Bolívar, de capa y espada
Roldán Esteva-Grillet
Para contribuir con el cine venezolano he dado mi óbolo en la Cinemateca Nacional a fin de ver la tan anunciada película con Roque Valero -cantante y actor, y últimamente chavista- encarnando el héroe venezolano por antonomasia.
El film dice basarse en “hechos históricos”: el trashumar del Libertador de Jamaica a Haití en busca de apoyo para seguir la lucha por la independencia entre 1815 y 1816. Pudo haber advertido el director Luis Alberto Lamata que los tales “hechos históricos” los presentaría como le viniese en gana con tal de acomodarlos a las exigencias del espectáculo, es decir, algo que emocione, divierta y hasta produzca aplausos cuando el héroe se salga con la suya.
Para ello, nada como convertir una historia de pretensiones epopéyicas (basta con oír la banda musical, estruendosa, como toda fanfarria), en un folletín de capa y espada, en versión cinematográfica, para nostalgia de quienes, cuando niños, quedábamos fascinados con las aventuras del Conde de Montecristo, de los tres mosqueteros o de cualquier pirata.(...)
En el caso de este nuevo intento venezolano de llevar al cine a Bolívar resulta evidente que el cineasta Lamata estuvo lejos de enfrentar las “dificultades” de su héroe al irse por lo más fácil. Una regla del género romántico de aventuras es explotar el sex appeal del protagonista, más si nuestro héroe corresponde al mito del latin lover.(...)
Ciertamente, la “verdad fílmica” no coincide necesariamente con la histórica. Qué importa que el negro Pío aparezca pidiéndole la bendición a su amo al otro día de su crimen, antes de marchar al cadalso, si esto va a jugar a favor de la tesis antiesclavista de Bolívar. Ya se enterarán aquellos espectadores menos ingenuos que para la fecha del asesinato de Félix Amestoy, 10 de diciembre de 1815, “Piíto” contaba con diecinueve años y no los once que el cineasta quiere hacer creer; o que fue el mismo Bolívar quien apresó a “Piíto”, luego de oír la versión del otro esclavo; mientras Bolívar lo apunta con su pistola, Andrés lo amarra a una silla para ir luego a dar parte a las autoridades. Todo esto ocurre en la nueva pensión, pues ha preferido dejar la primera (no el palacete donde lo hospeda Lamata) y solo su esclavo Andrés lo sabía, no así el infeliz Amestoy.(...)
Es verdad que Bolívar estuvo tentado varias veces de pegarse un tiro, por su condición maniaco-depresiva, pero nunca en Kingston (Jamaica), sino en Ocumare de la Costa, luego del fracaso de la expedición, al verse abandonado por los suyos y estar a punto de caer en manos españolas. Pero claro, es una película de capa y espada, si la historia como tal no encaja, lo sentimos mucho, se acomoda al género.
Lo otro que hay que remachar, según Lamata, es que Bolívar se desvivía por sus negros. En ese truculento encuentro con su hermana realista María Antonia, lo primero que pregunta es por Hipólita y Matea. ¡Qué tierno y qué delicado! Todo para la platea, pues él también nos amó, por muy blanco y rico que fuese; y tal como reza la coletilla del film, solo la oligarquía impidió esa liberación, bla, bla, bla. Al despedirse de su hermana, poco faltó que gritara desde la falucha, “Viviremos y Venceremos”, como un Chávez en fase terminal. Insoportable.
Cuando los compañeros de Bolívar votan por quienes están a favor de la liberación de los esclavos, el único sincero debió haber sido Piar, de madre mulata; aunque su apariencia de blanco con ojos azules engañara. Por algo Bolívar lo hizo fusilar en 1817, si bien lo lamentará más tarde, pero aun así lo justificaba: la conducción de la guerra debía estar lejos de la pardocracia y bajo un solo jefe.
La libertad ofrecida por Bolívar a los esclavos no era para que decidieran qué hacer con sus vidas, sino para que sirvieran al ejército Libertador. No había de otra. Por último, se repite la patraña de haber Bolívar dado la libertad a sus negros de San Mateo. Cuando regresó a su hacienda, después de la Batalla de Carabobo, en 1821, solo encontró a tres, y a esos les dio la libertad. ¿Y los otros? Pues la guerra, como en todos lados, los dispersó. Y si Petión estaba dispuesto a apoyar a Bolívar era porque necesitaba que algún otro país republicano reconociera la independencia de Haití, que ni Estados Unidos reconocía, menos las monarquías europeas.(...)
¿Tendrá algo de salvable esta película? Yo diría que sí... disculpando las patillas y bigotes postizos de Bolívar -el único personaje que parece disfrazado y hasta el uniforme no es de su talla-, la película ha revelado, quizá sin querer, un filón de comicidad en Roque Valero que alguien debería explotar alguna vez. Esa escena de la mulata fina que lo quiere consolar, pues teme por su vida en vísperas del duelo apócrifo, es sencillamente deliciosa, deudora del mejor Cabrujas o, hablando de cine, de Billy Wilder o Woody Allen.
Cuando logremos reírnos del héroe por excelencia podremos redimensionarlo y hacer de su vida algo para leer al revés al estilo de “El otro yo del doctor Merengue”; solo entonces nos libraremos del mayor karma venezolano: ser como Bolívar. Sin duda, fue un gran manipulador, como buen político que era, y aunque ganó batallas perdió credibilidad cuando quiso perpetuarse en el poder, como tantos otros que, sin tener su cultura ni su espíritu de sacrificio, se han presentado en la veste no del verdadero doctor Merengue sino del bachiller Mujiquita.
El personaje más popular de Guillermo Divito
de 1969) fue un dibujante, humorista, caricaturista, historietista y editor que, a través de
sus ilustraciones e historietas, cambió el pulso del humor gráfico argentino en las décadas de
El Dr. Merengue es un atildado personaje, correcto y educado, nunca pierde la compostura. Pero el impecable Dr.tiene una cara oculta. Como en Dr. Jeckill y Mr. Hyde, de Stevenson, hay una doble personalidad, y su inconsciente freudiano, literalmente, sale a decir lo que realmente piensa.
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El Dr. Merengue es abogado, un solicitado profesional. Está casado con una mujer que dista de ser una de las famosas chicas dibujadas por Divito. Tanto su esposa como su jefe suelen ser blanco del otro yo. Este ser también aparece para burlarse de los defectos ajenos, mostrar ironía o incredulidad y, por supuesto, perseguir mujeres. Todo lo que le está vedado al imperturbable Dr.
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El otro yo del Dr. Merengue se publicaba en tiras y a página completa. El recurso era siempre el mismo: el otro yo aparece para contradecir los dichos o la conducta del Dr. Versión algo desfigurada y transparente de Merengue, puede aparecer emergiendo de su cuerpo o independizándose de él, incluso tomando distintas formas.
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En una anécdota de Guillermo Divito está el origen del personaje. Había ido al hipódromo con un amigo, que tras unas carreras perdió su dinero. Le prestó veinte pesos, con los que el amigo pudo ganar unas apuestas, mientras Divito perdía su dinero. El amigo, contento, siguió apostando, pero jamás pensó en devolver el préstamo.
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Cuenta Divito: "Era amigo mío, pero no tanto como para que le reclamara la deuda. Sin embargo, interiormente le decía un montón de cosas imposibles de reproducir. Ahí mismo concebí al doctor Merengue y a su otro yo. Ese otro yo que dice las cosas que el doctor piensa, pero que se ve impedido de expresar.
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En noviembre de 1945 Divito lanzó la exitosa revista Rico Tipo, y allí publicó sus grandes creaciones, entre ellas El otro yo del Dr. Merengue, que ya era conocido porque había comenzado a publicarse en la revista El Hogar y desde el primer número del diario Clarín, en agosto de 1945.
La historieta gana popularidad y se editan libros con recopilaciones de las tiras publicadas. Aparece su revista como suplemento en Rico Tipo, donde también aparecía un epistolario del Dr. Merengue, con textos en los que entre paréntesis se expresaba su otro yo.
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