Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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Quienes gustan de organizar foros simposios, conversatorios, como dicen ahora, deberían dedicar uno especial para analizar por qué Valencia se ha ido convirtiendo en un enorme pueblo, con el visto bueno de sus habitantes, a los que pareciera que nada les conmueve y se mantienen indiferentes ante el placer y dolor o, aceptando, con entereza, las desgracias, como si fueran practicantes de la doctrina filosófica del Estoicismo.
Ya nos resignamos a que hacer una larga cola para comprar un pollo, leche, azúcar, papel, a que los apagones son necesarios, a que pasar dos horas en una cola, para un recorrido de cinco kilómetros, es algo de rutina. La ciudad está llena de basura, de huecos, de escombros, de pozas de aguas estancadas y malolientes, de malandros en caravanas de motos. Todo sucede con la pasividad asombrosa de una ciudadanía que parece haber sido hipnotizada o anestesiada. Nos hemos degradado tanto que ya no tenemos a dónde ir después del trabajo. Y quienes se atreven a poner algún atractivo, salen con las tablas en la cabeza porque la clientela no responde. La vida nocturna se acabó.
Tenemos un desierto
Cuando hace mucho más de treinta años le dimos, a esta columna, el nombre de "Hoy y después en Valencia", lo hicimos para informar sobre las opciones culturales o de diversión que había en la ciudad, el domingo y en los demás días de la semana. Las ofertas se fueron reduciendo tanto que, en vista de que, no habiendo qué recomendar, optamos por hacer comentarios sobre algún tema de actualidad para llenar el espacio. La situación ha empeorado tanto que en, la cartelera de cine no hay nada que valga la pena. Se salva Patio Trigal que hoy proyecta el memorable film El Padrino en función única de 6,30 p.m. Comer en un restaurante aceptable es exponerse a dejar la quincena completa, sin echarse palos. La única opción sería ir a pasar el día al Parque Fernando Peñalver que -gracias a Dios- la administración del gobernador Francisco Ameliach, mantiene con esmero y seguridad.
Los responsables de este desierto han sido los últimos gobiernos. Pero la representación de la ciudad también tiene su buena parte por ese estoicismo que comentábamos al comienzo, que todo lo permite y no reclama sus derechos. Durante 60 años, el Ateneo de Valencia marcó la pauta cultural en el país con su prestigioso Salón Michelena que indicaba el rumbo de las Artes Plásticas en el país, las Bienales de Literatura José Rafael Pocaterra y Enrique Bernardo Núñez cuyos premios eran consagratorios porque equivalían a reconocimientos nacionales. Un día, ya lejano, con la excusa de defender los derechos de los trabajadores, unos zafios lo invadieron, destruyeron su biblioteca, tirando libros y colecciones hemorográficas a la calle. Desapareció una de las más completas colecciones de Arte del país y hasta le cambiaron el nombre a la institución.
Pocos, muy pocos, expresaron su protesta y dejaron libre el espacio para que el Gobierno convirtiera la sede del glorioso Ateneo, en la sede de su partido. La histórica Casa de La Estrella, y el Palacio de los Iturriza, están descuidadas lo cual no es solo atribuible a esta gestión de gobierno, pero, en las anteriores, había alguna que otra actividad, ahora no hay nada.
De la Casa Páez
Cerraron la Casa Páez, sede de la Sociedad Bolivariana y de la Sociedad Amigos de Valencia que promovía encuentros culturales. La excusa es porque el inmueble está en mal estado. Visitamos con mucha frecuencia esa casona y nunca observamos que estuviera en la situación que dice el Gobierno. Es más, en el Cuerpo de Bomberos informó que hicieron una inspección pero que, en las recomendaciones que dieron al Ejecutivo del estado, no estuvo el cierre de la casa.
Insistimos en que la razón es más política y caprichosa que de protección a los visitantes de la hermosa casona, que no puede ser intervenida, sino por especialistas, con el visto bueno del Instituo de Patrimonio, porque se trata de un Monumento Histórico de la Nación guste o no guste la figura del General José Antonio Páez. Esperamos que los especialistas se pronuncien al respecto y que los llamados sectores de la valencianidad hagan un pronunciamiento sin temor, en defensa de uno de los poquísimos museos de esta ciudad, que se conservaba a bien mantenido y en buen estado. Decir lo contrario es injusto.
Se va a caer
Al cementerio de ruinas de Valencia se agrega la plaza Monumental, a la que durante la administración de Paco Cabrera, se le hizo una inversión elevada que la convirtió en un modelo de los cosos taurinos en el mundo.
En su muy leída columna de los viernes, nuestro amigo Peter Albers, se refirió a esta plaza Monumental diseñada por él y su hermano Hermann, hace más de 40 años, y comenta el estado lastimoso en que se encuentra y sobre las dificultades económicas en que se encuentra la alcaldía para acometer el rescate de una obra tan costosa, que había sido embellecida con un esmero increíble
El arquitecto Albers afirma que la Alcaldía de Valencia no tiene recursos para esa obra por la ruina en que se encuentra el sector industrial, su principal fuente de financiamiento y porque, de 800 empleados, en la gestión del alcalde Edgardo Parra la nómina se ha elevado a tres mil.
Entonces, si el gobierno municipal no tiene esos recursos, no vemos mal que la gobernación del estado se encargue de la obra. Lo importante es que la plaza no se desplome como, inexorablemente, ocurrirá, que se le dé uso y no siga convertida en un elefante blanco. La triste realidad es que la gobernación no tiene los reales. Por lo menos, esa es la razón que se les da a los maestros que están amotinados.
19/09/2013 Notitarde
19/09/2013 Notitarde
Albersidades
¡Pobre Plaza de Toros!
Peter Albers
Se me hace difícil y penoso escribir sobre algo a lo cual me siento ligado desde hace más de cuarenta años. En 1966, el Concejo Municipal de Valencia decidió acometer la construcción de una gran plaza de toros, que supliera la falta de la “Arenas de Valencia”, incendiada por intereses políticos años antes.
Aquel Concejo Municipal, que asumió grandes retos como, entre otros, la creación de la Zona Industrial, asumió también el de construir esa plaza de toros. No era una idea descabellada. Tenía sentido, dado el entusiasmo despertado por el auge que venían tomando ferias como la de San Cristóbal, y por el éxito que venían teniendo nuestras propias ferias, como la “del Maíz” y las agropecuarias que con mucho éxito auspiciaba (y lo sigue haciendo) la Asociación de Ganaderos de Carabobo.
Hoy, convertida en un hito de la ciudad, la Plaza de Toros parece haberse ido convirtiendo en un elefante blanco, luego del rescate realizado por el Alcalde Cabrera. Y digo rescate porque antes de él ya nuestra plaza de toros venía sufriendo las consecuencias de la desidia y el abandono, acompañada en su decaimiento por el del Parque Recreacional Sur, donde está enclavada, construido este último por la administración de Rafael Caldera en 1971, con ocasión del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo.
Fue Cabrera quien revivió las Ferias, y llevó pueblo al Parque Recreacional Sur. Nuestras ferias eran visitadas hasta por aficionados de países vecinos, quienes alababan su organización y quedaban gratamente impresionados por la convivencia entre gentes de todas las clases sociales, quienes compartían los espectáculos que allí se presentaban y la variedad de atracciones que se ofrecía. En verdad, el Alcalde Parra ha hecho esfuerzos, no del todo reconocidos, por continuar con lo que ya era un suceso que trascendía nuestras fronteras, a pesar de obstáculos como la errada política gubernamental, que llevó a la merma de la actividad industrial y comercial en la ciudad, e importantes empresas colaboradoras le retiraron su apoyo al evento, agobiadas por el deterioro en su desempeño económico. Muchas quebraron, o cerraron y se marcharon a países donde se ofrecieran mejores garantías de estabilidad y las trabas y acosadores controles no acogotaran su desempeño. Y nuestras Ferias se convirtieron en un remedo de lo que antes eran.
Y hoy, una exhausta Alcaldía (que hace cuatro años tenía 800 empleados y hoy 3.000) que ve mermados además sus ingresos por esa fuga o quiebra de empresas industriales y comerciales que otrora cancelaban importantes sumas por impuestos a sus actividades, se ve imposibilitada para mantener adecuadamente la Plaza de Toros. Se ha contratado a una empresa para que realice un diagnóstico de su estructura, visto el desplome de un sector que contenía espacios sanitarios, pero la reconstrucción de ese sector, y el total rescate de la edificación, es una inversión elevada para los menguados recursos del municipio, y se ha comentado (sin conocerse el origen de los rumores) que se estudia su traspaso a la gobernación estadal, lo cual tampoco garantiza su total recuperación y, según entendidos en la materia, tiene visos de ilegalidad.
¿Continuará su deterioro? Del voto de los valencianos por candidatos a concejales que quieran a Valencia y les duela su futuro, depende que así no sea.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers
Aquel Concejo Municipal, que asumió grandes retos como, entre otros, la creación de la Zona Industrial, asumió también el de construir esa plaza de toros. No era una idea descabellada. Tenía sentido, dado el entusiasmo despertado por el auge que venían tomando ferias como la de San Cristóbal, y por el éxito que venían teniendo nuestras propias ferias, como la “del Maíz” y las agropecuarias que con mucho éxito auspiciaba (y lo sigue haciendo) la Asociación de Ganaderos de Carabobo.
Hoy, convertida en un hito de la ciudad, la Plaza de Toros parece haberse ido convirtiendo en un elefante blanco, luego del rescate realizado por el Alcalde Cabrera. Y digo rescate porque antes de él ya nuestra plaza de toros venía sufriendo las consecuencias de la desidia y el abandono, acompañada en su decaimiento por el del Parque Recreacional Sur, donde está enclavada, construido este último por la administración de Rafael Caldera en 1971, con ocasión del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo.
Fue Cabrera quien revivió las Ferias, y llevó pueblo al Parque Recreacional Sur. Nuestras ferias eran visitadas hasta por aficionados de países vecinos, quienes alababan su organización y quedaban gratamente impresionados por la convivencia entre gentes de todas las clases sociales, quienes compartían los espectáculos que allí se presentaban y la variedad de atracciones que se ofrecía. En verdad, el Alcalde Parra ha hecho esfuerzos, no del todo reconocidos, por continuar con lo que ya era un suceso que trascendía nuestras fronteras, a pesar de obstáculos como la errada política gubernamental, que llevó a la merma de la actividad industrial y comercial en la ciudad, e importantes empresas colaboradoras le retiraron su apoyo al evento, agobiadas por el deterioro en su desempeño económico. Muchas quebraron, o cerraron y se marcharon a países donde se ofrecieran mejores garantías de estabilidad y las trabas y acosadores controles no acogotaran su desempeño. Y nuestras Ferias se convirtieron en un remedo de lo que antes eran.
Y hoy, una exhausta Alcaldía (que hace cuatro años tenía 800 empleados y hoy 3.000) que ve mermados además sus ingresos por esa fuga o quiebra de empresas industriales y comerciales que otrora cancelaban importantes sumas por impuestos a sus actividades, se ve imposibilitada para mantener adecuadamente la Plaza de Toros. Se ha contratado a una empresa para que realice un diagnóstico de su estructura, visto el desplome de un sector que contenía espacios sanitarios, pero la reconstrucción de ese sector, y el total rescate de la edificación, es una inversión elevada para los menguados recursos del municipio, y se ha comentado (sin conocerse el origen de los rumores) que se estudia su traspaso a la gobernación estadal, lo cual tampoco garantiza su total recuperación y, según entendidos en la materia, tiene visos de ilegalidad.
¿Continuará su deterioro? Del voto de los valencianos por candidatos a concejales que quieran a Valencia y les duela su futuro, depende que así no sea.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers
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