La muerte de los otros
MARTÍN SANTIVÁÑEZ VIVANCO | EL UNIVERSAL
domingo 11 de agosto de 2013
El Leviatán tropical que el castrismo ha construido a lo largo de sesenta años exige, de manera sistemática, una cuota de sangre. La legitimidad del modelo está en función al terror que el líder y el partido son capaces de imponer. La cuota, ese concepto que todo revolucionario convicto y confeso aprende en las "escuelas populares", es el pago que demanda la ideología para construir aquí en la tierra el paraíso ácrata, el Edén del "hombre nuevo", un mito apreciado por los remanentes del guevarismo. Así, el Estado regentado por los Castro, adecuando principios de la ortodoxia comunista a la realidad latinoamericana, ha seguido el viejo manual político esbozado por Marx, el hombre que escribió, en un arrebato de sinceridad radical, que lo suyo (y lo de sus discípulos) era "proferir gigantescas maldiciones". En realidad, lo que el castrismo ha hecho con Cuba es la hoja de ruta de todos los regímenes comunistas que han sido, son y serán. Todo se legitima si con ello se construye el futuro. Siguiendo esta lógica, la sangre puede y debe ser ofrecida en holocausto si con ello se consolida la revolución.
Por eso, no sorprende que un Estado construido bajo estas premisas ideológicas totalitarias y maniqueas, haya decidido asesinar a un opositor de fuste como Oswaldo Payá. Sin logros económicos que ofrecer después de sesenta años de mesianismo y estatolatría, los Castro solo pueden mantenerse en el poder empleando en el frente interno, indistintamente, la coerción masiva o la aniquilación selectiva. Además, en el exterior, el castrismo disfruta del apoyo material del ALBA y de la complicidad política de ese bloque que algunos analistas denominan la "nueva izquierda latinoamericana": el lulismo del PT, el socialismo chileno de la Bachelet, la confluencia peruana de Villarán, etc. La realidad es clara: la "nueva izquierda" latinoamericana nunca ha dejado de acudir a los besamanos que periódicamente organiza La Habana.
Este es el Estado policial que ha asesinado a Oswaldo Payá después de perseguirlo durante toda su vida pública. Esta es la tiranía clásica a la que Payá se enfrentó con valentía, fe y decisión. Un despotismo que apela al miedo, al comisariato y al "juicio popular", apoyándose en el aplauso o el silencio cómplice de sus parientes ideológicos. No es un Estado distinto a las dictaduras que edificaron muros, Gulags o campos de concentración. El grado de refinamiento, la sofisticación que el instrumento de los Castro ha desarrollado en la vigilancia y la represión solo es comprensible si tomamos en cuenta el soporte internacional, el paraguas externo, la ayuda o el silencio de la comunidad global. Oswaldo Payá no solo era un obstáculo interno. Se había transformado en un referente peligroso a nivel mundial. La lógica revolucionaria, la de la cuota por el futuro, entró en juego materializándose en el asesinato narrado a El Mundo por Ángel Carromero. La existencia, la propia condición vital de un líder que predicó el mensaje de libertad, unidad y reconciliación era insoportable para un partido que se legitima desde hace seis décadas en función al miedo y la división.
La muerte de Oswaldo Payá no es un crimen más de la dictadura castrista. Su asesinato puede y debe generar una reacción internacional que liquide la aspiración de convertir a los Castro, a punta de maquillaje, en los autores iluminados de una "democracia popular" distinta, pero tolerable.
España no debe pactar con el terrorismo de Estado. Si quiere recuperar la iniciativa a nivel regional, el Gobierno tiene que denunciar las irregularidades del caso Payá, la ilegalidad del trato a Carromero y la represión dictatorial que estrangula a la oposición cubana día a día. El que guarda silencio ante la muerte de Payá es un cadáver, un cuerpo inerte para la democracia. Porque Oswaldo, el socialcristiano, encarnó siempre lo mejor de Cuba: la síntesis por encima de las divisiones, la denuncia valiente ante el foro internacional y la esperanza de un cambio real. Los otros, los que han construido a fuerza de ideología una dictadura feroz y los que callan movidos por falsos cálculos políticos, convergen en un mismo y execrable resultado: la prolongación material de un Leviatán tropical que exige en holocausto, cada cierto tiempo, la cuota de sangre de los mejores hijos de la libertad.
Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y Visiting Fellow de SAIS - Johns Hopkins University
martin.santivanez@maiestas.es
MARTÍN SANTIVÁÑEZ VIVANCO | EL UNIVERSAL
domingo 11 de agosto de 2013
El Leviatán tropical que el castrismo ha construido a lo largo de sesenta años exige, de manera sistemática, una cuota de sangre. La legitimidad del modelo está en función al terror que el líder y el partido son capaces de imponer. La cuota, ese concepto que todo revolucionario convicto y confeso aprende en las "escuelas populares", es el pago que demanda la ideología para construir aquí en la tierra el paraíso ácrata, el Edén del "hombre nuevo", un mito apreciado por los remanentes del guevarismo. Así, el Estado regentado por los Castro, adecuando principios de la ortodoxia comunista a la realidad latinoamericana, ha seguido el viejo manual político esbozado por Marx, el hombre que escribió, en un arrebato de sinceridad radical, que lo suyo (y lo de sus discípulos) era "proferir gigantescas maldiciones". En realidad, lo que el castrismo ha hecho con Cuba es la hoja de ruta de todos los regímenes comunistas que han sido, son y serán. Todo se legitima si con ello se construye el futuro. Siguiendo esta lógica, la sangre puede y debe ser ofrecida en holocausto si con ello se consolida la revolución.
Por eso, no sorprende que un Estado construido bajo estas premisas ideológicas totalitarias y maniqueas, haya decidido asesinar a un opositor de fuste como Oswaldo Payá. Sin logros económicos que ofrecer después de sesenta años de mesianismo y estatolatría, los Castro solo pueden mantenerse en el poder empleando en el frente interno, indistintamente, la coerción masiva o la aniquilación selectiva. Además, en el exterior, el castrismo disfruta del apoyo material del ALBA y de la complicidad política de ese bloque que algunos analistas denominan la "nueva izquierda latinoamericana": el lulismo del PT, el socialismo chileno de la Bachelet, la confluencia peruana de Villarán, etc. La realidad es clara: la "nueva izquierda" latinoamericana nunca ha dejado de acudir a los besamanos que periódicamente organiza La Habana.
Este es el Estado policial que ha asesinado a Oswaldo Payá después de perseguirlo durante toda su vida pública. Esta es la tiranía clásica a la que Payá se enfrentó con valentía, fe y decisión. Un despotismo que apela al miedo, al comisariato y al "juicio popular", apoyándose en el aplauso o el silencio cómplice de sus parientes ideológicos. No es un Estado distinto a las dictaduras que edificaron muros, Gulags o campos de concentración. El grado de refinamiento, la sofisticación que el instrumento de los Castro ha desarrollado en la vigilancia y la represión solo es comprensible si tomamos en cuenta el soporte internacional, el paraguas externo, la ayuda o el silencio de la comunidad global. Oswaldo Payá no solo era un obstáculo interno. Se había transformado en un referente peligroso a nivel mundial. La lógica revolucionaria, la de la cuota por el futuro, entró en juego materializándose en el asesinato narrado a El Mundo por Ángel Carromero. La existencia, la propia condición vital de un líder que predicó el mensaje de libertad, unidad y reconciliación era insoportable para un partido que se legitima desde hace seis décadas en función al miedo y la división.
La muerte de Oswaldo Payá no es un crimen más de la dictadura castrista. Su asesinato puede y debe generar una reacción internacional que liquide la aspiración de convertir a los Castro, a punta de maquillaje, en los autores iluminados de una "democracia popular" distinta, pero tolerable.
España no debe pactar con el terrorismo de Estado. Si quiere recuperar la iniciativa a nivel regional, el Gobierno tiene que denunciar las irregularidades del caso Payá, la ilegalidad del trato a Carromero y la represión dictatorial que estrangula a la oposición cubana día a día. El que guarda silencio ante la muerte de Payá es un cadáver, un cuerpo inerte para la democracia. Porque Oswaldo, el socialcristiano, encarnó siempre lo mejor de Cuba: la síntesis por encima de las divisiones, la denuncia valiente ante el foro internacional y la esperanza de un cambio real. Los otros, los que han construido a fuerza de ideología una dictadura feroz y los que callan movidos por falsos cálculos políticos, convergen en un mismo y execrable resultado: la prolongación material de un Leviatán tropical que exige en holocausto, cada cierto tiempo, la cuota de sangre de los mejores hijos de la libertad.
Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y Visiting Fellow de SAIS - Johns Hopkins University
martin.santivanez@maiestas.es
Por eso, no sorprende que un Estado construido bajo estas premisas ideológicas totalitarias y maniqueas, haya decidido asesinar a un opositor de fuste como Oswaldo Payá. Sin logros económicos que ofrecer después de sesenta años de mesianismo y estatolatría, los Castro solo pueden mantenerse en el poder empleando en el frente interno, indistintamente, la coerción masiva o la aniquilación selectiva. Además, en el exterior, el castrismo disfruta del apoyo material del ALBA y de la complicidad política de ese bloque que algunos analistas denominan la "nueva izquierda latinoamericana": el lulismo del PT, el socialismo chileno de la Bachelet, la confluencia peruana de Villarán, etc. La realidad es clara: la "nueva izquierda" latinoamericana nunca ha dejado de acudir a los besamanos que periódicamente organiza La Habana.
Este es el Estado policial que ha asesinado a Oswaldo Payá después de perseguirlo durante toda su vida pública. Esta es la tiranía clásica a la que Payá se enfrentó con valentía, fe y decisión. Un despotismo que apela al miedo, al comisariato y al "juicio popular", apoyándose en el aplauso o el silencio cómplice de sus parientes ideológicos. No es un Estado distinto a las dictaduras que edificaron muros, Gulags o campos de concentración. El grado de refinamiento, la sofisticación que el instrumento de los Castro ha desarrollado en la vigilancia y la represión solo es comprensible si tomamos en cuenta el soporte internacional, el paraguas externo, la ayuda o el silencio de la comunidad global. Oswaldo Payá no solo era un obstáculo interno. Se había transformado en un referente peligroso a nivel mundial. La lógica revolucionaria, la de la cuota por el futuro, entró en juego materializándose en el asesinato narrado a El Mundo por Ángel Carromero. La existencia, la propia condición vital de un líder que predicó el mensaje de libertad, unidad y reconciliación era insoportable para un partido que se legitima desde hace seis décadas en función al miedo y la división.
La muerte de Oswaldo Payá no es un crimen más de la dictadura castrista. Su asesinato puede y debe generar una reacción internacional que liquide la aspiración de convertir a los Castro, a punta de maquillaje, en los autores iluminados de una "democracia popular" distinta, pero tolerable.
España no debe pactar con el terrorismo de Estado. Si quiere recuperar la iniciativa a nivel regional, el Gobierno tiene que denunciar las irregularidades del caso Payá, la ilegalidad del trato a Carromero y la represión dictatorial que estrangula a la oposición cubana día a día. El que guarda silencio ante la muerte de Payá es un cadáver, un cuerpo inerte para la democracia. Porque Oswaldo, el socialcristiano, encarnó siempre lo mejor de Cuba: la síntesis por encima de las divisiones, la denuncia valiente ante el foro internacional y la esperanza de un cambio real. Los otros, los que han construido a fuerza de ideología una dictadura feroz y los que callan movidos por falsos cálculos políticos, convergen en un mismo y execrable resultado: la prolongación material de un Leviatán tropical que exige en holocausto, cada cierto tiempo, la cuota de sangre de los mejores hijos de la libertad.
Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y Visiting Fellow de SAIS - Johns Hopkins University
martin.santivanez@maiestas.es
¿Es que de verdad existe la Ética?
¿Cómo mantener mis Valores, si a cada segundo que pasa, "yo" ya no soy "el mismo"?
EMETERIO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
domingo 11 de agosto de 2013
Un grupo de jóvenes -aterradoramente jóvenes- que quieren "meterse en política" me piden un Taller de Ética. Y de inmediato uno traza su estrategia: No puedes desilusionarlos... nada de asomar siquiera que la Filosofía quebró, se murió o vive una debacle... nada de eso. Morigera tu lenguaje; y además, no uses ese verbo... huele a viejo. Nada de decirles que lo que nos enseñaron como "Ética" poco tiene que ver con ella y que los Valores no "se tienen" de la misma forma que "se tienen" los codos. Y, por piedad, nada de insinuarles que la Realidad siempre podrá quebrarles sus Valores, por firmes que estos sean. Porque a veces mantenerlos ¡¡puede resultar inmoral... y hasta tonto!! Porque si para salvarle la vida a un hijo tienes que robar, pero tus Valores te lo impiden... ¡¡te veré transido de dolor en el velorio del chamito!! Por favor, nada de hablarles de esas cosas a estos panas. Ya se irán enterando, a medida que la vida los vaya vapuleando. Tiempo tienen para descubrir que la Moral sólo tiene sentido si logramos acceder a Lo Absoluto, es decir, a Dios. ¡¡No creer pasiva o sumisamente en Dios, sino acceder a Él!! Y eso es muchísimo mas fácil decirlo que lograrlo.
¿Cómo transmitirles la Noción de Lo Absoluto, ineludible -repito- para intuir la Ética? Por suerte, uno de ellos, graduado en Teología, asoma una pista: ¡¡Kierkegaard y el Existencialismo!! Lo Estrictamente Humano -el Espíritu- no ES en el mismo sentido que todo lo demás ES, desde los planetas hasta los páncreas. Cualquier cuchillo, morsa o lápiz que se respete tiene un SER, un SER bien definido y permanente; y, además, sin tener que hacer el mas mínimo esfuerzo. Nada que ver con los Humanos cuyo Ser se modifica Existencialmentea cada instante. De tal forma que si quieres mantener tu Condición Espiritual o Moral tienes que esforzarte. Un oso, un árbol o un cenicero, están condenados a ser lo que son; los Humanos no, nosotros no estamos condenados a nada, ni siquiera a la Libertad como creyó el bueno de Sartre. Nuestra Existencia, a cada segundo que pasa, es algo distinto y, en esas condiciones es imposible SER. Sólo un gran esfuerzo puede permitirnos captar nuestra Esfera Moral, que es -sin la menor duda- un Absoluto: Imagen y Semejanza de Dios. ¡¡Algo que a cada instante es distinto, pero que paradójicamente debemos mantener idéntico!!
Porque el Espíritu, no tiene un SER definido y estable; que era lo que Aristóteles tenía en mente cuando acuñó la Idea del Ser. Razón por la cual, la Filosofía Griega, la Moderna ¡¡y la Existencialista!! se estrellan al intentar captar Lo Humano, Lo Espiritual y, finalmente, Lo Ético. Vivimos de instante en instante, ¡¡y a cada instante ya somos otro!! Y, en esas condiciones, ¿cómo mantener mis Valores, si a cada segundo que pasa, "yo" ya no soy "el mismo"? Si, para poder serlo, tendría que paralizar el incontenible fluir de mi Espíritu y cosificarlo, trocarlo en una Cosa, en algo que no cambie ni se transforme; una de las dos formas de serle fiel a mis Valores: una que sería horrenda, por supuesto. La Otra, la que nos obliga a acceder a lo Absoluto (lo único que podría permitirnos mantener nuestros Valores ¡¡e ir cambiándolos al mismo tiempo!!), es llegarle a la Noción de Dios... Un tema que discutiré con los chamos en varios talleres: ¿Cómo es que sólo la Noción de Dios puede permitirnos mantener los Valores, en medio de un cambio espiritual incesante? O, visto al revés: ¿cómo es que si logro mantener mis Valores, ello será un indicio indudable de que alguna conexión con Dios logré?
Blog actualizado,
http://emeteriogomez.wordpress.com
EMETERIO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
domingo 11 de agosto de 2013
Un grupo de jóvenes -aterradoramente jóvenes- que quieren "meterse en política" me piden un Taller de Ética. Y de inmediato uno traza su estrategia: No puedes desilusionarlos... nada de asomar siquiera que la Filosofía quebró, se murió o vive una debacle... nada de eso. Morigera tu lenguaje; y además, no uses ese verbo... huele a viejo. Nada de decirles que lo que nos enseñaron como "Ética" poco tiene que ver con ella y que los Valores no "se tienen" de la misma forma que "se tienen" los codos. Y, por piedad, nada de insinuarles que la Realidad siempre podrá quebrarles sus Valores, por firmes que estos sean. Porque a veces mantenerlos ¡¡puede resultar inmoral... y hasta tonto!! Porque si para salvarle la vida a un hijo tienes que robar, pero tus Valores te lo impiden... ¡¡te veré transido de dolor en el velorio del chamito!! Por favor, nada de hablarles de esas cosas a estos panas. Ya se irán enterando, a medida que la vida los vaya vapuleando. Tiempo tienen para descubrir que la Moral sólo tiene sentido si logramos acceder a Lo Absoluto, es decir, a Dios. ¡¡No creer pasiva o sumisamente en Dios, sino acceder a Él!! Y eso es muchísimo mas fácil decirlo que lograrlo.
¿Cómo transmitirles la Noción de Lo Absoluto, ineludible -repito- para intuir la Ética? Por suerte, uno de ellos, graduado en Teología, asoma una pista: ¡¡Kierkegaard y el Existencialismo!! Lo Estrictamente Humano -el Espíritu- no ES en el mismo sentido que todo lo demás ES, desde los planetas hasta los páncreas. Cualquier cuchillo, morsa o lápiz que se respete tiene un SER, un SER bien definido y permanente; y, además, sin tener que hacer el mas mínimo esfuerzo. Nada que ver con los Humanos cuyo Ser se modifica Existencialmentea cada instante. De tal forma que si quieres mantener tu Condición Espiritual o Moral tienes que esforzarte. Un oso, un árbol o un cenicero, están condenados a ser lo que son; los Humanos no, nosotros no estamos condenados a nada, ni siquiera a la Libertad como creyó el bueno de Sartre. Nuestra Existencia, a cada segundo que pasa, es algo distinto y, en esas condiciones es imposible SER. Sólo un gran esfuerzo puede permitirnos captar nuestra Esfera Moral, que es -sin la menor duda- un Absoluto: Imagen y Semejanza de Dios. ¡¡Algo que a cada instante es distinto, pero que paradójicamente debemos mantener idéntico!!
Porque el Espíritu, no tiene un SER definido y estable; que era lo que Aristóteles tenía en mente cuando acuñó la Idea del Ser. Razón por la cual, la Filosofía Griega, la Moderna ¡¡y la Existencialista!! se estrellan al intentar captar Lo Humano, Lo Espiritual y, finalmente, Lo Ético. Vivimos de instante en instante, ¡¡y a cada instante ya somos otro!! Y, en esas condiciones, ¿cómo mantener mis Valores, si a cada segundo que pasa, "yo" ya no soy "el mismo"? Si, para poder serlo, tendría que paralizar el incontenible fluir de mi Espíritu y cosificarlo, trocarlo en una Cosa, en algo que no cambie ni se transforme; una de las dos formas de serle fiel a mis Valores: una que sería horrenda, por supuesto. La Otra, la que nos obliga a acceder a lo Absoluto (lo único que podría permitirnos mantener nuestros Valores ¡¡e ir cambiándolos al mismo tiempo!!), es llegarle a la Noción de Dios... Un tema que discutiré con los chamos en varios talleres: ¿Cómo es que sólo la Noción de Dios puede permitirnos mantener los Valores, en medio de un cambio espiritual incesante? O, visto al revés: ¿cómo es que si logro mantener mis Valores, ello será un indicio indudable de que alguna conexión con Dios logré?
Blog actualizado,
http://emeteriogomez.wordpress.com
¿Cómo transmitirles la Noción de Lo Absoluto, ineludible -repito- para intuir la Ética? Por suerte, uno de ellos, graduado en Teología, asoma una pista: ¡¡Kierkegaard y el Existencialismo!! Lo Estrictamente Humano -el Espíritu- no ES en el mismo sentido que todo lo demás ES, desde los planetas hasta los páncreas. Cualquier cuchillo, morsa o lápiz que se respete tiene un SER, un SER bien definido y permanente; y, además, sin tener que hacer el mas mínimo esfuerzo. Nada que ver con los Humanos cuyo Ser se modifica Existencialmentea cada instante. De tal forma que si quieres mantener tu Condición Espiritual o Moral tienes que esforzarte. Un oso, un árbol o un cenicero, están condenados a ser lo que son; los Humanos no, nosotros no estamos condenados a nada, ni siquiera a la Libertad como creyó el bueno de Sartre. Nuestra Existencia, a cada segundo que pasa, es algo distinto y, en esas condiciones es imposible SER. Sólo un gran esfuerzo puede permitirnos captar nuestra Esfera Moral, que es -sin la menor duda- un Absoluto: Imagen y Semejanza de Dios. ¡¡Algo que a cada instante es distinto, pero que paradójicamente debemos mantener idéntico!!
Porque el Espíritu, no tiene un SER definido y estable; que era lo que Aristóteles tenía en mente cuando acuñó la Idea del Ser. Razón por la cual, la Filosofía Griega, la Moderna ¡¡y la Existencialista!! se estrellan al intentar captar Lo Humano, Lo Espiritual y, finalmente, Lo Ético. Vivimos de instante en instante, ¡¡y a cada instante ya somos otro!! Y, en esas condiciones, ¿cómo mantener mis Valores, si a cada segundo que pasa, "yo" ya no soy "el mismo"? Si, para poder serlo, tendría que paralizar el incontenible fluir de mi Espíritu y cosificarlo, trocarlo en una Cosa, en algo que no cambie ni se transforme; una de las dos formas de serle fiel a mis Valores: una que sería horrenda, por supuesto. La Otra, la que nos obliga a acceder a lo Absoluto (lo único que podría permitirnos mantener nuestros Valores ¡¡e ir cambiándolos al mismo tiempo!!), es llegarle a la Noción de Dios... Un tema que discutiré con los chamos en varios talleres: ¿Cómo es que sólo la Noción de Dios puede permitirnos mantener los Valores, en medio de un cambio espiritual incesante? O, visto al revés: ¿cómo es que si logro mantener mis Valores, ello será un indicio indudable de que alguna conexión con Dios logré?
Blog actualizado,
http://emeteriogomez.wordpress.com
Los humanos tienen más empatía por perros maltratados que por otros humanos
Las personas tienen más empatía por los perros maltratados que por los humanos adultos, según las conclusiones de un estudio que se presenta hoy en la Reunión Anual de la Asociación Sociológica Estadounidense.
EL UNIVERSAL
sábado 10 de agosto de 2013
Washington.- Las personas tienen más empatía por los perros maltratados que por los humanos adultos, según las conclusiones de un estudio que se presenta hoy en la Reunión Anual de la Asociación Sociológica Estadounidense.
"Al contrario de lo que se cree comúnmente, no es que necesariamente nos conmueva más el sufrimiento animal que el humano" explicó Jack Levin, profesor de sociología y criminología en la Universidad Northeastern y autor del estudio, reseñó Efe.
"Nuestros resultados indican una situación mucho más compleja con respecto a la edad y la especie de las víctimas, siendo la edad el componente más importante", añadió.
"El hecho de que las víctimas de crímenes que son humanos adultos reciban menos empatía que los niños, los cachorros y los perros adultos que son víctimas de abuso o crímenes, indica que a los perros adultos se les considera dependientes y vulnerables, tal como sus cachorros y como los niños", dijo Levin.
En su estudio Levin y el co autor Arnold Arluke, otro profesor de Northeastern, consideraron las opiniones de 240 hombres y mujeres, con edades entre 18 y 25 años, en una universidad grande del nordeste del país.
Los participantes recibieron, al azar, uno de cuatro artículos noticiosos ficticios acerca del maltrato de un niño de un año de edad, un adulto en sus treinta años, un cachorro o un perro de seis años de edad.
Las historias eran idénticas excepto por la identificación de la víctima. Después que los participantes leyeron el artículo, los investigadores les pidieron que calificaran su grado de empatía hacia la víctima.
"Nos sorprendió la interacción de edad y especie", indicó Levin en su presentación. "La edad parece ser más relevante que la especie cuando se trata de obtener empatía. Al parecer se considera que los humanos adultos son capaces de protegerse en tanto que a los perros adultos se les ve como cachorros más grandes".
La diferencia entre la empatía por los niños y los cachorros de perro fue, estadísticamente, insignificante.
Si bien el estudio se enfocó en los humanos y los perros, Levin cree que las conclusiones serían similares en el caso de los gatos.
"Perros y gatos son mascotas de la familia", añadió. "Son animales a los cuales muchas personas atribuyen características humanas".
"Al contrario de lo que se cree comúnmente, no es que necesariamente nos conmueva más el sufrimiento animal que el humano" explicó Jack Levin, profesor de sociología y criminología en la Universidad Northeastern y autor del estudio, reseñó Efe.
"Nuestros resultados indican una situación mucho más compleja con respecto a la edad y la especie de las víctimas, siendo la edad el componente más importante", añadió.
"El hecho de que las víctimas de crímenes que son humanos adultos reciban menos empatía que los niños, los cachorros y los perros adultos que son víctimas de abuso o crímenes, indica que a los perros adultos se les considera dependientes y vulnerables, tal como sus cachorros y como los niños", dijo Levin.
En su estudio Levin y el co autor Arnold Arluke, otro profesor de Northeastern, consideraron las opiniones de 240 hombres y mujeres, con edades entre 18 y 25 años, en una universidad grande del nordeste del país.
Los participantes recibieron, al azar, uno de cuatro artículos noticiosos ficticios acerca del maltrato de un niño de un año de edad, un adulto en sus treinta años, un cachorro o un perro de seis años de edad.
Las historias eran idénticas excepto por la identificación de la víctima. Después que los participantes leyeron el artículo, los investigadores les pidieron que calificaran su grado de empatía hacia la víctima.
"Nos sorprendió la interacción de edad y especie", indicó Levin en su presentación. "La edad parece ser más relevante que la especie cuando se trata de obtener empatía. Al parecer se considera que los humanos adultos son capaces de protegerse en tanto que a los perros adultos se les ve como cachorros más grandes".
La diferencia entre la empatía por los niños y los cachorros de perro fue, estadísticamente, insignificante.
Si bien el estudio se enfocó en los humanos y los perros, Levin cree que las conclusiones serían similares en el caso de los gatos.
"Perros y gatos son mascotas de la familia", añadió. "Son animales a los cuales muchas personas atribuyen características humanas".
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