Crónicas de disidencia
Miguel Peña
- Columnista, Notitarde, Domingo Alfonso Bacalao (Notitarde / )
Miguel Peña nace en Valencia el 29 de septiembre de 1780. Se van a cumplir en pocos días, entonces, 233 años del nacimiento del ilustre prócer civil y militar, figura determinante en la historia de Venezuela. He querido que no pase inadvertida esta fecha, hilvanando unas breves notas sobre el quehacer político e intelectual de quien fuera personalidad preclara de la Patria.
El doctor Miguel Peña fue un político de elevadas miras, un hombre de Estado en la acepción más pura del término y un legislador constituyente que sabía a ciencia cierta que era necesario trabajar con los materiales aportados por la realidad circundante para llevar a feliz término la exigente tarea de echar las bases constitucionales y políticas sólidas e inconmovibles de la naciente República. Para esta delicada encomienda estaba especialmente preparado el valenciano, versado y diestro conocedor del derecho constitucional y las ciencias políticas de su tiempo. Hábil y elocuente en el manejo parlamentario, supo batirse con adversarios y enemigos inteligentes y capaces.
Tanto desde el punto de vista técnico, en las sutilezas y en el fondo, la Constitución de 1830 lleva la huella profunda de su genio y de su pasión venezolana. En aquella gloriosa y también dolorosa contienda genésica, su verbo elocuentísimo iluminó los augustos salones de la hoy Casa de la Estrella, emocionando siempre a la concurrencia con el encendido brillo de su preclara inteligencia.
Se batió por Valencia, se batió por Venezuela, y cuando apenas daba sus primeros pasos el gobierno deliberativo, como lo calificó Augusto Mijares, rinde su tributo a la tierra el 8 de febrero de 1833. Siguiendo las actas del Congreso Constituyente de 1830 y otros documentos de la época, podemos comprender claramente el papel desempeñado por Miguel Peña en el nacimiento de la nueva República. Desde el mismo momento de su incorporación a las deliberaciones del Congreso Constituyente, le imprime celo y preocupación al cometido esencial de dotar al país de un texto constitucional apto para cumplir con eficacia la dura misión que se inicia. Interviene fuertemente, propone, discrepa, siempre acicateado por la urgencia de darle a la Nación su base de sustentación constitucional y legal.
Su papel de legislador constituyente de Venezuela lo asume en tal grado de responsabilidad, que sus intervenciones serán serenas, ponderadas, doctrinarias, donde se reflejan su densidad y sabiduría, producto de largos años de estudio y meditación.
Monseñor Gregorio Adam dijo en una oportunidad algo que queremos tener muy presente en estas acotaciones: “Si la Independencia se la debemos a Caracas, la República de Venezuela se la debemos a Peña y a Valencia”. Sirvan estas brevísimas apuntaciones para honrar la memoria de un venezolano que, fiel a su tiempo histórico, asumió la responsabilidad de su conciencia con valor y determinación.
Cuando el eje soberano de la Nación flaquea-la entrega a Cuba, Guyana, etc- Miguel Peña es un faro y una ruta.
dabacalao@cantv.net
El doctor Miguel Peña fue un político de elevadas miras, un hombre de Estado en la acepción más pura del término y un legislador constituyente que sabía a ciencia cierta que era necesario trabajar con los materiales aportados por la realidad circundante para llevar a feliz término la exigente tarea de echar las bases constitucionales y políticas sólidas e inconmovibles de la naciente República. Para esta delicada encomienda estaba especialmente preparado el valenciano, versado y diestro conocedor del derecho constitucional y las ciencias políticas de su tiempo. Hábil y elocuente en el manejo parlamentario, supo batirse con adversarios y enemigos inteligentes y capaces.
Tanto desde el punto de vista técnico, en las sutilezas y en el fondo, la Constitución de 1830 lleva la huella profunda de su genio y de su pasión venezolana. En aquella gloriosa y también dolorosa contienda genésica, su verbo elocuentísimo iluminó los augustos salones de la hoy Casa de la Estrella, emocionando siempre a la concurrencia con el encendido brillo de su preclara inteligencia.
Se batió por Valencia, se batió por Venezuela, y cuando apenas daba sus primeros pasos el gobierno deliberativo, como lo calificó Augusto Mijares, rinde su tributo a la tierra el 8 de febrero de 1833. Siguiendo las actas del Congreso Constituyente de 1830 y otros documentos de la época, podemos comprender claramente el papel desempeñado por Miguel Peña en el nacimiento de la nueva República. Desde el mismo momento de su incorporación a las deliberaciones del Congreso Constituyente, le imprime celo y preocupación al cometido esencial de dotar al país de un texto constitucional apto para cumplir con eficacia la dura misión que se inicia. Interviene fuertemente, propone, discrepa, siempre acicateado por la urgencia de darle a la Nación su base de sustentación constitucional y legal.
Su papel de legislador constituyente de Venezuela lo asume en tal grado de responsabilidad, que sus intervenciones serán serenas, ponderadas, doctrinarias, donde se reflejan su densidad y sabiduría, producto de largos años de estudio y meditación.
Monseñor Gregorio Adam dijo en una oportunidad algo que queremos tener muy presente en estas acotaciones: “Si la Independencia se la debemos a Caracas, la República de Venezuela se la debemos a Peña y a Valencia”. Sirvan estas brevísimas apuntaciones para honrar la memoria de un venezolano que, fiel a su tiempo histórico, asumió la responsabilidad de su conciencia con valor y determinación.
Cuando el eje soberano de la Nación flaquea-la entrega a Cuba, Guyana, etc- Miguel Peña es un faro y una ruta.
dabacalao@cantv.net
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