El Carabobeño 21 agosto 2013
Eumenes Fuguet Borregales (*) || Historia y Tradición
Bolívar y su lucha contra la corrupción
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@eumenesfuguet
La lucha contra el flagelo de la corrupción, fue una de las mayores preocupaciones del “Padre de la Patria” quien consideraba que el único medio de erradicar este delito, era mediante la elaboración y aplicación de severas leyes. El 15 de diciembre de 1812, emite su famoso Manifiesto de Cartagena ante los magistrados, donde entre otras consideraciones dijo: “La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos, y perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República, porque le obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda sin otra garantía, que la fuerza y las rentas imaginarias de la Confederación”.
Dispuesto para solventar y castigar la corrupción, el 11 de septiembre de 1813, al sitiar el castillo San Felipe de Puerto Cabello, firma un Decreto contra los defraudadores de la renta del tabaco: Artículo 1ro. Todo aquel que fuere convenido de haber defraudado los caudales de la Renta Nacional del tabaco, será pasado por las armas y embargados sus bienes. El 2 de enero de 1814, ante la Asamblea Popular reunida en la iglesia de San Francisco en Caracas, inculcaba a los ciudadanos: ... “la hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos”. En su famoso mensaje al soberano Congreso de Angostura reunido el 15 de febrero de 1819, señala: “Es el deber de todo ciudadano vigilar sobre la legítima inversión de las rentas públicas en beneficio de la sociedad”.
Encontrándose en Ocaña el 17 de agosto de 1820, exteriorizó: “la mejor política es la honradez”. Desde Guanare escribe a Fernando Peñalver el 24 de mayo de 1821: “Para el gobierno, nada será más útil ni más satisfactorio, que corregir los abusos de la administración”. Al llegar a Caracas el 29 de junio, el triunfador de Carabobo, sin pérdida de tiempo designa una comisión de personas honorables y probas que velarían para evitar los fraudes, malversación de fondos y ejercerían control sobre medidas económicas tendentes a mejorar la grave situación económica de la Provincia a causa de la larga lucha emancipadora. Desde Pativilca-Perú, el 15 de enero de 1823, escribe al general porteño Bartolomé Salom: “La impunidad de los delitos, hace que estos se cometan con más frecuencia; al fin llega el caso, en que el castigo no basta para reprimirlos”. En Lima, el 30 de octubre de 1823, manifiesta: “...no hay esperanza de justicia, donde no se encuentra ni equidad ni talento para manejar los grandes negocios del que depende la vida del estado”. En esa ciudad emitió una severa disposición el 12 de enero de 1824: Artículo 1ro. Todo funcionario público a quien se le conviniere en juicio sumario, por haber malversado o tomado para sí los fondos de diez pesos para arriba, queda sujeto a la pena capital. Artículo 2do. Los jueces, a quienes según la ley compete este juicio, que en su caso no procediesen conforme a este decreto, serán condenados a la misma pena. Artículo 3ro. Todo individuo puede acusar a los funcionarios públicos del delito que indica el Artículo 1ro.
De esta forma internalizamos el interés de El Libertador de gobernar a todos, para todos y por el bien de todos, con sana administración. Por sus ideas y convicción en la ética, llegó a expresar: “Hombres virtuosos y hombres honrados son de los que me valdré para darle vigor a todos los ramos de la administración pública. Es deber de todo ciudadano vigilar sobre la legítima inversión de las rentas públicas en beneficio de la sociedad. Que se acuse a cuantos cometen faltas y todo se corregirá... Yo seré el primero”.
En su Última Proclama, dictada en Santa Marta el 10 de diciembre de 1830, un moribundo Bolívar, con una camisa rota y carente de medios en forma inmediata para sufragar gastos post mortem, sufría las consecuencias de haber entregado sus bienes y su fortuna en obsequio de la redención de los pueblos. A pesar de haber sido traicionado y de morir casi en soledad, pudo exteriorizar con toda la gallardía de un prohombre:
“Colombianos... mis últimos votos son por la felicidad de la patria”.
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