Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 20 de abril de 2014

Somos una sociedad que anhela cohesionarse, rechaza el permanecer dividida, no quiere enlaces y estructuras que parecen catacumbas, prefiere por encima de todas las cosas salir adelante.

¿Qué dice el país profundo?

El oficialismo plantea cerrar el debate para retornar a un Estado político primitivo

JUAN MARTIN ECHEVERRÍA |  EL UNIVERSAL
domingo 20 de abril de 2014  12:00 AM
Para conocer la realidad actual no basta examinar lo que ocurre a nuestro alrededor, habría incluso que tener ojos en la espalda y enterarse de los agujeros negros que ha ido dejando el régimen por el camino, por ello se requiere de una metodología que permita estudiar lo que está ocurriendo y analizar las consecuencias. Debemos partir del enorme malestar social, que los acontecimientos resaltan en el día a día, desde las colas a la impunidad, aparte de la represión desmedida y el anacronismo del pensamiento único, todo lo cual produce múltiples reacciones que modifican el temperamento alegre del venezolano, crean una atmósfera de angustia y reacciones agresivas por doquier.

Durante muchos años hemos sido una sociedad vertical, donde el dictador primero, y después las organizaciones partidistas, dictaban los grandes lineamientos. Ahora y en especial en los últimos meses, nos hemos convertido en una sociedad horizontal con una activa participación de los jóvenes, que saben que se juegan el futuro, porque las autoridades quieren convertirnos en una isla separada del mundo, en fin, en una especie de gueto donde la propaganda gubernamental dicte la pauta, validando solamente la información que se transmite por las cadenas presidenciales.

Todo lo anterior podría culminar en resignación y sumisión, o en un florecimiento de iniciativas, asociaciones espontáneas, solidaridades vecinales y un estado de conciencia colectivo, frente a resabios de dictadura, carentes de democracia representativa y con el acorralamiento de la democracia social, que para crecer y echarse en los hombros al país necesita de una clase media trabajadora, progresista y pluralista. El oficialismo plantea cerrar el debate para retornar a un Estado político primitivo, decadente, sin vigor y con la desaparición de las fuerzas políticas tradicionales: sería apagarle la luz a la democracia. El pensamiento único destruye la vida y niega, por lo menos, al 50% de la nación.

Somos una sociedad que anhela cohesionarse, rechaza el permanecer dividida, no quiere enlaces y estructuras que parecen catacumbas, prefiere por encima de todas las cosas salir adelante. Es injustificable una sociedad que pierda su identidad, e incluso no sea capaz de conocerse a si misma, De allí que estamos en la oportunidad de hacer un proceso a las elites, sean oficiales o de oposición, porque una sociedad se hunde, y no puede respirar, cuando no puede realizar sus sueños y no se reconocen los derechos más elementales de las minorías. Falta diálogo con los actores sociales y determinar de quién es aliado el tiempo, de las autoridades o de la disidencia enriquecedora, que desea cambios profundos que beneficien a la sociedad en su conjunto. Lo cierto es que estamos en medio del desierto, mientras el Gobierno se considera ganador y en la práctica el juego está trancado: un jurado imparcial diría que un empate no es bueno para nadie y solo queda, por encima de los odios y las diferencias, sentarse a negociar con la ayuda de un tercero bien calificado. Las generaciones futuras merecen paz, planificación y una excelente calidad de vida.

juanmartin@cantv.net

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