse de pie. SeñalaErnesto Sábato: "El coraje para decir la verdad, su tenacidad para seguir adelante, junto a esa fe en lo que tiene que decir y de una combinación de modestia ante los gigantes y arrogancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para estar solo rehaciendo la tentación y el peligro de los grupitos de galerías de espejos". El porvenir en cualquier caso será siempre incierto, trágico, si se fracasa, solitario si se triunfa en medio de los malentendidos y manoseos. Cristóbal siempre está preparado para dar su testimonio, aunque no esté seguro su porvenir. Sábato plantea: "Pero para colmo nadie te podrá garantizar lo porvenir convir­tiéndolo en esa asquerosidad que se llama hombre público y con derecho (¿derecho?) un chico como vos mismo eras. Al comienzo te podrás escapar y también deberás aguantar esa injusticia, agacha el lomo y sigue produciendo obras como quien levanta una estatua en un chiquero". 

Cristóbal el transeúnte que se cuela, en las líneas de esta ciudad, no ha dejado nada por dentro, se ha vacunado de sí mismo, en medio de sus fantasmas, su embrujada vida, sostenida en fatiga y tensión, admitiendo que no vale nada si no lo acoge un signo, una palabra, una presencia, hasta morir de frió, solo.  

Autorretrato

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