Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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Hasta hace algunos años, en los abastos y bodegas de Cuba, prácticamente, no había nada que ofrecer pues la poca mercancía que llegaba era entregada, de acuerdo a una libreta de racionamiento, a los jefes de familia que debían hacer milagros para la alimentación de los suyos. Los que íbamos de un país como el nuestro, donde había de todo, nos daba lástima que aquella gente pasara tanta necesidad, presuntamente, por el bloqueo económico que mantiene Estados Unidos al régimen de Fidel Castro.
Nos habíamos hecho amigos de un matrimonio de cubanos y de sus hijos que vivían en una hermosa quinta de dos plantas, de los años 40, que había sido invadida y convertida en casa de vecindad, muy cerca de la heladería Copelia. Con ellos conocimos a la célebre bailarina Alicia Alonso y librerías prestigiosas, donde se consiguen novedades bibliográficas menos las que critican o analizan la falsedad de la revolución cubana.
Para retribuir las atenciones de aquella gente se nos ocurrió preparar en su casa, un almuerzo para que conocieran algo de la cocina venezolana. Los ingredientes los compramos en el abasto del hotel Habana Libre donde los turistas extranjeros pueden comprar de todo, a muy buenos precios. Ofrecimos asado negro, arroz blanco, plátanos fritos, ensalada de lechuga, zanahoria y tomate. El postre fueron deliciosos helados de la vecina heladería Copelia.
Falta de apetito
Durante la preparación de la comida nos alegramos tomando mojito, al estilo de la “Bodeguita del medio”, bebida típica cubana elaborada con ron blanco, azúcar, límón y hojas de hierbabuena menta estregada con las manos. Todo iba muy bien hasta que nos dimos cuenta de que nuestros amigos apenas si probaron los platos que les habíamos preparado con tanto cariños. Preocupados por el desgano, preguntamos si la comida no les gustaba o había otra razón. Unos respondieron que preferían guardar la comida para después y compartirla con otros amigos porque estaba muy sabrosa.
El mayor del grupo nos comentó en privado, que no lo tomáramos a mal pero “es que hemos pasado tanta hambre que ya la comida no nos llama la atención”. El “comiero” se quedó sobre una fina mesa de madera sin mantel que la señora de la casa había adornado con cayenas de intenso colorido y hojas de malanga.
Viene el hambre
En estos días, hemos recordado aquel momento por el crítico desabastecimiento que estamos sufriendo en Venezuela. Si continúan la especulación y la desaparición de los principales alimentos, tendremos que acostumbrarnos al hambre como lo hicieron los cubanos.
Quienes no hacen mercado, no pueden imaginar el tormentoso sacrificio que, ahora, impone surtir la despensa, por la carestía de los productos y su ausencia de los mercados. El viernes, en un popular mercado de la avenida Bolívar, no había harina pan, arroz, espaguetis, mantequilla, margarina, aceite ni pollo. En la carnicería había más pellejos que carnes. La pescadería tenía desechos del mar y la charcutería solo tenía jamones que, por su aspecto, no son de buena calidad.
Sin embargo, la gente compra lo que encuentra y con resignación se dirige a la caja donde le espera la sorpresa de una megacola. En el supermercado que visitamos hay catorce cajas, pero están funciónando apenas dos porque no se ha llegado a un acuerdo con los trabajadores para imponer el nuevo horario.
Parece que la empresa está dispuesta a mantener esta situación considerando que las ganancias, con productos regulados que los buhoneros venden libremente cuatro veces más caros, no alcanzan para mantener empleados que van a tener más tiempo de descanso que de trabajo.
Ese es un detalle que advierte que, la entrada en vigencia de la nueva Ley del Trabajo, no será tan beneficiosa para los trabajadores como la ofreció el difunto presidente Hugo Chávez. Somos millones de trabajadores lo que ya tenemos el sueldo rebajado porque, con el contrabando que nos metieron, ahora no podemos llegar a acuerdos con el patrono para trabajar guardias nocturnas, horas extras y días feriados que mejoraban el sueldo.
Indudablemente se trata de otro fraude de un gobierno, que mantiene el poder, burlándose de la buena fe de los sectores populares.
Atención atención: hemos recibido denuncias de personas, que habitan al sur de Valencia, donde se está cumpliendo la orden de no venderle productos de Mercal a quienes no votaron o han sonado cacerolas en contra del presidente Nicolás Maduro.
En Trapichito, hay barrios donde tienen listas de personas que no pueden disfrutar de los buenos precios de productos importados por el gobierno con la riqueza de todos los venezolanos. Los bodegueros les dicen a las personas, caídas en desgracia, que para ellos no hay ni agua, por haber traicionado la memoria del comandante eterno.
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