Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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Dejaríamos de ser periodistas si no expresamos nuestro desacuerdo con el desaire que se le hizo Valencia en la conmemoración de su día, por razones políticas, en momentos en que se debió dar una demostración de unidad de los sectores que están siendo víctimas de un gobierno que promueve la guerra llamando a la paz.
La excusa para ese vacío fue que, al alcalde Miguel Cocchiola había, que darle una lección por su actitud conciliadora con el presidente Nicolás Maduro y por expresar su desacuerdo con las barricadas que mantuvieron secuestrada a buena parte de los habitantes del norte de la ciudad, sin darse cuenta de que los actos de barbarie, que tantos daños causaron, estuvieron a cargo de los llamados colectivos, bien remunerados por el Gobierno, para que fracasaran las buenas intenciones que tuvieron las protestas estudiantiles antes de que se las infiltraran.
Al alcalde, que está iniciando su gestión, se le ha declarado una guerra y hasta se le ha pedido la renuncia, sin tomar en cuenta que, en el caso de que eso se produjera, su cargo lo ocuparía el presidente del Concejo Municipal, con lo cual la alcaldía regresaría al poder chavista que podría continuar con el estilo de gobierno de Edgardo Parra, que llevó al gobierno municipal a la bancarrota, por su debilidad para beneficiar, con sustanciosos contratos, a compañeros de partido. Él solito está preso y enjuiciado, como si los otros no hubiesen tenido nada que ver con el festín de corrupción.
La conmemoración del Día de Valencia se hizo de acuerdo con el luto que aflige a la ciudad: una misa, presidida por el arzobispo Reinaldo Del Prette y una ofrenda floral al Libertador en la plaza Bolívar. Ambos actos fueron muy sobrios y bien organizados, pero sin la debida representación de las instituciones que no desairaron al alcalde sino a esta ciudad, que reclama la atención de sus habitantes para salir del estado de postración en que se encuentra, como si estuviera en guerra. Y para ello es necesario un voto de buena fe para darle oportunidad a que, como empresario exitoso, gerencie el gobierno municipal, sino cumple, cuando llegue el momento, lo cambiaremos.
Tiempo Para Recordar
Estos no son tiempos para peleas intestinas que continúen destruyendo nuestras tradiciones y nuestro patrimonio. La Casa Páez, el único centro cultural de la valencianidad, fue cerrado por orden del gobernador Francisco Ameliach sin ninguna razón ni explicación por lo cual ya, ni siquiera, podemos celebrar las fechas históricas. Y sin embargo, no se han escuchado voces de protesta por el empeño que existe en destruir la memoria cultural de una ciudad que ha tenido que pagar muy caro su influencia en la historia de Venezuela.
No estamos cuestionando a los buenos amigos que tuvieron sus razones para negarse a participar en la conmoración del Día de Valencia, el 25 de marzo. Lo que proponemos es que haya una actitud más firme y exigente -incluyendo al alcalde Cocchiola- ante el desprecio que mantiene el Gobierno nacional por esta ciudad. No puede ser que solo haya voces aisladas, como la del ingeniero Guillermo Manosalva, pidiendo responsabilidad en las ofertas para la construcción de las estaciones del Metro. El año pasado prometieron que antes de diciembre estarían listas dos estaciones que lo extenderían hasta el Rectorado. La realidad es que la obra está paralizada y lo continuará por mucho tiempo sencillamente porque los millones de dólares necesarios fueron a parar a las cuentas privadas que tienen los jerarcas del régimen en el exterior.
Defender A Valencia
Ya es tiempo de exigir respeto y de no entretenernos con errores políticos. Hay que promover acciones que impidan que por un capricho a Valencia se le hayan arrebatado su Parque Recreacional Sur y su Plaza Monumental para destinarlas a las concentraciones del chavismo. Hay que defender la integridad territorial de Valencia para que no se cumpla el decreto 666 que nos despoja de las parroquias Miguel Peña, Santa Rosa y Rafael Urdaneta para que con la coordinación de una autoridad única sea construido un urbanismo con el nombre de Hugo Chávez, quien siempre le tuvo tirria esta ciudad.
Ya nos olvidamos de que el general que propuso que se le cambiara el nombre a Valencia por Tacarigua, nos despojó del Ateneo de Valencia y entregó todo su patrimonio artístico a una dependencia gubernamental que nunca ha explicado qué hizo con él ni dónde lo tiene ni en que estado se encuentra.
No se ha visto una exigencia contundente para que el Gobierno haga justicia con los ciudadanos muertos por efectivos militares, durante los violentos acontecimientos de estos días. Los culpables disfrutan de libertad y de privilegios y los que han sobrevivido de torturas y actos crueles tienen limitados sus derechos y su libertad por decisión de los tribunales.
Es mucho lo que Valencia espera de su clase dirigente que, si bien está en todo su derecho de expresar sus diferencias con el alcalde Cocchiola, no puede desaprovechar las oportunidades para demostrar que aquí, 200 años después de que Bolívar dio la orden de “defender a Valencia hasta morir”, estamos dispuestos a cumplir esa tarea, que no logró el general Rafael Urdaneta, vencido por el odio que corroía el alma de un sanguinario como Boves.
Doña Josefina Penzini de Giménez ha cumplido 90 años para alegría de su extensa familia y de quienes la admiramos por su fortaleza, distinción y elegancia. Con su difunto esposo, don Domingo Giménez Torres, formó un hogar admirable, cantera de mujeres bellas y de hombres honorables, en la casa de su hacienda La Caracara, invadida por quienes utilizan el atropello para desconocer los derechos constitucionales.
Sin embargo, esta glamorosa dama llega a tan venerable edad, fuerte como una roca, sin guardar rencores, confiando en que la última palabra la tiene Dios. El aniversario fue celebrado, ayer al mediodía, en la bella iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, en Montalbán, con una misa de acción de gracias presidida por el señor arzobispo Reinaldo Del Prette, seguida de un elegante almuerzo para la familia, ofrecido por su nieto Pablo Bencomo Giménez, en Haras Paumar.
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