El Carabobeño 27 febrero 2011
El baile de Boves en Valencia en la biografía de Miguel Peña
La primitiva ciudad de Valencia estaba situada hacia el Sur-Poniente, o sea por los lados del antiguo Hospital Civil (hoy Palacio de Justicia) y El Calvario. (...) Para el año de 1810 tenía dieciséis cuadras de cien varas de Norte a Sur y catorce de Este a Oeste; muy rectas las del centro y algo sinuosas las de las orillas o barriadas. Sus casas construidas de tapia y rafe, eran, por lo regular, de una sola planta, pero muy amplias. Tan sólo había para la época siete edificios de dos pisos. Poseía siete templos. (...) La casa del suizo (don Miguel Malpica) es la misma de "El Pabellón Rojo". En ella residió el Libertador y sirvió de asiento al Cuartel General de Boves.
Por cierto que Alejandro de Humboldt (1769-1859) parecía compartir el mismo criterio que más tarde asumiría Miguel Peña sobre las ventajas de Valencia para ser la capital de la República. Así lo explanaba el sabio alemán:
"Nueva Valencia, fundada en 1555 bajo el gobierno de Villacinda por Alonso Díaz Moreno, es doce años más antigua que Caracas. En otro lugar hemos demostrado que la población española de Venezuela se ha dirigido de Oeste a Este. Valencia no fue al principio, sino una dependencia de Borburata; pero esta última ciudad sólo es ya un embarcadero de mulas. Laméntase, y tal vez con razón, que Valencia no se haya convertido en la capital del país (...).
El trágico balance de 1814
Excepción hecha de ese día clamoroso de febrero en La Victoria y de la Primera Batalla de Carabobo, el 19 de mayo, donde también resultaron triunfantes los patriotas; en adelante, todo el resto del año 1814 fue trágico para los patriotas. En efecto, el 15 de junio con la derrota sufrida a manos de Boves en la batalla de La Puerta, se pierde la Segunda República. Sin embargo, allí no terminan los males para las fuerzas independentistas, pues apenas cuatro días después de esta cruenta y perdidosa batalla, Boves está en Valencia planificando, de manera siniestra, todo lo que tenía en mente para destruirla.
Fue el 19 de junio de 1814 cuando Boves llega y sitia Valencia. Va entonces a ocurrir uno de los episodios sangrientos más violentos y execrables cometidos por las fuerzas realistas y, por contraste, la de mayor coraje, resistencia y valor de cuantos ocurrieron en la guerra de Independencia por parte de toda una ciudad que asumió, ahora sí, con decisión, la causa patriota y estuvo dispuesta a inmolarse, como en efecto ocurrió, para honra de todas las generaciones futuras de valencianos y carabobeños.
Veintiún largos días estuvieron resistiendo gallarda y pundonorosamente, un poco más de doscientos hombres, atrincherados en las calles que rodean la cuadrícula de la plaza situada en el centro de la ciudad, contra casi 6.000 soldados dirigidos por José Tomás Boves, Cajigal, Morales, Ceballos y Calzada.
"...el 19 estaba Boves en las orillas de Valencia y ocupó el cerro de El Morro: iba dispuesto a sitiar la ciudad por segunda vez. Escalona, el jefe militar de la plaza, no podía esperar ayuda de fuera. Urdaneta confrontaba ciertas dificultades en Occidente y De Luyar levantó el sitio de Puerto Cabello y se embarcó para La Guaira el 24, en decisión controvertida. Escalona con un heroísmo como el de Urdaneta en el primer sitio, resistió hasta que se vio obligado a capitular. No le quedaba otro camino. Si desastroso fue el primer sitio de Valencia, el segundo fue más inhumano y de escenas dantescas. (...) Al saber Boves el 29 que había sido suspendido el sitio de Puerto Cabello, salió para aquella plaza, dejando el de Valencia a cargo de su segundo, el sanguinario Morales. Bajo las órdenes de éste se combatió ferozmente el primero y el dos de julio, cayendo de nuevo este día en poder de los realistas el Convento de San Francisco que había sido habilitado como hospital.
También tomaron la casa de Miguel Malpica, llamado "el suizo", a una cuadra de la plaza. Esta casa la ocupó Boves que regresó el 4 de Puerto Cabello, trayendo granadas de mano, oficiales y tropas que aumentaron las que ya era imposible contener... En Valencia ya era insoportable el cerco de fuego que la asediaba. Ese mismo día, en la mañana, recibieron el más recio ataque por la parte norte de la plaza, necesitando todo el día para rechazarlos a costa de muchos muertos y heridos. Más que por el fuego de los sitiadores, los sitiados se iban aniquilando por el hambre y la sed. Los que, desesperados por la sed, salían a buscar agua eran degollados y la sangre mantenía rojas las aguas del río. Allí perecieron hombres, mujeres y niños. Entre los primeros, según la lista del coronel Austria, estaba Pedro Cabriales. No es de extrañarse que con su sangre bautizara el río, que se llamaba de Valencia y empezó a llamarse Cabriales. Al llegar a Valencia la noticia de la desocupación de Caracas por el Libertador, Boves intimó de nuevo a Escalona la rendición de la plaza, ofreciendo generosas condiciones para la Capitulación que fue aceptada...
Después que el sanguinario y despiadado Boves juró ante la hostia, en la iglesia principal, respetar los honorables acuerdos de la capitulación, se burló de todos y ordenó a su segundo, Morales, tan sanguinario o más que él, comenzar una degollina por toda la ciudad. Aunque los patriotas estaban afligidos por la derrota y las atrocidades cometidas por los realistas, no imaginaron hasta dónde iba a llegar la crueldad de Boves y acudieron a un baile que organizó este sádico en la casa de Miguel Malpica, en la creencia de que el asturiano ya había saciado su sed de venganza. Concurrieron, obligados por las circunstancias, los sobrevivientes del sitio dos días después de la capitulación, esperando así apaciguar los ánimos de este engendro diabólico. Craso error.
El historiador venezolano, Augusto Mijares, refiere también estos sucesos: "en la noche siguiente a su entrada a Valencia, Boves reunió a todas las mujeres en un sarao, y entre tanto hizo recoger los hombres, que había tomado precauciones para que no se escaparan, y sacándolos fuera de la población, los alanceaban como a toros sin auxilio espiritual. Solamente el doctor Espejo (Gobernador Político) logró la distinción de ser fusilado y tener tiempo para confesarse. Las damas del baile se bebían las lágrimas, y temblaban al oír las pisadas de las partidas de caballería, temiendo lo que iba a suceder. En efecto, mientras que Boves con un látigo en la mano las hacía danzar el "piquirico", y otros sonecitos de la tierra a que era muy aficionado, sin que la molicie que ellos inspiran fuese capaz de ablandar aquel corazón de hierro. Duró la matanza algunas otras noches" (....).
Antonio Ecarri Bolívar
Testimonio de un coronel americano
Otra versión, muy parecida, sobre los acontecimientos del sitio de Valencia y la fiesta en la casa de "el suizo" la refiere el coronel norteamericano William Duane (1760-1835), quien en su libro "Viaje a la Gran Colombia" en los años 1822-1823 cuenta que tanto el Dr. Fernando Peñalver como Miguel Peña le refirieron a los hechos acontecidos de la siguiente manera: "como un completo menosprecio de tratados y promesas que fue característica general de la conducta de los comandantes hispanos, se insertó en el acta de capitulación un artículo que Valencia esperaba habría de ser el de más solemne e imperativa obligación al estar santificado por la más sagrada ceremonia católica. En efecto, y conforme a dicho artículo se convino en que la capitulación se ratificara en plena misa mayor que se celebraría en presencia de ambos ejércitos, y que, ante el sacro emblema de la divinidad, todos jurasen por la hostia, observar fielmente los compromisos contraídos. Celebrada la ceremonia y efectuado el juramento, la ciudad se rindió a las autoridades realistas.
La calma que siguió pareció de buen augurio, sigue relatando el coronel norteamericano, y comenzó a prevalecer el criterio de que era preferible someterse a insistir en la prosecución de la guerra. ¡Ay!, aquella calma sólo era precursora de una espantosa catástrofe. En toda Sudamérica existe la costumbre de celebrar los acontecimientos importantes mediante fiestas y saraos. Como la ciudad estaba tranquila y el recuerdo de los anteriores padecimientos había comenzado ya a desvanecerse, Boves manifestó -para testimoniar su satisfacción ante la apacible situación reinante- que daría un grandioso festejo. En consecuencia, se invitó a las principales personas de ambos sexos a un espléndido banquete amenizado con baile; e incluso se hizo saber que la inasistencia sería interpretada como un acto poco amistoso, con lo cual se consiguió el efecto que se deseaba. (...) Todo el día transcurrió en medio de expresiones de consuelo y condolencia, en tristes recuerdos por las aflicciones pasadas y en congratularse de que ya hubiesen terminado.
La tarde pareció demasiado larga, y la noche harto presurosa, a los grupos de danzantes. La música alegraba los salones, y las calles estaban animadas por aquel festivo evento social. En uno de los salones la juventud de ambos sexos se entregaba a los placeres de la danza, y en otro se brindaba copiosamente sin aprensión alguna. Fue tan general aquel rato de momentánea alegría, que todos los invitados varones -con muy pocas excepciones- se pusieron a libar copiosamente, dejando así solas a las damas en el salón de baile. De pronto, las puertas se abrieron de par en par, y mientras unos soldados armados de sables y bayonetas custodiaban la salida, los demás iniciaron al punto una masacre general entre los hombres, en medio de gritos y alaridos de las mujeres que estaban en la sala contigua, quienes sin temor por sus vidas se precipitaron a aquella escena de muerte, buscando vanamente a sus esposos, padres, hijos y hermanos, a los que encontraron bañados en sangre y en los últimos instantes de la agonía.
Sería inútil todo comentario para censurar un acto tan atroz, en que el delito más insignificante -como es fácil colegirlo- fue el pillaje de toda la vajilla que se había prestado. Varios oficiales subalternos, que no estaban entre los invitados, tuvieron la imprudente honradez de condenar lo ocurrido. Al saberlo el tirano Boves, ordenó ejecutarlos sumariamente, junto con algunos soldados, quienes habían expresado similar indignación, en el propio sitio donde se había celebrado la misa solemne para ratificar la capitulación.
Entre los pocos que tuvieron la suerte de escapar a aquella matanza colectiva -sigue contando el coronel William Duane-, estaba el señor Miguel Peña, juez de la Corte Suprema de Bogotá, con cuya intimidad me honré durante mi permanencia en dicha ciudad. Este caballero se encontraba entre los huéspedes, y ya fuese por su desafición a los excesos alcohólicos, o por haber advertido algunos movimientos sospechosos que lo indujeron a ponerse sobre aviso, se habría retirado a las habitaciones del piso bajo, donde pudo conseguir un hábito de monje, que le permitió circular sin interrupción; por simple intuición, se encaminó hacia la sierra vecina, y llegando a una aldea situada al otro lado de la montaña, esperó a que se confirmaran o disiparan los recelos que abrigaba; cuando tuvo noticia de lo ocurrido, se apresuró a alejarse de la zona de peligro. Toda esta historia me la ratificó él mismo en Bogotá".
Por cierto que Alejandro de Humboldt (1769-1859) parecía compartir el mismo criterio que más tarde asumiría Miguel Peña sobre las ventajas de Valencia para ser la capital de la República. Así lo explanaba el sabio alemán:
"Nueva Valencia, fundada en 1555 bajo el gobierno de Villacinda por Alonso Díaz Moreno, es doce años más antigua que Caracas. En otro lugar hemos demostrado que la población española de Venezuela se ha dirigido de Oeste a Este. Valencia no fue al principio, sino una dependencia de Borburata; pero esta última ciudad sólo es ya un embarcadero de mulas. Laméntase, y tal vez con razón, que Valencia no se haya convertido en la capital del país (...).
El trágico balance de 1814
Excepción hecha de ese día clamoroso de febrero en La Victoria y de la Primera Batalla de Carabobo, el 19 de mayo, donde también resultaron triunfantes los patriotas; en adelante, todo el resto del año 1814 fue trágico para los patriotas. En efecto, el 15 de junio con la derrota sufrida a manos de Boves en la batalla de La Puerta, se pierde la Segunda República. Sin embargo, allí no terminan los males para las fuerzas independentistas, pues apenas cuatro días después de esta cruenta y perdidosa batalla, Boves está en Valencia planificando, de manera siniestra, todo lo que tenía en mente para destruirla.
Fue el 19 de junio de 1814 cuando Boves llega y sitia Valencia. Va entonces a ocurrir uno de los episodios sangrientos más violentos y execrables cometidos por las fuerzas realistas y, por contraste, la de mayor coraje, resistencia y valor de cuantos ocurrieron en la guerra de Independencia por parte de toda una ciudad que asumió, ahora sí, con decisión, la causa patriota y estuvo dispuesta a inmolarse, como en efecto ocurrió, para honra de todas las generaciones futuras de valencianos y carabobeños.
Veintiún largos días estuvieron resistiendo gallarda y pundonorosamente, un poco más de doscientos hombres, atrincherados en las calles que rodean la cuadrícula de la plaza situada en el centro de la ciudad, contra casi 6.000 soldados dirigidos por José Tomás Boves, Cajigal, Morales, Ceballos y Calzada.
"...el 19 estaba Boves en las orillas de Valencia y ocupó el cerro de El Morro: iba dispuesto a sitiar la ciudad por segunda vez. Escalona, el jefe militar de la plaza, no podía esperar ayuda de fuera. Urdaneta confrontaba ciertas dificultades en Occidente y De Luyar levantó el sitio de Puerto Cabello y se embarcó para La Guaira el 24, en decisión controvertida. Escalona con un heroísmo como el de Urdaneta en el primer sitio, resistió hasta que se vio obligado a capitular. No le quedaba otro camino. Si desastroso fue el primer sitio de Valencia, el segundo fue más inhumano y de escenas dantescas. (...) Al saber Boves el 29 que había sido suspendido el sitio de Puerto Cabello, salió para aquella plaza, dejando el de Valencia a cargo de su segundo, el sanguinario Morales. Bajo las órdenes de éste se combatió ferozmente el primero y el dos de julio, cayendo de nuevo este día en poder de los realistas el Convento de San Francisco que había sido habilitado como hospital.
También tomaron la casa de Miguel Malpica, llamado "el suizo", a una cuadra de la plaza. Esta casa la ocupó Boves que regresó el 4 de Puerto Cabello, trayendo granadas de mano, oficiales y tropas que aumentaron las que ya era imposible contener... En Valencia ya era insoportable el cerco de fuego que la asediaba. Ese mismo día, en la mañana, recibieron el más recio ataque por la parte norte de la plaza, necesitando todo el día para rechazarlos a costa de muchos muertos y heridos. Más que por el fuego de los sitiadores, los sitiados se iban aniquilando por el hambre y la sed. Los que, desesperados por la sed, salían a buscar agua eran degollados y la sangre mantenía rojas las aguas del río. Allí perecieron hombres, mujeres y niños. Entre los primeros, según la lista del coronel Austria, estaba Pedro Cabriales. No es de extrañarse que con su sangre bautizara el río, que se llamaba de Valencia y empezó a llamarse Cabriales. Al llegar a Valencia la noticia de la desocupación de Caracas por el Libertador, Boves intimó de nuevo a Escalona la rendición de la plaza, ofreciendo generosas condiciones para la Capitulación que fue aceptada...
Después que el sanguinario y despiadado Boves juró ante la hostia, en la iglesia principal, respetar los honorables acuerdos de la capitulación, se burló de todos y ordenó a su segundo, Morales, tan sanguinario o más que él, comenzar una degollina por toda la ciudad. Aunque los patriotas estaban afligidos por la derrota y las atrocidades cometidas por los realistas, no imaginaron hasta dónde iba a llegar la crueldad de Boves y acudieron a un baile que organizó este sádico en la casa de Miguel Malpica, en la creencia de que el asturiano ya había saciado su sed de venganza. Concurrieron, obligados por las circunstancias, los sobrevivientes del sitio dos días después de la capitulación, esperando así apaciguar los ánimos de este engendro diabólico. Craso error.
El historiador venezolano, Augusto Mijares, refiere también estos sucesos: "en la noche siguiente a su entrada a Valencia, Boves reunió a todas las mujeres en un sarao, y entre tanto hizo recoger los hombres, que había tomado precauciones para que no se escaparan, y sacándolos fuera de la población, los alanceaban como a toros sin auxilio espiritual. Solamente el doctor Espejo (Gobernador Político) logró la distinción de ser fusilado y tener tiempo para confesarse. Las damas del baile se bebían las lágrimas, y temblaban al oír las pisadas de las partidas de caballería, temiendo lo que iba a suceder. En efecto, mientras que Boves con un látigo en la mano las hacía danzar el "piquirico", y otros sonecitos de la tierra a que era muy aficionado, sin que la molicie que ellos inspiran fuese capaz de ablandar aquel corazón de hierro. Duró la matanza algunas otras noches" (....).
Antonio Ecarri Bolívar
Testimonio de un coronel americano
Otra versión, muy parecida, sobre los acontecimientos del sitio de Valencia y la fiesta en la casa de "el suizo" la refiere el coronel norteamericano William Duane (1760-1835), quien en su libro "Viaje a la Gran Colombia" en los años 1822-1823 cuenta que tanto el Dr. Fernando Peñalver como Miguel Peña le refirieron a los hechos acontecidos de la siguiente manera: "como un completo menosprecio de tratados y promesas que fue característica general de la conducta de los comandantes hispanos, se insertó en el acta de capitulación un artículo que Valencia esperaba habría de ser el de más solemne e imperativa obligación al estar santificado por la más sagrada ceremonia católica. En efecto, y conforme a dicho artículo se convino en que la capitulación se ratificara en plena misa mayor que se celebraría en presencia de ambos ejércitos, y que, ante el sacro emblema de la divinidad, todos jurasen por la hostia, observar fielmente los compromisos contraídos. Celebrada la ceremonia y efectuado el juramento, la ciudad se rindió a las autoridades realistas.
La calma que siguió pareció de buen augurio, sigue relatando el coronel norteamericano, y comenzó a prevalecer el criterio de que era preferible someterse a insistir en la prosecución de la guerra. ¡Ay!, aquella calma sólo era precursora de una espantosa catástrofe. En toda Sudamérica existe la costumbre de celebrar los acontecimientos importantes mediante fiestas y saraos. Como la ciudad estaba tranquila y el recuerdo de los anteriores padecimientos había comenzado ya a desvanecerse, Boves manifestó -para testimoniar su satisfacción ante la apacible situación reinante- que daría un grandioso festejo. En consecuencia, se invitó a las principales personas de ambos sexos a un espléndido banquete amenizado con baile; e incluso se hizo saber que la inasistencia sería interpretada como un acto poco amistoso, con lo cual se consiguió el efecto que se deseaba. (...) Todo el día transcurrió en medio de expresiones de consuelo y condolencia, en tristes recuerdos por las aflicciones pasadas y en congratularse de que ya hubiesen terminado.
La tarde pareció demasiado larga, y la noche harto presurosa, a los grupos de danzantes. La música alegraba los salones, y las calles estaban animadas por aquel festivo evento social. En uno de los salones la juventud de ambos sexos se entregaba a los placeres de la danza, y en otro se brindaba copiosamente sin aprensión alguna. Fue tan general aquel rato de momentánea alegría, que todos los invitados varones -con muy pocas excepciones- se pusieron a libar copiosamente, dejando así solas a las damas en el salón de baile. De pronto, las puertas se abrieron de par en par, y mientras unos soldados armados de sables y bayonetas custodiaban la salida, los demás iniciaron al punto una masacre general entre los hombres, en medio de gritos y alaridos de las mujeres que estaban en la sala contigua, quienes sin temor por sus vidas se precipitaron a aquella escena de muerte, buscando vanamente a sus esposos, padres, hijos y hermanos, a los que encontraron bañados en sangre y en los últimos instantes de la agonía.
Sería inútil todo comentario para censurar un acto tan atroz, en que el delito más insignificante -como es fácil colegirlo- fue el pillaje de toda la vajilla que se había prestado. Varios oficiales subalternos, que no estaban entre los invitados, tuvieron la imprudente honradez de condenar lo ocurrido. Al saberlo el tirano Boves, ordenó ejecutarlos sumariamente, junto con algunos soldados, quienes habían expresado similar indignación, en el propio sitio donde se había celebrado la misa solemne para ratificar la capitulación.
Entre los pocos que tuvieron la suerte de escapar a aquella matanza colectiva -sigue contando el coronel William Duane-, estaba el señor Miguel Peña, juez de la Corte Suprema de Bogotá, con cuya intimidad me honré durante mi permanencia en dicha ciudad. Este caballero se encontraba entre los huéspedes, y ya fuese por su desafición a los excesos alcohólicos, o por haber advertido algunos movimientos sospechosos que lo indujeron a ponerse sobre aviso, se habría retirado a las habitaciones del piso bajo, donde pudo conseguir un hábito de monje, que le permitió circular sin interrupción; por simple intuición, se encaminó hacia la sierra vecina, y llegando a una aldea situada al otro lado de la montaña, esperó a que se confirmaran o disiparan los recelos que abrigaba; cuando tuvo noticia de lo ocurrido, se apresuró a alejarse de la zona de peligro. Toda esta historia me la ratificó él mismo en Bogotá".
La tragedia de la Segunda República enseña que no bastan las buenas intenciones
Estamos atrapados entre el desastre y la impotencia, con problemas graves que no se resuelven sin cambios de fondo y sin una nueva unidad democrática que inspire y movilice a la mayoría venezolana. La altisonante retórica revolucionaria no murió aplastada por la oposición, sino por el fracaso brutal en los hechos y realidades inocultables. El año 2014 es el final de una ilusión, pero necesitamos convertirlo en el comienzo de una nueva realidad esperanzada. Ilumina relacionar este año 14 con los dos anteriores, 1914 y 1814.
En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial, que demuestra cómo la más alta “racionalidad instrumental” puede combinarse con la estupidez: potencias enfrentadas en el saqueo colonial, en el desarrollo industrial, y en las guerras con eficaces armas (tanques, ametralladoras, aviones y gases venenosos). Dos bloques enfrentados con sus respectivas alianzas, con hambre de guerra y falsa confianza en que esta sería breve y triunfal. Armados los espíritus y con ganas de aplastar al enemigo… La guerra relámpago no fue suficiente y los orgullos nacionalistas se enfrentaron en la batalla de Verdún en guerra de trincheras que se prolongó meses con los hombres pudriéndose entre barro y cadáveres.
Gobierna en Venezuela el general Juan Vicente Gómez
¿Resultado? Medio millón de muertos y heridos por cada bando. Todo para nada. A su vez, el zar ruso y la decadente nobleza mandaban a millones de campesinos mal armados y peor dirigidos como carne de cañón contra Austria y Alemania.
¿Cosecha en 1918? 8 millones de muertos, desaparecidos 4 imperios que fueron alegres a la guerra (alemán ruso, austríaco y turco). Además, con la humillación, mutilación y resentimiento de Alemania derrotada, quedó prendida la mecha para la locura de otra guerra más espantosa con algún Hitler que apareciera y con instrumentos de muerte más eficaces para elevar a 80 millones el número de cadáveres.
¿Piensan que nuestro año 2014 se resolverá dejando correr la inercia o con el enfrentamiento total para eliminar al otro? El año 1814, el más espantoso de nuestra historia republicana, empezó con Bolívar triunfante y proclamado “capitán general de los ejércitos”. El joven “Libertador de Venezuela” en 1813 apostaba todo al exitoso avance relámpago hacia Caracas y la guerra a muerte sin contemplaciones contra “españoles y canarios”. “Nuestra bondad se agotó ya (…). Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte” (Bolívar. Mérida, junio de 1813). Con igual o mayor salvajismo se asesinaba en el bando realista. Bolívar quería trazar una línea divisoria entre americanos y españoles, pero ganó
José Tomás de Boves y de la Iglesia también conocido como el León de los Llanos, el Urogallo, la Bestia a caballo o simplemente taita. (Oviedo,18 de septiembre de 1782 - Urica, estado Anzoátegui, 5 de diciembre de1814)
Boves con la guerra de los americanos de abajo contra los de arriba, de esclavos y mestizos contra los blancos hacendados; una guerra de odio racial con botín. En meses el triunfo esperado se convierte en derrota y escribe Bolívar:
“Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o de la guerra. Parece que todos los males se han desencadenado sobre nuestros desgraciados pueblos” (mayo de 1814). “Vuestros hermanos y no los españoles han desagarrado vuestro seno, derramado vuestra sangre, incendiado vuestros hogares…”, dice ahora Bolívar.
La huida a Oriente
Los venezolanos de Boves tomaron Valencia, Caracas, Barcelona, Cumaná… En la derrota los jefes patriotas se dividieron y se culparon unos a otros; unos pudieron huir y otros murieron.
En el exilio, comprendió el Libertador que dominio militar no es gobierno y dos años después empezó el lento amanecer gracias a la nueva visión social y civil, a Páez que atrajo a los llaneros de Boves, a cambios en el frente militar y al esfuerzo civil-constitucional de Angostura.
8 de febrero de 1814: Bolívar aplica el Decreto de Guerra a Muerte. Venezuela
La tragedia de la Segunda República enseña que no bastan las buenas intenciones: en el Manifiesto de Carúpano del 7 de septiembre de 1814 Bolívar derrotado dice que su intención era liberar, pero se siente como “el instrumento infausto de sus espantosas miserias”, aunque: “Mi conciencia no ha participado nunca del error voluntario, o de la malicia”. No basta querer para lograr hechos; el desastre fue inmenso, como lo será hoy.
NICOLAS MADURO MOROS Diosdado Cabello Rondón (El Furrial, Monagas
Presidente 15 de abril de 1963)
(23 de noviembre de 1962
(edad 51),
¿Caracas? ¿Barrio Carora de
Cúcuta en el Departamento
Norte de Santander Colombia?
El actual naufragio solamente tiene salida con un nuevo entendimiento nacional para cambiarlo todo. La guerra social es buena para destruir, pero funesta para construir lo que Venezuela pide a gritos.
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