Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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¿Cómo no sentirnos satisfechos con la restauración del puente Morillo, si ha sido una de las banderas de esta columna durante décadas? Confesamos que, cuando no teníamos de qué escribir recurríamos a esa obra, para advertir que si no se la llevaban las crecientes del Cabriales, algún chofer irresponsable lo iba a destrozar por la falta de vigilancia. Y así ocurrió el 28 de diciembre del año pasado, cuando le destrozaron doce metros de su noble mampostería.
El puente, cuya construcción comenzó en 1819, cuando el general Pablo Morillo se residenció en esta ciudad (de allí su nombre), es quizá el puente más antiguo de Venezuela y el más fotografiado y pintado en los primeros años del siglo XX. Es un sitio emblemático y por eso, cuando se supo el daño que le produjo el chofer fantasma con su automóvil, hubo preocupación ante la posibilidad de que ese fuera el inicio de la desaparición de un símbolo tan valenciano como la Virgen del Socorro.
Hay que reconocer que el alcalde Edgardo Parra, representado por Marcos Meléndez, presidente de Induval, atendió rápido el clamor, sobre todo de los medios de comunicación social. Al efecto nombró una comisión de expertos que, en cuatro meses, logró que el puente haya sido restaurado y embellecido por una comisión encabezada por la arquitecta Sara Atienzar.
Se sabía que el puente Morillo había sido restaurado en 1905, por el arquitecto Antonio Malaussena, el constructor del Teatro Municipal, luego de que el Cabriales le hizo destrozos durante una memorable crecida. En esta nueva restauración -nos cuenta Sara Atienzar- se encontró con que, desde aquella época, se está utilizando el cemento en las reparaciones y que, posteriormente, se han efectuado otras intervenciones que no han sido registradas, ni encomendadas a especialistas en conservación de monumentos.
De tal manera que la nueva intervención del puente no solo fue para reparar el largo pedazo de estribo destrozado. Fue necesario atender primero la reparación de una de las bóvedas que permanecía agrietada y clausurada. Para ponerla en funcionamiento fueron utilizados productos químicos y rellenos especiales y fue colocada una malla metálica. Se aprovechó para colocar nuevas losas en el cauce del río y para construir dos muros de concreto, uno aguas arriba y otro aguas abajo, que sirven de contrafuerte al puente.
De acuerdo con lo informado por Sara Atienzar los trabajos no están concluidos. Corresponde a la gobernación del estado, de acuerdo con el criterio de Induval, los trabajos hidráulicos, para lo cual el ingeniero Jean Franco Morazuti, realizó un proyecto considerando que este puente es un embudo para el Cabriales, que podría destrozarlo en una de las tormentosas crecidas que tiene el río, cada 50 años. Para evitar ,que eso suceda, se propone construir un aliviadero hacia el lado donde han construido una cancha deportiva. De esta forma, la mitad del agua del río pasaría por la bóveda y la otra por el nuevo canal. Es una obra necesaria que debe ser incluida en el próximo presupuesto para conservar el puente Morillo que, aunque no está declarado patrimonio nacional, de hecho lo es, pues el Instituto de Patrimonio lo tiene clasificado entre las obras únicas del país por su antigua estructura y construcción de comienzos del siglo XIX.
Se ha prohibido el tránsito de automóviles. Particularmente nos parece bien. En cambio Subdelia Páez de Sevilla, nacida en San Blas, morreña, y presidenta de la Sociedad Amigos de Valencia, no está de acuerdo por considerar que ahora es cuando ese puente aguanta peso.
A Oswaldo Feo Caballero en sus 94 años:
El presbítero Cerró, quien vino desde El Tocuyo, a celebrar una misa por los 94 años de Oswaldo Feo Caballero nos ha pedido que publiquemos, en esta columna, las palabras que pronunciamos por este grato motivo, luego del oficio religioso, en el brindis que se efectuó en el Colegio Padre Alfonso:
De don Oswaldo Feo Caballero se puede afirmar, con justicia, que representa la conciencia de esta ciudad de Valencia a la que defiende con coraje y valentía. Al brindar por él nos estamos felicitando nosotros mismos porque, este hombre sabio, ha marcado la norma para que, la gente de Valencia, disfrute de sus tradiciones, de su historia y de su desarrollo social y demográfico, que ha ido registrando como un computador para tener siempre a mano los resultados de los censos nacionales y sus proyecciones, como más nadie sabe hacerlo en el país.
Nacido en el seno de una de las familias más antiguas de la ciudad, Oswaldo tuvo la educación apropiada de los jóvenes de su época y fue figura principal de la vida cultural y social. El Teatro Municipal fue el escenario para demostrar sus dotes de primer actor y los salones de las casas de las principales familias, fueron el marco para lucirse, con las damas más bellas, en grandes bailes de cuadrillas y en memorables comparsas de carnaval.
Pero lo más destacable de la vida de este prócer civil de la valencianidad, fue su sentido de la solidaridad cuando en 1945 se entregó junto con Luis Eduardo Chávez, Graciela y María Teresa Gómez a la tarea de atender a los centenares de inmigrantes que vinieron de Europa al finalizar la II Guerra Mundial. Para ellos buscó protección, techo en galpones construidos en El Trompillo, cerca de Güigüe y alimentación. Y cuando ya se había aclimatado utilizó su influencia para que la Escuela Normal dictara cursos especiales para que, aquellos extranjeros, aprendieran nuestro idioma español y consiguieran un trabajo que los incorporara a la sociedad. Una labor inmensa que contribuyó al desarrollo industrial y social que disfruta Venezuela después de aquella época.
Valencia está en deuda con Oswaldo Feo Caballero por haber puesto toda su inteligencia, su sabiduría, don de gente y su bondad al servicio de las causas de la solidaridad y de la fraternidad en la ciudad donde nació y en la que se mantiene como un samán señorial que obliga a seguir su ejemplo. Salud don Oswaldo, estarás eternamente con todos nosotros. Te abrazamos, te felicitamos y te deseamos salud.
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