Sin cultura no hay desarrollo social
Francesco Santoro
Todos los hombres producen cultura pero, algunos, logran difundir y afirmar sus propias ideas. Entre éstos hay algunos que, sin escrúpulos, se elevan e imparten los ritmos de una falsa cultura que tiene como único fin engañar a la comunidad y llenar su propio bolsillo. El problema de la cultura, como guía espiritual formativa, no se resolverá jamás en cuanto vale para engordar la cuenta corriente; creando así un laberinto en el cual se puede entrar y convertirse en víctima inocente.
Tomemos por ejemplo que la educación de las Artes Plásticas sigue confusa, sin criterios metodológicos. Todo es consentido arbitrariamente.
El problema está en la calidad de la enseñanza aprendida y puesta en práctica en las diferentes áreas disciplinarias. Para decirlo con las palabras de Martin Heidegger “El que enseña, precede a los alumnos, únicamente por el hecho que debe aprender todavía más que ellos, debiendo aprender el hacer aprender”
Necesitamos, con urgencia, que la colectividad se abra más a todas las formas del Arte como medio capaz de generalizarse y de alcanzar la experiencia común. ¿Y cómo? El arte, difícilmente, tolera planificación e imposiciones sin desnaturalizarse. Hay que tener presente, que la obra de arte, una vez realizada, tiene función social con una carga educativa extraordinaria, si la inspiración llega del interior de la vida del artista. Esta carga, esta inspiración y la función social, pertenecen a la comunidad. Es uno de los supremos actos de amor de la existencia.(...)
En nuestro específico caso, las Artes Visuales son agredidas más que otras, por qué, por su naturaleza de lenguaje directo, son más fáciles de utilizar para manipular a los ingenuos, los cuales solo tienen la culpa de tener la idea saludable de querer crecer y desarrollarse en el conocimiento. A estos inocentes, es necesario defenderlos de los falsos profetas.
En cambio, hay quienes, en nombre de la cultura, realizan el canon propio de ésta, en su verdadera esencia, y se ocupan de defender los valores implícitos de siempre, extrayendo de ella la energía generadora para que la gente no viva en condiciones de indigencia mental y de subdesarrollo económico. Para que la gente no sea condenada a llevar un género de vida que excluya la satisfacción que deriva del libre ejercicio del verdadero principio artístico.
Solo de este modo, la ética y el desarrollo socio-político pueden revertirse en la estética y viceversa. El ejercicio del gusto artístico se convierte en un derecho, similar a aquellos que son promulgados por las constituciones sociales y políticas más iluminadas.
Es necesario conocer y creer en este modelo de desarrollo para la humanidad. Nadie todavía podría negar que el ejercicio del gusto artístico represente una de las máximas satisfacciones consentidas al hombre en esta tierra.
Tenemos a disposición enormes recursos capaces de satisfacer esta solicitud de belleza, esta necesidad fundamental y primordial, presente en el hombre, desde los primeros y tremendos pasos de su existencia como especie.
No existen sólo la Capilla Sixtina y El Louvre, están también las pinturas prehistóricas de las grutas de Lascaux y de Altamira con obras maestras cuando la historia no era todavía historia del hombre sino de la tierra y de su desarrollo orgánico e inorgánico.
Y sin embargo, estos enormes recursos a cuya formación han colaborado los milenios, los sentimientos y las pasiones de tantos individuos y comunidades, son todavía aprovechados de manera irrisoria con respecto al número de destinatarios posibles.
Extraordinarias tradiciones, culturales que no pueden ser subestimadas por las persistentes clausuras condicionadas por las políticas sociales continentales. La responsabilidad parece, en gran parte, por seguir errados modelos según los cuales las diferentes sociedades han ido constituyéndose y desarrollándose.
En cierta medida y en ciertos niveles sociales, la responsabilidad puede llegar también hasta al individuo incapaz de cumplir ese esfuerzo mínimo inicial, autónomo y personal, que consiste en buscar procurarse los instrumentos elementales para alcanzar a éstos recursos.
Ha faltado y falta un esfuerzo sistemático, tanto en el plano informativo como en el del recíproco conocimiento. Esta situación de anacronismo puede superarse con un espíritu de diálogo constructivo. Se necesita desmantelar cada residuo de clausura. Es necesario abrirse, no solo en el plano de la disponibilidad racional, sino también en el de la sensibilidad y de la experiencia directa. El arte verdadero es una vía.
Instituciones acreditadas y reconocidas en el tiempo, (aunque circundadas de iniciativas que nacen y desaparecen de un día para otro, de individuos que se autoproclaman profesores y no llegan a la calificación de alumnos de escasa formación) ofrecen el fruto de una consciente preparación y quieren indicarles una vía, invitarles a iniciar un camino.
Es una llamada a nuestro yo profundo, un yo que tenemos comprimido y reprimido, hundido y sepultado bajo las construcciones artificiales de una sociedad cansada e indefensa, sin saber que un día, frente a un arte verdadero, podría reencender sus vitales exigencias de radical renovación creativa.
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