El Carabobeño 31 octubre 2013
Hilarión Vegas Meléndez (*) || Un concepto de ciudad para Valencia
@hvegasm
Valencia, al igual que cualquier ciudad del mundo, anda en la búsqueda de un concepto de sí misma que permita rescatar los valores que le dieron origen no solo como ciudad industrial de Venezuela, sino también como ciudad cuyos proyectos no solo estén basados en el cumplimiento de los servicios básicos que debe proveer a la ciudadanía, donde la cultura urbana y la académica florezcan dentro de cada ser que habita la ciudad. Los ciudadanos merecemos una Valencia que piense en su futuro, donde las nuevas tendencias del comportamiento ciudadano ante los asuntos de interés colectivo esté acompañada con una gestión pública local mucho más que eficiente, donde esta última genere nuevos espacios para la discusión de la agenda pública; no basta con que las demandas sociales cotidianas estén satisfechas por el poder local si ésta no viene con una llave maestra: educación y sentido de pertenencia por la ciudad.
Es inevitable pensar que Valencia se encuentra rezagada frente a ciudades que eran muchos más peligrosas y abandonadas que la nuestra, y que hoy día son modelos de ciudad y ciudadanos gracias a la construcción de un concepto que identificara sus raíces, tradiciones y aspiraciones de modernidad, donde las ventajas geográficas, culturales y de infraestructura representan el principal eslabón de una cadena que termina en la búsqueda de altos niveles de competitividad, gracias al talento de sus habitantes y de una gestión pública local focalizada en resolver temas como el de la pobreza, mediante la entrega de herramientas para la formación ciudadana y la estructuración de un proyecto viable con la participación de todos; como por ejemplo el concepto de ciudad educada (impulsada por el ex alcalde Sergio Fajardo, actual Gobernador de Antioquia, en la ciudad de Medellín-Colombia, y que en nuestra ciudad el profesor Ricardo Maldonado propuso cuando aspiró a la Alcaldía de Valencia); esta iniciativa -hoy día afianzada- permite que sus habitantes conozcan lo más mínimo de sus deberes y obligaciones, donde la solidaridad y el interés mutuo de edificar una ciudad donde todos se incorporen en la búsqueda de una calidad de vida sustentable, y por supuesto del reconocimiento de la acción gubernamental en procura del equilibrio social.
Otro concepto importante de revisar es el de ciudad digital, donde la verdadera interacción del ciudadano con su gobierno local esté focalizada en la formulación presupuestaria de los planes y proyectos de largo alcance, y por supuesto de su auditoría constante mediante la información pública que debe permanecer en los portales oficiales del ente municipal; no limitándose estos exclusivamente a solo informar o notificar sobre actos de gobierno. A su vez, en una ciudad digital los ciudadanos ganan tiempo y espacio para el cumplimiento de sus deberes con el municipio. Por otro lado tenemos la ciudad verde, estas nacen producto de las consideraciones del Libro Verde de la Comunidad Europea (2001), en la que se destacan no solo las responsabilidades de las empresas con relación al cuidado del medio ambiente, sino también de las responsabilidades que tienen los gobiernos en esta materia; mucho se exige a las empresas privadas y poco es lo que se asume desde el gobierno local. Esta sería una gran oportunidad de rescatar la conciencia ciudadana sobre la sostenibilidad del municipio y sus áreas verdes.
Un elemento que debe ser objeto de mucha revisión y análisis es la llamada gobernabilidad en la gestión local, la cual siempre es vinculada únicamente al tema político, olvidándose que existen otros indicadores tan o más importantes que el ejercicio de la política misma en sí; por ejemplo, institucionalizar la voz y rendición de cuentas, inspirar confianza pública promoviendo estabilidad política y ausencia de violencia en el discurso, ser promotores de una auténtica efectividad gubernamental, que la calidad regulatoria esté avalada por actores sociales, grupos de presión y sociedad civil, que el Estado de Derecho prevalezca en la localidad en términos de objetividad y equilibrio y, por supuesto, el control de la corrupción colocando personas honestas en los cargos decisorios sin importar su color político, pero sí de comprobado compromiso con la institucionalidad y la ciudad. Estos indicadores de gobernabilidad deben estar muy por encima del tema político al momento de buscar el entendimiento entre aquellos que están comprometidos con el desarrollo de la ciudad.
Sin embargo, no todo esto es factible si realmente no se inicia un proceso de construcción de ciudadanía que permita ir más allá de la calidad de vida que nos pueden brindar los servicios públicos que la ciudad ofrece; esta ciudadanía debe estar preparada para asumir sus diferentes roles en lo civil, lo político y lo social. La construcción de ciudadanía no es un proceso espontáneo ni ajeno al diseño de las instituciones públicas..
(*) Docente de Pre y Post Grado en la UC y UJAP
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