El maleficio golpista
EL NACIONAL 1 DE OCTUBRE 2014 - 12:01 AM
La impunidad es una abominación. Engendra ese maleficio que se apodera del espíritu de gobernantes que se creen estar en capacidad de disponer de la vida de los demás. Sienten que ostentan un poder ilimitado, y que nada ni nadie puede osar pedirles que rindan cuentas. Dios no existe, porque ellos ven a través de sus ombligos a su propio dios. Las leyes no son más que parapetos descuadernados para manotearnos en nuestras propias caras que la palabra que cuenta es la del que manda y punto.
El hechizo se extiende a algunos sectores del pueblo, cuando en medio de la desesperación exclaman que “un clavo saca otro clavo” y no dejan de echar un vistazo hacia la embestida cuartelaria como expresión salvacionista con sus mentores mesiánicos a la cabeza. Por eso es fundamental mantener la lucha cívica colocando por delante los valores. Porque no se trata de llegar a como dé lugar y a costa de lo que sea. Avanzar así sería retroceder mucho más del terreno que se pierde cuando los regímenes autoritarios parcelan el país con su visión caporal, propia de los que pastorean un rebaño que se deja arrear, igual que los ciudadanos que se dejan medir por un precio y no por los valores que tienen.
Cuando en un país se ve como normal lo que más bien es frecuente, como eso de usar los medios para calumniar, difamar, injuriar, descalificar, etc., es porque la impunidad va esterilizando la conciencia ciudadana que, callándose, desentendiendo o dejando de participar para denunciar esas insensateces, avala que unos gobernantes se apropien, ya no de un terreno, de un galpón o de una carnicería, sino de nuestra libertad de opinar. Y eso ya es lo último. Lo verdaderamente grave.
Eso es rendición, como el que baja su bandera en señal de que se le cayó lo que le quedaba de moral; porque se puede transigir en muchas cosas, pero jamás en la transacción de la dignidad. El honor no se negocia. La legión de decoro de un pueblo tiene como pendón la vergüenza. Las circunstancias nos dan la idea de cuáles son los líderes que la unidad necesita o los que se merece, porque son dos condiciones distintas.
En estos tiempos difíciles se precisa de gente decente, valiente, dispuesta. Hay que tener fuerza anímica para avanzar, con tal perseverancia, para no deshacerse en el intento cuando pensamos que estamos comenzando a dar el mismo paso que ya dimos una y mil veces. No olvidemos que “no es la gota la que hoya la piedra sino la constancia con que cae”. No desalentarse ante nada ni por nada es el mejor antídoto contra el cinismo, la nostalgia y la melancolía. Llegamos al lindero de los temores. Thomas Jefferson dijo que “cuando la gente le teme al gobierno, hay tiranía; cuando el gobierno le teme a la gente hay libertad”.
@alcaldeledezma
La impunidad es una abominación. Engendra ese maleficio que se apodera del espíritu de gobernantes que se creen estar en capacidad de disponer de la vida de los demás. Sienten que ostentan un poder ilimitado, y que nada ni nadie puede osar pedirles que rindan cuentas. Dios no existe, porque ellos ven a través de sus ombligos a su propio dios. Las leyes no son más que parapetos descuadernados para manotearnos en nuestras propias caras que la palabra que cuenta es la del que manda y punto.
El hechizo se extiende a algunos sectores del pueblo, cuando en medio de la desesperación exclaman que “un clavo saca otro clavo” y no dejan de echar un vistazo hacia la embestida cuartelaria como expresión salvacionista con sus mentores mesiánicos a la cabeza. Por eso es fundamental mantener la lucha cívica colocando por delante los valores. Porque no se trata de llegar a como dé lugar y a costa de lo que sea. Avanzar así sería retroceder mucho más del terreno que se pierde cuando los regímenes autoritarios parcelan el país con su visión caporal, propia de los que pastorean un rebaño que se deja arrear, igual que los ciudadanos que se dejan medir por un precio y no por los valores que tienen.
Cuando en un país se ve como normal lo que más bien es frecuente, como eso de usar los medios para calumniar, difamar, injuriar, descalificar, etc., es porque la impunidad va esterilizando la conciencia ciudadana que, callándose, desentendiendo o dejando de participar para denunciar esas insensateces, avala que unos gobernantes se apropien, ya no de un terreno, de un galpón o de una carnicería, sino de nuestra libertad de opinar. Y eso ya es lo último. Lo verdaderamente grave.
Eso es rendición, como el que baja su bandera en señal de que se le cayó lo que le quedaba de moral; porque se puede transigir en muchas cosas, pero jamás en la transacción de la dignidad. El honor no se negocia. La legión de decoro de un pueblo tiene como pendón la vergüenza. Las circunstancias nos dan la idea de cuáles son los líderes que la unidad necesita o los que se merece, porque son dos condiciones distintas.
En estos tiempos difíciles se precisa de gente decente, valiente, dispuesta. Hay que tener fuerza anímica para avanzar, con tal perseverancia, para no deshacerse en el intento cuando pensamos que estamos comenzando a dar el mismo paso que ya dimos una y mil veces. No olvidemos que “no es la gota la que hoya la piedra sino la constancia con que cae”. No desalentarse ante nada ni por nada es el mejor antídoto contra el cinismo, la nostalgia y la melancolía. Llegamos al lindero de los temores. Thomas Jefferson dijo que “cuando la gente le teme al gobierno, hay tiranía; cuando el gobierno le teme a la gente hay libertad”.
@alcaldeledezma
El ministro aclara, y oscurece
El dólar el viernes llegó a 100 bolívares; se entiende, el negro, el paralelo, el que determina el auténtico precio del dólar porque es al que usted tiene que apelar en definitiva. Lo cierto es que, como bien apuntaba el economista García Banchs en un tweet el fin de semana, Ramírez, con la prepotencia con que suelen hablar los funcionarios de este régimen, dijo que iban a pulverizar al dólar paralelo, pero lo único que pulverizaron fue nuestro modesto y sencillo bolívar.
En estos tiempos, cuando el bolívar ya no vale nada, resulta que el señor Nicolás Maduro se gasta cerca de 10 millones de dólares en un viajecito a Nueva York. Y digo cerca de 10 millones porque, según las cifras del diputado Carlos Berrizbeitia, Maduro y su comitiva se rasparon 2.500.000 dólares en Nueva York. Sin embargo, la cantidad debe ser superior. Cuando el diputado hace su cálculo se refiere a lo que gastaron en estadía y hoteles. Pero a ello hay que agregarles los 5 millones de dólares que, como una bofetada a los venezolanos que no tienen acetaminofén en tiempos de chikungunya, el señor Maduro le dio al África para combatir el ébola. Además, agréguele usted las páginas del domingo, completas y a todo color, en The New York Times y en The Washington Post, las páginas más caras de la prensa mundial.
¿Y para qué estas páginas? Para darse una suerte de autobombo completamente inútil. El presidente Maduro habló ante una sala vacía. La Asamblea General le dio la espalda, a nadie le interesó lo que dijo. Quizá por ello publica en un apretado resumen su discurso con su foto a todo color: “We must build a new UN for pace”. Bla, bla, bla… En fin.
¿De dónde salen estos dólares? Se preguntan en El Nuevo País, ¿será que esos dólares sí los aprueba el Cencoex? Definitivamente, hay venezolanos de venezolanos. Unos son, por lo visto, más venezolanos que otros.
Ahora, mientras el señor Maduro estaba de viaje, acá en el país los venezolanos seguían tratando de vivir. Y a propósito de ese empeño el ministro de Interior Justicia y Paz, general Rodríguez Torres, dice: Ha mejorado la percepción de inseguridad porque hay menos secuestros y el Plan Patria Segura es todo un éxito. Pero lo más importante es lo que se destaca como gran titular en primera página del diario Vea: “Rodríguez Torres: Yo jamás seré un traidor”.
¿Qué es eso? ¿Por qué el señor Rodríguez Torres tiene que aclararlo públicamente?
Leo en páginas interiores:
“Entre las pocas virtudes que yo pueda tener están la lealtad y el compromiso, yo jamás sería un traidor. Estoy trabajando porque el presidente Nicolás Maduro me lo pidió y él sabe que cuenta conmigo para todo y más allá de eso soy respetuoso del legado del comandante Chávez”.
¿Por qué tiene que aclarar públicamente en un canal de televisión, en el programa de Rangel, que él es leal a Maduro, que él no es un traidor a Maduro? ¿Quién sospecha lo contrario?
Qué raro cuando se tiene que aclarar lo que debería tenerse por obvio, ¿verdad?
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