Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

lunes, 31 de octubre de 2011

Los "mataores" también mueren BERNARDO VALENCIA y "ANTOÑETE".

El carabobeño 30 octubre 2011

Jesús M. Lugo Peña ||

Esto es debatible

Los "mataores" también mueren

Jesús M. Lugo Peña / jesuslugopea@yahoo.es

"La muerte abre la puerta de la fama y cierra tras sí la de la envidia". Sterne

En esta oportunidad me quiero referir a las muertes ocurridas recientemente, que recayeron en dos matadores de toros, de toreros, como más se les conoce. Uno de ellos, Maestro del toreo, y a quienes muchas veces les abrieron la puerta grande y hoy les abren las puertas del cielo.

Con la venia, con el debido permiso reglamentario solicitado a quienes sí saben de eso, porque es su "especialidad", como lo son mis entrañables amigos Angel Stopello Mora, mejor conocido como "El Usía", y César Dao Colina, el popular "Ceda", me atrevo a conversar sobre el arte de Cúchares.

Se trata, por una parte, de la sentida desaparición súbita por causa de un infarto cardíaco del torero valenciano, mejor dicho de El Morro, BERNARDO VALENCIA. ¡Quién iba a creer que un ciudadano que ejercía una profesión arriesgada que requiere de una preparación física de excelencia que le permita estar siempre a punto, vaya precisamente a morir por causas de su aparato circulatorio! Eso nos revela varios escenarios: su carga genética, su desordenada manera de comer y beber y, más que todo, el descuido de no realizarse periódicamente los exámenes preventivos correspondientes.

Con su particular manera de hacer el toreo, en ocasiones más circense que serio, se ganó el cariño y el respeto de los aficionados en general, marcando una época, porque también es bueno reconocerle que cuando toreaba en serio lo hacía bien, a pesar de ser "tremendista".

La otra muerte ocurre en la ciudad de Madrid, plaza que lo vio triunfar en las postrimerías de su carrera, de tal manera que tiene una "placa" de reconocimiento por la manera exquisita, pinturera, artística, de hacer el toreo, parando, templando y mandando, y rematando la mayoría de las veces por derecho y con efectividad. Me estoy refiriendo a ANTONIO CHENEL "ANTOÑETE".

Se le conocía como el maestro del toreo clásico, del mechón blanco que lucía en su cabellera, el hombre del "pitillo" porque jamás abandonaba el cigarrillo que, a mi juicio, fue a la larga el causante de su muerte. Se dice que murió de una bronconeumonía, pero ya tenía una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida como EPOC. Tampoco cuidaba su físico.

Como vemos, la muerte es solo un paso hacia adelante, unos lo hacen de manera "natural" como los aquí relatados y otros "provocada", como las ocurridas con Hitler, Mussolini, Saddan Hussein, Bin Laden, El Che, Gaddafi, entre otros, porque el rico y el pobre, el débil y el fuerte, sufren igual los dolores de la muerte. De manera tal que no es inútil mirarnos en ese espejo, recordando a Bécquer cuando dijo: "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!"

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